Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 may 2012

Mira

China Machado regresa ahora, a sus más de 80 años, al primer plano en portadas, campañas y documentales.

Su vida daría para una o quizá varias novelas.
 Pero China no necesita fabular. Trabaja en unas memorias. Siempre corrí tras la risa, se titula:
 “Es algo nostálgico, que hace referencia a la familia de mi madre, a las reuniones en casa de mi abuela, con esa cocina enorme, llena de gente comiendo y riendo, un ambiente muy distinto del que había en casa de mi padre
. Quiero escribir algo que inspire.
 Yo venía de un mundo extravagante incluso en Shanghái, como del siglo XIX con plantaciones.
Debía de tener algo dentro de mí que hizo que las cosas funcionaran”, dice sentada una tarde de principios de abril en un sofá del hotel Carlton de Manhattan. “Mi agente me anima a que el libro trate de mi vida como modelo. ¡Pero hay cientos de modelos y lo cierto es que en América solo trabajé en esto durante tres años! En exclusiva para Avedon, es cierto”, reconoce.
Nunca piensas en ti misma como exótica, te ves distinta pero eso es todo. Tampoco es para montar un revuelo
China viste una levita con estampado de leopardo en marrón y negro, pantalones y sandalias.
Esbelta, con melena negra rizada, ojos rasgados y almendrados a un tiempo, y unos pómulos suaves que dan a su rostro forma de corazón, mantiene intacto su magnético atractivo
. Diane Vreeland la apodaba huesos de oro y Richard Avedon dijo que era probablemente la mujer más bella que había conocido
. “Nunca piensas en ti misma como exótica, te ves distinta, pero eso es todo. Tampoco es para montar un revuelo”, dice encogiéndose de hombros.
 Expresiva y dicharachera, gesticula, ríe con ganas y se quita cualquier importancia. Derrocha encanto.
 Su elegancia resulta sorprendentemente cálida y vital. Come un sándwich club y patatas fritas picantes, bromea y se fuma un curioso cigarrillo de plástico que lanza humo y con el que dice que desconcierta a los comensales de cualquier restaurante:
“Cuando me miran mal, hago esto”, dice pegándose el falso cigarrillo a la palma de su mano.
 “Llevo fumando 60 años”, confiesa. Y así la retrató Avedon, en una imagen mítica, donde a China se le adivina una sonrisa y, con el torso girado, alarga el índice lista a sacudir la ceniza de un cigarrillo.
Ejemplar de la revista ‘Harper’s Bazaar’ con dos de sus imágenes más icónicas tomadas por Avedon / Harper’s Bazaar
A sus más de 80 años acaba de arrancar un nuevo capítulo en su biografía, como dama it de Nueva York.
 En una comida en los Hamptons –donde tiene fijada su residencia con su esposo–, un amigo de su hija le propuso hacer un reportaje con fotos de Bruce Weber.
El pasado otoño fue una de las protagonistas de la campaña de los exclusivos almacenes Barneys, con estilismo de Carine Roitfeld.
 En enero presentó About face en Sundance, un proyecto dirigido por Timothy Greenfield-Sanders sobre la madurez de las grandes modelos –en el que además de China participan desde Isabella Rosellini hasta Jerry Hall–. Si en 1959 fue la primera modelo no caucásica que ocupó la portada de una revista de moda estadounidense, el año pasado volvió a romper otra norma no escrita de la moda, esta vez no referente a la raza sino a la edad, al firmar un contrato con la poderosa agencia IMG, que representa entre otras a Kate Moss y Gisele Bündchen.
 “Ella tiene esta increíble mezcla de elegancia y despreocupación.
 A lo mejor es la sofisticación de una era que no volverá. Lo que hacemos hoy en moda no está ni cerca de eso”, dice el maquillador estrella François Nars.
Convertirse en una solicitada modelo a los 80 años después de una pausa en su carrera de maniquí de casi cinco décadas es algo que encaja perfectamente en la excepcional vida de China. Noelie Dasouza Machado –su verdadero nombre–, nació en Shanghái en el seno de una acaudalada familia de banqueros y terratenientes con ascendencia portuguesa.
Su madre murió cuando ella tenía tres años.
En 1946 junto a su padre, su madrastra y sus hermanos se instaló en Buenos Aires.
“Lo perdimos todo, nos lo confiscaron.
Este vaso del que bebo, pues también nos lo quitaron”, dice. Hace dos años regresó por primera vez. “Me daba miedo ir, pero fue un viaje increíble.
El apartamento donde nos mudamos cuando la invasión de los japoneses seguía allí. La iglesia del colegio de Loreto, donde estudié, también, aunque el interior está lleno de oficinas.
 La ciudad hoy es impresionante, no tiene fin”, explica.
En 1959 fue la primera modelo no caucásica que ocupó la portada de una revista de moda estadounidense / Joe Fujiki
Entre Argentina y Perú pasó cinco años de su adolescencia. A los 19 trabajaba como azafata aérea, cuando en Lima se cruzó por su camino el hombre que le hizo cambiar el rumbo. Cuentan que Luis Miguel Dominguín cayó fascinado al verla en un restaurante. ¿Quién era la flaca muchacha de cabellos negros con un mechón blanco y ojos rasgados? Dos días después se la llevó con él. “Me fugué y caí en una vida que no imaginaba
. Empecé a conocer gente de la que solo había leído u oído hablar, que nunca pensé que trataría. No estaba preparada, era una chiquilla.
 Crecí pensando que me haría mayor, me casaría y tendría hijos, eso sería todo, no imaginaba que viajaría por todo el mundo y conocería a tanta gente”, asegura.
El apuesto matador era reverenciado allá donde fuera.
 La leyenda cuenta que ella le curó las heridas de una cogida en Venezuela. “Nunca había ido a los toros hasta entonces.
 De repente descubrí la emoción y la tradición. Y cuando una está enamorada, lo que hace tu pareja te parece lo más fabuloso del mundo.
 Entrábamos en un restaurante y se hacía el silencio, todo el mundo se ponía en pie y aplaudía. Era como estar con un dios”, recuerda.
 El torero la llevó después a España donde se sintió condenada al ostracismo
. Aún le cuesta hablar de ello. No conocía a nadie. Tuvo una gélida acogida.
“Fue muy duro, no les gustaba. Corrían los años cincuenta, la España de entonces era tremenda. Pero no me arrepiento, fue una experiencia, el primer gran amor de mi vida”, dice
. Al final Dominguín marchó con Ava Gardner.

China Machado, la dama exótica

Hija de banqueros portugueses, nacida en Shanghái y exiliada a Argentina y Perú después

Su belleza conquistó a Dominguín y a Avedon

Este la convertiría en Nueva York en musa e icono del ‘glamour’

Hoy, con 80 años, regresa.

 

Noelie miraba de niña las revistas de cine. “Veía estas mujeres preciosas. Mis favoritas era Vivien Leigh y Ava Gardner. Siempre posaban con un cigarrillo y un tipo guapísimo al lado. Yo no pensaba que era exótica, pero claramente no me veía como ellas y por eso no pensaba que era bella. Solo supe que lo era por medio de los hombres”. En París una amiga le propuso que trabajara como modelo. Fue a cubrir una sustitución en cabina para Givenchy y el modisto la contrató. Fue entonces cuando buscó otro nombre y se acordó de lo que le gritaban en Buenos Aires: “Chinita, china”. “Trabajaba muchísimo mientras hacían la colección, cosían sobre tus medidas. Cuando habían terminado, te sentías muy orgullosa de mostrar los trajes”, recuerda. Decidió hacer shows de moda para los grandes del momento y dejó Givenchy. Oleg Cassini, el modisto de Jackie Kennedy, la invitó a Nueva York.
Aquel primer viaje marcaría otro antes y después en la vida de Machado. A las pocas horas de llegar estaba en la oficina de Diana Vreeland, la temida directora de Harper’s Bazaar. “No era muy alta y al verme se levantó de su silla y empezó a rodearme dando lentas zancadas y exclamando: ‘¡Exquisita!, ¡maravillosa!’. Me hizo sentir muy incómoda”, cuenta riéndose. La ofreció participar en un show esa misma tarde en el Waldorf Astoria, y una vez allí China vio que debía subir a un escenario con cortinas. La colocaron en una escala de cuerda por la que debía bajar. “Temblaba tanto que pensé que no terminaría”, recuerda. El caso es que no cayó al suelo sino en gracia: el gran fotógrafo de moda Richard Avedon quedó arrebatado con ella, le hizo unas fotos a los pocos días y durante los siguientes tres años posó solo para él. En las siguientes décadas sería su colaboradora, como directora creativa de Harper’s Bazaar, e íntima amiga. “Nunca me fotografiaron hasta que llegué a EE UU. Era modelo exclusiva para Dick, y si él te ponía delante de su cámara te sentías la mujer más bella”.
El año pasado volvió a romper otra norma no escrita de la moda, esta vez no referente a la raza sino a la edad. 
 Otra vez sujetando el cigarrillo entre sus dedos, como en aquella imagen icónica de Avedon. / Fall Fashion
China por aquel entonces estaba prometida en París, ciudad a la que regresó tras el apoteósico paso por Nueva York. “En 1958 esta ciudad era tan jazzy
. Estaba Brando tocando los bongós, Duke Ellington, Count Bessie y si ibas a Harlem podías ver a Ray Charles.
 Empecé a visitar sitios de los que solo había leído.
 Me pagaban 10 veces más que en Europa. ¡Por supuesto que quería volver!”, exclama. “París me gustaba, teníamos un apartamento en Ile Saint Louise.
 Los amigos de mi pareja eran Truffaut, Louis Malle y el grupo de Cahiers du Cinema. Luego tuve un affair con William Holden, pero esa es otra historia”.
Regresó y se instaló definitivamente.
 Se casó con el actor Martin LaSalle y nacieron sus dos hijas.
 Avedon la animó a que aceptara un trabajo como directora creativa en la revista para la que trabajaba.
 Poco después las fotos de China se publicaron en portada. “Hasta mucho tiempo después no supe que el dueño se resistía a publicarlo y que Dick amenazó con no renovar su contrato. Tampoco sabía que algunos clientes de Cassini no quisieron comprar la ropa que yo me había puesto”, cuenta.
El pasado enero en Sundance la modelo Beverly Johnson la sorprendió. “Me dijo que yo había sido la primera modelo de color en salir en una portada.
 Nunca lo había pensado, en primer lugar porque no soy negra y en segundo porque cuando se publicó yo no era modelo. El asunto de la raza no estaba en mi cabeza”, dice riendo.
 Después de 11 años, dejó la revista en 1972. “Con la llegada de la televisión las revistas empezaron a perder dinero. Hubo muchos recortes y ya no se podían hacer tantas cosas”.
 China se lanzó al nuevo medio con programas de entrevistas a diseñadores y emitiendo desfiles.
 Más adelante trabajó en Lear’s, la primera publicación dirigida a mujeres mayores de 45 años.
Cuando aquello cerró se decidió a diseñar su propia línea de ropa, prendas de punto que triunfaron entre una clientela que incluía a Lauren Bacall y Shirley McLaine. Pionera y rompedora, iconoclasta a su pesar, China observa divertida y curiosa su momento actual.
“Mira, siempre he pensado que si se abre una puerta, ¡más vale que entres bailando!”.

Triángulo en el Elíseo

"Tiene que joder infinito que tu compañero de cama durante 30 años se líe con una amiga tuya, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe".

 

Valérie Trierweiler, con Michelle Obama. / OLIVIER DOULIERY )
Voy a ponerme seria, que el papel prensa está carísimo y no es cosa de escribir chorradas: yo no sé qué le ven algunas a François Hollande, el nuevo presidente de Francia.
 Vale que se ha erigido en el azote de Merkel, el abanderado del crecimiento frente a los recortes, la última esperanza de la socialdemocracia, y no sigo por la vía geopolítica, que para eso doctores tiene el periódico y no voy a significarme justo ahora que me han cambiado de señorito
. Yo, a lo mío: François será el hombre fuerte de Europa y se habrá quitado la barriga con la Dukan, pero macho alfa no ha sido nunca.
 Míralo con Rajoy en sus citas de Estado, la viva imagen del cincuentón andropaúsico: papada floja, tonsura cual rotonda, barba cana y pelo negro de bote.
 Y, sin embargo, vuelve loca a más de una. Hollande, digo, lo de Rajoy me lo guardo para otro artículo.
Por lo menos tiene al retortero a dos señoras de aúpa: Valérie Trierweiler y Ségolène Royal, cada una en su estilo.
 Creo que Trierweiler, la flamante inquilina del Elíseo, no puede ni ver a Royal, la exmujer y madre de los cuatro hijos de su chico, hasta el punto de prohibir mentarla en su presencia.
 El asunto es la comidilla de la prensa francesa, no sé de qué se extrañan. Menuda novedad, el síndrome de Rebeca.
 Sí, hombre, los celos locos hacia el ex de tu pareja.
Yo entiendo que Valérie ate corto a François, el amor es ciego, pero quiero expresar mi solidaridad con Ségo.
 Por muy francesa, muy de izquierdas y muy civilizada que seas, tiene que joder infinito que tu compañero de cama y de partido durante 30 años, que se dice pronto, se líe con una amiga tuya periodista, rubia y diez años más joven por más señas, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe.
Más lista que el hambre, la nueva consorte, aunque no esté casada, como le echan en cara los puretas.
 Desde que la noche de la victoria se sacó de la chistera un acordeonista para que le tocara La vie en rose a su novio antes de plantarle –a su churri, no al músico– un beso de tornillo trasmitido en directo al globo, quedó claro que le gusta chupar cámara.
 Diplomática está por ver, pero para mí que nos va a dar grandes titulares a los colegas. Lo suyo no es el perfil bajo como el de Viri.
  El otro día, sin ir más lejos, se subió a unos Yves Saint Laurent de quince centímetros y mató dos pájaros de un tiro: hacer patria en Washington y convertirse en la estrella del club de las esposas del G-8.
 No se veía a una primera dama más sobrada desde que Michelle empezó a hacerle sombra al mismísimo Obama.
Lo de la grandeur le va al pelo a Valeria.
Carla ya es historia. Madame Sarkozy sería muy supermodelo, muy cantautora y muy devorahombres, pero la cara de susto perpetuo de tanto bótox no se la quita nadie y, encima, no ha recuperado la línea tras el parto, según le restriegan por el hocico las revistas todas las semanas.
 Valérie tampoco usa una 36, yo le calculo una 44 larga, pero guapetona y estilosa es un rato.
 Con sus líneas de expresión, su rictus nasogeniano y sus patas de gallo de señora de 47 años, qué pasa, las que no nos operamos también tenemos derecho a los focos.
 Yo no soy de meterme en las vidas ajenas, François, pero ¿dónde vas tú que más valgas?