Perú y el sentido común
El triunfo de Humala que proclaman las noticias relativas al recuento es una buena noticia para Perú, para el mundo y sobre todo para el sentido común.
Una victoria de la marca Fujimori, que es lo que hubiera supuesto que Keiko ganara las elecciones, suponía una bofetada a la historia y a todos aquellos que fueron humillados y ofendidos por el patriarca de ese apellido, que condujo a Perú, junto con su sicario mayor, Montesinos, a los mayores atropellos, y no fue hace tanto.
Fujimori, el padre, está en la cárcel, y la hija proclamaba, además con el lenguaje del presidiario cuando aún estaba en libertad, que ella no era como él.
No es como él, pero se le parece muchísimo, en sus acusaciones, en la verbalización de su proyecto, en el gesto faltón y sin escrúpulos con el que quiso demoler a su adversario con la machacona idea de que Humala era el hijo de Chavez.
El resultado electoral proporciona un enorme alivio al futuro de Perú, arroja agua fresca a ese país que estaba a punto de meterse otra vez en la pesadilla fujimorista que atormentó a millones de peruanos en los tiempos
, por desgracia presentes en la memoria pero por fortuna instalados en el pasado, de un dictador civil que ahora pena sus maldades sin posible redención por otras vías que no fueran las que imponen las penas a las que fue condenado por un tribunal que presidió un jurista honesto, César San Martín, que en este proceso electoral fue amenazado también por los seguidores de la marca Fujimori.
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