20 jun 2010
La Belle Epoque La Transición del Siglo XIX al XX
Durante el periodo de la “Belle Èpoque” en Europa (1870-1914), caracterizado por la elegancia el refinamiento y el optimismo, los patrones que regían la moda eran estéticos, siendo secundaria la comodidad y el bienestar físico de la mujer.
Hasta comienzos del Siglo XX la moda femenina fue incómoda a consecuencia de la utilización del corsé, que apretaba todos los órganos internos. Así muchas mujeres se convertían en meros objetos decorativos.
El ideal de belleza femenino debía ser de pecho erguido y abundante, caderas anchas, cintura muy afinada y nalgas exageradas. Así surgieron las mujeres con forma de “S”, que ajustaron las faldas, recogieron el pelo sobre la cabeza, con complicados peinados y adornaron sus enormes sombreros con plumas, haciendo además juego con la estética modernista.
A finales de este periodo comienza a aparecer un nuevo tipo de mujer, por primera vez creado por ellas mismas. Una mujer independiente, que luchaba por el voto y por entrar en el mercado laboral. Para ellas la vestimenta se fue simplificando y la excesiva ornamentación desapareciendo, dando lugar al traje sastre de dos piezas, más adecuado a las nuevas necesidades.
La Evolución de La Ropa Interior. Entre el siglo XIX y el XX
A principios del Siglo XIX, la revolución industrial había agilizado la producción de bienes, esto influyó, entre muchas otras cosas, en una mejora del nivel de vida de la población y en una reducción en los precios de las prendas de vestir. Así las clases sociales más acomodadas e incluso las incipientes clases medias adquirirán numerosas piezas y complementos de vestir. Arropado por todo ello se desarrolló una estricta etiqueta social con relación al atuendo, las señoras debían cambiarse de ropa siete u ocho veces al día para seguir los dictados de la sociedad. Los siguientes términos, aplicados a los vestidos, son indicativos de las ocasiones en que éstos se utilizaban: vestido de mañana, vestido de tarde, vestido de visita, vestido de noche (para el teatro), vestido de baile, vestido de etiqueta, vestido de casa, y por último, ropa de dormir.
Se crearon numerosos tipos de prendas interiores adecuados a los nuevos vestidos. Además de la camisola, aparecieron las calzas largas o calzones y las enaguas, y toda la ropa interior femenina se llenó de encajes y adornos. Los miriñaques, polisones y corsés, todos ellos imprescindibles para la silueta esculpida del Siglo XIX, se reconvirtieron en nuevos modelos con dispositivos e inventos novedosos, muchos de los cuales fueron patentados. Los aceros y los muelles hicieron posible esta nueva y amplia selección de miriñaques y polisones, haciendo su aparición en la ropa interior y desplazando a los habituales soportes de tela, crin de caballo, ballena, bambú y roatán. La invención de los objetos de acero en 1929 hizo que los corsés fueran realmente eficaces para moldear la silueta femenina. Las mujeres los siguieron considerando la prenda interior imprescindible hasta principios del Siglo XX.
La Liberación del Corsé. Primer cuarto del siglo XX
La Primera Guerra Mundial (1914-1918), desmanteló de forma rápida y completa los antiguos sistemas y valores sociales. El surgimiento de una pujante clase media dio pié a un nuevo estilo de vida. A medida que las mujeres salían del hogar para participar plenamente en todas las actividades, rechazaron el corsé y buscaron prendas más funcionales.
Los diseñadores de alta costura pusieron especial empeño en crear nuevos tipos de indumentaria.
A medida que corría el primer tercio del Siglo XX, la imagen femenina cambiaba de manera significativa. Los peinados pasaron de complicados recogidos a un corte suelto, el largo de la falda se acortó desde el tobillo a la rodilla. Las mujeres al buscar un estilo cómodo, juvenil, sin realce del busto o la cintura, comenzaron a vestirse como chicos, así la novela La Garçonne de Víctor Margueritte ofreció la imagen simbólica a la que aspiraban las mujeres del momento.
El peinado corto, con un ajustado sombrero campana y un vestido suelto de cintura baja, con la falda hasta la rodilla, caracterizó el estilo garçonne. La extremada simplicidad del corte del vestido se complementada con adornos bordados de lentejuelas, boas de plumas y otros accesorios. La ropa ya sólo interior consistía en bragas, sujetador, camisola y medias color carne.
El nuevo estilo garçonne, que a la vez era cómodo y disminuía las diferencias entre hombre y mujer, comenzó a introducir el pantalón como prenda femenina, aunque éste no se popularizó como prenda de vestir hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Segundo cuarto del siglo XX
De 1927 a 1930 la moda conoce un periodo de transición en el curso del cual se inicia la vuelta a la feminidad. La falda que en la década de los años veinte se acortó hasta las rodillas, comienza ahora a alargarse. La cintura que había descendido hasta las caderas, vuelve a su lugar normal, retorno permitido por la práctica de los deportes que han formado alrededor del cuerpo femenino una faja de músculos que puede reemplazar la sujeción que le daba antaño el corsé.
El traje de noche se vuelve más corto por delante que por detrás o bien se inclina hacia el suelo por medio de un faldón lateral que le da un perfil asimétrico.
De 1930 a 1935, el traje de ciudad se alarga hasta media pierna, mientras que el vestido de noche toca el suelo, éste, confeccionado en tela de crèpe de raso, de muselina, de seda lisa y de otros tejidos semejantes, mezclaba la faz mate y la brillante para obtener un efecto de matices en el traje.
De 1945 a 1960. La Segunda Mitad del siglo XX
La alta costura, vigorizada por la apertura de nuevas casas innovadoras y dinámicas, se vuelve todopoderosa e impone sus leyes a una clientela entre la que se mezclan antiguas y nuevas fortunas.
Costureras de barrio y fabricantes de ropa se esfuerzan en imitar a los grandes creadores para satisfacer la demanda de personas con medios económicos más modestos.
La moda de vestidos amplios y largos favorece el empleo de tejidos con cuerpo (tafetán, falla, otomán, raso grueso,...), frente a los vestidos confeccionados con telas de mucha caída, que se pegaban al cuerpo, muy utilizados en los años veinte y treinta.
En el periodo de entreguerras, las fibras sintéticas aparecen en el mercado. El nylon creado en Estados Unidos en 1937, se lanza después de la II Guerra Mundial. Posteriormente el tergal y los acrílicos, proporcionan tejidos ligeros, cálidos, resistentes y fáciles de cuidar. Todo ello va a modificar el aspecto y el peso del guardarropas y a facilitar a las amas de casa el lavado y el planchado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario