Adorado y despreciado a partes iguales, el rosa es uno de los colores de este otoño-invierno. ¿Estás a favor o en contra?.
A nadie se le ocurriría acusar a Jil Sander o Céline de hacer ropa cursi. Y eso que para otoño-invierno estas dos firmas de sensibilidad minimalista proponen vestidos, abrigos o pantalones rosas, un color al que se le suele calificar de almibarado. Hay pocos tonos cuya carga simbólica provoque tanto temblor de rodillas o tanto rechazo.Las reacciones más extremas suelen venir de las mujeres, curioso para una tono que representa la feminidad. Según un estudio de la universidad de Harvard, la tonalidad provoca una respuesta negativa a gran cantidad mujeres por considerarlo una referencia de género obvia.
No fue un color identificado con lo femenino hasta el siglo XX (antes las niñas vestían de azul claro y los niños de rosa) y en algo más de un siglo sus detractores lo señalan como la insignia una feminidad estereotipada y dócil.
“A mí me encanta el rosa para las niñas, pero el pastel. Ami hija no la veo con fucsias de niñas suecas”, comenta la autora del blog El armario de Lula “Ella tan contenta con vestidos de niña antigua. Mi hija vestida de infantita está igual de encantada que cuando va de Batman. Intentar que las niñas no lleven rosa es imposible. A mí me gusta que vayan de ese color, pero si no me gustara, tendría que haberme comido con patatas toda la ropa rosa que le han regalado. Eso es algo que las madres tenemos que aceptar”
Como influyentes grandes damas del rosa la diseñadora señala Barbara Cartland que escribía sus novelas en un despacho fucsia, Elsa Schiaparelli que creó el tono Shoking Pink y Natalie Gibson, directora del departamento de moda y textiles de la escuela Central Saint Martin’s.
El pelo teñido de rosa está más demandado que nunca y profesionales de la moda como Ines de la Fressange y la redactora del Vogue Plum Sykes lo adoran tanto que pintan las paredes de su casa de ese tono.
Últimamente Kate Moss y Letizia lo llevan combinado con negro, como para no pasarse con el azúcar. Sin embargo, es complicado dar consejos sobre cómo llevar el rosa.
Porque no es lo mismo el chicle que el chic parisién de Ladurée, la sutileza de las rosas de té que el magenta vivo de las telas indias, la delicadeza de unas zapatillas de ballet que el glamour ensoñador de un vestido de satén años 30. Y es que no todo el rosa es el para la barbie.
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