Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 jul 2013

Nubes en La Noche.................de Jose carlos Cataño

Nubes en la noche

Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.

Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.

Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado.

De "A las islas vacías", 1997

Nos Obligaron a Olvidar...........................De Jose Carlos Cataño

Nos obligaron a olvidar...

Nos obligaron a olvidar
Dónde estábamos
Tan sólo dónde estábamos.

¿Es mi patria la lengua?
¿Habita
En la ciudad que ya no existe?

En la memoria,
Silencio de un cielo sin despedidas.
Al pie de otro volcán,
¿Hay patria que cantar?

Trazamos
El color de la sombra
De los cuerpos ausentes y nombramos
Lo que la aviva
Con los restos de los borrados
En la lengua de sus verdugos.
De "En tregua", 2001
 

... y San Luis Buñuel subió a los altares..................Carlos Saura

Hoy se cumplen 30 años de la muerte del director de películas como ‘Un perro andaluz’, ‘Viridiana’ o ‘Él’. Carlos Saura firma una aproximación muy personal a la dimensión humana y artística de un grande del séptimo arte.

Luis Buñuel y Carlos Saura en Cuenca en 1960. En segundo plano, Antonio Saura, hermano del cineasta. / reproducción del libro 'saura x saura'

Cuando en 1960 conocí personalmente a Luis Buñuel, en el festival de Cannes, me di cuenta de que el ciclón de la Guerra Civil que quebró ilusiones y asesinó a algunos de sus mejores retoños no pudo con algunos poderosos árboles que hendían sus raíces en las entrañas de la tierra y que, al final de la contienda, como suele pasar a menudo, los perdedores habían ganado una guerra fratricida que dejó el suelo de España asolado y ensangrentado.
Ahora que el olvido de muchos, el alzhéimer de otros, la amenaza de la próstata y que los huesos que se derriten o anquilosan precipitan al olvido, convendría recordar que, como émulo y paisano de don Francisco de Goya y Lucientes, a Luis Buñuel Portolés le tocó vivir en el centro de un huracán que sacudió el mundo. Fue testigo de tres horribles guerras y sus secuelas: dos europeas —la última, saldada con más de 50 millones de muertos, una cifra que da vértigo y que pone en duda la inteligencia del ser humano—, la otra, una guerra próxima, la Guerra Civil española, que segó la vida de familiares y amigos.
No es de extrañar que siendo testigo de esa barbarie, Buñuel detestara la tecnología, a la que solía emparentar con la muerte y la destrucción, quizá olvidando que también esa tecnología, que al fin y al cabo no es más que ciencia y por tanto conocimiento, podía servir, también, para evitar el sufrimiento y ampliar nuestro conocimiento y saber.
En sus últimos años, como un monje ermitaño y medieval, añoraba la vida conventual y por eso se refugiaba para trabajar en México y en Madrid en lugares silenciosos y solitarios, quizá acompañado de ese “ruido de los pensamientos” que dijera San Juan de la Cruz.
“Si yo me muero ahora, pues nada, bien, ya he vivido lo suficiente, sería horrible ser inmortal”, decía a sus 70 años.
Pero compensaba esos retiros místicos con comidas regadas con vino blanco de Yepes y tinto de Rioja, y charlas con sus amigos, charlas interminables, maravillosas conversaciones de una persona que ha vivido con pasión una época de intensos cambios, convulsiones sociales, movimientos artísticos y descubrimientos científicos, que han marcado definitivamente este siglo.
En su despertar mañanero se miraba al espejo y se reconocía poniéndose una mano en el pabellón de la oreja y accionando el audífono se preguntaba:
 “Luis, ¿cómo estás hoy, por la mañana?”.
“Bien, bien, estoy bien”, respondía.
 En ese reconocimiento estaba implícita la sorpresa del alumbramiento de cada día.
“Esta noche he soñado con carnuzo, es un sueño recurrente, montones de carne, de sebo, de grasa...”. Leí en alguna parte que cuando nos despertamos rompemos la frágil telaraña de los sueños.
 Los sueños son evanescentes, y al igual que los recuerdos los manipulamos a nuestro antojo; quedan restos de imágenes, sensaciones, terrores ancestrales, miedo a la oscuridad, caídas en el vacío...
De sueños, pesadillas y alucinaciones sabía mucho don Luis.
En la oscuridad de la cueva, monoshombres de la odisea del espacio escrutan la negrura de los sueños: sueños eróticos imposibles, escaladas de poder, asesinos que pergeñan terribles crímenes en la oscuridad, pensamientos que anidan venganzas por las humillaciones sufridas... y también remansos de felicidad y placer; playas con sus palmerales y aguas transparentes, desiertos al amanecer, brumas nórdicas, bosques iluminados, y la esperanza en una vida mejor, el amanecer de un nuevo día, tal vez de un nuevo milenio... Dalí levanta la piel del mar Mediterráneo y debajo, sobre la arena, yacen Luis Buñuel y Federico García Lorca.
Luis Buñuel y sus compañeros de viaje: Lorca, poeta de Nueva York y de canciones populares acompañadas al piano; Bergamín, tan delgado y elegante, tan fino y educado, de palabra fácil y aguda. Julio Alejandro, Sender, Pitaluga, Picasso, Miró, Dalí, Pau Casals, León Felipe, Cernuda, Alberti, Villegas López, Carlos Velo, ¡y tantos otros de una generación inolvidable! ¡Qué contraste su vitalidad con nuestra generación de velatorio, desencantada y aburrida, de los años de posguerra!
Recuerdo una penosa proyección de Él, la película que Luis Buñuel dirigió en México, en donde críticos de campanillas del momento, y algunos amigos, dijeron inenarrables tonterías de esa obra maestra.
 Pero la vida es así, y como rectificar es de sabios, ahora “San Luis Buñuel” se entroniza en los altares de una cultura masificada.
 Muchos dirán que le conocieron bien —yo me adelanto para decir que solo conocí una pequeña parcela de su vida y la amistad que él me regaló—, y en este ágape dirán que tienen la clave de cómo era, cómo comía, cómo bebía, cómo pensaba...
Se nombrarán comisiones laudatorias, monumentos, panegíricos...
 Y Luis Buñuel, desde las alturas del cumplido centenario sonreirá, con esa sonrisa suya simpática, cazurra, aragonesa, y soltará alguno de sus temibles consejos amistosos
: “Carlos, si me dieran el Oscar, lo arrojaría indignado al suelo y me marcharía”. “No hagas nunca publicidad de tu película, eso está bien para los mediocres”.
“La Palma de Oro de Cannes, nada, nada, malo...
 El Premio Especial del Jurado, bueno, porque ese no depende de las intrigas
. Aunque a mí los premios, ya sabes: vanidad de vanidades...”. “La pasión es lo único que lo justifica todo, hasta el más horrible de los crímenes”.
 “Los católicos han inventado la confesión para poder controlar el último reducto de nuestra libertad: la imaginación; he tenido malos pensamientos, confesaba de chico, atormentado por las llamas del infierno”.
 “¿Qué pensamientos eran esos, hijo?”, me preguntaba el cura. “Mujeres desnudas, el sexo, me masturbaba”. “Bueno, aquí uno podía decir todo tipo de barbaridades, por ejemplo: que en mis pensamientos había matado a mi padre, que me acostaba con mi hermana... etcétera”.
La imaginación, como decía Goya, no tiene límites.

 


“¿Quién soy yo para criticar a los gais?”

Habla de la corrupción en el Vaticano, del papel de la mujer, de su relación con Benedicto XVI y de la actitud de la Iglesia ante las nuevas familias.

Francisco se despide desde la puerta del avión este domingo en Río de Janeiro. / A. Lacerda (EFE)

Media hora después de despegar de Río de Janeiro con destino a Roma, el papa Francisco se presenta ante los periodistas que lo acompañan en el vuelo papal –75 enviados especiales de 14 países-- para responder a cuantas cuestiones quieran plantearle.
 No hay preguntas pactadas ni líneas rojas. Durante una hora y 20 minutos, Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, responde con amabilidad y sin escurrir el bulto sobre los asuntos más peliagudos de la vida de la Iglesia mientras el Airbus A330 de Alitalia, con el código AZ4000 destinado a los vuelos papales, atraviesa una tormenta.
 De pie, Francisco habla de la corrupción en el banco del Vaticano, de la detención de monseñor Nunzio Scarano –“no ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda”--, de la necesidad de una teología de la mujer en la Iglesia, de los gais –“¿quién soy yo para criticarlos?”—y hasta de su relación con Joseph Ratzinger:
 “La última vez que hubo dos papas no se hablaban entre ellos, se peleaban para ver quién era el verdadero. Yo quiero mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa”.
Antes de pasar a las preguntas, Bergoglio confiesa que está “bastante cansado”, pero feliz de lo vivido en Río: “El corazón del pueblo brasileño es grande. Es un pueblo amable, que ama la fiesta, que hasta en el sufrimiento encuentra siempre un camino para hacer el bien.
 La alegría de los brasileños es contagiosa”.
Se refiere por propia iniciativa a los problemas de seguridad surgidos a su llegada a Río de Janeiro:
 “Se ha hablado de la seguridad por aquí y por allí.
No ha habido ni un incidente. Todo era espontáneo. Gracias a que tenía menos seguridad, he podido estar con la gente, abrazarles, saludarles, sin coches blindados.
 La seguridad es fiarse de un pueblo.
 Siempre hay el peligro de que un loco haga algo, pero la verdadera locura es poner un espacio blindado entre el obispo y el pueblo. Prefiero el riesgo a esa locura.
 La cercanía nos hace bien a todos”.
Pregunta. En estos cuatro meses de pontificado ha creado varias comisiones para reformar la Curia vaticana. ¿Qué tipo de reforma tiene en mente? ¿Contempla la posibilidad de suprimir el IOR, el llamado banco del Vaticano?
La parte económica pensaba tratarla el año que viene, porque no es lo más importante que hay que tocar. Sin embargo, la agenda se cambió debido a unas circunstancias que ustedes conocen [los escándalos en el banco del Vaticano], que son de dominio público y que había que enfrentar. Estas cosas suceden en el oficio de gobierno.”
Respuesta. Todo procede de dos vertientes. La primera es que estoy reformando aquello que los cardenales dijeron que se tenía que reformar durante las congregaciones generales [las reuniones preparatorias del cónclave].
 Yo me acuerdo que pedía muchas cosas, pensando que sería otro el que las tendría que hacer…
 La segunda vertiente es la oportunidad.
 La parte económica pensaba tratarla el año que viene, porque no es lo más importante que hay que tocar. Sin embargo, la agenda se cambió debido a unas circunstancias que ustedes conocen [los escándalos en el banco del Vaticano], que son de dominio público y que había que enfrentar
. Estas cosas suceden en el oficio de gobierno. Uno va por un lado pero le patean un golazo por la parte de allá y lo tiene que atajar, ¿no es cierto? La vida es así y eso es lo lindo de la vida.
 No sé cómo terminará el IOR. Algunos dicen que tal vez es mejor que sea un banco, otro que es mejor que sea un fondo de ayuda, otros dicen que hay que cerrarlo. Se escuchan estas voces. Yo no sé, me fío del trabajo de las personas que están trabajando en el asunto. En cualquier caso, las características del IOR -sea un banco, un fondo o lo que sea- deben de ser la transparencia y la honestidad.
P. Usted dijo que hay personas santas en la Curia y otras que no lo son tanto. ¿Ha encontrado resistencia a su deseo de cambiar las cosas en el Vaticano?
R. Yo no he visto resistencia.
 Aunque es verdad que todavía no he hecho tantas cosas. Lo que sí he encontrado es ayuda y gente leal. Por ejemplo, a mí me gusta cuando una persona me dice: 'Yo no estoy de acuerdo', y esto lo he encontrado. 'Yo esto no lo veo, no estoy de acuerdo, yo se lo digo y luego haga lo que quiera': alguien que te dice eso es un verdadero colaborador, y eso lo he encontrado.
 Pero esos que te dicen: 'Ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito', y luego dicen lo contrario en otra parte, todavía no me he dado cuenta.
 Quizás hay alguno, pero no me he dado cuenta de estas resistencias.
 En cuatro meses no se pueden encontrar muchas.
 En cuanto a si hay santos… Hay santos de verdad. Cardenales, sacerdotes, obispos, monjas, laicos… Es gente que reza, que trabaja mucho y que también va, a escondidas, al encuentro de los pobres…
 Aunque también hay alguno que no es tan santo. Y esos son los que hacen más ruido.
Ya sabéis que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
 Y me duelen esas cosas. Hay algunos que dan escándalo. Tenemos este monseñor en prisión [Nunzio Scarano, acusado de manejar grandes cantidades de dinero negro], y no ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda… No era un santo. Son escándalos y hacen daño.
P. Usted no ha hablado todavía sobre el aborto ni sobre el matrimonio ente personas del mismo sexo. En Brasil se ha aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y otra que contempla los matrimonios entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre eso?
R. La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso, como tampoco hable sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos.
 Además los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.
P. ¿Pero cuál es su postura en esos temas?
R. La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.
P. Cuando se ha reunido con los jóvenes argentinos, les ha dicho que a veces se siente enjaulado. ¿A qué se refería exactamente?
R. ¿Usted sabe la de veces que he tenido ganas de pasear por las calles de Roma? Porque a mi me gusta andar por las calles, me gustaba tanto y en ese sentido me siento un poco enjaulado.
 Pero debo decir que los de la Gendarmería vaticana son buenos, son realmente buenos y yo les estoy agradecido.
Ahora me dejan hacer algunas cuantas cosas más, pero es su deber garantizar la seguridad.
 Enjaulado en ese sentido, de que a mi me gusta andar por la calle, pero entiendo que no es posible, lo entiendo. Lo dije en ese sentido.
 Porque, como decimos en Buenos Aires, yo era un cura callejero. Por cierto, creo que es hora de servir la cena, ¿no tenéis hambre?
P. No. ¿Está usted cansado?
R. No estoy casado, yo soy single [risas].
P. ¿Cómo debe ser participación de las mujeres en la Iglesia? ¿Qué piensa de la ordenación de las mujeres?
R. Como dije a los obispos, sobre la participación de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a las mujeres monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista…
Tiene que haber algo más, hay que hacer una profunda Teología de la Mujer. En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no.
Lo dijo Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva.
 Esa puerta está cerrada. Pero sobre esto quiero decirles algo: la Virgen María era más importante que los apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los sacerdotes.
 La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor.
 Creo que falta una explicitación teológica sobre esto.
P. En cuanto al acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar, ¿existe la posibilidad de que algo cambie en la disciplina de la Iglesia y que estos sacramentos sean una ocasión de acercar a estas personas y no una barrera?
R. La Iglesia es madre, debe ir a curar a los heridos con misericordia.
 Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa.
 Primero de todo, curar a los heridos.
 La Iglesia es mamá. Debe ir en este camino de la misericordia, encontrar una misericordia para todos. Pienso que cuando el hijo pródigo volvió a casa, el papá no le dijo “¿quién sos? qué hiciste con el dinero”. No, hizo una fiesta
. Quizás luego, cuando el hijo quiso hablar, habló. Pero el padre no sólo esperó, fue a encontrarlo.
Esto es misericordia, esto es kairos.
 En cuanto el problema de la comunión a las personas en segunda unión --porque los divorciados sí pueden hacer la comunión--, creo que esto es necesario mirarlo en la totalidad de la pastoral matrimonial.
P. ¿Cuál es su relación con Benedicto XVI? ¿Tienen contactos frecuentes? ¿Le ayuda?
R. La última vez que hubo dos papas o tres papas no se hablaban entre ellos, se estaban peleando a ver quién era el verdadero. Tres llegaron a haber durante el Cisma de Occidente. Hay algo que califica mi relación con Benedicto: yo lo quiero mucho.
Siempre lo quise mucho, para mí es un hombre de Dios, es un hombre humilde, que reza. Yo fui muy feliz cuando fue electo Papa. También cuando él renunció para mí fue un ejemplo de un grande, un hombre de Dios, un hombre de oración.
Él ahora vive en el Vaticano y algunos me dicen: “¿pero cómo se puede hacer esto, dos papas en el Vaticano, pero no te molesta, él no te hace la revolución en contra?”.
Todas esas cosas que dicen, ¿no? Pero yo encontré una frase para esto: es como tener al abuelo en casa, pero el abuelo sabio. En una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. El es un hombre de una prudencia exquisita, no se mete.
Yo lo digo muchas veces: “santidad, haga su vida, venga con nosotros”.
 Para mí, es como tener el abuelo en casa, es mi papá.
Si yo tuviera una dificultad o tengo algo que no he entendido, puedo llamarlo.
 Y cuando fui para hablar de ese problema grande de Vatileaks él me lo contó todo con simplicidad. Además, no sé si saben, pero cuando nos habló en el discurso de despedida, el 28 de febrero, dijo: “entre ustedes está el próximo Papa y yo prometo obediencia”. Es un grande.
Yo quiero mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa. Pero el abuelo sabio. En una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado”
P. ¿Se asustó cuando vio el informe Vatileaks?
R. No.
 Les voy a contar una anécdota sobre el informe Vatileaks. Cuando fui a ver al papa Benedicto después de mi elección, tras rezar en la capilla [de Castel Gandolfo] nos reunimos en el estudio y había una caja grande y un sobre.
 Benedicto me dijo: en esta caja grande están todas las declaraciones que han prestado los testigos.
 Y el resumen y las conclusiones finales están en este sobre. Y aquí se dice tal tal tal… ¡Lo tenía todo en la cabeza! Pero no, no me he asustado. Es un problema grande, pero no me he asustado.
P. La historia de monseñor Battista Ricca [nombrado por el Papa para controlar el banco del Vaticano y en el centro de una polémica por un supuesto pasado de escándalos sexuales] ha dado la vuelta al mundo. ¿Queríamos saber cómo va afrontar este asunto y todos los relacionados con el supuesto lobby gay en el Vaticano?
R. Con respecto a monseñor Ricca, he hecho lo que el derecho canónico manda hacer, que es una investigación previa.
Y esta investigación no se corresponde con lo que se ha publicado. No hemos encontrado nada. Pero yo querría añadir una cosa sobre esto.
 Yo pienso que muchas veces en la Iglesia --con relación a este caso o con otros--, se va a buscar los pecados de juventud. Y se publican.
No los delitos, los delitos son otra cosa.
Los abusos de menores son delitos. Me refiero a los pecados. Pero si una persona –laico, cura o monja— comete un pecado y luego se arrepiente, el Señor la perdona.
 Y cuando el Señor perdona, olvida.
 Y esto para nuestra vida es importante. Cuando confesamos, el señor perdona y olvida. Y nosotros no tenemos derecho a no olvidar. Luego usted hablaba del lobby gay. Se escribe mucho del lobby gay.
 Todavía no me he encontrado con ninguno que me dé el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser una persona gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno.
 Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella.
Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos
. El problema es hacer un lobby. De esta tendencia o el lobby de los avaros, de los políticos, de los masones... Tantos lobbys… Este el problema más grande.
Después de responder a esta cuestión, sin duda la más complicada, la última después de una hora y 20 minutos de conversación, Jorge Bergoglio mira a la periodista que lo ha puesto en el brete y le dice con una amplia sonrisa:
 “Le agradezco tanto que me haya hecho esta pregunta. Muchas gracias. Gracias a todos”.