.El año comienza con una sacudida al concepto de partido político. Siempre se critica la férrea disciplina de los aparatos oficiales, la sumisión como único mérito para ascender en el escalafón. Pero cada vez que alguien se sale de la horma oficial de las siglas, entonces la lluvia de descalificaciones viene desde la óptica contraria: chaqueteros, traidores, aprovechados.
Una vez más se confirma que a ojos del escrutinio público la carrera política solo permite el viaje desde mal hacia peor. Como en un documental de la naturaleza, la vida dentro del partido es dura, pero la supervivencia fuera de él, imposible.
Las tertulias políticas están llenas de antiguos militantes o marginados de la dirección de turno que atacan con fiereza a sus partidos de toda la vida. A los profesionales de la política les sucede con respecto a su partido algo muy parecido a lo que le pasa a los ex fumadores: da igual que fueras el que más humo hacías, cuando lo dejas, te conviertes en un cruzado antitabaco.
La salida de Cascos, pasado el berrinche regado en sidra navideña, deja al PP, que tanto ridiculizó las primarias madrileñas, con un roto en el calcetín.
Rajoy suele actuar por omisión y el calendario le resuelve los conflictos como el árbol deja caer sus hojas por el otoño. Álvarez-Cascos, en cambio, calculaba que los años de distancia con su penosa gestión como ministro le concedían una nueva primavera en la patria chica, pero los partidos, y más cuando huelen el poder, se cierran como club privado con un carísimo derecho de admisión o, en este caso, readmisión.
Artur Mas, al nombrar un consejero de cultura de raíz socialista, pone distancias entre la labor de gobierno y las fidelidades partidistas. Un acierto rotundo como imagen de inicio de mandato.
Ferran Mascarell abandona el barco del PSC. Sus comparecencias mediáticas aspiran a contrarrestar las sospechas morales, primando los valores de gestión sobre los límites ideológicos o la fidelidad a unas siglas.
Es bueno que los partidos sean zarandeados por dentro y por fuera, lo pedimos siempre y es hipócrita renegar ahora.
Cuanto más públicos sean los méritos que aúpan a los políticos, menos sospechosa para el consumidor será su tarea y los avatares de su carrera.
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