Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
31 mar 2019
Zaz, la niña rebelde de la ‘chanson’
La cantante Zaz, cuyo verdadero nombre es Isabelle Geffroy, en París.ED ALCOCKEs la cantante francesa con mayor proyección en el extranjero. Sus temas, llenos de alegría y desgarro, cuentan con fans como Plácido Domingo, Quincy Jones y Martin Scorsese. En abril, Isabelle Geffroy pasará por Madrid para presentar un nuevo disco, Effet miroir.
EN SU NUEVO sencillo, ‘Qué vendrá’, canta un estribillo en
castellano. Zaz aprendió a chapurrearlo durante los veranos que pasó
cerca de Tortosa, en el delta del Ebro, a la sombra de la huerta de una
amiga de su madre donde una vieja alberca de hormigón hacía las veces de
piscina. Además, la cantante está convencida de haber sido “una
prostituta española, con el pelo muy negro, en una vida anterior”. Por
esos motivos, tiene en un pedestal a España, uno de los países donde su
música funciona mejor. “Cantar en castellano es una manera de
agradecerlo”, dirá al comienzo de un distendido encuentro en París, tan
poco formal que cuesta definirlo como entrevista. La cita tiene lugar en
un peculiar espacio: la sala de un hotel de diseño situado en los
gentrificados barrios del este de la capital francesa, que las empresas
suelen alquilar para organizar sesiones de team building. Allí, esta cantante de 38 años y con aspecto de mochilera parece pintar lo mismo que un pulpo en un garaje. “Intento seguir siendo una niña porque cuando dejas de serlo te mueres. Pero he encontrado una serenidad. Me encuentro más en paz conmigo misma
que en otras épocas. Antes estaba muy enfadada. Ahora no es un
sentimiento que privilegie. Me gustaría que mi vida fuese un bonito
guion”, dice Zaz, nacida con el nombre de Isabelle Geffroy, aunque dice
que hoy solo la llaman así al presentarla en las entrevistas. Ese cambio se refleja en Effet miroir,
su cuarto disco de estudio y el primero con temas originales desde hace
cinco años. En él, vuelve a cantar a los pequeños placeres y las
grandes decepciones de la existencia, siguiendo la fórmula mágica con la
que conquistó a millones de fans en el mundo con su debut en 2010. Aquel álbum homónimo contenía un superéxito titulado ‘Je veux’, oda a la
autenticidad en un planeta obsesionado con el capital, que la convirtió
en la cantante francesa con mayor proyección internacional. El álbum,
que presentará el 1 de abril en un concierto en el WiZink Center de Madrid, insiste en algunas ideas de su debut. Son canciones buenrollistas
pero con un inevitable toque de nostalgia, interpretadas con su voz
prodigiosa, ronca pero cristalina, que a muchos les recuerda a las
estrellas de la chanson del siglo pasado.
Zaz, en un hotel de París.ED ALCOCK
La primera vez que se escucha, parece la crónica inconfesa de una
crisis personal. Se adivina una ruptura. Sus temas están escritos en un
intento de reafirmar su identidad frente a alguien que la ha puesto en
duda, ante un mundo que la desdeña. En los títulos abunda la primera
persona del singular: “Hablo fuerte”. “Las críticas me resbalan”. “He
llegado aquí y estoy orgullosa”. Pese a mostrarse pudorosa, Zaz no lo
negará. “Ese es mi estado permanente: siempre estoy en crisis”, bromea.
“Este es un disco que responde a una voluntad de conocerme mejor y de
liberarme de todo aquello que no me representa. Mi objetivo es encontrar
mi propio camino y no ser prisionera de las creencias de los demás, de
lo que he heredado por vía familiar o por presión social”. El disco también es un compendio de sensaciones experimentadas durante
los ocho años que ha pasado en la carretera, dando varias vueltas al
mundo para acercar su música a todos los rincones. Eso se traduce en un
popurrí de estilos, que van de Cuba a Laponia, de la fanfarria desbocada
al cántico intimista sentada al piano. Cuando estudiaba música, dejó
todas las puertas abiertas. “Hice blues, jazz vocal, música afrocubana,
coros de góspel… En mi casa escuchaba a Aznavour y a David Bowie, a Jacques Brel, pero también a A-ha. Pero las voces que más me emocionaban eran las que cantaban a la fe, como Whitney Houston”, recuerda. Hay cantantes eclécticos, y luego está Zaz.
Zaz, en un concierto en Colonia en 2013.Getty Images
El éxito la pilló por sorpresa. Casi nadie apostó por el debut de una
desconocida sin experiencia, más allá de haber cantado en los pasillos
del metro parisiense —“un episodio ingrato”, recuerda— y en los rincones
más turísticos de Montmartre, como la Place du Tertre, a donde los
extranjeros acuden buscando las esencias de una ciudad que ha dejado de
existir (y puede que no haya existido nunca). “Es un lugar muy cerrado,
pero los pintores que hay me hicieron un hueco. Y hasta me dieron dinero
para producir mi primer álbum. . Supongo que llamaba la atención, porque una chica gritando en el corazón del viejo París recordaba a los tiempos de Édith Piaf”. Contra todo pronóstico, triunfó. Pese a debutar en medio de la peor
crisis de la industria discográfica, Zaz ha vendido más de cuatro
millones de discos en todo el mundo. “El éxito me desestabilizó. Fue
violento, intenso, turbador y agotador. Pero siempre fue una suerte que
me pasara a los 30 años. Diez años antes, con lo enfadada que estaba,
hubiera sido catastrófico. Creo que llegó en buen momento”.
La cantante, en 2015 con el fallecido Charles Aznavour.Olivier ArandelEFE
Se dio cuenta de que su vida iba a cambiar al volver de un viaje por
España con su novio de aquella época. Pararon en una gasolinera por
cuyos altavoces sonaba el contagioso estribillo de ‘Je veux’: “Quiero
amor, alegría, buen humor. / No es vuestro dinero lo que me dará la
felicidad. / Lo que quiero es morir con la mano en el corazón”. Convertida en millonaria por las ventas, las giras y los royalties, ¿ha
cambiado Zaz de opinión sobre el asunto desde que escribió esos versos? Tal vez algo molesta, la cantante contesta con un “no” lapidario. “Creo
que se entendió mal esa letra. Lo que yo rechazaba era el lujo”,
reflexiona Zaz. “Pero el dinero es importante porque te permite hacer
cosas”. Entre ellas, cita su apoyo financiero al movimiento Colibri,
liderado por el pensador Pierre Rabhi, que cuenta con miles de
seguidores en Francia por su mensaje ecologista, antiliberal y
antiglobalización. Y también la fundación creada por ella, Zazimut, a
través de la que organiza un festival de música cada verano en la región
francesa de la Ardèche, donde también cita a asociaciones que trabajan
por causas en las que cree. “Pierdo 130.000 euros cada año. Podría
comprarme muchas cosas con ese dinero, pero prefiero crear conexiones
entre la gente”, afirma. Zaz quiere organizar un encuentro parecido en
Rusia y montar un festival itinerante en el continente africano, un
proyecto largamente acariciado. Entre sus fans hay personajes tan célebres como Martin Scorsese, que le pidió una canción para su película Hugo,
al considerar que su voz lograba transportar automáticamente a los años
treinta. Plácido Domingo accedió a interpretar un dúo con ella, igual
que Pablo Alborán —firmaron una versión de Entre sus fans hay personajes tan célebres como Martin Scorsese, que le pidió una canción para su película Hugo,
al considerar que su voz lograba transportar automáticamente a los años
treinta. Plácido Domingo accedió a interpretar un dúo con ella, igual
que Pablo Alborán —firmaron una versión de Sous le ciel de Paris, una de esas viejas canciones que popularizaron Piaf, Juliette Gréco e Yves Montand— y que el cantante de Rammstein, Till Lindemann, con quien ha colaborado recientemente. Y Paul Krugman, conocido por sus columnas de referencia en The New York Times, le declaró su admiración en su blog., una de esas viejas canciones que popularizaron Piaf, Juliette Gréco e Yves Montand— y que el cantante de Rammstein, Till Lindemann, con quien ha colaborado recientemente. Y Paul Krugman, conocido por sus columnas de referencia en The New York Times, le declaró su admiración en su blog.Para explicar su éxito, Zaz dice que solo ha intentado cumplir sus
visiones en realidad. Una vez se le apareció Quincy Jones en sueños.
Decidió pedir al mítico músico que le produjera un tema. “Mi propio
equipo puso los ojos en blanco y me trató de ilusa”, recuerda. Para
sorpresa de todos, respondió que sí. Su nuevo empeño es que le haga caso
Dr. Dre, el productor de hip-hop
que convirtió en reyes del género a Tupac Shakur y Kendrick Lamar. Y
luego hay otra fantasía en la que se ve convertida en madre. Ese será el
próximo capítulo de su vida. “También me planteo adoptar. Sé que puede
ser un proceso largo y complicado, pero soy muy cabezota”, asegura. Lo
dicen sus últimos versos: “Si me pierdo, es que ya me he encontrado. / Y
sé que debo continuar”.
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