Dicen que una obra de arte, si lo es en verdad, es intemporal (no eterna), aunque haya sido producida en la Grecia Clásica, en el Barroco o en el siglo XXI.
No estoy muy de acuerdo con esta afirmación que tanto se prodiga, sobre todo si se refiere a literatura, si bien hay algunas obras que mantienen su vigencia porque son origen de mitos que se adaptan a los tiempos (Edipo, Don Quijote, Hamlet...) Otras, la mayoría, aun contando con su extraorinaria calidad y habiendo sido pilares de la cultura de una época, han de ser leídas teniendo en cuenta siempre su contexto, es necesario por tanto tener una idea aproximada de la sociedad en que nacieron.
Pero hoy lo que manda no es el discurso, sino la necesidad de éxito inmediato. Y nacen las modas.
De unos años a esta parte son superventas novelas históricas, novelas de detectives que ahora les ha dado por decir que son del género negro sin serlo y relatos que rocen lo esotérico.
Es evidente que entre tanta edición hay buenos textos, porque una novela tiene que ser ante todo literatura, pero el éxito sobreviene por la presión de los editores y los medios afines, que se han empeñado en que se ha de escribir en esos géneros, que son los que venden.
Ahora todo el mundo habla de cátaros, el Santo Grial, las profecías de Nostradamus (por cierto, ahora hasta Newton se ha vuelto adivino), los extraterrestres en la antigüedad, el Arca de Noé... Y así se construye una novela de éxito.
Pues venga, a escribirla.
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