Víctor García de la Concha lloró ayer cuando narró en Radio Nacional cómo le había contado Fátima, la mujer que trabajó en casa de Francisco Ayala durante los últimos años, el momento en que el escritor le anunció que ya iba a morir. "Voy a morir". Cuándo, le preguntó Fátima.
"Ya". El director de la Academia representó con ese llanto la atmósfera que ayer se vivió en el tanatorio de San Isidro, donde se velaron los restos del "hombre de la sonrisa comprensiva y de la mirada inteligente", como dijo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Cuando llegó el rey Juan Carlos, la viuda de Ayala, Carolyn Richmond, le habló entre lágrimas del afecto que su marido tuvo por la familia real. "Fue mutuo". Lo mismo pudieron decir después los príncipes de Asturias y el alcalde Gallardón. Temprano, la vicepresidenta Fernández de la Vega dio el último adiós a quien fue su amigo, "y su admirador", le dijo Carolyn. Él quiso que fuera íntima la ceremonia final, y así fue, sobria y tranquila, como él quiso la vida que contó su genio.
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