Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 mar 2019

Dejar de meter la pata sin cesar.........................Javier Marías

Buena parte de los españoles piensa que lo menos malo sería un pacto entre el PSOE de Rubalcaba o Guerra y el Ciudadanos de Arrimadas.


Dejar de meter la pata sin cesar


EN LOS ÚLTIMOS cuarenta y dos años, desde las elecciones de 1977, he votado muy variadamente.
 Desde —en aquellas primeras— a un partido de larga izquierda y corta vida y cuyo nombre ni recuerdo —vivía yo entonces en Barcelona—, hasta al CDS de Adolfo Suárez, que tampoco duró nada, y del cual me atrajo en su día su propuesta pionera de suprimir la mili que tanto amargó a los jóvenes españoles.
 Es decir, hace ya mucho que no me he sentido encorsetado por mis convicciones “de izquierdas”. Hay quienes se tatúan la frente y al día siguiente de votar son incapaces de mirarse al espejo si la papeleta que depositaron no coincide con el tatuaje o se le aproxima mucho. 
No es mi caso: llevo demasiadas legislaturas en las que voto contra quien me parece peor o más dañino;
 o a favor de quien veo menos repugnante o nocivo; o, como escribí años atrás, a quien me da “sólo” noventa y ocho patadas, en vez de las cien de nuestra locución verbal.
 Ojo, noventa y ocho son un montón, pero siempre hay otras formaciones que nos dan esas cien de rigor, o incluso ciento diez.
Es lo que me pasa con el Partido Popular, que jamás ha entrado en mis fluctuaciones ni entrará, menos aún tras haber colocado a su frente a Pablo Casado, un vetusto joven que tiene como ídolo… a Aznar. 
Ni a éste ni a su partido les perdonaré nuestra involucración en la embustera, ilegal y contraproducente Guerra de Irak ni sus desfachatadas mentiras tras los atentados del 11-M de 2004, con el Ministro del Interior Acebes jurando que habían sido obra de ETA. La primera vez que voté al PSOE fue de hecho aquel año.
 No porque me gustara Zapatero, sino porque lo urgente me parecía que nos quitásemos de encima la losa de Aznar.
 Era una de esas ocasiones en las que “cualquiera menos él”. (Y dicho sea de paso, la única y aterradora hipótesis en la que me vería escogiendo la papeleta del PP sería si un día la cosa se dirimiera entre ese partido y Vox; o tal vez Podemos, que tanto se asemeja a Vox, más o menos como en Francia suelen ir de la mano el “izquierdista” Mélenchon y la ultraderechista Le Pen, o en Italia el M5Stelle y La Lega, que gobiernan juntos.
 Todos admiradores de Putin, por cierto.) 

De aquí a dos meses volveremos a tener elecciones, y una vez más habrá que buscar el partido que nos dé “sólo” noventa y ocho patadas, o incluso noventa y nueve. 
El PSOE lleva largo tiempo entontecido y en buena medida “podemizado”. 
De Podemos y sus confluencias ya está comprobado que sólo se pueden esperar megalomanía, caudillismo, antieuropeísmo, connivencia con los independentistas totalitarios y espíritu falangista-peronista.
 De los partidos nacionalistas, mezquindad sistemática y deslealtad hacia el conjunto. 
Pablo Casado no desaprovecha ocasión de soltar imbecilidades. Pero no imbecilidades inofensivas, sino dictadas por la mala fe. Un camorrista autosatisfecho, no se entiende satisfecho de qué. 
Y luego está Ciudadanos. Creo que nunca he hablado de ellos, quizá porque me parecía prudente no hacerlo hasta verlos más.
 Han tenido la suerte de no gobernar en casi ningún sitio hasta hoy. Y cuentan con quien es, en mi opinión, la política o político más inteligente y convincente de cuantos hay en España, Inés Arrimadas.
Excelente parlamentaria, siempre con el tono adecuado (firme pero no prepotente), en absoluto engreída (algo insólito en su ámbito), casi nunca da la impresión de decir lo que no piensa (tal vez hasta hace poco, tal vez por “órdenes”).
 Ha sido lo bastante lista, además, para “perder un avión” de Barcelona a Madrid y no estar presente en la deprimente concentración de banderas de hace tres domingos en Colón. (Cuando veo muchas banderas, tanto me da cuáles sean, no puedo evitar acordarme de Núremberg en 1934.) 
Rara vez la gente vota unánimemente, en contra de lo que cada partido desearía para sí. 
Hay que aceptarlo y tenerlo en cuenta, y en ese sentido no estaba mal que hubiera una formación de centroderecha, aunque demasiado liberal en lo económico.
 Hay electores a los que eso va bien: un partido moderado, laico, conservador, no intrusista, equiparable a los que tradicionalmente ha habido en los demás países europeos. 
 Ciudadanos podía ser eso. Así que resulta decepcionante y penoso verlo meter la pata en los últimos tiempos y enajenarse a posibles votantes. 
 Se ha asimilado a este “nuevo” PP chulesco, beligerante y rancio, exagerado hasta la histeria. 

C’s se mantuvo más a distancia del de Rajoy para no verse salpicado por la corrupción, pero esa corrupción no ha desaparecido por arte de magia, y en cambio han reaparecido el encono y la bravuconería de Aznar. 
Tampoco le ha dado la espalda a Vox, que es como no dársela en Francia a Le Pen o en Hungría a Jobbik (partido más racista que Orbán, que ya es decir).
 Buena parte de los españoles piensa que lo menos malo en el actual panorama sería un pacto entre el PSOE de Rubalcaba o Guerra, para entendernos, y el Ciudadanos de Arrimadas. Dos partidos constitucionalistas, europeístas y no furibundos;
 en estos tiempos difíciles poco más se puede pedir. 
Pero Rubalcaba y Guerra están arrumbados y Arrimadas no es cabeza de lista.
 Quizá estén todos a tiempo —aún faltan casi dos meses— de dejar de meter la pata sin cesar.

2 mar 2019

Borrell: “No sé qué tiene en su cabeza el señor Rivera”

 

"Los señores de ERC se paseaban por el Congreso con mi cabeza en la punta de una pica", afirma el ministro.

Borrell, el pasado miércoles, en el palacio de Viana. En vídeo, resumen de la entrevista al ministro.

 

"No sé qué tiene en su cabeza el señor Rivera cuando dice que no va a pactar nunca con el PSOE. No sé por qué hace eso".
 Josep Borrell (Pobla de Segur, Lleida, 1947), ministro de Exteriores y candidato socialista en las elecciones europeas del 26 de mayo, muestra perplejidad ante la promesa de Ciudadanos y de su presidente, Albert Rivera, de no firmar acuerdo alguno con los socialistas tras las elecciones generales del 28 de abril. Borrell detecta estrategias similares, basadas en difundir falsedades, entre el PP y Ciudadanos y el independentismo.

En una entrevista con EL PAÍS en la residencia oficial del ministro de Exteriores, el palacio de Viana de Madrid, Borrell asegura que tanto la derecha española como el nacionalismo catalán han reaccionado con argumentos falsos a su nombramiento como candidato a las europeas. 
 Preguntado por los mensajes que han comunicado PP y Ciudadanos de que no será cabeza de lista por Barcelona en las generales para satisfacer al independentismo, el ministro de Exteriores responde: "En esto los extremos se tocan.
 Los señores de ERC se paseaban por el Congreso con mi cabeza en la punta de una pica, decían 'ya lo hemos conseguido'.
 A unos les interesa decir que es una cesión, y a los otros que es una victoria".
Borrell denuncia que Rivera y Pablo Casado, presidente del PP, mienten al criticar las negociaciones que el Gobierno ha mantenido con la Generalitat, e incluso compara su táctica con la de la dirigente ultranacionalista francesa Marine Le Pen: 
"El problema de la discusión política hoy es que no discutimos sobre la realidad, discutimos sobre las interpretaciones de la realidad que sesgan radicalmente el debate. 
 Como la señora Le Pen cuando dice que el tratado entre Francia y Alemania implica la cesión de la soberanía francesa sobre Alsacia y Lorena, es algo tan absurdamente falso como convocar a la gente en la plaza de Colón para decirles que el Gobierno ha aceptado los 21 puntos de Quim Torra".
 Ciudadanos y PP convocaron el 10 de febrero junto a Vox una manifestación en Madrid para pedir la dimisión de Pedro Sánchez por su estrategia en el conflicto político catalán.
Borrell subraya que el PP y Ciudadanos inducen a "discutir sobre una falsedad": "Es igual que el esquema mental del independentismo, que parte de la base de que en España hay prisioneros políticos. Tienes que empezar a discutir que no los hay. Ya te han colocado un esquema mental. Pues ellos [PP Y CS]hacen un poco lo mismo".
 Otra diferencia que marca Borrell respecto a Ciudadanos y a su candidato en Barcelona, Manuel Valls, es que no considera que Podemos y los comunes sean el espejo del extremismo de Vox pero en la izquierda:
 "Si estuviera en Francia y me preguntara por Melenchon [líder de la Francia Insumisa] y Le Pen, le diría que son extremadamente dañinos para el proyecto europeo; como estamos en España y me pregunta por realidades que no están tan claramente definidas, le diría que no es lo mismo, ni mucho menos".

Batalla de propaganda

Borrell es crítico con el anterior Ejecutivo y su agenda internacional para rebatir el relato independentista: 
"El Gobierno [del PP] ha estado ausente, las instrucciones que tenían las embajadas y diplomáticos eran 'cuerpo a tierra, todos callados, aquí no se contesta nada, silencio, no replicar, ya pasará'. La batalla frente a la opinión se ha perdido por incomparecencia. Toneladas de propaganda han caído sobre la imagen de España presentándola como un Estado represivo, franquista, lleno de presos políticos, sin libertades cívicas, sin separación de poderes, y del otro lado, silencio".
Borrell asegura que su ministerio actúa para ganar esa batalla de la opinión pública, y admite que está cansado de corregir a sus interlocutores internacionales.
 "Es muy irritante. Cada vez tengo que repetir más: 'No me hable usted de los catalanes, hábleme de los independentistas, que son catalanes, pero no los únicos, representan menos de la mitad de la población", explica el político.
 La confusión habría llegado incluso a la presidencia de Estados Unidos. Borrell confirma que Trump le preguntó en 2018 sobre la consulta ilegal del 1-O: "Trump estaba mal informado, o tenía una información relativa sobre el desarrollo de las votaciones en Cataluña. Confundía los referéndums con las elecciones".
 
 

Mónica Naranjo: “Tuve sexo con una persona hasta perder la cuenta”

 

La cantante presenta su regreso a los escenarios hablando sin tapujos de su vida sexual y su separación matrimonial.

Mónica Naranjo, el jueves en Madrid.
Mónica Naranjo, el jueves en Madrid.
Algo ha cambiado en Mónica Naranjo (Figueras, 1974) en el último año, un 2018 muy duro y crucial en su vida por la separación de su marido y representante Óscar Tarruella, con el que estuvo 16 años. Una ruptura que ha llevado a la cantante, a los 44 años, a embarcarse en proyectos sorprendentes y a mostrarse como nunca lo había hecho.
Comenta con una de sus asistentes que ha estado haciendo meditación esa mañana mientras recibe a los periodistas en un hotel de Madrid. 
Es la presentación de su regreso a los escenarios con una gira titulada Rennaisance, que pasará por España, Estados Unidos y México a partir del próximo otoño. 
Un renacer tras una separación que la afectó, pero de la que se ha recuperado totalmente.
 “En mi ruptura no hubo destrucción personal para renacer después. Sí decepción por las mentiras de esa persona.
 Soy una persona obsesionada con encontrar una lógica a todo, y a veces las cosas no tienen lógica.
 Al final hay que ponerse la tirita en el corazón y tirar para adelante con la familia y los amigos, hasta que con la perspectiva del tiempo descubres que esa persona ha sido un gran maestro”.
 La diva, que nunca hizo partícipe al público de los entresijos de su personalidad y de su vida privada, ahora no tiene reparo alguno en confesar sus secretos más íntimos.
Su nuevo espectáculo se ha anunciado unos días después de Mónica y el sexo, el programa de docurrealidad que ha grabado para Mediaset y en el que la catalana mostrará con la ayuda de personajes famosos distintas formas de vivir la sexualidad alrededor del mundo. 
Durante una entrevista en Telecinco el pasado fin de semana confesó ser bisexual, algo que hasta ahora no había trascendido aunque se siente muy sorprendida por la repercusión de esas declaraciones.
 “Siempre lo he dicho.
 Nunca me he escondido a la hora de hablar de sexualidad, ¿dónde os metíais los periodistas? Yo soy una de las mayores defensoras del colectivo LGTB… ¿cómo iba a ocultar algo así? En mi casa siempre hubo muchísima libertad.
 Yo le llegaba a mi madre y le decía: me gusta María, o me he enamorado de Manuel.
 Pues genial, hija, respondía ella. Al final te enamoras de personas”.
No se planteó hacer el programa porque crea que la gente es mojigata. 
“Lo quería hacer porque me apetecía crear un espacio donde la gente pueda conocer distintas formas de vivir la sexualidad, pero desde el crecimiento, no desde lo soez. 
Si te gustan puedes hacerlas y realizarte con tu pareja”, explica. “No creo que vayamos hacia atrás. La información sobre sexo hace falta siempre. 
¿Cómo puede ser tabú algo que te da tanto junto a una pareja y que te hace disfrutar tanto?
 Deberíamos hacerlo más por salud, y hablarlo más”.

Mónica Naranjo, durante su paso por el programa 'El Hormiguero' este jueves. 
Mónica Naranjo, durante su paso por el programa 'El Hormiguero' este jueves. GTRES
Predica con el ejemplo y habla entusiasmada de su vida sexual y de lo que le ha enseñado el programa.
 “Lo que he aprendido es que sabemos de todo menos de las bases, de los preliminares.
 Está la excusa de estar cansado, de los niños, pero no, nunca hay que dejar de ser seductor, no puedes dejar que la monotonía entre en casa.
 Si ya no te sientes igual que al principio de la relación, investiga por qué”.
Se declara bisexual, pero no es de tríos, y se atreve a rememorar su experiencia más fuerte. 
“Mi noche más salvaje fue en Bangkok en una habitación de hotel. Tuve relaciones con una persona hasta perder la cuenta”, comenta y tras un suspiro evocador cuenta que no tiene ningún tabú, como tampoco ha habido restricciones en el programa.
 “Para mí ha sido una catarsis, y ha llegado en un momento de mi vida que no sé si porque yo estaba más receptiva, pero he conocido a gente tan bonita… Ha sido brutal, la experiencia de mi vida. Cuando acabó la grabación lloré mucho, porque me negaba a que algo tan bello terminase”.

También promete que la gira que celebrará el 25º aniversario de su primer disco y en la que repasará todos sus éxitos será una experiencia inolvidable para sus fans.
 Quiere confeccionar el show con cariño y tiene mucha ilusión por ponerse de nuevo ante los focos… y por volver a enamorarse. “Estoy abierta al amor, no al sexo ocasional. 
 Lo que no he hecho con 20 años no lo voy a hacer ahora.
 Soy de conocer a alguien que me lo mueva todo, por su conversación, sonrisa, sentido del humor…” Lo cuenta como si esa persona ya hubiese aparecido. 
"No, se me ilumina la mirada porque es lo que deseo", dice riendo.

Mónica Naranjo, en el hotel Óscar de Madrid.
Mónica Naranjo, en el hotel Óscar de Madrid.
Se despide hablando de amor una conversación que comenzó con sexo. 
“Cuando se rompe una relación, si eres valiente hay que mirarse el ombligo y ver cosas que no te van a gustar. La ruptura no ha sido cosa de uno solo. 
Por mi parte, esos errores no los voy a volver a cometer, y cosas que he dejado pasar la próxima vez no dejaré que pasen”. 
La Mónica más mística hace alarde de un gran trabajo de introspección. 
“Esa siempre ha sido la prioridad de mi vida.
 Ser cada día mejor persona. No quiero repetir curso… (silencio) Sí, creo en otras vidas. 
Siempre he sido una mujer con mucha fe”.


 

 

La histeria y el frenesí................................ Boris Izaguirre

El de Bradley Cooper y Lady Gaga es uno de los momentos eróticos del año.

Lady Gaga y Bradley Cooper, en la gala de los Oscar 2019.
Lady Gaga y Bradley Cooper, en la gala de los Oscar 2019. REUTERS
Finaliza febrero con dos ferias, la MWC en Barcelona, dedicada a la tecnología móvil.
 Y Arco, dedicada al arte contemporáneo, en Madrid. 
Una compañera que asistió a ambas ferias por motivos profesionales, me confesó que había sufrido un ataque de ansiedad en el AVE entre las dos ciudades.
 “¿Por la mala señalización en los andenes de Sants, en Barcelona, o por la lentitud de la salida de Atocha, en Madrid?”, pregunté. “No”, me dijo respirando aún sofocada: “Viví un momento como fuera de mí, y a mi alrededor todo el mundo subía y bajaba cosas en las redes. 
Unos para que Trump decidiera una intervención militar en Venezuela ahora mismo. 
Algunos pocos preguntándose qué ponerse para el cóctel en casa de Pascua Ortega
Y otros vaticinando que el fabricante chino Huawei le dará a Trump una sorpresa demostrando la inconsistencia de sus acusaciones de espionaje”. 
La abracé en plan solidario.
 Y murmuró: “¡Tanta información al mismo tiempo solo trae histeria y frenesí!”.
La acompañé a la sala vip, o lounge a secas como se dice ahora, de Arco y la perdí de vista envuelta en el frenesí de la feria.
 Todo el mundo me sugería que viera el ninot del Rey firmado por Santiago Sierra, que puede ser adquirido con la condición de incinerarlo antes de un año.
 Mientras muchos se proclamaban molestos, otros proponían un indulto, pero nadie olvidaba hacerse el selfie con la famosa figura hiperrealista de cuatro metros. 
Solo pude verla en los Instagram de amigos. 
Asombrosamente, se hablaba poco de arte porque todo el mundo quería opinar sobre la realidad que, un año más, lo supera todo.
Un grupo de señoras colombianas obstaculizó mi avance, preguntándome por Venezuela, gesticulando con sus manos llenas de sortijas y copas de champán. 
 “Estamos abrumadas, con un nudo en el corazón”, me aseguraron, mirando hacia los lados esperando atisbar un famoso más famoso que yo. 
Intenté explicarles que para mí era también abrumador porque mi padre vive en Caracas, sin poder conseguir medicinas necesarias para su tratamiento
 Ya no me oían, o estaban más interesadas en el frenesí circundante. “Tiene que haber intervención militar ya”, exclamaron mientras saludaban a otras contemporáneas y confundían sus móviles para hacerse autoretratos que confirmasen su presencia hiperreal en la feria.
 ¿Qué está pasando en el mundo que todo necesita ser inmortalizado por un selfie?
 Nos gustaría que se acabara la dictadura y que Venezuela recupere los alimentos y medicinas cuya falta castiga miles de vidas que jamás estarán en sitios como Arco, a menos que sea en fotografías cruentas y denunciadoras que después aparecen como fondo contemporáneo de esos selfies. 
 Otro tema muy contemporáneo, la ciudadanía quiere comentar cómo encajan los simpatizantes de Ciudadanos la irrupción de la ciudadana Malú en la vida y campaña de Albert Rivera.
 En una fiesta en Madrid el tema paralizó el jolgorio porque muchos seguidores del partido naranja no lo son tanto de la cantante sobrina de Paco de Lucía. 
Puede ocurrir que en un entorno liberal conservador se presenten simpatías clasistas, básicamente porque son tics que forman parte de la educación que muchas familias neo liberales han preferido no erradicar del todo.
 Una asistente muy influencer a esa fiesta, alertó: “Eso tiene pinta de terminar no Malú, sino sencillamente Mal”. “¿Antes o después de las elecciones?”, pregunté en plan Mercedes Milá. 
“Veníamos muy bien, no necesitábamos este tipo de prensa”. Está claro que Albert Rivera no piensa igual


¿Entonces lo de Malú y Albert es amor o política? La reaparición estelar de Soraya Sáenz Santamaría y Mariano Rajoy en el decoradísimo Tribunal Supremo, con muy buen aspecto y el cinismo intacto, recordó la de Lady Gaga y Bradley Cooper en los Oscar.
 Necesito un calmante.
 O un maleficio como el de La bella durmiente para dormir cien años y despertarme en otro siglo menos revuelto.
 Y que al despertarme, repitan esa actuación de Lady Gaga y Bradley Cooper cantando Shallow en los Oscar.
 Lady Gaga es mi nueva ídolo, pero me encantaría hacer con mi lengua lo que Cooper hace con la suya cuando entona la la laaa
Ya es uno de los momentos eróticos de este año. Durante un segundo sentí a miles de mujeres deseando ese la la la. Y esa lengua.
 Y si Bradley pudiera complacernos a todos, ¡ay!, por un instante olvidaríamos a Maduro, a Trump, a Huawei y dejaríamos atrás la histeria hueca y el frenesí hiperreal.
Marta Ortega en la feria Arco, en Madrid, el pasado jueves.  
Marta Ortega en la feria Arco, en Madrid, el pasado jueves. GTRES