El dueño de su apartamento quiere desahuciar a la actriz .
Quienes admiran a Faye Duna-way nunca olvidarán a la deslumbrante ejecutiva de televisión que en la película Network, de Sidney Lumet, hubiera vendido a su madre por conseguir que subiera la audiencia de su canal, y que salivaba mientras Peter Finch convertía en leyenda la frase: "Estoy más que harto y no pienso seguir soportándolo". Dunaway ganó un Oscar por aquel papel, un premio que, como muchas de sus pertenencias, reposaba en un apartamento del barrio Upper East Side de Nueva York. Pero esa casa en la que la actriz, de 70 años, tenía su modesta residencia desde mediados de los noventa, se ha convertido en el objeto de una batalla legal y verbal que esta semana ha llegado hasta las páginas de información local de The New York Times.
Como si se tratara de la revista People, el diario reproduce extractos de los mensajes de voz que la actriz ha dejado en el contestador de su casero.
"Espero que la vida te trate muy mal", dice la intérprete en uno de los agrios mensajes que le dejó a Henry Moses, propietario del edificio de apartamentos de renta antigua donde Dunaway residía hasta este mes.
Este tipo de alquiler le permitía pagar apenas 1.000 dólares (700 euros) por un espacio que en ese barrio se cotiza a unos 2.300 dólares (más de 1.600 euros).
Según publicaba el diario el martes, el casero la había demandado y reclamaba su desahucio por no residir allí todo el año, requisito imprescindible para disfrutar de ese tipo de alquiler.
Al día siguiente, la actriz replicaba en el mismo diario que nadie la puede desahuciar porque hace meses dejó el apartamento. "He decidido irme por el estado en el que está y porque cada vez paso menos tiempo en la ciudad. El casero se niega a pintar la casa y está llena de chinches", afirma. El casero niega estas acusaciones. La actriz, de momento, no le ha devuelto las llaves y en el apartamento aún hay muchas cosas suyas.
La disputa no es novedad para una ciudad como Nueva York.
Es una cuestión de supervivencia: los propietarios luchan por cobrar las desorbitadas cantidades en las que se mueve el mercado inmobiliario y a veces tratan de incitar a sus inquilinos de renta antigua a irse evitando las tareas de mantenimiento.
Un Oscar, parece, no garantiza poder vivir en mansiones lujosas.
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