Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 oct 2016

El pasado es un misterio..................................................................Javier Marías

El tiempo estaba libre y se dejaba llenar, pasivamente. Era la gente la que lo administraba con una libertad hoy desconocida e infrecuente.
 DE TODOS ES SABIDO, aunque no siempre recordado, que el tiempo de los niños transcurre muy lentamente.
 O al menos así era antes: no sé si será igual para los de ahora, con tanta actividad extraescolar y distracción “obligatoria” en compañía de los padres, que van con la lengua fuera los fines de semana y en vacaciones. 
En los años cincuenta y sesenta del siglo XX los días y las semanas eran interminables, no digamos los meses o un curso entero.
 El domingo por la tarde era una pesadilla, porque le seguía no ya el lunes con la vuelta al colegio, sino un montón de días eternos hasta que asomara de nuevo un sábado. 
En aquellas jornadas daba tiempo a todo, a levantarse y bañarse, desayunar, ir en tranvía o autobús a la escuela, pasar allí numerosas horas encerrado, disfrutar de un recreo aventurero en el patio, tontear en la escalera con la chica que le gustaba a uno, almorzar, recibir más lecciones, regresar a casa tal vez andando, jugar allí un partido de chapas con mi hermano Fernando, acaso merendar algo, hacer perezosamente unos deberes, aguardar la hora de la cena asediando un fuerte, cenar con padres y hermanos, retrasar la hora de irse a la cama con mil triquiñuelas, por fin acostarse.
En los veranos de Soria no digamos: acercarse a Pereda a ver si había salido El Capitán Trueno o un Zane Grey nuevo, pasar por los tres cines para enterarse de qué ponían, bajar al Duero, hasta el embarcadero de Augusto, alquilar allí una barca y remar río arriba hasta la mejor zona para nadar largo rato, jugar un partidillo de fútbol en un arenal cercano, subir a pie la empinada cuesta desde el Duero hasta casa, almorzar con los padres, acompañarlos a tomar café con sus amigos, Heliodoro Carpintero infalible, en una terraza de la Dehesa, como se conoce el parque. Quedarse luego en ella lo que parecían horas correteando o peleándose con los chicos locales, subir –buenas caminatas– al Mirón o al Castillo o a las Eras, bajar, leer sin prisa en casa de Heliodoro, con su buena biblioteca y su generosidad infinita, incluso jugar a la canasta con sus hermanas solteras, Mercedes y Carmen, la primera risueña y la segunda seria.
 Volver a cenar, ir al cine a la sesión ¡de las 11!, a nadie le extrañaba ese horario.
 Regresar a casa lentamente, oyendo los pasos cada vez más audibles de los transeúntes (cuantos menos hay, más resonantes) y las campanadas del reloj del Ayuntamiento.Pero no sólo era el tiempo de los niños.
 En Madrid, durante el curso, mi padre contestaba el correo y trabajaba muchas horas en casa, pero luego se iba a pie a la tertulia de la Revista de Occidente; a la cual volvía en segunda sesión también algunas tardes.
 Cuando enseñaba a extranjeros, iba a sus clases, regresaba, almorzaba, a menudo aparecían visitas sin anunciarse (se estilaba el “pasaba por aquí”), escribía más en su despacho, merendaba con mi madre (¡merendaban!), leía, aún quedaba rato que aprovechar hasta la cena en familia, eso si no salían con amistades o al cine.
¿Qué se ha hecho de todo ese tiempo? ¿Es sólo la edad, que nos lo acelera, o es nuestra época, que nos lo ha ido robando? 
No sé a otra gente, pero a mí y a las personas que trato los días y las semanas se nos escapan. 
¿Otra vez es sábado?, me pregunto perplejo cada vez que me toca un nuevo artículo para esta página.
 Tengo la sensación de que el anterior lo escribí hace unas horas.
 Cierto que en aquellos años evocados había menos solicitudes y distracciones.
 Ni televisión había (o no en mi casa), no digamos Internet ni videojuegos ni emails ni obsesivos smartphones ni Twitter ni Facebook, que exigen tanta tarea. 
El tiempo, por así decir, estaba libre y se dejaba llenar, pasivamente.
 No corría detrás de la gente ni la dominaba, era la gente la que dominaba el tiempo y lo administraba con una libertad hoy desconocida o infrecuente
Nadie se aburría si disponía de una tarde sin quehaceres, se inventaban actividades y no se requería que los Ayuntamientos –convertidos hoy en fábricas de imbecilidades ruidosas– proporcionaran entretenimiento en calles y plazas
. La gente era imaginativa, no bovina como en nuestro tiempo. Claro que nuestro tiempo es mejor en conjunto, o eso creo, es difícil saberlo.
 El pasado es un misterio
. Ni siquiera el que uno ha vivido acaba de explicárselo, ni de representárselo. ¿Cómo era posible la elasticidad del tiempo?
 Niños aparte, ¿cómo hacían los adultos para que les cundiera tanto y andar desahogados?
 Probablemente será distinto para los incontables parados y para muchos jubilados, pero yo sólo conozco personas permanentemente estresadas y a menudo medicadas, a las que todas las horas (y son veinticuatro, como antaño) se les hacen insuficientes.
 Que viven a la carrera y aun así no les alcanzan para sus tareas
. No digamos para dar un paseo al atardecer o jugar a la canasta.(Creo Sr, Marias que ya nadie va de paseo, solo con el placer de observar que te de el aire y sin prisas)Ahora se va a hacer ejercicio eso que incluso dicen los médicos, sin mirar escaparates...
 COLUMNISTAREDONDA_JAVIERMARIAS

. Ciencia sin ficción Los olvidados en ciencia J. M. Mulet. ilustración de Señor Salme

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Los premios y la historia no siempre reconocen a los científicos que tuvieron la idea original que ha llevado a grandes descubrimientos.
MIENTRAS EN Europa nos hemos enzarzado en discusiones bizantinas sobre los transgénicos, el resto del mundo los ha utilizado y ya empiezan a ser una tecnología anticuada.
 La tecnología del CRISPR/Cas9 está llamada a revolucionar el mundo en un futuro cercano.
 Hasta ahora las modificaciones en el ADN de un organismo las podíamos hacer a lo bruto y a ciegas, que es lo que llamamos la mejora clásica, basada en cruces, hibridaciones o en mutar al azar la secuencia de ADN.
Los transgénicos nos dieron la posibilidad de copiar y pegar bloques enteros de ADN provenientes de otro organismo.
 Lo que nos permite el CRISPR/Cas9 es hacer cambios y correcciones a voluntad en el ADN de cualquier organismo sin necesidad de incorporar ADN foráneo.
 Esta tecnología ha permitido que la ingeniería genética pase del nivel máquina de escribir –donde por analogía se podría decir que las mejoras se producían haciendo tachones o utilizando corrector blanco de pincel– al del procesador de textos, donde podemos modificar lo que queramos a voluntad y sin dejar trazas.
 
Además, al no incorporar ADN foráneo no se encuadraría dentro de la definición de organismo transgénico, lo que facilitaría el proceso legal.
 Esta tecnología está llamada a ser una herramienta imprescindible para el futuro cercano.
fue la tenacidad de Florey, Chain y Heatley la que finalmente consiguió que la penicilina salvara vidas
Curiosamente el que descubrió la secuencia bacteriana que fue el origen de todo fue Francisco Martínez Mójica, investigador de la Universidad de Alicante, cuando trabajaba en unas bacterias tolerantes a la sal encontradas en las salinas de Santa Pola.
 Su nombre ha sido injustamente olvidado, entre otros por el comité del Premio Princesa de Asturias, que no le tuvo en cuenta cuando concedió el premio a las investigadoras Doudna y Charpentier.
No obstante, hay otros descubrimientos donde quien tuvo la idea en origen no ha sido tan injustamente relegado. 
Si preguntamos quién descubrió la penicilina, todos pensamos en Fleming, que debe ser una de las personas que más honores acumula en el mundo.
 Realmente su mérito fue hacer la primera observación de la acción antibacteriana del Penicillium notatum, algo que, siendo estrictos, ya había publicado el francés Eric Duchesne en 1896. 
Los primeros intentos de identificar el compuesto responsable fueron poco satisfactorios y Fleming abandonó el proyecto. 
Si la penicilina pudo salvar millones de vidas fue gracias a la tenacidad de Florey, Chain y Norman Heatley, a los que debemos la modificación de la molécula que la hizo estable y descubrimientos como que el hongo Penicillium chrysogenum produce 200 veces más penicilina que el notatum, haciendo posible su fabricación a gran escala.
La historia también ha olvidado al primer paciente tratado con penicilina. 
En septiembre del año 1940 el oficial de policía de Oxford Albert Alexander, de 48 años, se hizo un pequeño corte en la cara mientras arreglaba sus rosales.
 La herida se infectó y se extendió por todo el rostro. Florey y Chain decidieron probar con Alexander la nueva droga, algo que hoy no hubiera sido autorizado por ningún comité.
 Le pusieron cinco inyecciones, el paciente respondió y la infección remitió, pero se les acabó el suministro, ya que tenían que purificar y hacer la modificación química a mano a partir de cultivos de hongos, en un proceso largo y costoso.
 Llegaron incluso a tratar de recuperarla de la orina del paciente. Alexander finalmente murió, y la primera persona tratada con penicilina de forma efectiva fue Anne Miller, en marzo de 1942.
Florey y Chain compartieron Premio Nobel con Fleming, pero Heatley quedó fuera.
 Pocas calles y estatuas recuerdan hoy su gesta y todo el mérito se le ha atribuido a Fleming, justo lo contrario que ha pasado con Martínez Mójica. 
A tiempo estamos de reparar el error.

Siempre la otra mirada

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El 15 de mayo de 1964 en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid, se inauguró la estatua que los matadores le dedicaron a Alexander Fleming cuya leyenda reza: “Al doctor Fleming en agradecimiento de los toreros”. 
El gremio de los diestros supo reconocer las numerosas vidas que la penicilina salvaba.
 No deja de ser un poco injusto que el monumento olvide el trabajo de Florey, Chain y Heatley, que fueron los que consiguieron que la penicilina fuera un fármaco útil. 
Fleming hizo la primera observación y nadie resta mérito a tal acción porque si él tiene un Premio Nobel es porque supo ver en las placas contaminadas cosas que otros investigadores no consiguen nunca.


1 oct 2016

Los discretos nietos de la duquesa....................................................................... Mábel Galaz

La nueva generación de los Alba ha heredado muchas cosas del peculiar carácter de Cayetana. Hoy Liria acoge la boda de Luis.

Fernando y Jacobo, en el centro, dos de los nueve nietos de la duquesa de Alba. CORDON PRESS
Cayetano Martínez de Irujo, el menor de los hijos varones de la duquesa de Alba, lo dijo en vida de su madre: 
 “Está haciendo con sus nietos lo que no hizo con nosotros”. Se refería a que la aristócrata compartió mucho tiempo con ellos e incentivó sus aficiones.
 Los nueve nietos de Cayetana conservan algunos de los rasgos de su peculiar carácter aunque no su trato con la prensa.
 Ellos prefieren mantenerse al margen de la curiosidad pero el peso de su apellido les lleva a escena conforme pasan los años.

Hoy todos están citados en el palacio de Liria de Madrid, la gran posesión de los Alba, que acoge la boda de uno de ellos.
 Se casa Luis Martínez de Irujo y Hohenlohe, nacido del matrimonio de Alfonso, el segundo hijo de la duquesa, con María de Hohenlohe, de la que está separado. 
Luis es el mayor de los dos hijos de la pareja. 
Tiene 38 años, dos más que su hermano Javier —quien hizo por primera vez bisabuela a la aristócrata—.
El novio, licenciado en Derecho, tras vivir en Londres trabajando en la empresa de inversiones GLG Partners acaba de regresar a España para desarrollar su carrera profesional.
 Su carácter discreto le llevó a intentar pasar inadvertido en el entierro de su abuela, aún así fue fotografiado con su primo Fernando, el nuevo duque de Huéscar, llamado a ser algún día duque de Alba.
 Luis se casa con Adriana Marín, una licenciada en Historia del Arte, en una boda discreta pero llena de apellidos con historia.
En numerosas ocasiones, Brianda ha ejercido de modelo de sus propios diseños y también ha actuado como dj.
Los gemelos de Cayetano Martínez de Irujo han heredado de su padre su afición por el deporte y en especial por la hípica. 
Ambos fueron los que más relación tuvieron con la duquesa de Alba, también Cayetana, la más mediática de la familia. 
Tana es la hija de Eugenia Martínez de Irujo y del torero Francisco Rivera Ordóñez.
 A la joven le gusta relacionarse con personajes famosos y es habitual verla con su padre en festejos taurinos.
 Ha sido portada ya de varias revistas pero al ser menor de edad su identidad todavía se preserva, si bien está llamada a ser un gran personaje de la prensa del corazón.



 

Pues eso al final la vida no sigue igual........................

Pedro Sánchez dimite como secretario general del PSOE

Y los viejos del PSOE todos contentos y Susanita tb porque ahora el ratón es para ella.