José M. Balbuena Castellano
En un reciente artículo titulado “Un facha de siete años”, el escritor y periodista Arturo Pérez Reverte, que no se corta cuando llama a España “este país de mierda” y expresa otras descalificaciones hacia sus habitantes y políticos (pero eso si: lo hace por su amor a España, o sea por ese país de mierda), se extraña de que en su España querida todavía llamen “facha” a quien va por ahí luciendo una bandera española (la roja y gualda), con su escudo descafeinado.
Como todo tiene su lógica y su causa, habrá que explicar que esa bandera que pretende aglutinar a una nación (aparentemente indivisible) llamada España, surgió en tiempos de Carlos III, el rey Borbón que inició en España una serie de reformas económicas, sociales y políticas que beneficiaban a las clases menos privilegiadas, en detrimento de la nobleza, los caciques y el clero pueblo llano e iban en perjuicio de las clases privilegiadas y del clero, y con la finalidad de que se acabaran sus privilegios y la impunidad de la Iglesia.
Se atrevió, incluso, a expulsar a los jesuitas de España y de sus colonias y, hasta la Inquisición, que todavía funcionaba en España, quedó sometida al poder real.
Lástima que las reformas de Carlos III no fueron continuadas por sus sucesores y al cabo del tiempo, todo volvió otra vez a la situación anterior, con una Iglesia entrometiéndose en todo aquello que fuera contra sus intereses materiales y el poder temporal al que aspiraban (o al menos, influir en los gobiernos más sumisos y timoratos) y España volvió a ser una nación de caciques, latifundistas y personas que reaccionaban contra todo intento de dar protagonismo y poder al pueblo.
Hubo otro conato reformista en el corto periodo que duró la segunda república, pero los desmanes de ciertos grupos incontrolados y la resistencia de las fuerzas conservadoras del país (y gran parte de la Iglesia) dieron al traste con la modernización y europeización de España. Luego vino un estancamiento y una época de larga oscuridad que ofrecía a Europa mano de obra barata.
Cuando llegó la rebelión del general Franco y sus secuaces, bendecida también por parte de la Iglesia, el nuevo gobierno fascista y de las JONS, se apoderó de sus símbolos patrios: la bandera, los emblemas, el himno, que se utilizaban para anatemizar todo aquello que no sonara a nacional o no marchase en consonancia con la dictadura y el nacional-catolicismo.
Aunque quizás sin proponérselo, aquella bandera de Carlos III, que evidentemente gobernó con gran espíritu reformista, no contemplaba la realidad de una España multinacional y variada. Una España que tenía sus regiones históricas, sus diversas lenguas, sus fueros y sus tradiciones.
De la misma forma, el régimen surgido del golpe de Estado de Franco trataba de obviar todo esto, unificar, aglutinar y “castellanizar” a la nueva nación española, resaltando solamente los valores y virtudes del sector hegemónico. De ahí que todavía hoy se asocie la bandera y el himno de España, como símbolos de una época represiva y dictatorial.
No tiene nada de extraño que se rechacen y muchos no se sientan identificados ni orgullosos con ellos. Esa nación que llamaban España, Una, Grande y Libre, estaba basada en la incomprensión y en una falacia.
La república trajo una nueva bandera y una nueva esperanza que iba a representar a una España donde se reconocieran el federalismo y sus diferencias y peculiaridades, sin que ello fuera óbice para que se le reconociera como una nación. Pero en España quedaban aún mucos lastres que incluso, hoy en día, perjudican a la democracia que hemos elegido como sistema de gobierno y la hace imperfecta.
La España moderna, con sus autonomías y complejidad multinacional, podría presumir verdaderamente de su bandera y sus símbolos si se hubiese actuado de otro modo al crear el moderno estado que surgió después de la dictadura franquista.
Tenemos en el mundo ejemplos palpables de naciones formadas por diversos estados como son los casos de Alemania, de Estados Unidos, de Suiza, etc. Este último país es el paradigma de cómo puede existir y convivir una nación que tiene cuatro idiomas oficiales, distintas religiones y variadas costumbres en cada una de sus cantones. Y todos están bajo el amparo de su bandera, de su himno y de su escudo, de los que se sienten orgullosos.
Pero España sigue siendo diferente, y no nos extrañe que llamen facha a quien hace ostentación publica de su bandera, y a veces, mal uso de los símbolos patrios.
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