2 ago 2010
BAUTISMO
El mar está atento a tus pasos
y reacciona con una primera caricia
sobre las aguas
cuando tu pie se adentra
en el líquido elemento
y un estremecimiento celebra el contacto.
El deseo de amarte se desborda
en cada ola que pretende alcanzarte
para ser la primera en probar
la dulzura de tu piel.
Dudas, inconmensurablemente bella,
y la marea deja de ser esclava de la luna
para encadenarse de amor a tu figura.
Ven a mí, parece decir,
en un lenguaje de signos
inequívocamente nítido e impuro:
Serás una pasión de sombras
claras y desnudas,
porque el mar y yo sabemos
que en tu vientre se elucubra y se nace,
a tu vera se desbordan las tormentas
y se producen esperanzas
que van más allá del horizonte
que asoma como promesa de futuro.
El mar te requiere y yo me apropio
del objeto de su deseo
en un siempre efímero y eterno
a la vera de la orilla
para habitarte silente y embatido
mientras las olas nos esperman
con su espuma incandescente,
mientras las estrellas nos amanecen
brillantes y adormecidas,
mientras rodamos por la arena
de lo que todo lo puede,
mientras que el baño de amor
es pura química marina
libre, inolvidable y misteriosa.
La hoguera crepitaba de furioso oleaje,
convertidos nosotros en esclavos
de abrazos subyugantes,
maestros del beso y la mirada,
prisioneros de la humedad y la sal,
súbditos en el reino del destino elegido,
tragados y fundidos en los vértices
de un bautismo irreverente
del que jamás desearemos despertar.
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