Cristino de Vera
Durante años, Cristino de Vera, pintor de la soledad, preguntaba a los transeúntes en Madrid:
--¿Está usted solo? ¿Es usted feliz?
A las taquilleras del cine les preguntaba qué recordaban al final del día, y ellas le decían: "Bocas, bocas, fila doce, fila trece".
A algunos amigos nos llamaba a medianoche, cada día, para preguntarnos qué creíamos que iba a ser el futuro de una persona como él, débil, condenado a la enfermedad y a la desaparición.
Algunos años más tarde le pregunté por qué hacía esas llamadas perentorias y nocturnas. Me dijo: "Porque imaginaba que en ese momento estarías viendo una película, y estaría aproximándose al final. Así te la chafaba".
Él no tenía televisor, pero compraba el periódico, verificaba la hora del final de la película programada en la única televisión entonces existente, marcaba tu número y, si estabas viendo el filme, te perdías el final de la sesión.
Mientras tanto, este asceta inteligente y austero, esta especie de monje de la amistad y de la pintura, creaba cuadros sobre el silencio que habita en el alma de los paisajes y de la mirada de los hombres. Lentamente, pero sin descanso, ha hecho una obra increíble, de perfección y de duda, y ahora esa obra se junta, en parte, en la Fundación Cristino de Vera, que se abre en La Laguna, Tenerife, con sus asistencia y la de la mujer que lo salvó del desorden en el que en un momento determinado anduvo su vida, Aurora Ciriza.
La fundación ha sido creada, con ellos, por la Caja General de Ahorros de Canarias, con la que yo asocio siempre a Cristino, porque en uno de sus locales, en La Laguna,. precisamente, vi los primeros cuadros suyos en una memorable exposición que entonces lo reintrodujo en la isla hace cuarenta años, cuando él llevaba ya al menos quince años de vida en Madrid.
Él nació en Santa Cruz hace 77 años. Con César Manrique, Manuel Millares, Domingo Pérez Minik y Manuel Padorno, que ya nos dejaron, forma parte de la proteína cultural canaria, sin la cual sería imposible escribir una histria de la sensibilidad tal como la sienten los insulares. Estaremos allí. Y mañana, a La Palma. Ya les contaré.
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