Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 oct 2012

Lluis Llach - L'estaca

Laetitia Casta, la nueva amante de Richard Gere

Laetitia Casta
Laetitia Casta es embajadora de L’Oréal Paris desde hace más de 10 años.
Foto: Álvaro Beamud Cortés

En el aeropuerto, donde estaremos a punto de tropezarnos con ella en el mismo avión hacia Venecia, los operarios todavía no la han olvidado. «Ha pasado Laetitia Casta hace un rato. A-lu-ci-nan-te», le dice uno a otro mientras revisa su última maleta con desgana antes del cambio de turno. Personajes más vanidosos sonreirían con la anécdota.
 No parece el caso de esta mujer ligeramente incómoda ante la lascivia que despiertan sus curvas, que a sus 34 años se ve a sí misma como una niña con las uñas llenas de barro que juega en un bosque cenagoso de la Córcega de su infancia. «Desde pequeña, la belleza no fue un parámetro para definirme.
 Nadie me habló nunca de eso. No me he construido a mí misma a partir de mi aspecto, sino de una cierta sensibilidad», sostiene en una estancia del último piso del Palazzo del Cinema, donde ha sido convocada como miembro del jurado del festival que cada septiembre se instala en el Lido veneciano. La prueba definitiva, quiere creer, de que la consideran algo más que una cara bonita
. Casta se levanta para cerrar la puerta de la estancia. «Odio las puertas abiertas», jura al regresar.
 Su belleza logró desatrancar algunas. Pero las del cine, selladas con cierre hermético, se le han resistido durante más de una década. Se observó su voluntad con recelo.
 La gran familia del cine francés la desdeñó como otra modelo convencida de poseer un gran talento interpretativo, invisible para todos salvo para ella. «No entendieron que no era un antojo, sino una verdadera pasión. Les ha costado un tiempo, pero en el fondo les doy las gracias.
 Me han obligado a ser más exigente conmigo misma y a enfrentarme a mi obcecación, a comprender que no se trataba de un simple capricho», asegura.

La recompensa le llega ahora por diversos frentes. Casta protagoniza lo nuevo de Richard Gere –un cuento moral sobre la avaricia capitalista titulado El fraude, que se estrena el 5 de octubre– y es solicitada por directores con pedigrí de autor, como el malasio Tsai Ming-liang o el francés Joann Sfar, que la convirtió en una sorprendente Brigitte Bardot en su biografía de Serge Gainsbourg.
 Fueron solo cuatro días de rodaje, pero su esforzada imitación de la dicción aniñada del mito resultó más que suficiente para fracturar los últimos prejuicios. La prensa francesa, que durante meses había afilado los cuchillos en la trastienda, se rindió por fin a sus encantos.

Ahora, cuando un formulario administrativo la interroga sobre su profesión, Laetitia Casta escribe «Actriz». «De hecho, siempre me he considerado actriz, incluso cuando solo era modelo», corrige. Sintió su primer «chute de adrenalina» a los 12 años, tras una función escolar, cuando descubrió que poseía «una fibra artística que nadie había tomado en cuenta».
 Desde entonces, supo que dedicaría su vida a interpretar personajes. «La diferencia es que en la moda es más difícil.
 La moda es como hacer una película muda. Requiere un trabajo interior. En el fondo, el cine me resulta más fácil. Está menos inscrito en la pasividad». Una palabra que detesta. No reniega de sus años como modelo, pero guarda de ellos un recuerdo agridulce. «Siempre he tenido un problema de legitimidad. También como modelo. Yo no podía hacer 20 desfiles al día como las demás. Me decían que era demasiado baja, que tenía unos dientes raros. Pero la frustración puede ser un motor. A mí me ha servido para trabajar duro.
 Todo me lo he ganado así», relata.
 Casta tampoco ha dado del todo la espalda a la moda y la belleza, como demuestra su campaña de la nueva fragancia de Dolce & Gabbana, donde explora un perfil de viuda siciliana que no le teníamos visto, mientras Mina aúlla Città vuota. «Un retorno a mis orígenes, ya que soy medio corsa», dice hoy. También sigue siendo una de las portavoces activas de L’Oréal Paris.
Laetitia Casta

Foto: Álvaro Beamud Cortés
Hija de un comercial de la isla y de una contable normanda, Laetitia fue descubierta en una playa mediterránea a los 15 años por un representante de la agencia parisina Madison, que revelaría a otras bellezas carnosas como Eva Herzigova y Olga Kurylenko.
 Al principio, sus padres se negaron a convertirla en carne de cañón para las fantasías sexuales de media sociedad occidental. Hasta que aceptaron que participara en sesiones fotográficas los fines de semana para no interrumpir una vida académica que hoy describe como poco brillante
. A los veintipocos posó para Victoria’s Secret, lo que la convirtió en icono al otro lado del Atlántico
. Deambuló por los platós de los late night shows respondiendo con monosílabos a las bromas lúbricas de sus presentadores. «Eres solo una niña», se lamentó David Letterman. «No, perdona, soy una mujer», le espetó ella.

De regreso a Francia, Yves Saint Laurent la convirtió en su musa y protegida. «Me enseñó lo que era la feminidad», reconoce hoy.
 El colofón fue ser elegida, como Catherine Deneuve y Bardot, como nuevo modelo para los bustos que representan a Marianne, símbolo de la República francesa, presente en todos los ayuntamientos del país.
 Lo consideró «un inmenso honor», pese a los problemas con la dimensión ejemplar del personaje. «Mi gran preocupación es que me encierren en una categoría
. Basta que me impongan algo para que haga todo lo contrario», asegura. «Para mí, una de las cosas que no se puede negociar es el lugar de la mujer. Cuanto más me intentan poseer, más me resisto. Se dice que una se realiza cuando tiene hijos.
Yo no lo creo.
 Y eso que tengo tres», dice sobre Sahteene, Orlando y Athena.
 Los dos últimos, hijos de su actual pareja, el actor italiano Stefano Accorsi. «Lo digo sin ser feminista, sin reivindicar nada. Pero no es lo que más me ha llenado como persona. Todos tenemos que alimentarnos de otras cosas, reflexionar, perdernos y soñar».

Hace unos meses, Casta decidió comprar la mansión de Córcega que su abuela limpiaba de rodillas cuando era pequeña.
 A los seis años, como un personaje de Scott Fitzgerald, se dijo que un día esa casa sería suya. «No lo he hecho por vengarme de mi destino, pero sí por una voluntad de ruptura con las vidas que han vivido las mujeres de mi familia. Mi abuela, que es una mujer de una gran inteligencia, tuvo que abandonar sus estudios para cuidar de su hermano.
Mi madre ni siquiera los empezó.
 Desde muy pequeña me he sublevado ante el lado sumiso de la mujer», explica. «Mi empeño: no tener que bajar nunca la cabeza».
Si el feminismo no era esto, se le debe de parecer bastante.

La vida en rosa

Adorado y despreciado a partes iguales, el rosa es uno de los colores de este otoño-invierno. ¿Estás a favor o en contra?.

A nadie se le ocurriría acusar a Jil Sander o Céline de hacer ropa cursi. Y eso que para otoño-invierno estas dos firmas de sensibilidad minimalista proponen vestidos, abrigos o pantalones rosas, un color al que se le suele calificar de almibarado. Hay pocos tonos cuya carga simbólica provoque tanto temblor de rodillas o tanto rechazo.
Las reacciones más extremas suelen venir de las mujeres, curioso para una tono que representa la feminidad. Según un estudio de la universidad de Harvard, la tonalidad provoca una respuesta negativa a gran cantidad mujeres por considerarlo una referencia de género obvia.
No fue un color identificado con lo femenino hasta el siglo XX (antes las niñas vestían de azul claro y los niños de rosa) y en algo más de un siglo sus detractores lo señalan como la insignia una feminidad estereotipada y dócil.
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Céline
Foto: Imaxtree
Las gemelas británicas Emma y Abbi Moore, fundadoras de la agrupación Pink Stinks (El rosa apesta, en inglés) son de esta opinión. Madres de dos niños y dos niñas respectivamente, quieren combatir lo que consideran una dañina separación de géneros de artículos para niños. Hacen campaña contra la la división en comercios de los juguetes por género o la reciente proliferación de artículos rosas y con referencias facilonas a princesas. En definitiva, la “rosificación” de la infancia que consideran proyecta una imagen unidimensional de las mujeres.
“A mí me encanta el rosa para las niñas, pero el pastel. Ami hija no la veo con fucsias de niñas suecas”, comenta la autora del blog El armario de Lula “Ella tan contenta con vestidos de niña antigua. Mi hija vestida de infantita está igual de encantada que cuando va de Batman. Intentar que las niñas no lleven rosa es imposible. A mí me gusta que vayan de ese color, pero si no me gustara, tendría que haberme comido con patatas toda la ropa rosa que le han regalado. Eso es algo que las madres tenemos que aceptar”
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Look de esta temporada de Elisa Palomino
Foto: Elisa Palomino
Otra de sus abanderadas es la diseñadora Elisa Palomino. “Te pone de buen humor desde por la mañana”, explica la española afincada en Londres. “Al levantarme me visto con un kimono rosa y mi cuarto de baño es completamente fucsia”. Su afición llega hasta tal punto que en ocasiones lleva look total fucsia, con vestido de chiffon o terciopelo, flor en el pelo y abrigo de pelo incluidos. “Es el color del amor incondicional, el que equilibra el chakra del corazón, es positivo y muy favorecedor” Para evitar el ‘efecto melindre’ Elisa recomienda optar por el fucsia y “exagerarlo al 100%”.
Como influyentes grandes damas del rosa la diseñadora señala Barbara Cartland que escribía sus novelas en un despacho fucsia, Elsa Schiaparelli que creó el tono Shoking Pink y Natalie Gibson, directora del departamento de moda y textiles de la escuela Central Saint Martin’s.
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Céline
Foto: Imaxtree
Frente a la mala reputación no viene mal recordar que es un color lleno de matices y su gama es muy amplia. Puede ser exquisitamente romántico, sofisticado como damas de la alta sociedad en Oscar de la Renta o Dior y a la vez apelar al sex appeal retro e inocente de las pin ups. Permite el estilo con un guiño, eso que tan bien suele hacer Miu Miu y embellece con sol de mediodía o la luz de las velas.
El pelo teñido de rosa está más demandado que nunca y profesionales de la moda como Ines de la Fressange y la redactora del Vogue Plum Sykes lo adoran tanto que pintan las paredes de su casa de ese tono.
Últimamente Kate Moss y Letizia lo llevan combinado con negro, como para no pasarse con el azúcar. Sin embargo, es complicado dar consejos sobre cómo llevar el rosa.
 Porque no es lo mismo el chicle que el chic parisién de Ladurée, la sutileza de las rosas de té que el magenta vivo de las telas indias, la delicadeza de unas zapatillas de ballet que el glamour ensoñador de un vestido de satén años 30. Y es que no todo el rosa es el para la barbie.

 

¡Anne Hathaway se ha casado!

INFPhoto.com
Anne Hathaway, actriz de El diablo viste de Prada, se ha casado vestida de Valentino y lo ha hecho a lo grande.
 La estrella de Hollywood de 29 años ha dado el quiero este pasado sábado a Adam Shulman de 31, con el que mantiene una relación sentimental desde hace cuatro años, en una residencia privada en la zona de Big Sur situada en la costa californiana, según ha confirmado la revista People. Más de 150 invitados han disfrutado del festejo que dio comienzo el viernes con una cena en el hotel Ventana Inn and Spa, bajo fuertes medidas de seguridad.
En un escenario inspirado en la naturaleza, la pareja prometida desde el pasado mes de noviembre, se ha unido en matrimonio.
 "Estoy totalmente enamorada de él, Adam ha acabado con todos los planes que tenía", aseguró la actriz en el estreno de Les Misérables el año pasado.
 "Realmente buscaba tener un poco de tiempo para mí misma, y de repente me enamoró como una loca", añadió.
Hathaway y Shulman, también actor y diseñador de joyas, celebraron su compromiso en una fiesta a la que acudieron 125 invitados, entre ellos varios familiares, en la ciudad de Nueva York, "algunos miembros de la familia se conocieron por primera vez en este evento", aseguró la actriz.
En 2008 después de que su novio Rafaello Follieri, con el que estuvo cuatro años, fuera arrestado por fraude, en noviembre de ese mismo año, la actriz empezó a salir con Shulman. "Desde el primer momento nos llevamos muy bien, aunque tardamos un poco en decidir dar el siguiente paso y empezar a salir juntos", explicó Hathaway entonces.
La pareja siempre ha llevado una vida normal sin grandes ostentaciones.
 "Hacemos lo que todo el mundo, invitamos a amigos a casa y salimos por ahí a tomar algo. Es tan maravilloso. Es todo lo que esperas de una pareja. Tan solo con su presencia me hace feliz", aseguró la actriz al mismo medio.
Hathaway dio el salto a la fama de la mano de Disney y el éxito en taquilla Princesa por Sorpresa, película que además contó con una secuela. Su imagen de fantasía se mantuvo hasta que se atrevió a interpretar a la mujer de un vaquero gay en la oscarizada película Brokeback Mountain.
Tras esta interpretación y de compartir pantalla con la veterana Meryl Streep en el Diablo viste de Prada, en 2007, esta morena de ojos marrones, fue nombrada una de las mujeres más bellas del mundo. Fue nominada al Oscar a la mejor actriz por su interpretación de una drogadicta recuperada en el filme La Boda de Rachel.