12 ago 2010
POEMA A UNA PINTORA
POEMA A UNA PINTORA
Sumido en el esbozo de un instante cálido,
o la humilde llamarada de un te quiero,
reúnes, magistral y omnipotente:
colores, cabellete y lienzo.
Inmóvil, miras y remiras; eternizas tu memoria
anclada en el recuerdo de un magenta
y encierras tus pasiones
tras eternas cortinas de silencio.
Imágenes vividas, pasiones desatadas
que recorren a la usanza
tu cabeza, hombro y dedo,
como sendero inusitado
trabajando la textura de un anhelo.
El lienzo al verte se estremece y
enervado, entre sombras y murmullos, te musita:
¿Qué más quieres, dueño mío?
¿Qué más quieres, candor de mis ensueños?
Cyan me das, y al contacto de tus dedos
lo trasformo en un cielo donde habitan
esperanzas y delirios, zonas mudas
que desgranan la ternura de una vida.
Dame tú esa pizca del rojo fuego que te quema.
Dalo sin pudor y al instante construiré
mil atardeceres malvas ingrávidos y bellos,
permanentes, sosteniendo la pupila de tu calma.
Sigue, sígueme rozando
noche y día,
sin miedo y
sin recelo.
Seré feliz si ajeno al mundo
tú me miras, tú me tocas.
Mas nunca olvides que mientras tenga aliento,
mi ilusión entera, en ti seguirá prendida.
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