Tokubei, el empleado de un comercio de soja, y su amante, la
cortesana O-Hatsu se suicidaron juntos el bosque de Tenjin. Corría el
año 1703.
Este final trágico de un amor imposible fue convertido
inmediatamente en argumento teatral por el escritor Chikamatsu
Monzaemon, un dramaturgo que siempre se inspiraba en la realidad social y
que es considerado el Shakespeare japonés por su habilidad literaria y
su dominio para retratar sentimientos y pasiones.
Pero ese retrato no lo expresaban humanos, sino marionetas.
Un leve
gesto, un pestañeo, un movimiento sutil o desesperado, una atmósfera
embriagante o tensa…
Todo lo podían expresar unos muñecos, por obra y
gracia de unos manipuladores vestidos de negro (
kuroko) y una
música que subrayaba la intensidad de la trama.
Era la magia del
bunraku, el teatro de marionetas japonés que ahora, en el siglo XXI, ha
sido recuperada por un creador contemporáneo,
Hiroshi Sugimoto.
Su adaptación de
Sonezaki Shinju (Los amantes suicidas de Sonezaki), con elementos audiovisuales, narración y música en directo, podrá verse en Madrid, en el
Teatro Español, la próxima semana.
Fue tal el impacto popular en Japón de
Los amantes suicidas de Sonezaki que la obra fue prohibida en 1732 (no se levantaría la prohibición hasta ¡1955!). Las autoridades del siglo XVIII (el
shogunato
Tokugawa) estaban alarmadas por los casos que sucedían de jóvenes que
acababan sus vidas para emular a los protagonistas de esa doble muerte,
esos amantes que buscaban hacer realidad su unión imposible entre los
humanos entrando en el más allá, en el divino paraíso de la
Tierra Pura.
“Me interesa esa fuerza del eros y la muerte. La mayoría del teatro
de marionetas es para público infantil. El bunraku es para público
adulto”, advierte Sugimoto, que “estaría dispuesto a convertir en obra
de bunraku la tragedia de
Romeo y Julieta”. Siglos después del
impactante bunraku de los amantes imposibles, también sobrevuela el
fantasma del suicidio en la sociedad japonesa
. Pero Sugimoto es positivo
y cree en el exorcismo de los problemas existenciales a través del
arte: “Es una herramienta para aliviar problemas, para desatascar
mentes”. Confía asimismo en la revisión de hallazgos artísticos del
pasado: “La riqueza cultural tiene que ver mucho con lo vivido.
Volver a
lo clásico puede ser muy contemporáneo”. Japón, que atesora sus
manifestaciones artísticas de hace siglos, vivió un período de
aislamiento entre el XVII y el XIX
. En ese cierre prosperaron géneros
teatrales como el kabuki, el noh o el bunraku. “Hubo un enriquecimiento
cultural único”, afirma Sugimoto, a quien intriga “qué habría pasado si
ese cierre no hubiera sucedido, ¿una modernización al tiempo que Europa o
América?”.
El fotógrafo (Tokio, 1948), que reside entre Japón y Estados Unidos, ha labrado un prestigio internacional como
artista visual contemporáneo (expone actualmente en
Arles
y el mes próximo en París) es un apasionado de las formas escénicas
japonesas antiguas y se ha convertido en un mecenas entusiasta del
bunraku. “Hay ciertos formatos de arte que necesitan apoyos para poder
sobrevivir. Yo he decidido invertir mis ganancias en este teatro tan
valioso”, dice.
Y no solo se ha volcado en la recuperación del argumento
de
Sonezaki Shinju (ha rescatado un guion original y completo
de Chikamatsu), también ha propiciado la restauración de las marionetas
.
A un personaje cuya cara se hizo nueva se aprovechó para dotarle de
“rasgos de persona inteligente y atractiva”, en vez de la apariencia de
hombre tosco de antes.
Y otro cambio importante de perspectiva:
“En la
historia antigua Tokubei le pide a O-Hatsu morir juntos por amor. Ahora
es ella quien le incita a él”. Esta modificación del director Sugimoto
enlaza con su idea de que “en Japón las mujeres son más fuertes que los
hombres, muchos de ellos asexuales
. Ellos son herbívoros (
shoshokukei) y ellas carnívoras”, ironiza.
Y como su entendimiento del bunraku es “similar al de una ópera”,
Sugimoto ha cuidado la escena, la naturalidad de la luz (“quiero recrear
las representaciones antes de que hubiera luz eléctrica”), la preciosa
indumentaria de las marionetas, la narración (hay tres recitadores) y la
música, esta con ayuda del famoso compositor e instrumentista de
shamisen
Seiji Tsurusawa (nombrado en Japón “Tesoro Nacional Viviente”). Para
imprimir un nuevo ritmo (la obra dura dos horas y no cuatro como en los
primitivos espectáculos), ha trabajado con un coreógrafo y en el acto
que hace referencia a la diosa budista Kannon, incentiva la atmósfera
con proyecciones de
Tabaimo,
una de las artistas visuales japonesas más vanguardistas
. El alma del
bunraku la insufla el experto marionetista Kiritake Kanjuro
. Para mover
seis personajes protagonistas y cuatro secundarios, en la primera parte
hay una persona (como en el viejo bunraku) y luego tres.
El estreno en España de
Los amantes suicidas de Sonezaki (Sonezaki Shinju), avalado por la
Fundación Japón, es la primera escala de una gira europea que incluye en octubre
Roma y París.
El espectáculo (que fue estrenado en Yokohama en 2011, auspiciado por la
Odawara Art Foundation)
recalará luego en Tokio y Osaka, y esta ciudad supone una presencia
importante para Sugimoto, pues allí se cimentó el teatro de marionetas
bunraku (
Ningyo Joruri Bunraku), declarado por la Unesco como “Obra maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad”.
Es la segunda vez que el Teatro Español de Madrid aloja un
espectáculo de bunraku. También con el maestro marionista Kiritake
Kanjuro, en 2005 se presentaron dos obras,
El amor pasional y Milagro en el templo de Tsubosaka Kannon
. En esta ocasión, a la representación de
Los amantes suicidas de Sonezaki,
el 27 y el 28 de septiembre próximos, acompaña una conferencia y una
charla demostración sobre el manejo de marionetas al estilo japonés.