Un niño en la placita de su barrio que no existía
mas que en su pensamiento cristalino y fecundo
como el vientre de una mujer enraizada en la raíz de un árbol
milenario que se arraiga con una fuerza descomunal
en lo más sagrado de la tierra, donde la tierra es tierra
y no cercado o surco o sobreviviente del holocausto
oculta en una maceta de algodón que una viejecita
riega con copos de nieve cuando es invierno o no
y entonces le dibuja flores desconocidas pero hermosas
como aquella muchacha que sorprendí en un rincón de la escuela
llorando amargamente porque no sabía escribir aunque era bella
y los maestros le sacudían el alma avergonzándola
y la mandaban a repetir trescientas veces no sé escribir
en lugar de comprarle un lápiz con la punta afilada
y de la mano llevarla por el jardín de la palaba amor,
dulzura, u otras palabras sagradas que no sabían enseñarle.
El niño en la placita de su barrio que no existía
inventaba juguetes con los que fabricaba un corazón
que después se guardaba en el bolsillo descosido
de sus pantalones para llevárselo a su madre
arrodillada siempre en los pisos ajenos,
sacando brillo con un afán desmesurado
como si pensara que ya había bastante suciedad
y hubiera emprendido una campaña a favor de la higiene
hasta que el niño llegaba con su corazón en el bolsillo
y de la mano se iban a la casita del barrio donde no existía
plaza para que los niños jugaran ni escuela
para que los maestros enseñaran a escribir
palabras tiernas a la hermosa muchacha que lloraba
desconsolada en un rincón porque no tenía lápiz
con el que dibujar la maceta que la vieja regaba
con copos de nieve cuando era invierno o no.
1 comentario:
Bravo Carla por tu amigo Pepe Junco. Bonita poesía esta, que me ha gustado más que las anteriores que leí de él... enhorabuena por tener un amigo así. No todo el mundo puede presumir de ello. Creo que escribe bastante bien y sabe transmitir (cosa harto difícil de hacer con la palabra escrita) y emociona.
A mí, me ha hecho recordar mi infancia, la de mi propio hijo... que inventa juegos, juguetes y corazones que suben y bajan de las estrellas...
Me sugieren más cosas, inclusive su propia infancia (la del propio Pepe) o tal vez la tuya...
In cordial saludo Utopazziano para los dos.
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