Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 may 2011

Día de machos en Cannes

Se esperaba, y mucho, la nueva película de Paolo Sorrentino, el director italiano responsable de una obra maestra, Las consecuencias del amor, y de un gran filme algo caricaturesco, Il divo. Se esperaba menos, y tal vez injustamente, el del danés Nicolas Windin Refn, responsable de la trilogía Pusher y de Valhalla rising, cuatro férreas obras. El primero está cada vez más barroco y, a la vez, la historia se hace más y más liviana a lo largo del metraje de This must be the place, la historia de una estrella del rock -físicamente igual que Robert Smith, cantante de The Cure- llamada Cheyenne y que vuelve a Estados Unidos desde su casa en Dublín para rematar una labor que su padre deja a mitad al fallecer: encontrar a un nazi, anciano criminal de guerra. A Cheyenne le da vida Sean Penn de forma desmadejada y alelada, con una teórica desgana acorde con su personaje.




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Debe durarle, porque la rueda de prensa no ha dado mucho de sí. No quiso responder nada sobre El árbol de la vida, la otra película en la que participa en este Cannes y a cuya rueda de prensa no acudió. Sí han comentado Sorrentino -que dirige su primera película en inglés y fuera de la Europa continental- y Penn que se conocieron en la foto de familia final de Cannes de 2008, cuando Il divo obtuvo el premio del Jurado... que presidía Penn. "Me impresiona mucho cómo trabaja Paolo, porque no te deja al libre albedrío, sino que tiene las ideas muy, muy precisas sobre cada uno de los personajes, y eso solo lo poseen los maestros del cine. Si sirve la comparativa, él tocaba el piano, yo solo era el chaval que pasaba las hojas de la partitura".



Penn se escabulló no solo de cuestiones sobre Malick o sobre alguna frase maliciosa del guion, sino que lidió una pregunta sobre Scarlett Johansson, su actual pareja. Sorrentino, en cambio, respondió a todo -tampoco guarda ningún secreto grande que sepamos- y aseguró que rodar en Estados Unidos ha sido facilísimo: "Fuimos como niños a filmar en el nuevo mundo". Su protagonista añadió: "Da igual dónde ruede, porque es un grande. No es una casualidad que sus películas sean tan premiadas en los festivales, donde los jurados son multiculturales". Y a comer. La obra de Sorrentino es mucho peor sin Toni Servillo.



Buen sabor de boca



En cambio, Drive ha dejado muy buen sabor de boca. Al parlanchín Nicolas Winding Refn le habían caído varios marrones: es el otro director europeo emigrado a EE UU de la jornada, es el otro director danés a concurso, y es el único realizador que en Cannes aparece con un filme de acción.
 Su Drive, dura, seca, violenta, con innegables referencias a Abel Ferrara, es según su creador un filme pop con nostalgia de la mitología de coches y chicas.
Efectivamente, todo el rato se oyen canciones pop -no hay rock, "para no caer en el cliché"-, los títulos de crédito son en rosa fosforito, y su protagonista apenas habla, como el Delon de El samurái de Melville.
 Ryan Gosling da vida a un excepcional conductor que se gana la vida en Los Ángeles de día como especialista en películas y de noche conduciendo en la huida de atracos. Casi no habla, y su mundo se resquebraja a la vez cuando su jefe en un taller se mete en ciertos tejemanejes para conseguir un coche competitivo en carreras, y él se enamore de su vecina, casada [Carey Mulligan] y con un hijo pequeño, que espera que en pocos días salga su marido de la cárcel.



"Cuando me buscaron para el proyecto, me mudé a una casa en Los Ángeles con piscina, donde desayunaba zumo de naranja mirando al cartel de Hollywood.
Ahí sí que había mitología", contaba Winding, que ha hablado por los codos con la prensa. A su lado, a Ryan Gosling no le ha dejado casi meter baza, aunque ha podido contar cómo fue su primer encuentro. "Nuestros representantes nos montaron una cena, una cita a ciegas.
 Yo había visto los Pusher y le quería a él de director. Estuvimos dos horas juntos y hablamos de todo menos de la película. No fue muy bien. A la salida, Nicolas me pidió que le llevara a casa porque no estaba bien. Tenía gripe, se había medicado con fármacos estadounidenses, que son muy fuertes, y se movía como un robot. Montamos en el coche, encendí la radio, sonó I can't fight this feeling anymore y Nicolas empezó a tatarearla, mientras me decía que esta película es sobre un hombre que conduce por Los Ángeles oyendo canciones pop. En ese instante supe que era nuestro director".



Winding habla de reuniones en su casa angelina mejorando el guion, de rodajes diurnos conduciendo sin parar y visionados nocturnos de cine y más paseos en coche en la oscuridad, sobre quién es el hombre y la mujer en una relación director-actor, sobre lo inaceptable del comentario de Lars von Trier, y acaba asegurando que este filme pertenece al género neonnoir, por su aire de thriller violento y las luces de Los Ángeles. Gosling aclara: "Me gustan las referencias a Steve McQueen porque me gusta pensar en ser duro, pero no macho, ya que empieza una relación con una madre con hijo".
Winding también la ve acertada: "Es que ocurrió como en Bullit, que McQueen rodó porque quería trabajar y traerse a Hollywood a Peter Yates. Gosling vino a por mí", contó antes de confesar que Drive es un mezcla de 16 velas y la historia de un psicópata... "sin ser el conductor un enfermo mental".
Curiosa mezcla para un danés que nombra a La matanza de Tejas como su película favorita.

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