Ven y siénteme,
las historias de viejos dolores
no han de ser suficiente
para impedirlo,
porque sus destellos
no deben consumirte,
y sospecho que el amor
conoce en tu mirada
que tus labios están vivos
aunque repitan su miedo,
que avanza por encima
de tu manifiesto fulgor
y trate de apagarlo.
Pero sé que esperar
nos da tiempo
para que lo medites
y acudas a la llamada
que le hago a los vientos
para hablar de secretos,
de las sorpresas
que te nombran
y que quizás has olvidado.
Todo será mar,
vertiginosa ola
de palabras abiertas,
augurios frescos
que se graban en la arena
de la compañía,
ya sin la injusticia
que significa la tristeza
o la irracional acción
de la melancolía en tus ojos,
ahora que el mundo
duerme sobre una playa
y puede darme
lo que tanto ansiaba:
Una vida sencilla,
sin grandes alharacas
quizás contigo,
sin la fatal lejanía,
y unos besos con sabor
A lágrimas de alegría
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