Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 dic 2017

Risto Mejide: “Soy especialista en caer mal”......Luz Sánchez-Mellado

El presentador, que tiene en antena la nueva temporada de 'Chester', se define como un intruso en su trabajo.

Risto Mejide, en Madrid.
Risto Mejide, en Madrid.
Precedido por su reputación de altivo, soberbio y perdonavidas ajenas, Mejide sorprende en persona por su exquisita, impecable, incluso solícita cortesía. 
Llega a la hora, se pone a las órdenes, cero pamplinas, todo facilidades.
 Le acompañan, eso sí, dos asistentes más o menos personales y su esposa, la modelo Laura Escanes, de 21 años, a la que presenta como “mi pareja”, y a la que no puede dejar de mirar cuando se cruzan.
 Cierto que está en plena promoción de la nueva temporada de Chester (Cuatro, los domingos  las 21.30) y que, como buen publicista, sabe que la amabilidad con los medios le va en el sueldo. 
Pero su interés por el otro parece genuino y su talante, amabilísimo. Si se lo hace, el interesado y el amable, lo disimula fantásticamente. 
Pero no sería la primera vez que da gato por liebre al respetable.
Hola, colega, ¿cómo está?
Feliz, fenomenal, como nunca.
Cuánto me alegro. Pero lo de colega iba con segundas.
Ya. Ya me gustaría ser colega, pero no lo soy. Soy un intruso donde voy. 
Un publicitario que no estudió publicidad y un entrevistador que no estudió periodismo.
¿Un intruso o un impostor?
También, pero eso implica mentira y yo no miento.
 Lo que no soy es falso. En el 97 me pagaban 3.000 euros en un banco para trabajar como financiero y me fui a trabajar gratis a una agencia
.
O sea, le mueve solo la pasión.
¿Qué, si no? ¿Por qué te ríes?


O sea, le mueve solo la pasión.
¿Qué, si no? ¿Por qué te ríes?
Porque eso choca con los prejuicios que circulan sobre usted.
¿Qué prejuicios? Dispara.
Que es un chulo. Desmiéntalo.

No, eso no puedo desmentirlo. 
Me perseguirá toda la vida. Uno no puede decir que es humilde. En cuanto lo dice, deja de serlo. 
Además, soy especialista en caer mal a todo el mundo, lo sé. Algo habré hecho para ello, lo asumo.
¿Se le caen los prejuicios con sus invitados en sus entrevistas?
Yo también los tengo, ¿quién no? Pero un prejuicio es una oportunidad de actualización.
 Y al tener a alguien cara a cara dos horas, cambia mi opinión sobre él siempre, para bien o para mal.
¿Usa cuestionario previo?
Jamás. Si estás pensando en la siguiente pregunta, no escuchas.
 Me cuesta muchísimo escuchar, pero ese es mi único secreto, lo único que realmente hago ahí.
¿Necesitamos ser escuchados?
Siempre. Y tenemos los mismos problemas
. Queremos enamorarnos, ser felices. Trascendernos y transformarnos. 
Transformarnos en el sentido de evolucionar, realizarnos, sentir que haces algo por ti o por alguien. Y trascendernos, que lo que hagamos resuene en alguien, quien sea.
¿Una entrevista es de quien pregunta o de quien responde?
Una entrevista es un pacto, un deporte de equipo.
 Si el otro no decide ser generoso, te vas a ir de vacío, y tú lo sabes mejor que yo
. Pamela Anderson, por ejemplo, puso el foso y se me fue cruda.
¿Hay formas de vadear fosos, un gesto, una mirada un silencio?
Absolutamente.
 Un silencio puede ser una pregunta porque invita al otro a rellenarlo. Y una cara de póker: esa cara es la pregunta.
 Pero ahí sí que ha habido una evolución mía. He pasado de usar el bate de beisbol a la acupuntura.
 Esa es mi evolución como... no sé cómo llamarme, ya he dicho que soy un intruso: ni periodista, ni entrevistador, ni sparring...

 

Autodefínase, pues. Deme un titular de cinco palabras.
No, no voy a hacerte tu trabajo, colega, pero casi. Digamos que soy el tipo que está ahí sentado.
Pero ese tipo sentado es también una celebridad que ha sido noticia por su boda, por ejemplo.
Todos tenemos un escaparate que mostramos, y decidimos qué poner en él. 
Yo he decidido tener un escaparate pequeño, porque me dedico a esto y entiendo el interés, pero también tengo tienda y trastienda, y esas son solo mías.
En el escaparate, y usted lo sabe, se pone lo más vistoso.
Sí, y lo que más vende, puede ser, pero no siempre lo mejor.
Es sabido que una pregunta íntima suya, más allá del escaparate que ella decide mostrar, le costó un disgusto con Vanessa Martín. ¿Vale todo por un titular?
No. Hice mal. 
Traspasar esa línea roja me costó caro. No hay titular que merezca una amistad.

El sacerdote la confesó, la mató y 57 años después ha sido detenido

Durante años, la Iglesia bloqueó la investigación al padre John Feit por miedo a manchar su imagen en EE UU.

 
John Feit, el excura que asesinó y violó a una joven de 25 años en 1960.
Tenía 25 años, pelo negro y tez blanca. 
Irene Garza era de ascendencia latina, la primera en su familia en acudir a la universidad y condecorada con un premio de belleza en Texas, donde trabajaba como profesora para niños desfavorecidos. Católica devota, en la primavera de 1960, Irene acudió a la Iglesia del Sagrado Corazón en McAllen (Texas). 
Entró a confesarse. Nunca más se la volvió a ver. 
Dentro del templo había solo un joven cura, el padre John Feit. Este jueves, 57 años después, las autoridades le arrestaron por el asesinato de Irene.

Faltaban pocos días para la Pascua de 1960. 
Primero aparecieron sus zapatos. Luego su cuerpo, flotando en el agua de un canal de riego
. La autopsia halló que Irene había sido golpeada, asfixiada y violada, cuando ya estaba inconsciente. 
La policía no encontró suficientes pistas y no logró reconstruir la muerte de la joven. 
El único sospechoso, el padre Feit, ahora de 85 años de edad, afirmó que había dado confesión a la mujer antes de su muerte pero negó saber nada más de lo que había acontecido. 
El caso conmocionó al país.
Durante años, las autoridades presionaron a Feit, sospecharon de él y le interrogaron década tras década sin ningún resultado. Algunas pruebas eran claras.
 Los agentes descubrieron una nota escrita por Feit en el canal donde se localizó el cadáver. 
Un grupo de comulgantes afirmó que las manos del cura presentaban rasguños y heridas.
 Supuestamente, el padre también había tratado de atacar a otra joven en un iglesia distinta semanas antes.
 Se sometió a un detector de mentiras y suspendió. Pero nada de ello fue suficiente para arrestarle. ¿Por qué?
Una carta y el testimonio de otro cura, que salieron a la luz durante la vista oral, apuntan a la interferencia de la Iglesia.
 En 1960, el senador católico, John F. Kennedy, se postulaba a la presidencia del país.
 El sheriff local también buscaba la reelección de su puesto. Thomas Doyle, otro padre, leyó ante el tribunal una carta en la que varios líderes de la diócesis a la que pertenecía Feist señalaban el daño que podría hacer para la imagen de la iglesia y el candidato presidencial Kennedy si se culpabilizara a un cura de un crimen. Según el diario local The Monitor, la fiscalía del caso presentó estas pruebas como evidencia de la colusión entre las autoridades y la Iglesia para tapar el caso y estancar la investigación.

Tapado el caso, el misterio continuó hasta 2002. 
 Fue entonces cuando la policía de San Antonio recibió una llamada del excura Dale Tacheny.
 Durante su etapa en 1963 en un monasterio Trapista, otro padre le confesó que algunos años atrás había atacado y asesinado a una joven en Pascua.
 Identificó al cura: John Feit. Después de la confesión, le había agredido y ahogado.
 Tacheny dijo que no contó nada durante tantos años por respeto a la obligación religiosa.

Las complicaciones por el paso del tiempo, la muerte de testigos clave y la caducidad de las pruebas de ADN, retrasaron la reactivación de la investigación. 
Pero en febrero, Feit, ya retirado de su actividad espiritual, fue arrestado por el asesinato de Irene.
 La familia de la víctima no tenía esperanzas de que el juicio, por las citadas complicaciones, pudiera prosperar.
 Sin embargo, años después, un juzgado del pequeño condado Texano puso fin al misterio.
 Feist, descrito por la fiscalía como “un lobo disfrazado de cura”, escuchó el veredicto. 
El anciano que evitó la justicia durante décadas puede ser condenado hasta 99 años en prisión.

 

 

“No te vayas sin decirme adiós”........................ Elvira Lindo

La escritora Lea Vélez revindica la figura de su padre Carlos Vélez en 'La Olivetti, la espía y el loro'.

Carlos Vélez y Lea Vélez.
Carlos Vélez y Lea Vélez. EL PAÍS

 Viniendo yo de ese tipo de clase media de los 60 que revestía las estanterías del salón con las enciclopedias de las 7 maravillas del mundo y las novelas que iban marcando el Círculo de Lectores o la asequible editorial Reno, no puedo ni imaginar cómo hubiera sido mi infancia de haber crecido abrigada por paredes atestadas de libros, de haber tenido por casi familia a muchos de los intelectuales de esa época o de haber oído hablar en la cocina sobre Umbral, Semprún, Onetti, Múgica, Aranguren, Montserrat Roig o Borges como si fueran tíos lejanos.

 No sé cómo hubiera sido yo si hasta mi cama hubiera llegado el rumor de las reuniones de los amigos de unos padres que entendían la cultura como una causa común y como un medio de vida.

 Así fue la infancia de la escritora Lea Vélez. 

Y con mi extrañeza de niña de barrio, de clase media, de biblioteca rala y padres ajenos a la literatura pero hambrientos, eso sí, de una cultura que el franquismo les había negado, leo esta peculiar memoria, La Olivetti, la espía y el loro, que la autora empieza a concebir al encontrar en una mudanza cientos de cintas magnetofónicas que contienen las grabaciones en bruto del gran programa que fue Encuentros con las letras, dirigido por su padre, Carlos Vélez, de 1976 a 1982.

Construido este libro como una primorosa composición de patchwork en el que se intercalan transcripciones de entrevistas a Cortázar, Borges, Onetti, Cela, Roig, Sontag, Duras o Italo Calvino, entre muchos otros, reflexiones biográficas de la autora sobre el nacimiento de su vocación y conversaciones golosas con su madre, María Luisa Martín, es milagroso que el lector no se pierda; pero no, tiene Lea Vélez la disciplina de quien ha sido guionista y mantiene la tensión hasta el final, un final que coincide con las rastreras maniobras de baja política que arrebataron el programa a un señor que habiendo salido de familia y cultura falangistas creó el primer espacio de verdadera pluralidad cultural en la televisión pública.
Lea Vélez reivindica a su padre
. Cuenta con detalle las malas artes con las que fue apartado de un espacio televisivo que sin duda certificó el renacido interés por la cultura en España.
 "Encuentros con las letras" se veía mucho.
 Cierto es que no había más que dos cadenas, pero también que se vivía por aquel tiempo, y así yo lo observaba en mis padres, una necesidad activa por escuchar a aquellos protagonistas de la cultura que se expresaban en un idioma que no parecía el mismo, por cuanto rezumaba libertad de pensamiento, y una veneración hacia el poeta, el pensador o el político regresado del exilio. 
  Pero más allá de una relación nutrida de personajes que son entrevistados y se expresan con una hondura que ha sido desterrada del espacio público, encontramos lo que para mí es más curioso, por lo ajeno, ya digo, a mi propia biografía:
 el testimonio de quien ha crecido en una familia de intelectuales. La niña Lea se sentaba bajo la mesa de la cocina mientras su madre transcribía a máquina las entrevistas para luego hacer notas de prensa que enviar a los periódicos. 
Y ahora, en este libro, es la hija quien pone la grabadora delante de la madre para convertirla al fin en protagonista y que cuente cómo lo vivió todo. 
 María Luisa, una mujer con una fuerza narradora desbordante, describe con exactitud y mucha gracia cómo su marido y ella formaban equipo, cómo eran matrimonio y compañeros, colegas, leales y cómplices.
 La madre cocinaba, la madre conducía a los niños al colegio y al padre al trabajo, la madre escribía en la Olivetti, la madre emitía partes de prensa; la madre, ahora, es la memoria de la casa y retrata con finura aquella época tan rica en contradicciones como para que un hombre, considerado de izquierdas por la derecha y de derechas por la izquierda, tuviera la osadía de crear un espacio de libre debate a la vista de cualquiera.
 No fueron pocos los problemas con la censura, de eso podrían hablar Savater, Dragó o Arrabal, que protagonizaron algunos de aquellos capítulos, pero todos participaban del convencimiento de que cuanto más abiertamente se hablara, de política, de sexo, de comunismo o del proceso creativo, mejor.

 

Ada Colau cuenta que tuvo novia durante dos años

La alcaldesa de Barcelona hace un alegato en favor de la diversidad sexual en horario de máxima audiencia.

Ada Colau, durante la entrevista en Telecinco
Ada Colau, durante la entrevista en Telecinco.

 

Este sábado 9 de diciembre Ada Colau fue una de las invitadas en el programa de Telecinco Sálvame Deluxe
 Habló con Jorge Javier Vázquez de temas mucho más personales de los que acostumbra.
 En un momento de la entrevista, mientras repasaban temas personales de la alcaldesa de Barcelona, Colau dijo: "Tuve primero un novio y luego una novia. 
Tuve las dos cosas". "Ah, ¿tuviste una novia también?", preguntó el presentador, mientras se escucha la reacción de sorpresa del público.
 "Sí señor, sí. Durante muchos años", contestó. 
El público aplaudió a la política catalana.
"¿Tus asesores no se van a enfadar?", preguntó entonces Vázquez. "No lo creo. A lo mejor ellos ni siquiera lo sabían".
 Colau continuo explicando que su novia era "parte" de su familia, a la que no le ocultó la relación, que empezó durante una beca Erasmus en Italia. 
"Hubo otras relaciones, pero como gran relación fue aquella", añadió cuando el presentador le pregunta si fue la única mujer en su vida amorosa. 
"Madre mía...", dijo Vázquez, "cómo estarán ahora los de Convergencia i Unió". Puedes ver ese fragmento de la entrevista a Colau pinchando en la siguiente fotografía.

Pincha en la fotografía para ver la entrevista
La alcaldesa de Barcelona, que cierra la lista de los comunes de cara a las elecciones del 21-D, hizo un alegato en favor de la diversidad afectiva y sexual en horario de máxima audiencia. "Paolo él y Elena ella.
 Fue una relación larga, de dos años". Otros muchos políticos españoles han dado antes el mismo paso en favor de la diversidad, como el candidato por el PSC, Miquel Iceta.
 El socialista fue el primer político que habló abiertamente de su homosexualidad en España, en 1999
La revelación de Colau fue muy aplaudida en redes sociales.
"Creo que no tienen nada de extraño", añadió Colau, que destacó la importancia del apoyo que recibió de su entorno familiar
"En mi casa era algo totalmente normalizado. Teníamos un montón de amigos gays. 
Formaba parte de la normalidad de nuestro entorno". Entonces Colau tenía 21 años. Ahora, a los 43, tiene una relación sentimental con el padre de sus dos hijos.
"Vivimos en una sociedad moderna en la que cada uno tiene que querer a quien quiera mientras respete a los demás. 
Viva el amor y que cada uno quiera a quien quiera", añadió la alcaldesa de Barcelona. 
Durante la entrevista, concedida en plena campaña de las elecciones autonómicas en Cataluña, Colau también habló sobre su infancia.
Como explicamos en este artículo, una de las claves para la aceptación de la diversidad sexual es la visibilidad: 
"Es muy fácil decir que algo así es pecado, por ejemplo, si hablamos en abstracto. 
Pero cuando nos referimos a nuestros amigos, nuestros vecinos o nuestra familia, la cosa cambia: resulta mucho más difícil decir algo así de alguien a quien conocemos y a quien queremos.
 ¿Por qué no van a poder hacer lo que les dé la gana, ya sea vivir juntos, casarse o formar una familia, si eso es lo que quieren?".