Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 jun 2010

Fumar si, pero los que no fuman?



Van a prohibir que se fuma en lugares (públicos) cerrados, y van a dejar que se fume en lugares públicos grandes y muy abiertos, como los estadios.
Los que somos asmáticos seguimos este debate con mucho interés, porque uno de los elementos que causan esta enfermedad, sobre todo los ataques más difíciles de controlar, es el humo del tabaco, se fume éste en privado, en público, en grandes superficies o en espacios abiertos y públicos.
En el que fuma hay un hábito que parece marcarle una manera de hacerlo, dejando que el tabaco haga lo que quiera.
Y da igual que esté permitido o prohibido, fuma sin tener en cuenta que el humo sigue un camino que va directamente hacia la nariz del otro, y que el otro no tiene por qué respirar su tabaco.
Por fortuna, ahora te preguntan (a veces) si se puede fumar o no a tu lado; pero en la misma pregunta hay una trampa, porque la pregunta esconde un chantaje: ¿es que vas a ser tan borde como para no dejarme fumar, aunque aquí esté prohibido? Cuando me lo preguntan, suelo recordarles a los amigos que lo hacen que soy asmático, pero con el tabaco ocurre el mismo pecado social que con el alcohol: hombre, ¿cómo no te vas a tomar una copita? Esa pregunta, ¿puedo fumar?, espera siempre una respuesta positiva, o al menos se hace habitualmente con el aire de esperar una respuesta positiva.
Anoche decía una diputada en Radio Nacional que ella permitía siempre que se fumara a su lado "porque yo no soy fanática del no fumar".
Pues habría que ser fanático del no fumar si el fumar perjudica (seriamente) la salud del que está a tu lado.
Permitir que se fume en grandes lugares públicos (como estadios o plazas de toros) también nos perjudica a los que no podemos aspirar el humo de los otros (ni el nuestro, claro), porque la gente no "gobierna" el humo, y éste avanza siempre en contra de aquel que no lo tolera.
Me parece que esta legislación no tiene en cuenta que hay aire, y viento, y gente desconsiderada que, si le permiten molestarte, te molestará aunque tú le recuerdes que tu nariz está en su camino.
Ayer tarde traté de explicarle a un amigo en Burgos qué es el asma, qué se siente cuando ocurre; es cierto que no se puede explicar, o no muy bien, cuando no estás afectado por el ataque, leve o fuerte.
Le dije, en todo caso, que es algo que no puede explicar sino el que lo padece, el que sabe qué es la falta de aire en los pulmones.
De vuelta a Madrid, a la altura de mi casa, a causa del polen o quizá a causa de los esfuerzos que hice para explicar qué es el asma, tuve un ataque del que me salvó, como siempre, el viejo Ventolín. Esta mañana he despertado con la secuela de esa falta de aire, y me han preguntado cómo estoy ahora. Dije, simplemente: "Asmilla".
Es cierto, ya no es asma, realmente, sino asmilla. Mientras trataba de recordar la noche, y ese sofoco, me acordé otra vez del tabaco, y me sofoqué imaginando a alguien, en un espacio grande y público, dirigiendo, sin querer, claro, siempre es sin querer, su cigarrillo contra mis narices.

Juan Cruz

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