Durante años, la Iglesia bloqueó la investigación al padre John Feit por miedo a manchar su imagen en EE UU.
Tenía 25 años, pelo negro y tez blanca.
Irene
Garza era de ascendencia latina, la primera en su familia en acudir a la
universidad y condecorada con un premio de belleza en Texas, donde
trabajaba como profesora para niños desfavorecidos. Católica devota, en
la primavera de 1960, Irene acudió a la Iglesia del Sagrado Corazón en
McAllen (Texas).
Entró a confesarse. Nunca más se la volvió a ver.
Dentro del templo había solo un joven cura, el padre John Feit. Este
jueves, 57 años después, las autoridades le arrestaron por el asesinato
de Irene.
Faltaban pocos días para la Pascua de 1960.
Primero aparecieron sus zapatos. Luego su cuerpo, flotando en el agua de
un canal de riego
. La autopsia halló que Irene había sido golpeada,
asfixiada y violada, cuando ya estaba inconsciente.
La policía no
encontró suficientes pistas y no logró reconstruir la muerte de la
joven.
El único sospechoso, el padre Feit, ahora de 85 años de edad,
afirmó que había dado confesión a la mujer antes de su muerte pero negó
saber nada más de lo que había acontecido.
El caso conmocionó al país.
Durante años, las autoridades presionaron a Feit,
sospecharon de él y le interrogaron década tras década sin ningún
resultado. Algunas pruebas eran claras.
Los agentes descubrieron una
nota escrita por Feit en el canal donde se localizó el cadáver.
Un grupo
de comulgantes afirmó que las manos del cura presentaban rasguños y
heridas.
Supuestamente, el padre también había tratado de atacar a otra
joven en un iglesia distinta semanas antes.
Se sometió a un detector de
mentiras y suspendió. Pero nada de ello fue suficiente para arrestarle.
¿Por qué?
Una carta y el testimonio de otro cura, que
salieron a la luz durante la vista oral, apuntan a la interferencia de
la Iglesia.
En 1960, el senador católico, John F. Kennedy, se postulaba a
la presidencia del país.
El sheriff local también buscaba la reelección
de su puesto. Thomas Doyle, otro padre, leyó ante el tribunal una carta
en la que varios líderes de la diócesis a la que pertenecía Feist
señalaban el daño que podría hacer para la imagen de la iglesia y el
candidato presidencial Kennedy si se culpabilizara a un cura de un
crimen. Según el diario local The Monitor,
la fiscalía del caso presentó estas pruebas como evidencia de la
colusión entre las autoridades y la Iglesia para tapar el caso y
estancar la investigación.
Tapado el caso, el misterio continuó hasta 2002.
Fue entonces cuando la policía de San Antonio recibió una llamada del
excura Dale Tacheny.
Durante su etapa en 1963 en un monasterio Trapista,
otro padre le confesó que algunos años atrás había atacado y asesinado a
una joven en Pascua.
Identificó al cura: John Feit. Después de la
confesión, le había agredido y ahogado.
Tacheny dijo que no contó nada
durante tantos años por respeto a la obligación religiosa.
Las complicaciones por el paso del tiempo, la
muerte de testigos clave y la caducidad de las pruebas de ADN,
retrasaron la reactivación de la investigación.
Pero en febrero, Feit,
ya retirado de su actividad espiritual, fue arrestado por el asesinato
de Irene.
La familia de la víctima no tenía esperanzas de que el juicio,
por las citadas complicaciones, pudiera prosperar.
Sin embargo, años
después, un juzgado del pequeño condado Texano puso fin al misterio.
Feist, descrito por la fiscalía como “un lobo disfrazado de cura”,
escuchó el veredicto.
El anciano que evitó la justicia durante décadas
puede ser condenado hasta 99 años en prisión.
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