Las ventanas encendidas, los aviones rotando desde el mar enfrente de mí, la masa oscura de los tilos en el parque, los reflejos de los coches en las vidrieras, el titileo de un semáforo...
Ahora, cuando paso por la esquina, miro al ciruelo rojo y pienso en su nuevo florecer.
Puesto que todo rueda y vuelve y también hay cosas que se desprenden. Ésa viene a ser la sensación, entre la repetición y la desaparición.
Como aquella plaza de Sanllehy, que lleva años convertida en hoyo grande y hondísimo, tapiado por planchas altísimas para esconder las perforaciones. Aquel quiosco de prensa que, cuando bajaba los mediodías, era alegre, solapado de portadas coloridas.
De repente es como si todo se hubiera apagado. Los periódicos, más delgados y previsibles que nunca. La política, un ruido del que cada vez me alejo más.
Entre la repetición y la desaparición. Entre el pasado cada vez mayor, y con menos cuerpo y sentido, y el futuro exiguo y angosto.
¿Dónde ya podrá sucederse la plena floración?
Publicado por José Carlos Cataño
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