Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 feb 2012

Martin Scorsese: “Rodar en 3D es idea de mi hija de 12 años”


Martin Scorsese muestra una de las ilustraciones del libro de Brian Selznick a Asa Butterfield (izquierda) y Chloë Grace Moertz en el rodaje del film
El hombre acostumbrado a reflejar los bajos fondos, desde Taxi driver a Casino, Uno de los nuestros o Infiltrados, finalmente se ha dulcificado. Al neoyorquino le ha llevado 70 años, tres hijas, cinco matrimonios y una de las carreras más reverenciadas en Hollywood.
 Pero Martin Scorsese ya ha realizado su primera película para toda la familia: La invención de Hugo. Se trata también de la primera vez que rueda en digital y en 3D, aunque lo que importa, como asegura este director bajito, nervioso y con una verborrea tan imparable como la de su coetáneo y paisano Woody Allen, es la historia.
 Y la de La invención de Hugo, inspirada en el cuento infantil homónimo de Brian Selznick, está muy cerca de su corazón: es un canto a los orígenes del cine y a su preservación visto a través de los ojos de un niño que, como el propio Scorsese, busca refugio en la magia de las imágenes en movimiento.
Pregunta. Qué vino primero, ¿su interés por el 3D o por el libro?
Respuesta. Siembre fui un entusiasta del 3D. De niño coleccionaba postales fotográficas estereoscópicas de la época victoriana. Luego vi Los crímenes del museo de cera y Crimen perfecto. A lo largo de los años coleccioné películas en tres dimensiones. ¡David Cronenberg me regaló un tebeo en 3D! James Cameron, con Avatar, me mostró que era posible hacer lo que quería. Finalmente, cuando Graham [King, productor] me presentó Hugo y yo le mencioné el proyecto a mi hija, lo primero que Francesca, de 12 años, me dijo fue: “Será en 3D, ¿no?”.
P. ¿El maestro de Hollywood pone sus decisiones artísticas en manos de su hija?
R. La idea nos encantó a todos. Y redefinió todo el rodaje.
 La composición de cada plano, su iluminación. Todo cambia. La gran sorpresa fue la nueva perspectiva que me dio sobre los rostros de los actores. ¡Sacha Baron Cohen tiene una estructura perfecta para 3D!
 No ha sido ninguna imposición aunque sí es cierto que el público ha cambiado. Yo he cambiado. Tuve mis dos primeras hijas de joven. Hoy, estar con Francesca y sus amigos me muestra otros espectadores... y yo siempre pienso en el público.
P. ¿Esa es su intención con La invención de Hugo: acercar al público de hoy al cine de ayer?
R. Francesca debía de tener unos dos años cuando vio su primera película en cine, un clásico de Disney, y desde entonces le proyecto de todo.
 A ella y a sus amigos. Musicales, películas clásicas. Alguna de vaqueros, aunque poco a poco y explicándoles el contexto: La caravana, Raíces profundas... Entre musical y musical les cuelo El ladrón de bicicletas o Las uvas de la ira. Su madre dice que son muy jóvenes. ¡Yo las vi cuando tenía cinco años! Su reacción es buena. No conocen a Clark Gable o a Claudette Colbert, ni quién es Howard Hawks, pero les agrada la química, la atracción de clásicos como Sucedió una noche, La fiera de mi niña y Caballero sin espada. No les importa que sean en blanco y negro. Por lo que no pasan es por el cine mudo [risas]. Pero conocer los clásicos no está reñido con la tecnología. Estoy abierto a todo lo que me siga conectando con la audiencia.
P. ¿Quién le inculcó su amor por el cine?
R. Cuando tenía tres años me diagnosticaron asma. No podía practicar deportes, ni correr, ni reírme como se ríen los niños. Tampoco podía pelearme. No podía hacer nada y eso me forzó a juntarme con otros niños que eran tan raros como yo y a buscar otras formas de expresión. Mi padre me llevaba al médico y nuestro único lazo emocional era ir al cine los fines de semana a ver La ventana indiscreta, La heredera, Raíces profundas...
P. ¿Cuál fue la película que más le impactó?
R. La ley del silencio, porque es la primera que me dejó claro que podía hacer una película. Por la gente que mostraba, porque tenía ese realismo en el que podía reconocer a mis amigos, a mi familia, a la gente de mi barrio. Luego John Cassavettes filmó Faces en 16 milímetros y me enseñó que podía dirigir cine en Nueva York sin ser Elia Kazan o Sam Spiegel e irme a California
. Que podía trabajar fuera de la industria.
P. Y de sus películas, ¿cuál rescataría?
R. El documental Italianamerican que hice sobre mi padre y mi madre. O Malas calles.
 Lo digo en plan egoísta porque otros dirían Toro salvaje, pero las dos que cito son familia, mi tipo de familia [risas]. Sigo enfrascado en la labor de conservar el cine y aquí sí que tengo un problema con la tecnología digital. Restaurar el celuloide es aún la mejor forma de preservar las películas
. Sabemos que dura entre 60 y 100 años; con los ceros y los unos todavía no sabemos cuánto aguantan.
P. Su filme tiene 11 candidaturas a los Oscar. ¿Pasa nervios?
R. ¡Dios! ¿Nervios? ¿Lo dudas [risas]? En el caso de los Oscar, lo que recuerdo con más cariño fue la noche que le entregué el Cecil B. DeMille a Steven Spielberg.
 Fue muy especial para mí.

A ORILLAS DEL RIO PIEDRA ME SENTE Y LLORE

“A orillas del río Piedra me senté y lloré” es la historia de Pilar y un amigo de su infancia, que es ahora seminarista, con el cual se reencuentran y vuelve a nacer el amor, solo que ahora se expresa de una forma distinta.
 Ellos inician un viaje desde España y se dirigen al Santuario de Lourdes.
 Deben tomar una gran decisión y ésta es la de seguir un camino en común.
Pilar, ahogada en la desesperación, comienza a relatarnos su historia a orillas del río.
 Estos dos jóvenes se conocían desde niños, siendo muy amigos, pero el destino los separa.
 Él se va de la cuidad porque quería recorrer el mundo y ella al tiempo después debe irse para continuar sus estudios superiores. Ellos mantenían contacto por cartas, hasta que un día Pilar recibió una que le sorprendió mucho.
 Su amigo la invitaba a una conferencia en la ciudad de Madrid esperando que ella asistiera.
Estaba muy confundida, ya que no creía que su amigo de la infancia estuviera dando charlas y asistiera a un seminario.
 Cuando se ven, afloran sus sentimientos escondidos; los que no querían reconocer en un principio, pero que fue una gran dificultad para ambos.
 Inician un largo viaje en el que les cambia la vida.
 Él poseía el don de curar, pero estaba enamorado de su amiga y empieza a dudar con respecto al camino que había elegido.
 Pilar tiene miedo de afrontar sus sentimientos, ya que no quería sufrir.
 Antes de que él tomara una decisión, ella huye atemorizada de la respuesta que no quería oír.
 Casi muere congelada, pero una monja la ayuda a recuperarse y le aconseja que se desahogue escribiendo su historia en un papel y que la arrojara a las aguas del río, porque decían que lo que caía ahí se convertía en piedra.
 Cuando estaba realizando esta acción, llega su amado y deciden seguir un camino en común.

“Leer es un gesto de insatisfacción”

Iñaki y Ángel Gabilondo, en la azotea del edificio de la Cadena Ser, en la Gran Vía de Madrid. / CRISTÓBAL MANUEL
“Gabilondo hablando es un peligro”.
 Lo dice Ángel Gabilondo de su hermano mayor, Iñaki, que, como él, nació en San Sebastián pero siete años antes, en 1942. El pequeño, solo de edad, ha vuelto a su Cátedra de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid tras ejercer dos años como ministro de Educación y acaba de publicar un ensayo de título inequívoco: Darse a la lectura (RBA). En una sala de reuniones de la cadena Ser y con el libro delante, Iñaki Gabilondo pregunta si puede preguntar.
Iñaki Gabilondo. ¿Has podido leer durante tu tiempo en el Gobierno?
Ángel Gabilondo. Ya no dormimos las mismas horas que cuando se dormía. Eso sí, lees un poco a brincos, con otras inquietudes. Y tiene su peligro: leer siempre algo que sea rentable para hablar. Es el problema de tener una tribuna pública, sea un cargo o un blog: buscar rentabilidad inmediata, una idea, una frase que puedas citar… Hay que tener mucho cuidado con lo que uno lee.
I. G. Leyendo corres el peligro de ser otro, de cambiar de ideas…
A. G. Leer es un gesto de insatisfacción. Se lee porque hay algo que no acaba de ir bien. La gente que no duda es peligrosa. Lo mismo que dudar a lo tonto. Dudar no puede ser una coartada para no decidir. No se puede decir: cerrado por reflexión. Hay que intervenir en la incertidumbre. Ese es el espacio de la política.
P. Que no lo sepa la oposición.
A. G. Gobernar es preferir, y decir que has elegido lo preferible sí debe saberlo la oposición. Siempre prefieres desde muchos lugares: tu ideología, tu forma de vida… En las preferencias se delatan las convicciones. Por eso no da lo mismo una cosa que otra.
P. Darse a la lectura reivindica la austeridad, la paciencia, el estudio, la concentración, el retiro… nada que esté de moda. ¿Leer es hoy un acto revolucionario?
A. G. Por lo menos es un acto rebelde. Rebeldía significa sobreponerse a los valores dominantes y proponer alternativas. No sé de dónde vienen las ideas, pero a mí me vienen de las palabras, de palabras que traen otros. Eso exige un cierto retiro y silencio.
I. G. Por ahí circula esa teoría de que una cosas es el hacer —lo útil— y otra el leer -lo inútil-. Leer parece escapista. Como se dice en el libro: tenemos muchas cosas que hacer; ahora solo nos falta saber qué. Este es uno de los rasgos de este tiempo tan convulso. No paramos de correr como gallos sin cabeza. Ángel toca un punto neurálgico del desconcierto actual. Detengámonos a pensar.
A. G. Yo relaciono pensar y leer porque pensar no es sentarse y apretar los ojos. El pensamiento siempre es una conversación. Necesito de los otros para pensar. No hay ideas aisladas. Una idea es una relación. Y una palabra.
I. G. Sorprende cómo ha cuajado la idea de leer como perder el tiempo, cuando es la no aceptación de tu tiempo como el único posible lo que te lanza a leer. Al leer conquistas todos los tiempos: el de los que te precedieron, el de gente a la que no has podido conocer… el amor al libro es amor a la vida más allá de la tuya.
P. ¿Y cómo se transmite el gusto por la lectura? En España los índices siguen siendo bajos.
A. G. Por contagio. Y contagio es contacto. Como decía Deleuze, un maestro no es el que ordena “hazlo como yo” sino el que dice “hazlo conmigo”. La pasión es muy contagiosa. Hay que pensar qué tipo de textos son los adecuados para cada edad. Y, como hacemos con las películas, hablar y hablar de libros.
P. El tiempo que les quede.
I. G. No sirve hacer una apología del libro sin una mirada sobre el valor de la reflexión.
A. G. Es cierto, pero me inquieta que tengamos tendencia a ver la falta de valores en los jóvenes sin tener claro que se los transmitimos diariamente con nuestra forma de vivir. Ellos miran en su entorno y ¿qué ven?
I. G. Corremos el riesgo de defender viejos formatos negando todo lo nuevo, que en principio sería lo progresista. Yo lo conecto mucho más con una visión de la vida y no con el hecho de que los chicos lean o no, porque terminarán por hacerlo. Si tuvieran una mirada distinta sobre la realidad no me preocuparía. Lo que me inquieta no es que se estén alejando de la lectura como nosotros la hemos conocido sino de cualquier transformación que pueda venir del mundo intelectual.
A. G. Es importante transmitir algo para poder destruirlo. La no transmisión del conocimiento genera resentimiento social. Incluso para ser original necesitas que se te transmita el conocimiento. Solo se puede ser diferente en comunidad; si no, se es indiferente.
I. G. Si no importa qué pasó antes que tú, lo de leer importa menos todavía. Lo preocupante es que se está desdeñando todo eso, no el modo de leer.
P. ¿Leer en una pantalla permite menos concentración?
A. G. Tal vez se inaugure una nueva forma de leer, que es una nueva forma de pensar y tal vez una nueva forma de vivir. No hay que satanizarlo, porque si empezamos ahora a hacer discursos contra el ferrocarril… El nuevo concepto de lectura implica un nuevo concepto de relación y de comunidad.
 Y ahí es donde debemos tener alguna inquietud, porque puede que haya transmisión de información pero no comunicación. ¿Hoy hay más comunicación que nunca? Es discutible.
 Eso sí, nace una nueva concepción de lo que significa leer.
Antes era una visión interiorista que llevaba su tiempo y casi su espacio. Ahora parece más una intervención.
 El problema confundir las actividades con las acciones.
 Hay mucho trasiego en la Red, ¿eso significa que hay mucha acción? A veces es un sucedáneo, incluso una coartada para no actuar.
I. G. Lo común cada vez interesa menos. La lectura tiene poco porvenir si no te importa lo común. Para que te importe un libro también te tienen que importar los demás.

Bolero de Ravel: Orquesta Sinfónica Ciutat d'Eivissa 2