La noche de los tiempos
Utilizo el hermoso título que Antonio Muñoz Molina le pone a su última y próxima novela para calificar la sensación que producen en mí los detalles que rodean el auto que elimina al presidente valenciano Camps del banquillo. Decide un juez que es más que amigo suyo, el que más sabe del auto se opone al mismo, pero aún así el auto sale adelante; se sabe que una jerarquía del partido al que pertenece Camps ha influido en la decisión, como en la noche de los tiempos. En la noche de los tiempos esto se llamaba caciquismo. Sí, tiene razón el presidente del partido al que pertenece el presidente valenciano: ganan los vendedores de tila, porque para aguantar esta desvergüenza hay que tomar mucha tila. Pero yo en este momento estoy bebiendo té; es mi primer día en la playa, anoche tuve insomnio, pero seguro que hoy dormiré mejor. Se está dominando ya el incendio de La Palma. Ayer vi imágenes tremendas del suceso; mi primera lectura de periódico, cuando no era aún sino un chiquillo, fue de un suceso en La Palma. Mi madre tenía en casa un recorte de periódico de una barranquera terrible que hubo allí en 1956, tenía yo ocho años, y ella cada día me leía un poco de esa página. Ahora este nuevo suceso, tan tremendo, me ha traído inevitablemente aquel recuerdo dramático y cálido en el que aparece mi madre leyéndome. Lo que más me perturbó de aquella lectura, o de aquella visión, fue la imagen de un hombre muerto. Nunca he querido ver un cadáver directamente; siempre me he preguntado si eso ocurre por la impresión que me produjo aquella visión. En fin. Recuperé la Y griega; mi amigo Miguel García Morales, a quien los amigos llamamos Orson por su destreza cinematográfica (lo bautizó el pintor Pedro González), averiguó dónde podía arreglar el ordenador, y un chico muy amable restituyó esa letra copulativa que ayer fue descrita con mucha precisión por Marisol, me parece. Por cierto, un amable comunicante entró para decir que no fuera tan pedante. Repasé mi escrito anterior y la verdad es que no encontré mucha pedantería. Alguna habría, pero la pedantería es como las caras: a lo mejor tú te ves feo y otro te ve guapo, y allí donde tú ves sencillez el otro ve pedantería. Así que sí sería bueno que cuando uno describe (o califica) describa o califique con detalles, sobre todo para ir aprendiendo.
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