Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

29 may 2017

Confesiones de la duquesa de Cornualles

Camilla habla por primera vez de cuando era amante de Carlos de Inglaterra: “Fue horrendo”.

La esposa del heredero al trono británico explica que se sintió prisionera por el asedio de la prensa.

La duquesa de Cornualles pasa revista a tropas en Aylesbury, Inglaterra, el pasado día 24. La duquesa de Cornualles pasa revista a tropas en Aylesbury, Inglaterra, el pasado día 24. Getty Image

 

Camilla de Cornualles, esposa del príncipe de Gales, ha hablado por primera vez a la prensa de la época en que fue la otra, del momento en que se hizo público su romance con Carlos de Inglaterra, cuando este estaba casado con la difunta Diana de Gales y ella con Andrew Parker-Bowles.
 En una entrevista con The Mail on Sunday (el dominical del sensacionalista Daily Mail), la consorte del heredero de la corona británica explica con "un candor asombroso" (según el propio diario) cómo se convirtió en prisionera en su propia casa: "Fue horrendo".

El diario ha construido, mediante la entrevista a la propia duquesa y con varios familiares directos, un extensísimo retrato de la vida de Camilla Rosemary Shand (su nombre de nacimiento), la mujer que saltó a la fama como Camilla Parker-Bowles y que ahora es Camilla Windsor, por su segundo matrimonio.
La duquesa de Cornualles, que va a cumplir 70 años, explica cómo vivía prácticamente escondida por el acoso de la prensa, en un momento en que era una de las mujeres más odiadas por los británicos: 
"Durante más de un año, cuando vivíamos en Middlewick House, yo no podía ir a ninguna parte". 
Su hijo Tom Parker-Bowles recuerda cómo les perseguían: "Los paparazis nos seguían a todas partes y nos acechaban como fantasmas. 
Teníamos unos prismáticos en el cuarto de baño de mamá para vigilarlos. ¡A veces había una docena!".

El diario subraya que Camilla nunca se quejó del asedio de la prensa.
 Lo que sí recuerda la princesa consorte es que era muy desagradable: "Fue horrendo. Fueron unos tiempos profundamente desagradables que no le desearía ni a mi peor enemigo. 
No habría sobrevivido sin mi familia".
 El diario le pregunta entonces sobre si cree que tiene capacidad para afrontar los momentos difíciles y ponerlos en su lugar. 
"Por supuesto que sí", contesta la duquesa.


El príncipe Carlos y Camilla Parker-Bowles, el día de su boda en abril de 2005.
El príncipe Carlos y Camilla Parker-Bowles, el día de su boda en abril de 2005.
Carlos se separó de Diana en 1992, pero el divorcio no fue oficial hasta 1996, un año antes de la muerte de Lady Di en París —de la que este año se cumple el 20º aniversario—. 
Se casó con Camilla en 2005
Esta asegura que desde su infancia estaba preparada para la vida entre la realeza, aunque a veces se mira a sí misma con escepticismo. "Tienes que reírte de ti misma porque si no puedes hacerlo es mejor que abandones.
 A veces pienso ¿quién es esa mujer? No puedo ser yo. Y así es cómo sobrevives".
Y dice esto a pesar de que piensa que desde pequeña fue preparada para desempeñarse con soltura en este papel real.
 "Gracias a dios fui criada por mis padres con una buena base y me enseñaron modales.
 Puede que en este tiempo suene un poco esnob, pero entonces dejamos el colegio a los 16 años y no íbamos a la universidad a menos que fueras un cerebrito.
 En cambio íbamos a París y Florencia [el aristocrático viaje antes llamado Grand Tour] y aprendimos sobre la vida y la cultura, a comportarnos entre la gente, a cómo hablar a la gente.
 Eso estaba muy arraigado en mi vida y, sin esa base, la vida entre la realeza hubiera sido mucho más difícil".

Adopciones: la historia real que no se cuenta.............. Juan Cruz

Yolanda Guerrero aborda en su novela ‘El huracán y la mariposa’ un fracaso que suele quedar callado.

Crónicas del país

Yolanda Guerrero, en el café Gijón de Madrid.
Yolanda Guerrero, en el café Gijón de Madrid.
Ha escrito un libro y ha roto un tabú.
 Yolanda Guerrero, periodista (trabajó en EL PAÍS más de 20 años), conoce bien el drama de un fracaso, el de las adopciones fallidas; ha escuchado testimonios y tiene también su propia, dolorosa, experiencia.
 Y porque de esta no quiere escribir, ha vertido en la ficción la naturaleza real de ese fracaso, que afecta a muchas familias o individuos que no lo cuentan. 
Ella lo hace en una novela, El huracán y la mariposa (Catedral).
 La escritura le ha servido para aligerar “el equipaje” de muchas personas que han adoptado un niño o una niña y el desapego rompió desde el principio el encanto soñado por el adoptante.
“He intentado distanciarme de mi propia historia para escribir este libro”, dice. 
“Sé que con él puedo ayudar a mucha gente”.(Un poco Prepotente, creo que su novela no me gustará)
 El caso que está en el fondo de El huracán y la mariposa es esa niña (el huracán) que, una vez adoptada, exhibe “el trastorno del desapego”.
 Lo explica Guerrero: “Cuando hay una disfunción entre el vínculo del niño en sus primeros años, ¡o en sus primeros meses!, con quienes lo cuidan, ese vínculo se rompe, se acaba el apego.
 Y el niño desconfía de todo el mundo”. Quienes la han sufrido (hay pocas estadísticas, porque no muchas personas exhiben ese fracaso) cuentan como un infierno la lucha imposible por restaurar el apego.
 En la novela, la niña adoptada ha sido víctima de maltrato por su familia original; la situación con la nueva familia la devuelve al huracán de su memoria y se incendia una relación ya imposible. 

“Los psicólogos”, cuenta la novelista, “dicen que esos niños conciben el mundo de un modo desorganizado, en el que las cosas no están donde deben estar: para ellos, la persona que los cuida los devuelve a los que los han podido violar, abusar o abandonar. 
Es un trastorno habitual. Unos lo superan. Otros, como en la novela, se niegan a aceptar el nuevo apego como una solución. 
Y eso hace inviable la relación”.
Para las personas que son víctimas de ese fracaso “es una historia que nunca se llega a superar. 
Consiguen entenderlo después, no mientras sucede.
 Para la novela he hablado con muchos psicólogos, psiquiatras, con muchas familias que lo han sufrido y me han ayudado a componer el puzle de todo lo que ocurre.
 Pero una vez que se recompone eso no significa que la herida se cierre”.
Los adoptantes viven situaciones violentas “sin motivo aparente” y se produce “ese sentimiento de culpa que nos han enseñado desde pequeños”.
 El adoptante se culpa y la sociedad lo mira. 
Escucha que le dicen: “No haberlo hecho”. ¿Y no habría que hacerlo? 
“No habría que hacerlo sin preparación. Para adoptar un niño no hace falta solo tener amor: hay que tener mucha información, buscarla, pedir ayuda.
 Hay que consultar a psicólogos, saber bien de dónde viene el niño, con cuántos años y qué tipo de familia es la que está adoptando”. 
El resultado de la desinformación se cuenta, metafóricamente, en El huracán y la mariposa.
  Uno de los testimonios recogidos por Guerrero es la de una niña, cuyo maltrato se desconocía al adoptar.
 El resultado es un volcán, un huracán.
Ahora hay en España algunas asociaciones que acogen a quienes manifiestan haber fracasado en sus adopciones.
 En Cataluña hay estadísticas, unos 80 afectados…
 “Mi relación con ellos ha sido de mucha empatía: las Administraciones aún hablan de ‘niños abandonados’ cuando los padres renuncian a ellos.
 Y no son niños abandonados, son niños a los que los adoptantes se ven abocados a dejar sin su tutela, en manos de los servicios sociales. Porque el huracán no tiene remedio.
Tras la presentación del libro, el último miércoles, fueron a saludarla personas que han vivido, en un lado y en el otro de las adopciones. 
Una le dijo: “Yo salgo en la novela”. Se lo podían haber dicho muchos, adoptantes y adoptados.
 Algunas de esas experiencias se recogen en sitios que ella recomienda (buenostratos.com, lavozdelosadoptados.es, petales.es). “Los niños adoptados se pasan la vida buscando respuestas”. Porque, como se dice en el libro, en esta mesa imposible hay dos partes y ninguna de las dos tiene la culpa.


28 may 2017

Los siete capítulos olvidados de ‘Cien años de soledad’

 

García Márquez publicó episodios sueltos para sondear al público antes de terminar la novela.

García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
Meses antes de terminar Cien años de soledad, Gabriel García Márquez arrastraba serias dudas sobre la calidad de una novela que acabaría convertida en un clásico de la literatura.
 “Cuando leí lo que llevaba escrito”, confesó por carta a un amigo, “tuve la desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica”. 
Algo poco conocido es que García Márquez publicó siete capítulos de Cien años de soledadpara aplacar esas dudas.
 Y lo hizo cuando aún no había acabado la novela (la concluyó en agosto de 1966) ni había firmado el contrato con la Editorial Sudamericana, que rubricó el 10 de septiembre del mismo año. ç
La novela salió el 30 de mayo de 1967.
 El próximo martes se cumplirán 50 años.

Los siete capítulos se publicaron en periódicos y revistas que circulaban en más de 20 países.
 Representan más de un tercio de la novela, que en total tiene 20 capítulos.
 Ni siquiera hay copias de los mismos en el archivo personal de García Márquez en el Harry Ransom Center en Texas, que guarda su legado.
 Para encontrar su rastro hay que recorrer bibliotecas en Francia, Estados Unidos, Colombia y España.
Los capítulos cayeron en el olvido porque se creía que eran idénticos a los publicados en la primera edición de 1967 de la novela.
 Pero la comparación de las versiones descubre una realidad diferente. 
Desde la primera página hay cambios en el lenguaje, la estructura, la ambientación y la descripción de los personajes.
 De ahí que estos capítulos olvidados sean de un gran valor literario para entender cómo fue escrita la novela.
 García Márquez afirmó haber quemado las notas y los manuscritos preparatorios tras recibir la primera copia del libro.

Hasta 42 cambios

El primer capítulo salió el 1 de mayo de 1966 en El Espectador de Bogotá, cuando aún le quedaban tres meses para finalizar la obra. Entre esa versión y la edición final de 1967 hay hasta 42 cambios significativos que aparecen desde la primera página.
 Las casas de Macondo, por ejemplo, no eran “de barro y cañabrava” como en la edición final, sino simplemente de “adobe”. El escritor buscaba un lenguaje más preciso.
También hay modificaciones importantes en la estructura general de la novela.
 Por ejemplo, en la edición de 1967, la acción destructora de las termitas que anuncia el declive de la casa de la familia Buendía se describe hacia el final de la novela. 
Pero en la versión de El Espectador, “el comején socavaba los cimientos de la casa” desde el primer capítulo. 
Referencias tan iniciales a las termitas restaban dramatismo a la futura decadencia de la casa.
En la edición definitiva, Macondo es un pueblo aislado de la civilización, cuyo emplazamiento exacto se desconoce.
 Por el contrario, en el capítulo de El Espectador, Macondo se localiza con facilidad, pues limitaba “al occidente con los médanos del río de La Magdalena” de Colombia.
 García Márquez suprimió este y otros detalles sobre la ubicación concreta de la población para crear en el lector la impresión de que podía ser un pueblo típico de cualquier país latinoamericano.

El llanto de Aureliano

Otro cambio sorprendente tiene que ver con el nacimiento del coronel Aureliano Buendía.
 En la edición final, el coronel “había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos”, mientras que en el capítulo de El Espectador, el héroe recibía un trato poco heroico y hasta prosaico: la comadrona le daba “tres nalgadas enérgicas” para hacerle llorar.

García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.




El siguiente capítulo que García Márquez probó con los lectores salió en la revista Mundo nuevo en agosto de 1966. Publicada en París, esa revista se convirtió en el principal escaparate de la literatura del boom latinoamericano.
 Sus 6.000 ejemplares mensuales se vendían en 22 países, incluidos Estados Unidos, Holanda, España, Portugal y casi toda América Latina.
 En este capítulo localicé hasta 51 diferencias con respecto a la edición final. Por ejemplo, José Arcadio, cuya madre Úrsula temía que naciese con una cola de cerdo, vino al mundo como “un hijo saludable”, mientras que en la edición final, el autor aumentó el dramatismo al escribir: “Dio a luz un hijo con todas sus partes humanas”.
Primer capítulo de 'Cien años de soledad' publicado en 'El Espectador', de Bogotá.
Primer capítulo de 'Cien años de soledad' publicado en 'El Espectador', de Bogotá.
La alquimia, tan importante en los capítulos iniciales, se mencionaba en el del Mundo nuevo con el término experto “la Opera Magna”. 
El escritor simplificó la lectura y optó solo por alquimia.
Tras la publicación del segundo capítulo, pasaron cinco meses hasta la salida del siguiente.
 García Márquez debió emplear ese tiempo para revisar la novela, porque el nuevo capítulo era el más arriesgado: el ascenso al cielo de Remedios la bella.
 El escritor eligió para su divulgación Amaru, una revista peruana dedicada a la literatura de vanguardia internacional. 
Sus lectores eran exigentes escritores y críticos literarios.
 García Márquez no solo comprobó la solidez literaria de ese capítulo con ellos, sino que también se lo leyó en voz alta a su círculo de amistades en su casa de la Ciudad de México. “Convoqué aquí a la gente más exigente, experta y franca”, escribió en una carta dirigida a su amigo Mendoza en el verano de 1966. 
“El resultado fue formidable, sobre todo porque el capítulo leído era el más peligroso: la subida al cielo, en cuerpo y alma, de Remedios Buendía”.
Por último, la semana previa al lanzamiento de la novela, el magacín argentino Primera Plana publicó un fragmento del capítulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buendía. Primera Plana estaba diseñada para el gran público, y sus 60.000 ejemplares semanales circulaban dentro y fuera de Argentina. Aunque ya no tenía tiempo de añadir cambios, García Márquez envió un capítulo que debía cautivar al público de un continente que seguía marcado por las guerrillas insurgentes contra el poder, como la guerrilla del propio coronel Aureliano Buendía.
Como revela la correspondencia de García Márquez, al publicar los capítulos más novedosos y “peligrosos”, el escritor tomó buena nota de las sugerencias hechas por sus amistades y lectores.
 La historia detrás de estos capítulos olvidados de Cien años de soledad descubre el arduo trabajo de edición que García Márquez desplegó, en especial para aplacar esa “desmoralizante impresión” que tuvo al leer lo que llevaba escrito de una novela que a partir del 30 de mayo de 1967 había de cambiar el rumbo de la literatura.
Álvaro Santana-Acuña es investigador y profesor asistente de Whitman College






 

 

La ‘Patria’ te llama........................................ Carmen Morán

El escritor vasco Fernando Aramburu confirma el éxito de su último título dedicándoselo a cientos de personas en la Feria.

El escritor Fernando Aramburu, autor de 'Patria', firma en la Feria del Libro de Madrid.
El escritor Fernando Aramburu, autor de 'Patria', firma en la Feria del Libro de Madrid.

¡Ave Aramburu! Los que van a sudar bajo el sol quieren que les saludes.
 ¿Qué va a querer si no quien aguanta de pie media hora la chicharrera de finales de mayo en la Feria del Libro de Madrid, en ese platanar de estornudo y moquero que es el parque del Retiro por estas fechas?
 Y el escritor firma y tiende la mano, tiende la mano y firma.
Y cuando se acaba la cola de la caseta de Antonio Machado se va dos más allá, a la de la librería Muga y vuelve a firmar.
 Le espera una buena siesta. ¿Estará pensado en ella cuando plasma su caligrafía desigual en cada ejemplar?
 Con mucho gusto para Bernardita… con cariño para Manuela… para mi paisana Arantza, de Bilbao… A medida que se achica la cola se acerca la siesta.
 Y arrecia el sol, pero los lectores están haciendo un gesto de amor. “Es por amor al libro y para que tenga un toque especial con la firma, si hay que esperar se espera”, dice Óscar, el contable. ¿Hacer cola es amar?
 “Pues sí, por qué no”.
300.000 ejemplares, dicen en la editorial Tusquets, que lleva vendidos Patria, el último libro de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), que hunde la pluma en el conflicto vasco a través de la mirada de dos familias vecinas separadas por un asesinato etarra en un pueblo abertzale podrido por la violencia y el silencio. Sea por el tema, por el momento actual, por la forma literaria o por todo junto, la cosa es que el escritor ha dado en el clavo.

Abrumado por el éxito

Aramburu parece abrumado por tanto éxito y encima ahora semeja una estrella del rock and roll.
  Se lo ha tomado con disciplina.
 Antes de que abra la caseta ya está allí con su editor, y una hilera de gente espera frente a la persiana bajada.
 "¿Le importa hacerse una foto conmigo?", pregunta un seguidor.
 Y el escritor posa semisonriente con su camisa fucsia, recién llegado de Sevilla, aún con sueño y tinta de firmas.
 Cuando se abre la cancela comienza sin prólogo el curioso besamanos de los amantes de libro.
 En cada ejemplar, Aramburu enmarca su dedicatoria con dos filigranas, como los rizos que rematan las verjas, una doble caracola que quizá le permite pensar ‘y ahora qué pongo yo aquí’.
“¡Qué grande eres, Aramburu!”, jalea un señor que pasar por allí, y el escritor, que lo agradece, bisbisea timidísimo: “Pues yo me estoy empequeñeciendo”.
 Hay que tener carácter para enfrentar a toda una patria, con su presidente a la cabeza, alabando la novela.
Una firma, otra… ¿Estaría Fernando, de chico, cuando aún no la necesitaba, ensayando su firma con otros amigos, copiando la del padre o la de sus autores de cómics favoritos? “No, no, yo siempre he tenido mala caligrafía. ¿La firma? Es instintiva”, dice.
“Este va a ser la atracción de la Feria, verás”, se ríe un hombre que ojea los libros en la caseta.
 “Pues yo no hago esa cola así me maten”, vuelve a reír. 
Si la Patria llama, él, desde luego, no se ha dado por aludido.
Llega el último de la fila, Aramburu ya ve la siesta a su alcance.