Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 feb 2011

De comer ELPAIS.com MANUEL VICENT

En un restaurante puedes rechazar un plato, exigir que el filete esté más o menos hecho, dejar a medias la sopa sin dar explicaciones a nadie.
 En un restaurante de lujo uno puede permitirse cualquier veleidad gastronómica y algunos ejecutivos recién ascendidos a una mesa de cinco tenedores la exhiben solo para afirmar su personalidad. Los hay que en principio nunca dan por bueno el primer vino que les ofrece el sumiller; otros, más resabiados, necesitan tener sistemáticamente un altercado previo con el camarero para excitar los jugos gástricos o vaciar la propia frustración.
El camarero cargará con la culpa que en todo caso corresponde al cocinero.
 Estos melindres culinarios se suelen dar en tipos que pasaron hambre en su niñez o estuvieron en su juventud condenados a engullir infinitos pinchos de mortadela.
Pero hay casos en que no se permiten estos caprichos y el respeto es obligado, por ejemplo, cuando un amigo te invita a cenar a casa.
Si su mujer ha preparado un plato con una receta propia y resulta que es una bazofia, no puedes devolverla a la cocina.
Deberás poner buena cara, tragártela entera y ponderar la excelente mano de la cocinera entre los besos y sonrisas de la despedida.
 Otra cosa distinta es el comentario malvado que uno puede hacer ya en el coche de vuelta con el estómago destrozado.
Tampoco está permitida ninguna clase de rebeldía en los restaurantes famosos de la alta cocina.
Allí el camarero es un oficiante litúrgico que impone mucho respeto; en medio de un plato enorme el manjar se te ofrece como una diminuta instalación imposible de descifrar y el cocinero se aparece a los postres con una mitra faraónica para recibir el aplauso.
En la alta cocina los cocineros son teólogos y entre ellos se engendran disputas encarnizadas como en las antiguas sectas.
El único plato que admite una discusión libre sin reservas en el momento de zampárselo es la paella.
Después del silencio de rigor que produce la primera cucharada está permitido criticar, discutir, burlarse, blasfemar, comparar, alabar o zaherir al cocinero.
La paella es un guiso abierto y democrático que te permite ser natural a la hora de comer como hereje.
 El arroz llegó de China como medicina para formar emplastos o cataplasmas. A eso debe su prestigio.

3 comentarios:

Utopazzo dijo...

Pues le doy toda la razón a Vicent... esta mañana mismo leí su artículo en El País, mientras tomaba un café con Ana y Pablete y me ha hecho gracia verlo ahora publicado en tu blog.
En el primer caso (donde aparecen los restaurantes y la gente que los frecuentan) es una alegoría bastante fiel de sujeto que "cambia" según de dónde sople el viento y pro desgracia, estamos rodeados de esta gente que un día fueron como tú, pero ahora están algunos peldaños por encima de ti y no dudan en restregártelo desde su mesa en este restaurant de cinco tenedores... al tiempo que te saludan irónicamente conocedores que la distancia que los separa, es insalvable para que entres a vaciarle un vaso de agua en la cara, delante de sus clones insoportables...
La alegoría del segundo, es mi propia casa y mi Ana y Pablete.

Un cordial saludo desde hibernia.

Anónimo dijo...

Gracias Utopazzo, siempre eres muy sincero y agudo en tus comentarios que a mi me gustan mucho. Que tengas un buen domingo.

Carla Bruni dijo...

Vaya ahora no me deja poner mi nombre