La verdad es que hace tiempo que no pensaba en ella, espléndida de sol y verdura, anclada en los miserables, sobre unas aguas de topacios y esmeraldas. Ha sido apenas hace un rato, retomando el contacto con un joven escritor de Allá, cuando le he soltado eso, la isla maldita, la próxima vez para nacer pediré Borneo.
El joven escritor ahora reside en Madrid, después de haber estado en Londres. Pasó unos años en Barcelona, donde nos conocimos, y ha viajado mucho. Es un isleño ventilado.
En cuanto a esto -le he confesado-, en cuanto a mi aquí, ya ni me irritan sus políticos y su nacionalismo podridos. Las gentes a las que trato son los marroquíes de los Encantes, y poco más.
Yo ya pienso en póstumo, he concluido redondo como un nimbo.
Todo ello no impide que a veces parpadee y vea los perales de San Diego, las flores de la vega, los líquenes de San Roque.
Solo en el mar podría volver a sumergir la cabeza y limpiarla de recuerdos. Y esas son las ganas, a veces, de nacer otra vez y de vivir de modo distinto.
Quién sabe si habiendo abierto los ojos en Borneo todo hubiera sido distinto.
Lo cual no significa arrepentimiento, salvo en los errores por los que puedo pedir (y he pedido) perdón. Es la carga cansina de la tanta gente que sin desearlo yo han seguido de cerca en mi ruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario