Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

31 dic 2017

El día que una mujer me regaló su corazón............Rosa Montero

Según la neurociencia, el gesto de sonreír mejora el ánimo de la gente. Así pues, frente al rencor y la violencia, intentemos escoger nuestra mejor parte.

HENOS AQUÍ lanzándonos otra vez al vértigo de un nuevo año. Sí, ya sabemos que el calendario es una convención arbitraria, pero el sentimiento de renovación asociado a estos días es algo muy antiguo y muy profundo, está en nuestra memoria social y en nuestros genes, en la historia heredada y en el latido del animal que somos.
 El sol lleva muriendo y renaciendo en el solsticio de invierno desde que éramos reptiles y cientos de pueblos han celebrado ritos en estas fechas, desde el nacimiento de Mitra de los antiguos persas hasta las Saturnales y el festival del Sol Invictus de Grecia y Roma. Los humanos hemos festejado desde siempre el triunfo de la luz sobre la oscuridad, cosa que por otra parte estoy segura de que también hacen los pájaros, los jabalíes, los chimpancés y todas las demás criaturas diurnas, cada una a su manera.
Así que aquí estamos, pisando el umbral del tiempo.
 Resulta inevitable hacer un recuento mental de lo que el año fue y sentir cierta expectación, una mezcla de temor y deseo, ante lo que viene.
 En lo colectivo, 2017 ha sido muy duro, 12 meses de sobresaltos y de incredulidad ante lo que estaba sucediendo, y una creciente marea mundial de crispación y enfrentamientos. 
El odio engorda por doquier. No es una buena base para esperar lo mejor de 2018.
Y sin embargo… El otro día estuve dando una charla en la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata, un lugar culturalmente muy activo para su tamaño (19.000 habitantes).
 Al final firmé unos cuantos libros, y una mujer todavía joven se acercó a mí, me dijo dos o tres frases afectuosas y luego, mientras se retiraba, en un arranque claramente no premeditado, porque lo hizo cuando ya se iba, soltó un llavero que llevaba enganchado a su bolso y me lo dio.
 Era un corazón del tamaño de un albaricoque, un precioso corazón de peluche color vino.
 Aquí lo tengo ahora, encima de mi mesa, mientras escribo.

 Verán, cuento esto porque sé bien que no es algo que en puridad me haya ganado yo. 
Hay una situación que he experimentado más de una vez, en actos públicos o ferias del libro, que ha servido para bajarme la cresta de gallito.
 La cosa es que se te acerca un hombre o una mujer y empieza a decirte lindezas: qué bien escribes, qué honesta eres, qué profunda, qué inteligente… Y así sigue un buen rato, hasta que al fin concluye: “Vamos, que tú y Fulanito de Tal sois los dos escritores que más me gustan”. 
Y resulta que a ti Fulanito de Tal te parece un autor horroroso de malo, además de deshonesto, superficial y lerdo.
 Y no es que ese maravilloso lector o lectora carezca de criterio, sino que ha proyectado sobre nosotros su propia veracidad, su propio sentido de la belleza. 
 Todos hacemos lo mismo: leer es reescribir con el autor el libro que lees.
 Le adjudicamos al novelista aquellas cualidades que deseamos y que necesitamos encontrar.
 O los demonios que nos persiguen. Nuestras filias y nuestras fobias tienen mucho que ver con quienes somos.
Debo decir que el gesto de esa mujer me conmovió.
 Fue tan natural y tan sencillo, y al mismo tiempo tan metafórico: con qué facilidad me dio su corazón. 
Me sentí rozada por la suave caricia de la buena gente, de esa multitud de personas generosas y discretas que sostienen el mundo y que hacen de la realidad algo habitable.
 Pues bien, en este momento necesitamos esos corazones amables más que nunca. ¿Sueno quizá algo cursi? 
Leyendo el magnífico libro Incógnito, del neurocientífico David Eagleman (Anagrama), me enteré de que el hecho de sonreír, es decir, el gesto físico de sonreír, aunque sea forzado, mejora de verdad el ánimo de la gente, cosa que me dejó pasmada, porque siempre creí que el énfasis de los manuales de autoayuda en la actitud beatífica era una petardez.
 De manera que, si sonreír cambia nuestra sopa química, ¿por qué no creer que un acto generoso puede cambiar la química social? Frente al rencor y la violencia, intentemos escoger nuestra mejor parte.
 Pido a la mucha gente buena que hay en el mundo que dé un paso adelante; e incluso les pido a los malvados que se dejen tentar por el gramo de bondad que seguramente guardan en algún recoveco.
 A ver si entre todos logramos enderezar el nuevo año. 


Grafiteros, mendigo y académico........................Javier Marías.

La cosa empezó en una presentación, continuó con un hombre que me confundió con un cura y acabó con un tegucigalpense demasiado sincero.

HAY SEMANAS llenas de pequeños sinsabores o incidentes que lo mueven a uno a la risa, más que al enfado.
 Ojalá fueran todos así. La que hoy termina ha sido una de esas. 
La cosa empezó en la presentación de la última novela de Pérez-Reverte.
 En el escenario, el autor y tres mujeres, entre ellas nuestra magnífica editora Pilar Reyes, afanándose por dialogar e interesarnos. A mi izquierda, un par de individuos, con calva moderna y media barba, que no paraban de cuchichear como posesos.
 Una incontinencia verbal fuera de serie. “¿Qué diablos hacen aquí”, me preguntaba, “en un sitio al que se viene a escuchar, no a rajar desenfrenadamente?
” Claro que el panorama general del patio de butacas no era alentador: la mitad de los asistentes estaban a lo suyo, es decir, mandando y recibiendo whatsapps y chistes, haciendo fotos y vídeos con sus aparatos estúpidos, sin prestar la menor atención a lo que se hablaba arriba
. La mala educación de mucha gente está alcanzando niveles disuasorios: ya no se puede ir al cine, ni a un concierto.
 Pero al menos los del móvil “interactuaban” en silencio, más o menos, mientras que los calvos modernos no descansaban: chucu-chucu, chucu-chucu, un bisbiseo inaguantable. 
Aun así aguanté cuarenta minutos, limitándome a mirar con estupor al que tenía al lado.
 Hasta que no pude más. Ya he escrito aquí sobre los peligros de llamarle hoy la atención a nadie. 
Poco después de hacerlo hubo dos víctimas más: un anciano le afeó a un coche, a distancia, haberse saltado un paso de cebra, y el conductor se detuvo, se bajó, le pegó un puñetazo al viejo y lo dejó seco en la calzada; y otro sujeto que meaba en la calle respondió a la recriminación de un vecino sacando una pistola y metiéndole un tiro.
 Así que me jugué la vida al decirles: “Oye, ¿vuestra tertulia la tenéis que tener aquí?” A lo que el de más allá me contestó altanero:
 “Es que podemos hacer las dos cosas, escuchar y hablar”. “Ya”, le respondí sin discutirle la falsedad, “pero molestáis a los demás, que no somos tan hábiles”.
 Pararon un poco, sólo un poco. 
Tres días después, Pérez-Reverte estaba informado: “Ya sé que casi te pegas con unos amigos míos”. 
“Pues vaya amigos, no sé por qué no escogieron la cafetería”. “Son dos grafiteros que me echaron una mano con una novela.
 Desde entonces van a todo lo mío, por lealtad personal, pero se aburren. Eso sí, me dijeron que eras chulo”.  

“¿Chulo yo? Para nada, fui muy modoso”. Comprendí que, en efecto, me había jugado la vida con tipos de acción, y encima amigos de un amigo.
A los dos días vino hacia mí un mendigo con la cara desnortada, en la calle de Bordadores. 
Y me gritó: “¡Padre, padre, deme algo, padre!” Él no podía saberlo, claro, pero que me confundan con un sacerdote —quizá un sacerdote chulo— es de lo peor que puede pasarme.
 Digamos que no es el gremio que mejor me cae, y como ahora van disfrazados de civiles (lo cual me parece fatal, un engaño a la gente), el mendigo no tenía por qué distinguir. 
Me detuve y le dije: “¿Por qué me llama ‘padre’? ¿Me ve usted a mí cara de cura?
 No me diga que sí, por favor”. Lo mismo se lo llamaba a todos.
 El hombre se disculpó, me dijo que no, que me veía cara “normal”. La cosa me divirtió como para deslizarle cinco euros.

Al día siguiente, reunión en la Academia con académicos latinoamericanos de visita.
 No tuve mucha ocasión de departir con ellos, sólo durante el recreo entre dos plenos severos.
Un académico de Tegucigalpa me cuenta: “Invitamos a su padre para hacerlo honoris causa, pero no pudo venir y en seguida murió”. 
“Ya, qué lástima”, contesté, pero no pude por menos de pensar: “Pues sí que tardaron. Mi padre murió a los noventa y un años, así que se lo debieron de proponer a los noventa”. 
El tegucigálpico pasó a otra cosa: “Su mejor novela de usted”, me dijo, “es la primera”. 
Sí, me temo que se refería a la primera de verdad, Los dominios del lobo, publicada a mis diecinueve años.
 Como le tengo simpatía, no vi inconveniente: “Sí, estoy de acuerdo”. Pero al hombre no le bastó: “Todo lo que ha escrito luego, sí, muchas idas y venidas, un habilidoso artesano, pero sin la frescura de aquella”.
 Huelga decir que nadie le había preguntado su opinión, pero eso no le impidió soltar la palabra más hiriente para cualquier autor, “artesano”. 
La verdad es que encontré cómico lo gratuito y veloz del hundimiento, en dos minutos me había crucificado. 
“Pues nada”, contesté sonriente, “no he hecho sino empeorar a lo largo de cuarenta y pico años”. 
Mi compañero Manuel Gutiérrez Aragón asistió al breve diálogo, y para mí que se quedó helado (y admirado de mi templanza, espero). Sólo acertó a decir:
 “Caray, no hay nada como la sinceridad”. El hondureño se despidió con una amenaza: 
“No pudimos llevar a su padre, pero a usted sí, en breve”. “Gracias, pero no crea”, le contesté: “detesto los vuelos transoceánicos”.
 Bien es verdad que, aún muerto de risa (para mis adentros), acompañé la disculpa de este pensamiento: “Ni en pintura me van a ver en Tegucigalpa, visto lo visto”.
 Feliz año a todos, incluidos los grafiteros, el mendigo miope y el señor académico tegucigalpense. 
Esta vez Sr. Marias me ha hecho reir porque relata cosas que me suelen suceder y no sé muy bien como tomarlas, no sé si alguien pueda leer esto pero si que una vez una señora me dijo "Estás tan guapa que no te habia reconocido" pues eso, no sé como me lo tomé....una sonrisa nunca está de más.

30 dic 2017

Así pasaban la Nochevieja tus padres (pegados a la televisión)

El humor de los míticos programas de Martes y Trece, Cruz y Raya o Los Morancos no ha superado el paso del tiempo.

Así pasaban la Nochevieja tus padres (pegados a la televisión)
En las navidades de 1991, España se preparaba para lo que iba a ser el gran año de su recién adquirida modernidad. 
En unos meses iban a comenzar los Juegos Olímpicos de Barcelona, más tarde la Expo de Sevilla y el país estaba listo para viajar a la alta velocidad que permitía hacerlo el AVE.
 Pero antes había una cita aun más importante: el especial de Nochevieja de Martes y Trece en TVE. 
Aunque un año antes habían nacido las esperadas cadenas privadas (Antena 3, Telecinco y Canal +) y también existían las autonómicas, la elegida por la mayoría de la audiencia para despedir el año era la primera cadena, como se conocía entonces.
Y, por supuesto, ahí estaban Josema Yuste y Millán Salcedo, que comenzaron a alegrar el cambio de año en 1988 (con el simpático título de ¡Hola, hola 89!) y que lo harían durante nueve más, hasta que en 1997 se despidieron con el especial Adós (sic). 
 Solo en 1993 la cadena pública confió el programa a Cruz y Raya. Para este año clave en la historia reciente de España, el dúo de humoristas, que antes había sido un trío, eligió el título El 92 cava con todo, poniendo en práctica uno de esos clásicos juegos de palabras que les hicieron famosos.
 Junto con las imitaciones, los playbacks de canciones de moda, la empanadilla de Móstoles y su gusto por el disfraz y el travestismo.

El especial de 1992 congregó frente a la pantalla a 10.106.000 de espectadores (70,6% de share). 
Una cifra de vértigo, la más alta desde que se contabilizan las audiencias de ese día. 
Lógico que por entonces Martes y Trece fueran los humoristas más populares del país.
 El relevo de los chistes y gags de Nochevieja se lo dieron a Cruz y Raya. 
 Otro dúo con el que guardaban similitudes, pero que llevó el humor a un terreno (todavía) más popular.
 O, según los gustos, más facilón
. Los Morancos también tuvieron un par de incursiones esporádicas y redujeron aun más el nivel de genialidad.
Desde hace unos años, el programa que va después de las campanadas (y del anuncio mejor pagado del año) lleva el sello de José Mota.
 No olvidemos, el 50% de los desaparecidos Cruz y Raya. Bienvenido, Mister Wan-Da, que así se llama el espacio de este año, promete ser según su creador un homenaje a Berlanga y su clásico Bienvenido, Mr. Marshall, pero cambiando a los americanos por chinos.
 En fin, habrá que estar atentos a lo que tiene preparado José Mota. Mientras, recuperamos algunos sketches y programas con los que todo el país (tus padres también) se partían de risa hace más de una década.
 Algunos de ellos son joyas del humor surrealista y otros, directamente, han sucumbido por su mediocridad al paso del tiempo.


 

El broche de la princesa..................................... Boris Izaguirre.......

La princesa de Kent es ese tipo de gran dama que le gusta un jaleo. Y disfruta si puede orientarlo a vocear sus creencias.

La princesa de Kent llegando al almuerzo de Navidad de la Reina en el palacio de Buckingham el pasado día 20. MARK CUTHBERT GETTY
La princesa de Kent llegando al almuerzo de Navidad de la Reina en el palacio de Buckingham el pasado día 20. MARK CUTHBERT GETTY GETTY

 Mañana se acaba 2017.

 Termina con varias tormentas, comunicados, robos de ordenadores en empresas vinculadas al expresidente de la Comunidad de Madrid.

 Y el regreso de los blackamoors, esos objetos de decoración, originados en Venecia, que usaban testas de negros o moros a modo de honrar la belleza no europea sin ningún sentido de lo políticamente correcto

. A la esposa del príncipe Michael de Kent, un célebre familiar político de la reina de Inglaterra, se le ocurrió vestir un aparatoso broche con el busto de un negro para acudir al primer almuerzo de Navidad con Meghan Markle, que es biracial.

 Si no fue adrede tiene mucha malicia, que no es nada divertida.

 La princesa de Kent llevaba tiempo sin asombrarnos. Es una vieja residente del palacio de Kensington, donde acumulan a todos los reales que no caben en Buckingham (incluyendo a la propia Meghan, cuando se case con el príncipe Enrique) y, además, es ese tipo de gran dama que le gusta un jaleo.

 Y disfruta si puede orientarlo a vocear sus creencias. En ciertas esferas sociales ese tipo de señoras gustan mucho porque se atreven a expresar lo que los demás no pueden. Pero cuando meten la pata se quedan solas. Sin embargo, hay que intentar rescatar al blackamoor. Hubo un momento en los ochenta que los veías en todos sitios, empezando por los salones de la princesa de Kent. La gente creía que eran un objeto barroco, cuando es muy anterior, y se ponían al lado de ellos para sentirse María Antonieta por un día.

 En Caracas, los había por doquier, como si en realidad mi ciudad de origen hubiera sido una sucursal de Venecia.

 A veces muchos invitados creían que los bustos eran de familiares de los anfitriones, demostrando que el racismo no es solo cosa de anglosajones sino también de caribeños.

 El racismo, una de esas cosas que no logramos superar. Durante mucho tiempo consiguió propagar su mensaje de odio a través de cosas aparentemente inofensivas. 

Como los broches en forma de blackamoor.

Siempre hay líos en las comidas de Nochebuena y listas de figuras importantes al cierre de cada año. ¡Hola! consiguió reunirlos en un reportaje. 

El reparto es increíble, como si la revista hubiera querido ahorrar y mezclado la lista de los más representativos con la de los más elegantes. 

Nunca entenderé porqué ¡Hola! abandonó su lista de los más elegantes, estoy convencido de que las cosas empezaron a torcerse desde el momento en que dejaron de publicarla.

 Las listas son arbitrarias pero una tradición que lucha por permanecer entre nosotros.

 Como los robos en Navidad. Aparte del precio de ciertos comestibles, han desaparecido unos ordenadores en la sede de una empresa, Mercasa, investigada en una causa anticorrupción.

 ¡Debe ser la cosa más fácil del mundo sustraer un ordenador en Navidad! Abres con tu llave la empresa vacía y te llevas lo que necesites, por ejemplo.

 Me preocupa más el robo de más de 1.000 euros a Froilán durante una visita a Canoe, el casino madrileño.

 Al parecer, el sobrino del Rey llevaba el dinero en un sobre. Y el sobre desapareció.

 ¿No aceptan Apple Pay en Canoe? Con todo lo millennial que es Pipe, a lo mejor es un mensaje que quiere transmitir: ciertas cosas le gustan en papel. 

Los billetes y espero que los libros también. 

Shakira y Gerard Piqué, con sus hijos en el baloncesto en el Madison Square Garden.
Shakira y Gerard Piqué, con sus hijos en el baloncesto en el Madison Square Garden.
Shakira no es de papel pero acaba de emitir un comunicado anunciando que retomará su gira el 18 de junio
Tras estudiar su problema con las cuerdas vocales, concluye que necesita más tiempo del que pensaba.
 Es probable que de esa manera descarte una operación.
 O sea, que se va a pasar seis meses y 18 días en silencio.
 Una prueba fortísima.
 Shakira, que la queremos tanto, ha atravesado un año donde la han separado de Piqué con asiduidad.
Era ponerse a llorar Piqué por el conflicto independentista y acto seguido aparecer rumores de separación. 
A lo mejor querían volverlos la imagen del 155 pero ellos decretaron su solidez hasta aparecer esta Navidad pasándolo muy bien en Nueva York, que es una de las capitales preferidas de los catalanes.
 Quizás por ser bilingües, los catalanes sienten más cariño por el inglés que el resto de los españoles.
 Una de esas cosas que debemos estudiar en 2018.
 Igual que ese no se qué de Catalunya para generar ídolos internacionales. Peret. Serrat. Dalí. Miró. Josep Pla. 
Todos ellos, ¿por qué no?, podrían posar para un blackamoor.