Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 ago 2011

El miedo delator de Ana Karenina, de Tolstói

"Vronski se vistió sin prisas y ordenó que lo llevaran a las barracas. Desde allí se divisaba un mar de carruajes, transeúntes y soldados alrededor del hipódromo, así como las tribuas abarrotadas de espectadores. (...)
Después de contemplar las elegantes y bella formas de su yegua, que temblaba de pies a cabeza, Vronski se apartó con esfuerzo y salió de la barraca. (...) En total diecisiete oficiales tomaban parte en la carrera, que iba a celebrarse en un gran circuito de forma elíptica y cuatro verstas de longitud, delante de la tribunas.. (...)







Cuando Alekséi Aleksándrovich apareció en el hipódromo, Anna ya se había acomodado en la tribuna al lado de Betsy, rodeada de lo más granado de la sociedad.
 Dos hombres, su marido y su amante, constituían los dos polos de su vida, y era capaz de adivinar su presencia sin ayuda de los sentidos. (...)






-¡Aleksei Aleksándrovich! -le grito la princesa Betsy- ¿Es que no ve usted a su mujer? Está aquí.






Karenin le dedicó una de sus gélidas sonrisas.





-Tanto brillo deslumbra a los ojos -dijo, acercándose a la tribuna. Sonrió a Anna, como corresponde a un marido que se encuentra con su mujer, de la que acaba de separarse".













Es un día soleado. La carrera empieza. Y en unos minutos Ana karenina no podrá ocultar públicamente su amor por Vronski, y despejará las dudas de adulterio a su marido y a media sociedad rusa de mediados del siglo XIX.
Es el verano y la escena que eligió León Tolstói (1828-1910) para delatar a su heroína en Ana Karenina.
 ¡Una obra maestra! Un gran cuadro impresionista de la sociedad rusa de mediados de la época, de la geografía de los encuentros y desencuentros amorosos, de la sombra del sentimiento de culpa, de la lucha contra un supuesto destino, del desgaste y las negociaciones de las parejas, pero sobre todo: "una fábula sobre la búsqueda de la felicidad", como escribe Víctor Gallego Ballestero en la introducción de la novela en la edición de Alba, para la cual ha hecho una muy buena traducción directamente del ruso. Infelicidad, pasión, adulterio y destino narrados de manera elegante y en una estructura narrativa de prisma o tapiz a través de los mundos alternados de cuatro parejas: Anna y Aleksándrovich (su esposo), Anna y Vronski (su amante), Daria y Oblonski y Kitty y Levin.






Volvamos al hipódromo, la carrera está a punto de comenzar. Veamos cómo aquel verano fue clave en la vida de Anna por dos motivos: porque el episodio de aquel día la empujó a delatar su adulterio y su pasión por Vronski, y porque el detonante de aquella revelación presagia el desenlace de la novela:






"Cuando dio comienzo la carrera de cuatro verstas con obstáculos, Ana se inclinó hacia adelante, sin apartar los ojos de Vronski, que en ese momento se acercaba a la yegua y subía a la silla, al tiempo que escuchaba la odiosa voz de su marido, que no paraba de hablar. Le atormentaba el temor de que Vrosnki sufriera algún accidente. (...) 'Soy una mala mujer, una mujer perdidda -pensaba-, pero no soporto la mentira, la aborrezco. En cambio, para él, es pan nuestro de cada día. Lo sabe todo, lo ve todo. Y, sin emabrgo, ahí está hablando tan tranquilo. ¿Qué sentirá en su fuero interno? Si me matara a mí o matara a Vronski le respetaría. Pero no, lo único que le importa es la mentira, guardar las apariencias', se decía.






Anna, sin pronunciar palabra, miraba con los gemelos siempre hacia el mismo sitio.






En ese momento se procedió a la salida y todas las conversaciones se interrumpieron. Todo el mundo se levantó de sus asientos y se volvió hacia el arroyo. A Aleksei Aleksándrovich no le interesaban las carreras.
 Sus ojos cansados se detuvieron en su mujer. Su rostro había palidecido y tenía una expresión grave.
 Era evidente que en esos instantes sólo una cosa existía para ella.
 Apretaba el abanico con mano convulsa. Apenas respiraba. (...)






La primera caída, la de Kúzovlev en el arroyo, conmovió a todos, pero Alekséi Aleksándrovich vio claramente, en el rostro pálido y triunfante de Anna, que aquel a quien miraba no se había caído.
Cuando Majotin y Vronski superaron la barrera grande y el oficial que los seguía cayó de cabeza y se hirió de muerte, un murmullo de espanto recorrió las tribunas. Karenin notó que Anna ni siquiera se había dado cuenta y que a duras penas entendía de qué hablaban las personas que la rodeaban.
 Anna, a pesar de que estaba absorta en la carrera de Vronski, acabó percibiendo los ojos fríos de su marido clavados en ella.






Se volvió por un momento, le dirigió una mirada inquisitiva y, frunciendo ligeramente el ceño, se sumergió de nuevo en la contemplación de la prueba.






La carrera fue muy accidentada. De los diecisiete participantes más de la mitad se cayeron y resultaron mal heridos.






Todo el mundo expresaba en voz alta su desacuerdo, todo el mundo repetía la frase que había dicho alguien: 'Ya sólo nos falta el circo con los leones'.
El sentimiento de horror se había impuesto de tal modo que el grito que se le escapó a Anna cuando cayó Vronski pasó desapercibido.
 Pero el cambio que a continuación se operó en su rostro resultaba francamente indecoroso. Había perdido por completo el control de sí misma. Se agitaba como un pájaro en la trampa..."





Fru Fru, la yegua de Vronski ha muerto por un descuido y mal cálculo de su jinete. Una vez concluida la escritura de la novela, León Tolstói entró en una crisis espiritual. Había empezado a publicar la obra por entregas, en 1875, en el diario El mensajero ruso y no la terminó por discrepancias con el diario por lo cual decidió editarla por su cuenta en 1878.




Seguro que muchos hemos leído o escuchado algo de Ana Karenina, además de saber casi de memoria su famoso comienzo: "Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su manera".
Así es que no voy a decir más de lo que ya he dicho, de mi rendida y emocionada admiración por esta novela, en su historia, los temas que aborda y la manera en que está escrita (además el año pasado escribí un post con motivo de la nueva edición de Alba y el centenario de la muerte de Tolstói).
Sólo recomendaré un artículo de José María Guelbenzu, autor español y uno de los críticos de referencia de Babelia, que escribió sobre Anna Karenina el año pasado y que termina diciendo-recomendando: "Es una experiencia literaria tan rica y amplia que no debe faltar en la vida de una persona culta"

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