Hace tres años, un universitario imberbe y espigado, cuidadosamente despeinado, pianista desde los seis años y alumno aventajado de música clásica, entró por primera vez en FWD>>, el templo londinense del dubstep.
Los altavoces y el suelo de la sala temblaban con las líneas de bajos del demoledor directo de Coki, una leyenda negra del género.
No sabemos si al chico le dio por bailar o por pensar en la fonética (algo que, asegura con inquietante naturalidad, "le ha influenciado mucho en su trabajo"), pero se marchó a casa decidido a producir música como la que había escuchado.
"Depende de cada uno: si crees que es pop, lo es. Si te parece'dubstep', pues también"
Hoy, empujado por su asombroso talento y por una fiebre mediática sin precedentes para alguien que hasta hace dos semanas no tenía un álbum en el mercado, James Blake (Deptford, Londres, 1989) es uno de los hypes musicales más serios del año y uno de los lanzamientos estrella de la discográfica que ha fichado a Alejandro Sanz. El redentor de la electrónica para unos y un azucarado productor de dormitorio para otros. Un embajador, en suma, de la comercialización del dubstep. ¿Comercial, edulcorado, pop, auténtico...? Su manera de promocionar su espléndido trabajo, desde luego, sí pertenece todavía al underground más absoluto. En eso puede estar tranquilo. Hay que extirparle las palabras.
EP3. ¿Cómo le sentó que Geoff Barrow (productor y cerebro de Portishead) se refiriera a usted en su Twitter, y en tono despectivo, como "la década en que el dubstep se encuentra con el cantante de pub"?
James Blake. No es el único comentario que ha hecho. Me siento muy halagado de que haya escuchado mi música y le agradezco que hable tanto de mí. Ja, ja, ja [ríe en un tono forzadamente indiferente].
El caso es que su primer álbum ha roto con el sonido de su trabajo anterior, maxisingles más cercanos a lo que escuchó la noche que descubrió el dubstep.
Aunque Blake, de 22 años, nunca poseyó la oscuridad de Burial, los bajos de Skream o la fuerza callejera de Terror Danjah..., lo suyo era lo que algunos llamaron hace un año posdubstep (esa etiqueta le parece "estúpida"). Una generación británica de adolescentes blancos y hábiles componiendo himnos de una noche (Joy Orbison, Mount Kimbie...). Entre todos disolvieron el origen racial y marginal del dubstep y lo llevaron a un terreno universitario, luminoso, lejos de drogas y de líos, pero, a cambio, algo nerd y resabidillo.
El giro actual del chico más listo del grupo
va más allá. Se encamina hacia un delicado soul electrónico, de tintes poéticos y melancólicos, en el que él mismo pone la voz (con filtros y vocoders mediante) y las letras. Y muchos silencios, como en Limit to your love (una versión de Feist), que mantienen a salvo la tremenda cualidad física de su música antes inyectada a través de graves frecuencias. Un sonido que le permite ahora abrazar las reminiscencias melódicas del folk de Bon Iver o Bonnie Prince Billy. El cambio le hace más previsible, pero le otorga una riqueza indiscutible.
EP3. ¿Sientes presión por la expectación y la diversidad de opiniones?
J. B. No, en absoluto. He escrito mi música, y eso es lo que es. Si funciona, pues bien, y si no, pues no. Yo ya había sacado mucha música que debe haber hecho que se esperara el álbum. Pero ahora a algunos les parece que suena bastante diferente a lo anterior. Para mí es bastante similar... solo que hay letras. Pero la producción es muy parecida, tiene el mismo etos...
EP3. Ya, pero todo suena más pop...
J. B. No lo sé, la verdad. No le veo el punto en categorizar sobre esto. Es lo que es para cada uno. Si crees que es un álbum pop, pues eso es lo que es. Y si te parece que lo que he hecho es dubstep, pues también lo es. Como quieras...
EP3. Dices que la única diferencia respecto a tus otros trabajos es la introducción de tu voz y las letras. ¿Por qué lo hiciste?
J. B. Porque soy un cantante. Y cuando lo eres, pues eso es lo que te gusta hacer.
EP3. "Mi hermano y mi hermana no me hablan...", "Nunca aprendí a compartir", "¿Por qué no me llamas?"... Parece que no pasabas por un buen momento cuando escribiste las letras. ¿Qué te sucedió?
J. B. No, claro; si no, no las hubiera escrito. Pero para mí no tiene sentido explicar lo que me pasaba. Lo puedes escuchar, son bastante honestas... bueno, pero también son muy crípticas. No son obvias... Bueno, el caso es que no me pasó nada trágico.
Al contrario. Hace dos meses, cuando todavía solo él sabía que era "un cantante", la BBC le colocó segundo en su prestigiosa lista anual de artistas prometedores (con tanto impacto que de Jessie J, la primera, parece no acordarse nadie). De alguna forma, junto a Magnetic Man (ellos lo llevan mejor), encarna la integración del dubstep en la música comercial. O, si se prefiere, el interés de las grandes discográficas y el público por un género de club antes minoritario. Él discrepa. De nuevo.
J. B. No, yo no formo parte de eso. Solo hago mi música. Me da igual como le llamen. Es cierto que hay un dubstep comercial, pero a mí eso me da igual.
James Blake está publicado en Universal.
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