Son tiempos extraños para la lírica:
mueren los argumentos del capital
y una grúa llora desconsolados versos
pues en los lodos del presente
no parece haber donde agarrarse
y en las calles, la desesperación
rompe cualquier límite de velocidad.
Los mensajes se alimentan del miedo,
las aglomeraciones en los estadios
se viven como ceremonias religiosas,
de la mirilla del misil intercontinental
prenden tres geranios sangrando
por los amores que no han podido,
por un estribillo sin nada que decir,
por la indiferencia silenciosa ante todo.
Las ideas ejercen de látigos
y buscan enemigos debajo de las piedras,
los panes y los peces ya no están
para hacer milagros en los que nadie cree
después de tanta desvergüenza
de sotanas con vicios pulpitados
que gotean cinismo, crueldad y semen
por las paredes de las catedrales.
Por eso necesito más que nunca
querer al prójimo más que a mí mismo,
por eso estás también tú salvándome
de esta tragicomedia donde se miente
a mansalva y sin cargos de conciencia...
Y por eso no quiero más sangre humilde
derramada por un ideal que se antoja falso
una patria gobernada desde el dinero
o salmos que no tienen sentido alguno.
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