La mujer bosnia
Hará un par de años -tal vez tres- en un pueblo del pre Pirineo catalán entablé una torpe conversación con una mujer bosnia. Ambas estabámos sentadas en un banco de un verde reluciente de la plaza mayor. No era un día propicio para estar sentada en la plaza ni para charlar. Pero el rostro de aquella mujer me fascinó. En un momento determinado y obedeciendo a no sé que impulso, se desanudó el pañuelo de la cabeza que hasta entonces la cubría y admiré su pelo espeso y oscuro. Poco tiempo después empecé a escribir una novela. La titulé "La mujer bosnia". Tal vez, alguien, un día, me la publique.
Durante meses me sumergí en su mundo. El de ella. El de Sarajevo año 1992. Ahora, la historia y la literatura de la Europa eslava de la primera mitad del siglo veinte han entrado a formar parte de unos intereses intelectuales que en mi, toman a veces formas ingenuamente apasionadas.
Estos días estoy leyendo el periplo existencial de un sastre judío de Galitzia (territorio actualmente dividido entre Polonia y Ucrania) quien, debido a los avatares políticos de su época, nació siendo súbdito del Imperio Austrohúngaro, pasó a ser ciudadano de Polonia, luego de la antigua URSS y seguidamente del Tercer Reich. Finalmente terminó siendo ciudadano austriaco.
Y medito sobre la fútil ilusión de nuestros nacionalismos y me rio.
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