Muerte en La Gomera
Estuve el domingo en el roque donde hace hoy veinticinco años se produjo un terrible incendio que acabó con la vida de unos ciudadanos arriesgados que trataron de sofocar el fuego. Ese lugar, un bellísimo enclave en la isla de La Gomera, es para muchos canarios un símbolo que ya vive en el corazón de todos como un momento fatídico e inolvidable. Entre los ciudadanos muertos en aquellas terribles circunstancias estaba mi amigo Paco Afonso, que fue alcalde de mi pueblo, el Puerto de la Cruz, y gobernador civil de la provincia de Santa Cruz. Lo era en ese momento, septiembre de 1984. Era de mi edad, quizá un poco mayor, y guardo por él una gratitud infinita, que se fundamenta en un suceso personal inolvidable que cuento acaso porque representa, en mi memoria, la más simple y honda historia de esfuerzo por ayudar a un amigo en momentos difíciles. En mi adolescencia se recrudecieron mis ataques de asma.
Él vivía en otra zona del Puerto; y nunca pude saber por qué en aquellos momentos en que no había comunicación fácil, cada vez que se producía uno de esos ataques y yo permanecía convalesciente en casa él aparecía a hacerme compañía, como si viniera conducido por un sexto sentido, sin duda el sentido de la amistad.
Se sentaba allí, a mi lado, y así me hacía compañía mostrando una bondad honda, tranquila, infinita. Era sólo un ejemplo de una actitud que muchísimos más recuerdan en parecidos términos. Su temprana muerte en aquel horrible incendio es para todos los que lo conocimos una herida que jamás hemos podido olvidar.
Hoy hace ocho años de otro incendio horrible, el de las Torres Gemelas. La casualidad de los aniversarios la pone junto a la del incendio de La Gomera. Una fecha fatídica, inolvidable, que tanto tiene que ver con el malestar que la sociedad ha padecido desde entonces en todo el mundo.
Vayan esos dos recuerdos en memoria de tantas víctimas, en un sitio y en otro.
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