Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

31 mar 2019

La poesía, ¿el género más pujante del español?

Los llenos que consiguieron en el Congreso de la Lengua de Córdoba los poetas confirman la excelente salud creativa que viven.

 
 
Encuentro  con lectores de Eliva Sastre en el Congreso de la Lengua de Córdoba.
Encuentro con lectores de Eliva Sastre en el Congreso de la Lengua de Córdoba. Congreso de la Lengua
Si después de tanto destruir algo ha construido Internet, es furor poético. 
La buena salud del género ha quedado de manifiesto en el Congreso Internacional de la Lengua, celebrado hasta el sábado en Córdoba (Argentina). 
Tiene mucho que ver con la onda de expansión masiva que provoca la red.
 Y con la destreza con que la dominan los millennials.
  Lo dijo Elvira Sastre, poeta segoviana, de 27 años, estrella en la reunión: 
“Se está expandiendo gracias a ese medio y no hay quien la pare”.
Sastre representa un símbolo del presente renacer. En todo el territorio de este "español trufado", en palabras del poeta peruano Alonso Ruiz Rosas. Llena distintos aforos en México, Colombia, Perú…
Como no, en Argentina, donde ha leído y ha participado junto a otros representantes de distintas generaciones en coloquios y sesiones de lectura multitudinarios a los que arrastró público y donde arrancó ovaciones.
 Como le sucedió junto a Joaquín Sabina en el Teatro del Libertador. Ocurrió al leer Somos mujeres. El aplauso fue tan estruendoso, que ella, con su recia discreción castellana, hacía gestos al público como para indicarles que pararan. Vive la calle y habita el espacio online con el mismo desparpajo. Del blog, pasó a vender decenas de miles de copias en papel de sus poemarios. 
En el twit, persigue el aforismo perpetuo.
 Con la novela se ha estrenado ganando el premio Biblioteca Breve por Días sin ti
Se obsesiona con la búsqueda del poema: “Como si cada uno de ellos fuera un pez y el océano de la literatura lo escondiera todo”.

En eso nada le separa de sus maestros.
 Uno de ellos es Benjamín Prado, que también convocó multitudes. Él ha estado atento al fenómeno de la nueva generación desde su atalaya física de metro noventa y con la actitud de quien sabe conceder relevos.
 Prado tiene muy presente que a él también le ayudaron cuando fue demasiado joven. Sobre todo Rafael Alberti y Ángel González. “Los recuerdo o los cito cada día”, confiesa.  
 Y a veces, como le ocurrió el sábado en Córdoba, se le cruza un nudo en la garganta al hacerlo cuando le dio por recitar la canción que le compuso junto a Sabina para el último de ellos: Menos dos alas
Tuvo que parar por el mal rato. González respondía a la estirpe con que María Negroni, poeta argentina, trata de definir la madera de los suyos: “Los que descienden a lo desconocido en una ceguera trabajosa quien sabe que lo real no resulta articulable, un antídoto contra el discurso autoritario, alguien que huye de la cárcel de lo convencional…”. También alguien entregado a lo reflexivo, que se expresa entre hachazos y caricias del pensamiento. 
 Eso que, como cuenta el dominicano José Marmol, vio un filósofo como Heidegger en un poeta como el romántico Hölderlin. “Un ser determinado a escapar de la dictadura de lo igual”, comenta Marmol.
Y siempre dispuesto a compartir versos sin que importe el precio. En eso, Martín Prieto, poeta argentino, ve una ventaja.
 Él ha organizado encuentros literarios en su país y con ello ha podido observar que la flexibilidad de los poetas a la hora de acudir es mucho más amplia que la del resto. 
“Quizás ahí se esconda una de las razones por las que tienen tanto público. Siempre están dispuestos a ir donde sea y encontrarse con otros. 
Extienden así sus contactos y sus redes propias. Da igual que les propongas viajar en colectivo (autobús) o dormir en pensiones. Apenas nada les impide acudir”.
Esa diferencia, esta vez con hoteles decentes, se ha puesto de manifiesto con mucha pujanza y de manera refrescante en Córdoba. Los poetas han reivindicado su soberanía sobre la lengua en un congreso, quizás demasiado volcado a la obsesión digital.
 Algo que ha producido lagunas para un género también hoy con extraña salud de hierro, como el teatro. 
Menos mal que ese aspecto lo reivindicó Nuria Espert, gracias a Lorca.
 La gran dama llenó el Real de Córdoba con su escenificación, junto a Lluìs Pasqual, del Romancero gitano.
Los dramaturgos y quienes dan vida sobre un escenario a la palabra han quedado en la cuenta a deber para el próximo congreso.
 Será, muy probablemente, en Arequipa (Perú), la ciudad donde nació Mario Vargas Llosa.
 

 

Salvador Sobral: “La euforia dura poco, hay que seguir pagando el alquiler”

El músico portugués regresa con 'Paris, Lisboa', un disco que quiere ser "un grito de libertad, luz y felicidad" después de su trasplante de corazón.

 

 

Salvador Sobral, músico.
Hay ventajas e inconvenientes en el hecho de que la tuya sea la última entrevista del día. 
El entrevistado está tan cansado y/o harto de contarle su vida a desconocidos que, o bien te despacha con topicazos, o baja la guardia y se quita el escudo
. Sobral, trasplantado de corazón aún no hace dos años, parece exhausto. Son las siete de la tarde, lleva en pie desde las cinco de la mañana, ha dado un concierto para la prensa y, derrengados todos en los divanes de la terraza VIP de un hotel VIP de Madrid, sus asistentes le animan insistiéndole en que esta es la última. Empezamos bien.
 Un chico amable e hipersensible respondiendo “con actitud zen” para vender su disco.
 En un momento concreto, sin embargo, molesto quizá por alguna pregunta, muda el gesto y se vuelve opaco
. Entre medias pasó esto.

Es lo que pretende. 
Es un renacimiento. Un canto a la alegría.
 Mi mayor grito de libertad después de todo lo que pasé en su día. Es una canción con mucha luz, sol y felicidad. Para bailar y bailar.
¿Antes estaba a oscuras?
A veces. Había luz y sombras.
 El tiempo más oscuro fue el que estuve en el hospital. Seis meses malos.
 Pero después empecéa ver la luz y a componer el disco.
Me ha impresionado lo que ha dicho en el concierto: que, al ver que sobrevivía, cayó en que había que pagar las facturas.
La euforia dura poco, porque ves que la vida es frágil. 
Las cosas siguen pasando, y vivo la vida con más intensidad, porque sé que en cualquier momento se puede torcer.
 Pero, al final, uno se da cuenta de que hay que pagar el alquiler. Entonces decidí volver a tocar, que es lo que más me gusta hacer.
¿No lo considera trabajo?

'París, Lisboa'

Así ha titulado Salvador Sobral (Lisboa, 1989) su primer álbum después de su trasplante de corazón en 2017.
 Políglota y polifónico, el ganador de Eurovisión lleva apuntado a boli en el dorso de la mano una nueva fecha fetiche: 17 de mayo, su recital en el Palau de la Música de Barcelona.
No, para mí el trabajo es esto.
 Hacer entrevistas. Lo demás es tocar y estar con los amigos y viajar y comer bien y estar en hoteles...
....tan lujosos como este.
No. Los hoteles demasiado lujosos me asustan un poco.
 Tengo muchos amigos y prefiero quedarme en su casa, aunque tenga que discutir con mi gente.
 Soy tan antidiva que a veces termino siendo una diva y acabo haciendo una escena de diva contra diva.
Veo que no acepta órdenes. ¿De qué se siente esclavo cuando uno le ha visto las orejas al lobo?
De las cosas que no controlas. Eso es lo peor. 
Cuando no controlas y estás a merced de otro, o de la vida en general. 
Es lo que más miedo me da: no saber qué va a pasar. Por eso no me inquietan los conciertos, porque controlo yo.


Un amigo corresponsal decía que se tenía que tomar vacaciones de Portugal para sobrellevar lo melancólico de su carácter.
Sí, somos un país melancólico, pero con encanto.
 La melancolía está presente en todo mi ser. Pero es una melancolía productiva para el arte, para la interpretación, como también lo es la alegría
. Todas las sensaciones son legítimas a la hora de crear: reír, llorar, ganas de follar.
 Todo es legítimo.
Oyéndole hablar parece usted bastante mayor de sus 29 años.
¿Sí? Me siento el eterno joven. Un poco Peter Pan, al menos como artista. ¿Tú cuántos me echas?
No sé, 40, alguien que ha vivido mucho y ha visto de todo.
Bueno, es que un año de enfermo es como un año de perro, valen más. Mira, ya tienes el titular.

Es bueno. Dicen que cuando uno está cansado dice la verdad.Puede ser que sí.
A una fan que le ha piropeado diciéndole que “ojalá” fuera su madre, le ha respondido: “no quieras serlo”. ¿Tanto ha sufrido ella?
Me ha salido de dentro, y ya ves que digo lo que me sale.
 Mi madre ha sufrido mucho. Es un ser muy especial, tiene un carácter de mujer portuguesa de armas tomar, con carácter. 
Nunca me dejó irme abajo. Decía: “todo va a estar bien, no te preocupes”. Era ella quien llevaba el carro.

Defina el triunfo, usted, que denosta 'Operación Triunfo'.
Hacer lo que te gusta, conseguir pagar el alquiler, comer bien y estar sano. La vida de rock star. El único vicio que tengo es comer fuera. Y me lo puedo permitir.
El actor Antonio Martín Gamero decía: “como fuera de casa en ningún sitio”. ¿Los suscribe?
Tengo miedo a la soledad, no lidio bien con ella. 
Me fui un mes a Estocolmo a aprender sueco y a forzarme a estar solo después de todo lo que pasé, pero en el tren del aeropuerto al centro hice dos amigos.
 No sé si me encantan las lenguas porque me encanta la gente, o me encanta la gente porque me encantan las lenguas.



Zaz, la niña rebelde de la ‘chanson’

La cantante Zaz, cuyo verdadero nombre es Isabelle Geffroy, en París.
La cantante Zaz, cuyo verdadero nombre es Isabelle Geffroy, en París.
EN SU NUEVO sencillo, ‘Qué vendrá’, canta un estribillo en castellano.
 Zaz aprendió a chapurrearlo durante los veranos que pasó cerca de Tortosa, en el delta del Ebro, a la sombra de la huerta de una amiga de su madre donde una vieja alberca de hormigón hacía las veces de piscina.
 Además, la cantante está convencida de haber sido “una prostituta española, con el pelo muy negro, en una vida anterior”.
 Por esos motivos, tiene en un pedestal a España, uno de los países donde su música funciona mejor.
 “Cantar en castellano es una manera de agradecerlo”, dirá al comienzo de un distendido encuentro en París, tan poco formal que cuesta definirlo como entrevista. 
La cita tiene lugar en un peculiar espacio: la sala de un hotel de diseño situado en los gentrificados barrios del este de la capital francesa, que las empresas suelen alquilar para organizar sesiones de team building
Allí, esta cantante de 38 años y con aspecto de mochilera parece pintar lo mismo que un pulpo en un garaje.
“Intento seguir siendo una niña porque cuando dejas de serlo te mueres. 
Pero he encontrado una serenidad. Me encuentro más en paz conmigo misma que en otras épocas.
 Antes estaba muy enfadada.
 Ahora no es un sentimiento que privilegie.
 Me gustaría que mi vida fuese un bonito guion”, dice Zaz, nacida con el nombre de Isabelle Geffroy, aunque dice que hoy solo la llaman así al presentarla en las entrevistas.
 
Zaz, en un hotel de París.
Zaz, en un hotel de París.
La primera vez que se escucha, parece la crónica inconfesa de una crisis personal. 
Se adivina una ruptura. Sus temas están escritos en un intento de reafirmar su identidad frente a alguien que la ha puesto en duda, ante un mundo que la desdeña.
 En los títulos abunda la primera persona del singular: “Hablo fuerte”. “Las críticas me resbalan”. “He llegado aquí y estoy orgullosa”. Pese a mostrarse pudorosa, Zaz no lo negará.
 “Ese es mi estado permanente: siempre estoy en crisis”, bromea. “Este es un disco que responde a una voluntad de conocerme mejor y de liberarme de todo aquello que no me representa.
 Mi objetivo es encontrar mi propio camino y no ser prisionera de las creencias de los demás, de lo que he heredado por vía familiar o por presión social”.
 El disco también es un compendio de sensaciones experimentadas durante los ocho años que ha pasado en la carretera, dando varias vueltas al mundo para acercar su música a todos los rincones. 
Eso se traduce en un popurrí de estilos, que van de Cuba a Laponia, de la fanfarria desbocada al cántico intimista sentada al piano.
 Cuando estudiaba música, dejó todas las puertas abiertas. “Hice blues, jazz vocal, música afrocubana, coros de góspel… 
En mi casa escuchaba a Aznavour y a David Bowie, a Jacques Brel, pero también a A-ha
Pero las voces que más me emocionaban eran las que cantaban a la fe, como Whitney Houston”, recuerda. Hay cantantes eclécticos, y luego está Zaz.

Zaz, en un concierto en Colonia en 2013.
Zaz, en un concierto en Colonia en 2013.
El éxito la pilló por sorpresa. Casi nadie apostó por el debut de una desconocida sin experiencia, más allá de haber cantado en los pasillos del metro parisiense —“un episodio ingrato”, recuerda— y en los rincones más turísticos de Montmartre, como la Place du Tertre, a donde los extranjeros acuden buscando las esencias de una ciudad que ha dejado de existir (y puede que no haya existido nunca). 
“Es un lugar muy cerrado, pero los pintores que hay me hicieron un hueco. 
Y hasta me dieron dinero para producir mi primer álbum.
La cantante, en 2015 con el fallecido Charles Aznavour.
La cantante, en 2015 con el fallecido Charles Aznavour. EFE
Se dio cuenta de que su vida iba a cambiar al volver de un viaje por España con su novio de aquella época.
 Pararon en una gasolinera por cuyos altavoces sonaba el contagioso estribillo de ‘Je veux’: “Quiero amor, alegría, buen humor. / No es vuestro dinero lo que me dará la felicidad. / Lo que quiero es morir con la mano en el corazón”. 
Convertida en millonaria por las ventas, las giras y los royalties, ¿ha cambiado Zaz de opinión sobre el asunto desde que escribió esos versos? 
Tal vez algo molesta, la cantante contesta con un “no” lapidario.
 “Creo que se entendió mal esa letra. Lo que yo rechazaba era el lujo”, reflexiona Zaz. 
“Pero el dinero es importante porque te permite hacer cosas”. Entre ellas, cita su apoyo financiero al movimiento Colibri, liderado por el pensador Pierre Rabhi, que cuenta con miles de seguidores en Francia por su mensaje ecologista, antiliberal y antiglobalización.
 Y también la fundación creada por ella, Zazimut, a través de la que organiza un festival de música cada verano en la región francesa de la Ardèche, donde también cita a asociaciones que trabajan por causas en las que cree. “Pierdo 130.000 euros cada año. 
Podría comprarme muchas cosas con ese dinero, pero prefiero crear conexiones entre la gente”, afirma. Zaz quiere organizar un encuentro parecido en Rusia y montar un festival itinerante en el continente africano, un proyecto largamente acariciado. 

Entre sus fans hay personajes tan célebres como Martin Scorsese, que le pidió una canción para su pelícu­la Hugo, al considerar que su voz lograba transportar automáticamente a los años treinta.
 Plácido Domingo accedió a interpretar un dúo con ella, igual que Pablo Alborán —firmaron una versión de Entre sus fans hay personajes tan célebres como Martin Scorsese, que le pidió una canción para su pelícu­la Hugo, al considerar que su voz lograba transportar automáticamente a los años treinta. Plácido Domingo accedió a interpretar un dúo con ella, igual que Pablo Alborán —firmaron una versión de Sous le ciel de Paris, una de esas viejas canciones que popularizaron Piaf, Juliette Gréco e Yves Montand— y que el cantante de Rammstein, Till Lindemann, con quien ha colaborado recientemente. Y Paul Krugman, conocido por sus columnas de referencia en The New York Times, le declaró su admiración en su blog., una de esas viejas canciones que popularizaron Piaf, Juliette Gréco e Yves Montand— y que el cantante de Rammstein, Till Lindemann, con quien ha colaborado recientemente. 
Y Paul Krugman, conocido por sus columnas de referencia en The New York Times, le declaró su admiración en su blog.
Para explicar su éxito, Zaz dice que solo ha intentado cumplir sus visiones en realidad. 
Una vez se le apareció Quincy Jones en sueños. Decidió pedir al mítico músico que le produjera un tema. “Mi propio equipo puso los ojos en blanco y me trató de ilusa”, recuerda.
 Para sorpresa de todos, respondió que sí. Su nuevo empeño es que le haga caso Dr. Dre, el productor de hip-hop que convirtió en reyes del género a Tupac Shakur y Kendrick Lamar.
 Y luego hay otra fantasía en la que se ve convertida en madre. Ese será el próximo capítulo de su vida. “También me planteo adoptar. Sé que puede ser un proceso largo y complicado, pero soy muy cabezota”, asegura. 
Lo dicen sus últimos versos: “Si me pierdo, es que ya me he encontrado. / Y sé que debo continuar”.

Un delirio eficaz..............................Juan José Millás

Un delirio eficaz ESTOS ROSTROS TIENEN un denominador común: su inexistencia. 
No corresponden a nadie, son mapas sin territorio creados por una inteligencia artificial. 
Y pese a ello transmiten una impresión de verdad alucinante.
 Nos los creemos por su realismo, incluso por su hiperrealismo.
 No poseen un solo poro de mentira.
 He ahí el resultado de borrar las fronteras entre el original y la copia.
 El segundo paso consistirá en que las prestaciones de la copia superen las del original. 
 Sucede ya con las noticias de la prensa: las falsas están con frecuencia mejor articuladas que las verdaderas. 
Y son tantas, por otra parte, que no hay policía capaz de desenmascarar más de un 5% o un 10%. 
Con las noticias falsas acabará ocurriendo lo mismo que ocurrió con las drogas: que su persecución estimuló su tráfico.
Pero, así como sabemos que el peor enemigo de las drogas sería su legalización, no tenemos ni idea de cómo frenar la avalancha de verdades ficticias, valga el oxímoron.
 De hecho, la verdad falsa más grande de todas es el dinero circulante, ya que su único respaldo es nuestra fe en él, una fe que mueve montañas y gracias a la cual el mundo se pone en marcha cada día. 
Un delirio, vale, pero un delirio que funciona.
 Gracias a él se apagan y se encienden los semáforos y abren sus puertas los grandes almacenes y se fabrica el pan. La vigilia ha comenzado a falsificar el sueño y el sueño a la vigilia con tal fidelidad que no sabemos cuándo nos encontramos en el lado de allá y cuándo en el de acá.
 ¿Qué distingue a estos rostros de aquellos con los que nos ­cruzamos cada día?
 
Juan José Millás