Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 nov 2012

El Placer de La lectura

La liebre con ojos de ámbar - Edmund de Waal


Seguramente les parecerá prosaica la comparación, pero esta humilde y a la par excelsa obra me recordó -una vez asimilé su propósito- la sugerente escena del largometraje de 1960 La Máquina del Tiempo, donde el protagonista desde su asiento a bordo del artefacto observaba asombrado como todo mutaba continuamente, flora, fauna, clima, tiendas, edificios, etc, permaneciendo inalterado solo el ámbito donde se encontraba él. 
Con una idea similar Edmund de Waal, un ceramista de prestigio que no había creado literariamente algo semejante antes, elige su propia máquina del tiempo, una vitrina con una colección de netsuke* japoneses que han pasado de mano en mano en su familia, de ciudad en ciudad y de siglo en siglo siendo testigos desde su estatismo de los grandes acontecimientos de tres centurias. LEER MÁS

París, Viena, Tokio, Odessa y Londres son geográficamente las localizaciones de esta obra en la que De Waal parece retratar a su familia, los Ephrussi, judíos de origen ruso, cuyo patriarca decidió que se extendieran por toda Europa a finales del siglo XIX.
 Charles viaja a París en donde el arte japonés comienza a importarse causando un fuerte impacto en los coleccionistas.
 Él, decide traerse una vitrina llena de netsuke, más de doscientos sesenta.
 La vida de Charles aparece reflejada en detalle flotando sobre las vicisitudes finiseculares de un París floreciente.
Emmy, casada con Víktor Ephrussi en Viena recibirá como regalo de boda la vitrina procedente de París y con ella vivirá lo mejor y lo peor de la familia, el éxito de su esposo banquero, la magnífica casa de la Ringstrasse y los juegos con los netsuke de sus hijos, pero también la Gran guerra, la crisis posterior y la terrible -sobre todo para una familia judía- Anschluss de Austria por parte de Hitler.

 Iggie, el hijo moderno de Emmy será el siguiente propietario de los netsuke y Tokio su destino.

La palabra nostalgia no aparece hasta después de doscientas páginas, cuidadosamente ocultada para no perturbar el buen orden que el autor ha querido dar a su relato.

 Su vacío se siente, se percibe en cada detalle que De Waal, un Ephussi actual y heredero de los netsuke, nos cuenta sobre ellos y sobre su familia.
La liebre con ojos de ámbar no es una novela, ni un ensayo, ni un documento o alegato.

 Es un objeto de arte que releer y revisitar continuamente, es una colección de imágenes que explican el mundo, es un terso viaje en el tiempo que intenta desentrañar el cambio de la edad moderna a la contemporánea con el oficio, la paciencia y la tenacidad que solo un artesano como él puede hacer.
 Es un nostálgico manifiesto que impacta por su suavidad.

Una obra que su lector nunca podrá olvidar y que vendrá a su memoria siempre que se hable de París, Viena o el arte japonés.
(*) Los netsuke son esculturas en miniatura que aparecieron en el s.XVI para satisfacer una necesidad práctica -como pasadores para sujetar el injo, la caja plana donde se llevaban los objetos para la vida cotidiana sujetos a la faja del kimono.Manufacturados en marfil o madera de boj sus artesanos se convirtieron en maestros dejando su impronta personal sobre cada uno de ellos.
Pepe Rodríguez

All you Need Is Love

Todos creíamos que solo necesitabamos Amor, amor durdero, de sueños y proyectos, y eso lo cantaron muy bien THE Beatles.Aunque elos como nosotros supieron que era solo una necesidad en nuestra vida.

All You Need Is Love (Live, Our World TV brodcast, 1967, Summer Of Love)

El placer de ser tú Vicente Verdú

En los últimos 10 años, casi todo ha tendido a la desaparición, desde la física con la nanotecnología, desde la informática con los bitsy desde la moral con la sinvergonzonería.
 Pero lo que fue “sin” (sin cafeína, sin alcohol, sin azúcar, sin vergüenza) ha llegado a convertirse en cero: cero en calorías, cero en democracia y cero en realidad
. Lo real ha sido reemplazado por la invisibilidad y ha llegado el momento de una reacción genérica.
La vida no se desarrolla en las pantallas ni el corazón palpita bajo el orden digital.
 Todo el ejército de desempleados como efecto de la crisis y la sustitución del ordenador (“espíritu ordenador”) va dando la vuelta hacia una humanidad cuya cultura abomina de este sumidero donde pereceremos todos.
Lo que fue “sin” (sin cafeína, sin alcohol, sin azúcar, sin vergüenza) se ha hecho cero: cero en calorías, cero en democracia y cero en realidad
La Red está muy bien, la globalización parece un milagro pero la Humanidad echa de menos abrazar carnes, rehacerse en su labor de hacer cosas con las manos y entenderlas con el ruido del corazón.
Sin tanto rollo poético, esta viene a ser la tesis de Chris Anderson (The long tail) que acaba de publicar Makers. The long tail llamaba la atención sobre el hecho de que la facturación de mil editoriales pequeñas (tan bonitas en toda España) llegaba a alcanzar casi la cifra de los sellos gigantes.
¿Una follie? Pues no. La gente se complace con la edición esmerada.
 Ama el libro que parece elegido para él y compuesto con el mimo que lo mima.
De igual modo, Chris Anderson traslada esta “impresión” a las demás cosas. Su libro enseguida se hace simpático y convincente, convincente y simpático evocando el general deseo infantil de hacer cosas con las manos. Un muñeco de plastilina, una pelota de papel o un lego. Nada de máquinas inasequibles de por medio.
La materia recobra así su prestigio natural tras haberla perdido en el vértigo invisible del computador.
 No se trata, en fin, de volver atrás sino de progresar sin cerrar los ojos.
Toda afición a tejer, modular, construir o crear, propia de los seres humanos, se traduce hoy, cada vez más y como reacción placentera, en las conductas de los emprendedores.
Estos makers componen ya una sociedad de millones en Estados Unidos y pueden ser parte de los 60.000 nuevos empresarios autónomos españoles que nacieron en los últimos meses.
La Red les ayuda a idear novedades y a difundirlas.
 La Red les ayuda en la financiación de sus proyectos gracias a otros emprendedores y la Red les impulsa a mejorar sus productos mediante un “código abierto” a la muchedumbre. Porque ya no se trata de ser un genio único y morir herido por la proeza.
 El futuro será colectivo o no será.
Los puestos de trabajo que se pierden en la industria no los absorbe ya la agricultura reducida ni la electrónica productiva sino otra industria nacida de múltiples y pequeños emprendedores.
 Aquellos que mejoran el sillín de la mountain bike, los que procuran zanahorias de Zaire, los que venden zapatillas ergonómicas y perfumadas o, como ya se ve, nos ofrecen clementinas, jamones exquisitos o películas que nunca podríamos encontrar en El Corte Inglés.
Son aquellos emprendedores que nos tratan como particulares y escogen aquellos productos que nos harían especialmente felices.
Esta cultura de la oferta que pareció selectiva e individualista en los noventa ha cambiado para ser barata, perfectiva y humanista.
No vende productos como Caprabo a bajo precio sino que oferta lo que jamás ofertará Caprabo. Esta nueva entrega de productor a consumidor, de la producción a la difusión obtiene, de un lado, el mayor provecho de la comunicación online y el posible gozo humano de una amorosa línea de consumo.
Hace casi 30 años dos profesores del MIT, Michael Piore y Charles Sabel, predijeron esta transición en The second industrial divide. Ahora estamos no solo divididos por el gusto sino truncados por esta Gran Crisis de mierda que nos lleva aglomerados al vertedero.
Pero ahí hay que ver —incluso— la salvación: el vertedero es ya el abono de unos brotes que el Gobierno horizontal no ve pero que la sociedad levanta, como crecientes jardines verticales, ante el acartonado rostro del Poder.