El sur de la Península, Ceuta, Melilla y buena parte de las islas Canarias presentan este martes avisos por tormentas, nevadas, viento o fuerte oleaje, según informa la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en su página web. Así, Cádiz tiene aviso naranja (riesgo importante, el segundo nivel de una escala de tres) por
mala mar, que es amarillo en Almería, Granada, Málaga y Ceuta, de las
que también tienen aviso amarillo por vientos Cádiz, Málaga y Ceuta. Aviso amarillo por tormentas hay en Fuerteventura y Lanzarote, mientras
que por nieve, también amarillo, hay en Gran Canaria, La Palma y
Tenerife. El causante del temporal sigue siendo la gota fría, llamada en meteorología DANA(depresión aislada en niveles altos), que se formó entre la Península y Alborán desde el pasado fin de semana y que ha dejado un reguero de incidentes en el sur peninsular, incluidas dos heridas en Málaga, una de ellas grave y fenómenos inusales como una manga de agua en La Palma.
Ceuta, con picos de hasta 90 kilómetros por hora, quedó anoche aislada
por mar y ha sufrido numerosos daños materiales. Las autoridades han
recomendado incluso a los ciudadanos que no salgan a la calle para
evitar daños personales. En Melilla también se han visto afectadas las
comunicaciones por mar. Transmediterránea ha suspendido su rotación
Melilla-Almería con salida programada desde la ciudad autónoma. Una
portavoz ha precisado que además se han suspendido las trayectos entre
Melilla y Málaga de las 14.00 y el retorno de Málaga a Melilla de las
00.30. Por su parte, el Consorcio de Bomberos de Cádiz ha registrado en las
últimas horas más de 50 llamadas, sobre todo del Campo de Gibraltar, por
caída de árboles, cristaleras y desprendimientos en fachadas. Además,
hay daños en la playa de Velilla de Almuñécar, mientras que la crecida del mar ha hecho que que se cortara al tráfico el paseo marítimo de La Línea de la Concepción (Cádiz), Según detalla una de las portavoces de la Aemet, Delia Gutiérrez, la
DANA se desplazó ayer lunes al sur del golfo de Cádiz, donde se ha
situado su centro, lo que se traduce en precipitaciones y vientos que
afectan todavía hoy a la zona del Estrecho y zonas próximas al golfo de
Cádiz y al mar de Alborán, mientras que las tormentas las sufre casi
exclusivamente Canarias. En estas islas, las precipitaciones, el oleaje y
el viento se prolongarán "probablemente hasta el miércoles, incluso el
jueves".
Como "curiosidad atípica para esta época del año", Gutiérrez avanza
que este martes se producirá "una importante irrupción de polvo
sahariano que se adentrará en la Península hasta casi los Pirineos", lo
que generará calima y, en las zonas donde caigan precipitaciones, lluvia
de barro.
Se esperan lluvias localmente fuertes o persistentes y con
tormentas en torno al Estrecho, que también pueden afectar de forma más
débil y dispersa a otras zonas de Andalucía, Ceuta y Melilla. El origen de la calima está también en la DANA "descolgada en Canarias, que introduce viento del Sáhara en la Península". Mientras, un anticiclón en el norte peninsular deja tiempo estable en el resto de la Península. A partir del miércoles, el anticiclón se debilitará y "entrará por el noroeste una borrasca, pero débil", que barrerá el Cantábrico y llegará hasta Baleares ya el jueves, donde dejará "algunas precipitaciones".
Escapen de este subproducto televisivo si quieren permanecer a salvo de la mugre y la basura catódica.
El hombre elefante, de David Lynch, nos cuenta el calvario
sin freno de un ser humano, John Merrick, a la vez hombre y monstruo.
Vean esta obra maestra del cine si quieren saber más sobre las fronteras
entre el horror y la poesía, sobre cómo es posible que en el Averno
habiten criaturas celestiales.
El hombre elefante, de David Lynch, nos cuenta el calvario
sin freno de un ser humano, John Merrick, a la vez hombre y monstruo.
Vean esta obra maestra del cine si quieren saber más sobre las fronteras
entre el horror y la poesía, sobre cómo es posible que en el Averno
habiten criaturas celestiales. Cámbiame, de Telecinco
y la Fábrica de la Tele, nos cuenta el sainete sin límites de unos
seres humanos, en este caso Olimpia e Isabel, a la vez mujeres y
objetos, o sea, mujeres-objeto ya que el estar ahí por voluntad propia
no les exime de terminar siéndolo. Mujer-objeto es aquella a la que se
trata como tal con el fin de obtener un beneficio. Por ejemplo, estirar
el chicle del share como si no hubiese un mañana. Escapen de
este subproducto televisivo -uno más en la inagotable currícula de
Mediaset- si quieren permanecer a salvo de la mugre y la basura
catódica. Cuando unos dirigentes televisivos especializados en la bazofia como
concepto y sus capataces, los programadores especializados en la bazofia
como formato, unen esfuerzos y se lanzan a por todas, tenemos lo que
tenemos. Tenemos, por ejemplo, esta nueva etapa de Cámbiame en directo,
donde una albañil de Ronda hasta los ovarios de su marido y una
parafarmacéutica de Castellón ahogada por los complejos corporales se
plantan delante de unos seres que afirman sin reírse que son estilistas y
peluqueros y se ponen a llorar delante de ellos. Pero más que ante estilistas, maquilladoras, sastres y peluqueros, por no hablar de los influencers, las it girls, los bloggers y otras estrellas del make over (¡oooh yeah!) que pueblan el plató de este esperpento, estamos ante psicólogos, bueno ante aspirantes a serlo
Mientras la fantasmagórica cohorte de trasgos con aspecto de chicos y
chicas dicharacheros (impagable un tal Moncho) peina, corta, marca,
maquilla y viste a las pobres mujeres llegadas en busca de ilusiones,
les van preguntando por sus alegrías y por sus penas (preferentemente
por sus penas), les aconsejan, les dicen por dónde hay que ir en la
vida, cómo evitar las peores simas, a qué recursos echar mano para
convertirse de una vez por todas en wonder-women de barrio, los monchos, cristinas, palomas y clays (todos hiperdiseñadamente vestidos de negro) se creen más en la consulta de López-Ibor que en la pelu.
Aspiran a la excelencia, no ya de lo estético, sino de lo ético,
mientras la presentadora Carlota Corredera exhala en el plató un
lánguido “ay… cómo me emociono”.
Lo mejor de todo es contemplar el rostro comprimido de uno de los dos
miembros del jurado –hay un jurado, no se sabe bien para qué—. Pelayo
Díaz, que según lo define Telecinco en su web es “el it-boy del
momento” aunque para entendernos es un chico de Oviedo que cada vez
sale más en la tele (sus méritos habrá hecho, seguro), pone cara de
estar pensando en la Crítica de la Razón Pura de Kant más que en rulos y sombra de ojos, y riñe a todo el que se le pone por delante. De todas formas, tampoco le demos tantas vueltas. El contenido de Cámbiame
podría ser la ristra de espantos que hemos contado en estas líneas o
cualquier otra cosa. En realidad la verborrea y las lágrimas de esta
feria de monstruos son puro relleno. Lo que importa son los 50 anuncios
emitidos durante los dos descansos. Con un par. De pestañas postizas. * El programa de Telecinco Cámbiame ha arrancado este lunes 29
de enero una nueva etapa con la emisión en directo del programa, la
ampliación de su horario y la incorporación de nuevos colaboradores
‘Tres anuncios en las afueras’ funciona como comedia negra pero no logra sobreponerse a su esquizofrenia de tono.
La trayectoria de Martin McDonagh venía precedida por dos divertidas y autoconscientes comedias negras con poso tarantiniano como ‘Escondidos en Brujas’ (In Bruges, 2008) y ‘Siete psicópatas’ (Seven Psychopaths, 2012). En ellas mostraba una incorrección y brutalidad de cómic de línea vértigo y conseguía que el espectador se plantease si en ocasiones era oportuno reír con muchos de sus gags. Por ello, un proyecto de drama con fondo criminal en un entorno rural americano resultaba, cuanto menos, extraño. Hay una serie de tropos sobre los que el director, irlandés, cimenta la naturaleza de trhiller americano de su tercera obra. La madre coraje que busca justicia para su hija violada de 'Ojo por ojo'
(Eye for an Eye, 1995), la crónica negra extrafalaria de la américa
profunda, el western de nuevo cuño o incluso detalles como el policía
con cáncer, una nota que parece sacada de la extraordinaria 'Animales Nocturnos' (Nocturnal Animals, 2016), en la que también se buscaba al asesino de una joven.
Nunca hay suficiente Frances McDormand
Para sorpresa de muchos, ‘Tres anuncios en las afueras’ (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017) se ha convertido en uno de esos fenómenos tan de enero, en los que una película empieza a recibir premios antes de que nadie la haya visto, y teniendo en su reparto a Frances McDormand, no es de extrañar. Su perfil llena la pantalla, genera un propio elemento icónico automático por sí sola y su interpretación, brutalmente divertida
y triste, merece todos los premios que le acaben viniendo a las manos. Sin embargo, en los momentos en que la trama abandona su arco la película se resiente. Y, desafortunadamente, ese detalle dice mucho más de lo que parece a
primera vista, puesto que deja expuestos algunos problemas que hacen
que, cuando aparecen los créditos finales uno tenga más frío y perplejidad que entusiasmo. La primera mitad de la película es una mezcla perfecta de misantropía, humor negro y drama
que afronta temas difíciles, situaciones macabras y problemas de peso
sin ofrecer respuestas fáciles, con personajes que dejan claro que no
están en una clásica rendición neowestern o al género criminal de A-B-C.
Sin embargo, conforme avanza, esa mitad se muestra más un ensayo en
la cabeza del espectador que lo que realmente está sucediendo en frente
del proyector. Lo que ha intentado McDonagh es encomiable. Darle fuelle a una comedia negrísima
en la que el protagonista principal trata de hacer justicia por su hija
adolescente asesinada es un desafío que podría tener un resultado
polifacético, pero tonalmente, hace falta bastante sutilidad y mano en
su ejecución para que respire. Cuando funciona, brilla, pero cuando no lo hace, te saca de las escenas por completo.
Cambios de tono imposibles
Especialmente cuando tu historia está poblada por gente irascible y
de lenguaje rudo a los que tras una explosión de violencia vemos en
momentos inesperados de dulzura y tristeza evocadora. La misantropía y el sentimentalismo se llevan a matar,
y hace falta más que canciones indie-folk para efectuar un mezcla en
equilibrio de tragedia y humor. No ayuda que a veces se plantee a sí
misma como una ramificación de ‘Mistyc River’ (2003), de tono áspero y costumbrista y de pronto surjan escenas casi de tebeo de Garth Ennis, como cuando Mildred visita a un dentista y le hace un agujero en la uña con su propio instrumento de tortura.
Por supuesto, ningún problema con sus exabruptos casi gore,
pero cuando después se trata de concebir un momento de belleza, como la
forzadísima escena del ciervo digital, se acaba convirtiendo en una cacofonía de gritos
articulados con un megáfono dentro de un velatorio. Sí que hay alguno
de esos momentos que cuajan de forma perfecta, como toda la narración en
off de Woody Harrelson en la carta de despedida de
Willoughby a su esposa. Las lágrimas se derraman sin ser sensiblera,
mezclando la cantidad justa de humor y tristeza para lograr algo sincero y real. Si la presencia de Mildred se resiente es en parte por la cantidad de tiempo dedicado al personaje de Dixon. Pese a una gran interpretación de Sam Rockwell, el arquetipo de idiota racista que ha torturado a hombres negros no llega mucho más allá maniqueo estereotipo del bruto redimido. Un redneck
cazurro que vive en casa con su despiadada madre y va convirtiéndose en
la encarnación de la moral turbia de la película, que se empeña en
hacerlo cada vez más desagradable para luego invocar nuestro perdón tras leer una carta hasta el punto de casi convertirse en un héroe.
¿Un guion de Globo de Oro?
El problema no es que solo que ese conflicto no logre dar con
personaje complejo que trata de conseguir, sino que expone un intento de
manipulación emocional solo equiparable al tratamiento zafio de algunos habitantes de Ebbing. Peter Dinklage
interpreta a un personaje secundario que parece estar allí solo para
que los otros personajes puedan llamarlo enano. Otro momento álgido de
las soluciones burdas es cuando un personaje de color echa una miradita a otro
y acaban juntos, o la misma representación de las mujeres que no son la
protagonista, poco más que chicas tontas de las que reírse. El dilema
no es lo problemático, sino que apesta a cliché. Esto acaba dejando a la vista que quizá el guion no es tan brillante como quiere hacer creer. Como la escena en la que Mildred echa a un sacerdote de su casa tras una larga diatriba reaccionaria comparando sacerdotes pedófilos y encubridores con bandas criminales de barrio. Un soliloquio que McDormand
ejecuta a la perfección pero que parece salir de la nada, desconectado
de la película e irreal dentro de un personaje de pueblo. Queda poco más
que como una pueril invitación, sin venir a cuento, de pura demagogia para que el anticlericalismo aplauda.
Pero lo cierto es que el cura solo va a echar una mano a su hijo, al
que el comportamiento de Mildred está poniendo en problemas. Por
supuesto, la mujer está en un momento de pura ira y la comprendemos hasta cierto punto, pero sus tácticas se vuelven cada vez más indefendibles. Su brusca franqueza nos hace gracia pero el resultado es que cada vez es más obstinada. Cuando su trama se cruza de nuevo con la de Dixon sus virajes se
complementan, mostrando las buenas intenciones de un guion que parece
que dejaron en fase de borrador a partir del momento en que la figura de Willoughby desparece de la trama.
Tres anuncios en las afueras': de lo brillante a la brocha gorda
Extintores que aparecen en las manos de la nada, policías que nunca arrestan a nadie
aunque hayan mandado al hospital a alguien o tengan todos los signos de
haber provocado un incendio… el exmarido que maltrataba sin que ni sus
hijos lo supieran que, al reaparecer, casualmente, tarda un minuto en
agarrarla del cuello delante de su hijo, que no duda un
segundo en ponerle un cuchillo en la garganta. ¿Una madre que desea a
su hija que la violen y es exactamente lo que pasa? Todo podría suceder
sí, pero la acumulación de momentos implausibles hace sospechar. Hay ciertas carencias que indican una falta de cocción evidente.
Los personajes tienen hilos sueltos que ni siquiera se sugieren. La
falta de trasfondo de por qué Dixon odia a todos o la falta de
desarrollo del desconcertado hijo adolescente de Mildred tienen un pase,
pero cuando aparece el violador ex-machina, literalmente, como un elefante en una cacharrería, ya no es un problema de falta de elegancia. No hay excusa para la entrada en la mitad de la trama de un militar que amenaza a Mildred a más de 1000 kilómetros de donde vive. Hay que reconocerle a ‘Tres anuncios a las afueras’ su capacidad para el humor macabro y ciertos, no demasiados, hallazgos visuales, pero en conjunto se percibe como un experimento decepcionante,
rescatado por un elenco talentoso. Sus esfuerzos por dar distintos
colores a la ética de sus personajes empuja sus diversos giros y vueltas
hasta llegar a una conclusión abierta insuficiente, reaccionaria, e incluso irritante al lanzar un anzuelo de falsa ambigüedad
y dejar que el público decida, algo que más bien parece como si a sus
creadores en realidad no les importara lo suficiente como para enseñar
su propia posición.
El
historiador Paul Preston critica la mirada ideologizada que hizo el
escritor inglés de la caída de la República a los 80 años de su
‘Homenaje a Cataluña’.
Homenaje a Cataluña, de George Orwell,
quizá sea, a los 80 años de su publicación, uno de los libros más
leídos (o quizá el único, para muchos, y especialmente en el mundo
anglosajón) sobre la Guerra Civil.
Y junto a la película Tierra y libertad, de Ken Loach,
que se basó en ese testimonio, de los que más claramente fijó la idea
de que la represión del proceso revolucionario que lideraban anarquistas
y trotskistas por parte de las autoridades fue lo que llevó a la
derrota final de la República ante el fascismo franquista.
Es un relato
“intenso, bien escrito, un testimonio agudo”, admite el historiador Paul Preston,
pero predomina en él la mirada de “un partisano arrogante que dice al
lector lo que ha de pensar” y está cargado de comentarios “ingenuos y
engañosos”, por lo que se puede acusar al autor de “deshonestidad y de
culpable ignorancia”.
Así lo afirma el prestigioso especialista de la Guerra Civil y biógrafo de Franco en un extenso artículo, Llums i ombres a ‘Homenatge a Catalunya’, en el décimo número de la publicación digital Segle XX. Revista catalana d’Història, editada por la Universitat de Barcelona en colaboración con la Fundación Cipriano García, de CCOO.
“El
libro hizo más para desacreditar la causa legitimista que cualquier
otro libro escrito por enemigos de la Segunda República”, sentenció
sobre Homenaje a Cataluña al poco de aparecer, en 1938, el gran corresponsal de The New York Times
en el conflicto, Herbert Mathews, según recoge Preston en su
documentado trabajo de 30 páginas. Los errores de Orwell tendrían su
pilar central en el hecho de que todo su análisis político y sus
predicciones “están profundamente viciadas por su aceptación de las
visiones partidistas de los camaradas anarquistas y del POUM, así como
por un desconocimiento del contexto” sociopolítico de la guerra, según
Preston. El futuro autor de Rebelión en la granja, militante
del socialista Partido Laborista Independiente inglés, llegó a Barcelona
en diciembre de 1936 y se alistó como miliciano del Partit Obrer
d’Unificació Marxista (POUM), de tendencia trotskista, acabando en el
Frente de Aragón. Amén de documentar que Orwell no dominaba en exceso ni el catalán ni el
castellano (que el propio escritor calificó de “criminal”), lo que
siembra “algunas dudas sobre su honestidad” cuando reproduce
supuestamente con mucho detalle conversaciones y encuentros, o de
asegurar que el gobierno de la República estaba “virtualmente bajo
control de los comunistas” como indicaba la persecución que sufría el
POUM, Preston le recrimina con cierta contundencia que mantuviera la
tesis de que fue la represión estalinista aplicada por el Gobierno,
especialmente en la etapa de Juan Negrín, la que comportara
indirectamente la victoria de Franco. “Es una explicación perversa de la
causa de la derrota republicana”, sostiene. El historiador le acusa de
exagerar la atmósfera revolucionaria que describe en la Barcelona de
enero de 1937 ni de ser tampoco consciente de “la violencia gratuita que
había acompañado la revolución social”.
En opinión de Preston, “era cuestión de sentido común que
era necesario reducir las actividades revolucionarias de anarquistas y
de los antiestalinistas del POUM” y defiende que los famosos Fets de Maig
de 1937 que enfrentaron al gobierno de la Generalitat con anarquistas y
POUM en las calles de Barcelona y que épicamente describió el escritor a
favor de los últimos “fueron provocados por la necesidad de eliminar
obstáculos a toda conducción eficiente de la guerra (…) Orwell no supo
ver que la República española no sólo luchaba contra Franco y sus
ejércitos, sino también contra el poder militar y económico de Mussolini
y Hitler, en un contexto de hostilidad anglofrancesa”. Pero Preston, quizá en la aportación más polémica, va un paso más allá y
sostiene que Orwell sabía que defendía una tesis errónea cuando se
publicó el libro y que incluso ya había cambiado significativamente de
opinión respecto a lo que había escrito, reconociendo la necesidad de un
esfuerzo bélico unificado en el bando republicano, cambio al que no
habría sido ajeno un encuentro con el propio Negrín en 1940, quien ´le
habría explicado las razones de la actitud del gobierno republicano. Todo ello lo reflejaría en su ensayo de 1942 Recordando la guerra de España: “La tesis trotskista de que la guerra se habría ganado si no se hubiera
saboteado la revolución es probablemente falsa. Nacionalizar fábricas,
demoler iglesias y publicar manifiestos revolucionarios no habría
aumentado la eficacia de los ejércitos”, le cita el historiador. También
expone un fragmento de una carta de 1938 a un amigo: “No dudo que he
hecho muchos errores y declaraciones engañosas (…) Di una versión más
comprensiva de la línea POUM de lo que realmente sentía, porque
siempre les dije que estaban equivocados (…) Pero es que no tenían
audiencia alguna en la prensa capitalista y solo fueron objeto de
libelos en la prensa de izquierdas”, se excusa.