Cumplía una tradición José Saramago: cuando acababa sus libros, que fueron muchos, llamaba a algunos amigos y les contaba cuál era la última palabra, con qué los concluía. Luego algunos de esos amigos les hacían comentarios sobre la densidad, sobre la estética, sobre la metáfora de esas palabras. Era como un rito que él proseguía con la ingenua seriedad con la que abordó algunas casualidades. Ahora Pilar del Río, su mujer, su traductora, me escribe desde Lanzarote para decirme cómo acabó ayer la traducción de ´Claraboya`, la novela inédita que José nunca publicó porque la editorial a la que se la entregó, hace décadas, la extravió en sus desvanes. Ahora apareció ´Claraboya`y Pilar, que es la presidenta de la Fundación Saramago y ha tenido la generosidad abrir la casa, y la biblioteca, lanzaroteña del escritor para que la gente conozca en primer término lo que fue el ámbito de su vida cotidiana, la ha terminado de traducir y me envía la última palabra, en español, de ese manuscrito.
Todavía. La última palabra es Todavía. Una palabra tan machadiana, tan de Pessoa, tan de Saramago, esa especie de tobogán tranquilo que es la palabra Todavía para iniciar un año que se adivina un año aún todavidiesco, hoy es siempre todavía, vivimos en el ámbito de los todavías, somos una esencia compuesta de todavía, de posibilidades que se van superponiendo y eliminando, estamos en el filo del Todavía, el Todavía acaba de nacer.
Me ha producido mucha emoción asistir al nacimiento de esa última palabra al mismo tiempo que nace un año que ya procede de los detritus de años pasados y que se llama 2012, un conjunto de números que acaso podrían traducirse con esa palabra, Todavía. El año de Todavía.
1 comentario:
Como siempre, acertada idea del gran Cruz. Me encanta cómo escribe este hombre, como se desenvuelve y aquello que transmite tan bien, sin apenas esfuerzo: parece que no dice nada, y dice más que nadie.
Feliz año desde mi mar de olivos.
Un abrazo.
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