Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 sept 2011

La lista de Schindler

La lista de Schindler
En abril de 1944, la ciudad de Cracovia se sorprende al ver que del cielo caen pequeñas hojuelas, en la misma manera en que caería nieve en invierno. Schindler es uno de los pocos que reconoce que no se trata de nieve. Se trata de cenizas humanas.




En Chujowa Gorka, a Amon Goeth le dan la orden de exhumar e incinerar los caváveres de más de 10000 judíos asesinados en Plaszow y en la masacre del gueto de Cracovia.
 El grado de deshumanización que Schindler, desde lo alto de un monte, presencia, es radical e imcomprensible, y por lo mismo, más macabro que cualquier cosa que haya visto. El humo, pesado y negro, cubre el cielo, haciéndole oscuro e infernal. Mientras los Nazis gritan insultos y órdenes con violencia e indiferencia, los prisioneros judíos,horriblemente demacrados y delgados, algunos vestidos con uniforme a rayas o con miserables harapos de lo que en otro tiempo fueran sus mejores ropas, como Poldek y Mila, cavan enormes fosas, o arrastran cadáveres carcomidos por el fuego, para amontonarlos en las fosas, uno sobre otro, mientras los Nazis incendian los cadáveres. La escena infernal muestra enormes montañas de cuerpos ya sin forma humana, ardiendo. Schindler, que debe cubrir su nariz con un pañuelo, escucha a Goeth hablar tranquilamente, incluso con algo de tedio, que le han asignado la orden de incincerar a los muertos y enviar a los sobrevivientes a Auschwitz, ya que es la orden máxima de exterminio y no hay nada qué hacer para oponerse. Goeth le dice a Schindler que enviará a los prisioneros de Plaszow a Auschwitz en un lapso de poco más de un mes. Schindler presencia horrorizado cómo los prisioneros llevan carretillas miserables, atestadas de cuerpos, una tras otras. En una de esas carretillas, Schindler sin poder contener su dolor y horror, descubre un pequeño cuerpo brutalmente quemado, envuelto en un abrigo rojo. Schindler no tiene palabras ni corazón para describir tal inhumanidad.



Una vez a solas con Stern, Schindler le comenta a su amigo que no debe temer nada, ya que Goeth le prometió recomendarlo y darle en Auschwitz un buen trabajo. Stern sabe, sin embargo,a dónde los llevan y que no hay ya ninguna esperanza de salvación, por el contrario, anima a Schindler a continuar con la empresa, que ha alcanzado un gran apogeo, a pesar de que ya no podrá contar con sus trabajadores judíos, los cuales son más baratos que los polacos. Schindler le dice con gran tristeza en su mirada que ya no tiene nada que hacer en Polonia y volverá a casa en Checoslovaquia, ya que logró la ambición de si vida, cumplió el propósito que se hizo al llegar: Ganar más dinero del que un hombre pudiera gastar en toda una vida. Pero para la sorpresa de Stern, no hay deleite en la mirada de Schindler, no hay ningún sentido de realización o complacencia en el cumplimiento de tal meta, no está la alegría con la que Schindler una vez se describió ante Emilie. Schindler, tratando de consolar a Stern y a sí mismo, le dice que algún día todo el horror iba a terminar, y que entonces ellos dos podrían juntos beber un trago. Derramando lágrimas, Stern decide tomarlo en ese momento. Y con una triste sonrisa, ambos brindan.



Algunos días después, una mañana, Schindler está vestido con bata de dormir, junto a su cama, donde yace una mujer hermosa y desnuda. La mirada de Schindler expresa tristeza y desánimo. Camina lentamente a lo largo de la habitación y se encuentra con las maletas listas ya para su viaje de regreso a casa. El vacío, sin embargo, que Schindler siente es enorme, y se dirige a la ventana, donde queda en silencio unos segundos, meditando. Su mirada entonces de pronto gana un breve destello, una idea ilumina su espíritu y sus ojos parecen recobrar la vida. Ha tomado una decisión. Acto seguido, Schindler, elegantemente vestido y con gran animosidad, saca todo su dinero y lo guarda en enormes maletas. Todas están repletas de dinero. Toda la fortuna que Schindler ha hecho desde su llegada.



En esos últimos días de Plaszow, Schindler y Goeth, compartiendo una de sus habituales charlas de camaradería,hablan acerca de un plan de Schindler, tan sin sentido que Goeth no logra entenderlo. Schindler le explica que es sencillo: Él piensa volver a Checoslovaquia, de eso nadie tiene duda, pero debido a que los negocios van tan bien, quiere llevar su fuente de riquesas con él: Quiere transportar a todas y todos sus trabajadores con él. Goeth le dice que eso no tiene ningún sentido, ya que sólo el transportar a los prisioneros y la maquinaría exigiría una cantidad aún mayor de la que los judíos le pueden hacer ganar con su trabajo, y que hay algo que Schindler está mmanteniendo en secreto. Schindler le dice que no hay nada secreto, que es simplemente una cuestión de comodidad, ya que él los conoce y sabe que son eficientes y así no tiene que contratar y entrenar nuevos obreros. Goeth le dice a su amigo que aceptará cualquier trato que proponga, pero que le irrita no saber qué se trae entre manos. Schindler sólo le dice que fije el precio, Y Goeth, astutamente, le dice a Schindler que lo ajuste él. Schindler sonríe, victorioso.



En la oficina de Stern, Schindler, fumando, dicta nombres de su memoria, y Stern los anota en máquina de escribir en una lista. "Poldek Pfefferberg. Mila Pfefferberg, Paul Stagel, los inversionistas, Ismail Fischer, Josef Scharf. Los niños. Todos los niños" dice Schindler, y Stern, con velocidad febril, escribe sin parar. Los nombres de la lista van aumentando con gran rapidez: HOROWITZ. LEWARTOW. GOLDBERG. WULKAN. Stern le dice a Schindler que llevan ya 450 nombres, y Schindler con fuerza le pide que añadan aún más. Simultáneamente, se ve a Schindler, elegantemente vestido, dirigirse a la villa de Amon con un enorme maletín negro en la mano. Mientras todo esto sucede el sonido de Stern tecleando no deja de escucharse. El tiempo avanza en la oficina de Stern, donde sólo están él y Schindler. Goeth abre el maletín que Schindler le trae: Una enorme pila de billetes.



Los nombres en la lista siguen surgiendo: WEIN. FEIGENBAUM. DRESNER. Ya llevan 600 y Schindler pide que añadan más. Simultáneamente se ve la fábrica de telas de Julius Madritsch, y Schindler a su lado diciéndole que ya sabe que les da comida y ropa adicional pagada de su propio bolsillo y que se una a su plan, ya que al combinar sus esfuerzos podrían sacar a más de 4000 judíos y llevarlos a un lugar seguro en Moravia. Madritsch duda de que el plan tenga éxito. Schindler insiste. Madritsch le dice a Schindler que ya hizo demasiado por los judíos y que no puede hacer más. Schindler no está dispuesto a aceptar esa respuesta. Pero la decisión de Madritsch es firme. Mientras, Stern sigue escribiendo y escribiendo sin parar. Llevan ya más de 850 nombres. Luego de unas cuantas horas, ya en medio de la noche, Schindler, con aire de realización le pide a Stern que termine esa página y se detenga. Doce páginas de nombres. 1200 personas ahora en manos de Schindler. Stern descubre con asombro el radical crecimiento espiritual del hombre que cinco años atrás tenía en mente el único propósito de hacerse rico, cuando se da cuenta de que por cada nombre Schindler le paga a Goeth una fortuna. Termina la página, dice Schindler,y deja un espacio al final.. Stern obedece y termina la última página. La lista está completa. Stern, con gran orgullo y un sonrisa de felicidad y esperanza la toma en sus manos y la pone frente a los ojos de Schindler. La lista es el bien absoluto, dice Stern, la lista es la vida. Alrededor de sus márgenes yace el abismo.



El espacio al final de la última página tiene un propósito especial. Una promesa que Schindler debe cumplir: Es un espacio reservado para Helen Hirsch, la empleada judía de Goeth, de quien él estaba enamorado y no sabía si maltratarla o adorarla; esto lo torturaba. Schindler le propone a Goeth una partida de 21. Si Goeth gana, Schindler pagará 7400 marcos, con 21 sacado a la primera, le pagará 14800 marcos, pero si Schindler gana el juego, entonces Goeth deberá dejar que Schindler añada a Helen a su lista. Goeth se niega a aceptar. Schindler le dice a Goeth que sea lo que sea que haga, enviarán a Helen a Auschwitz. Goeth dice que jamás dejaría que Helen fuera a parar a Auschwitz y que quiere llevarsela con él a su Viena natal. Temiendo una locura, Schindler le hace ver a Goeth la realidad, no puede llevarla con él a Viena. Goeth sabe que no, a pesar de que es lo que más desea con toda su alma, lo más misericordioso que puede hacer por Helen sería pues, llevarla al bosque y dispararle sin dolor en la nuca. Unos segundos después, Amon acepta el desafío de cartas.



Los Schindlerjuden dicen sus nombres ante los encargados de las listas, los cuales tienen copias de la lista de doce páginas de Schindler. La lista de la vida, en palabras de Stern. La familia Dresner, la familia Rosner, los Pfefferberg, la familia Horowitz, Goldberg, el rabino Levartow, Itzhak Stern, el joyero Wulkan, Adam Levy, los Nussbaum, Rebecca y Josef Bau, así como una enorme cantidad de personas más. Altman, Luftig, Rothberg, Zuckermann, y el último nombre de la lista: Helen Hirsch.



Una vez enlistados, separan a los hombres y a las mujeres, y los envían con destino a Brünnlitz, Checoslovaquia, en trenes de ganado.



[editar] BrünnlitzEl tren con hombres llega a la ciudad de Brünnlitz (Brněnec), ciudad natal de Schindler, quien los recibe cariñosamente en su nueva fábrica de materiales de artillería, como granadas y casquillos.



El problema se presenta cuando el tren de las mujeres es enviado por error a Auschwitz, por lo que Schindler se ve obligado a viajar allí para rescatarlas.



Se muestra una escena en que mujeres y niñas son metidas a una ducha, donde piensan que las van a matar con gas, pero finalmente es solo agua de la que disfrutarían.



Oskar logra sobornar al jefe del campo de Auschwitz y lleva a las mujeres a su fábrica en Brünnlitz.



[editar] EpílogoDespués de siete meses, Schindler y su empresa quiebran puesto que en realidad allí no se realizaba ningún tipo de trabajo. Al finalizar la guerra, luego de dar un discurso en el que condenaba los crímenes perpretados por los Nazis y alentar a los judíos a restablecer sus vidas, evita que los guardias del campo maten a los judíos de su fábrica al quitarles el último vestigio de inhumanidad que quedaban: "Podrían exterminarlos a todos. Esta es su oportunidad. Pero también podrían irse y así volver a sus familias como hombres y no como asesinos". Uno a uno, los oficiales abandonan la planta. En conmemoración de las incontables víctimas del pueblo judío, Schindler pide tres minutos de silencio, que son acompañados de una oración de luto por parte del rabí Levartow.



Momentos más tarde, Stern, el señor Dresner, Markus Wulkan y el rabí Levartow agradecen a uno de los trabajadores, llamado Jereth, mientras que él ofrece sus dientes de oro,los cuales Wulkan remueve con cuidado y más adelante funde y da forma de anillo, puliéndolo. Mientras esto sucede, Schindler y Emilie empacan a toda prisa sus pertenencias, con el objetivo de escapar.



Al momento de partir, Schindler le da a Stern algunas instrucciones de repartir equitativamente entre los trabajadores algunas pertenencias de la fábrica, como telas, botellas de vodka y cigarrillos, con tal de darles un poco de capital para iniciar una nueva vida.



Los judíos le entregan una carta firmada por todos los obreros, en la que explicaban todo lo sucedido en caso de que Oskar fuera capturado por los aliados. Schindler, agradecido, comienza a conmoverse. Stern entonces le hace entrega del anillo que momentos atrás habían forjado para él. El anillo tenía una inscripción en hebreo, proveniente del Talmúd que decía: "Aquel que salva una vida, salva al mundo entero".



Schindler y Stern estrechan manos en signo de la verdadera y fuerte amistad que han desarrollado con el paso de los años, mientras Schindler le confiesa a Stern con gran pesar que pudo haber salvado una persona más si hubiera tenido más dinero. Schindler lentamente va perdiendo más y más su compostura, su voz se hace quebradiza mientras que Stern, intentando consolarle, le dice que gracias a él, más de mil doscientas personas están vivas, y que gracias a lo que él hizo, vivirán generaciones. Sin embargo, Schindler no puede ver eso. Y señalando su lujoso auto se cuestiona en voz alta por qué lo conservó, si con él hubieran sido diez personas más que Goeth le hubiera dado a cambio, toma su alfiler con la esvástica, alegando que es de oro y que por él Goeth le hubiera dado dos personas más, o al menos una más. Una persona más. Cayendo a los pies de Stern, devastado y lleno de dolor, clama, sintiendo gran culpa, que pudo haber salvado una persona más y no lo hizo, y llora amargamente con el dolor que reprimía desde hacía años, mientras es abrazado por Stern y Emilie, que lloran también, y por sus trabajadores júdíos.



Schindler y Emilie, disfrazados con uniformes de prisioneros, escapan en medio de la noche, mientras Schindler, a través de la ventana de su auto, con sus ojos aún humedecidos, a los miles de seres humanos que rescató.



A la mañana siguiente, un soldado soviético anuncia a los judíos de Schindler que han sido liberados por el ejército rojo; tras la pregunta de Stern sobre si queda algún judío vivo en Polonia, el soldado queda en silencio, comprensiblemente diciendo que no ha visto a ninguno con vida. Los judíos, necesitando comida, marchan al pueblo más cercano, por recomendación del oficial soviético.



Mientras los judíos de Schindler caminan hacia un nuevo futuro, finalmente en libertad, se muestra que Amon Goeth fue arrestado en un sanatorio en Bad Tolz y que fue condenado a morir en la horca por crímenes contra la humanidad. Las últimas palabras de Goeth antes de morir ahorcado son "Heil Hitler!". Y en cuanto a Oskar Schindler, se nos muestra que después de la guerra fracasó en su matrimonio y en muchos negocios que intentó, que a finales de los años 50 el Yad Vashem le declaró "Persona Justa entre las Naciones" y le honró invitándole a plantar un árbol en el "Jardín de los Justos" que aún hoy perdura.



La secuencua final toma lugar en el Cementerio Católico de Jerusalén, donde una larga fila de ancianos, (los judíos de Schindler en la actualidad) acompañados del actor o actriz que les interpretara en la película, coloca piedras, como señal de amor y de devoción, en la tumba de Oskar Schindler, mientras se muestra que en la actualidad quedan menos de 4000 judíos en Polonia, pero que hay más de 6000 descendientes de los judíos que Schindler salvó.
Al final, se muestra que alguien pone una flor en el centro de la tumba, entre las piedras, y esa persona no es otra que Liam Neeson, el actor que interpretó a Oskar Schindler.

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