Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 oct 2011

Manuel González Sosa

Manuel González Sosa



Tránsito a tientas



Estudio preliminar de Jorge Rodríguez Padrón

El Placer de Regalar

Jules Laforgue, Berlin, la cour et la ville, Éditions de la Sirène, 1922






Se podrá pensar que como beneficiario de un regalo, hago ahora aquí su panegírico. Bien. Pero el gesto de regalarme porque sí esta bella edición de Laforgue yo lo trato de tú a tú con mi alabanza del soberano placer de perder, al que me refiero por algún recodo en De rastros y encantes.





Es decir, hermano mi soberanía con la del gesto de X este domingo en el Hangar. Dos cosas antes, por discreción virtual coloco una X, cuando en el seno de un libro quizá abriera todas las letras de su nombre. Segundo, a partir de ahora el nuevo emplazamiento del librerío usado de Sant Antoni lo llamaremos, como él lo hace, el Hangar.





Estábamos ante el devoto manantial de Z, el que lleva meses trayéndonos los borbotones de la biblioteca de Daniel Devoto-María Beatriz del Valle-Inclán, cuando empezamos a atrapar como podíamos los libros que remontaban como salmones el recorrido de las cajas a las tablas, esta vez sí, sin la presencia del ínfimo Gran Pelma, que se cuadra y acapara entre sus amplios codos cuanto puede y se le deja. Yo estaba en lo mío -diciéndome, "y después de esto huye"- y él también en lo suyo, aplicadamente, cada cual por su lado, yendo constantemente a la tapa del carro a depositar las ganancias. En esos momentos, en los que hay que espantar a los locos, a los pegajosos, a los sombras, tiene uno que estar muy a solas para hilar fino.





Después, después de que cada uno huyera por su lado para contarle a los cielos lo que había comprado por euro y medio, solo después vi que tenía el Laforgue, y, claro, suspiré porque no había caído por mi lado. Y ya se sabe que cada cual atrapa lo que se merece; al menos hay que creer en eso a ciegas, si no se quiere cegarse de furia. Con lo que no podía contar, ya sentados al venturoso sol de octubre en la terraza del Amigó, con las vacías fachadas del viejo mercado llamándome sin que les saliera la voz, con lo que no podía contar era con eso, el gesto, la sonrisa, el porque sí: "Para ti".





Creo que protesté al instante y de todas maneras le rogué, horas más tarde, que lo reconsiderara, sobre todo a la vista de lo que se pedía en las librerías virtuales por el libro.





Pero él sí que no iba a permitir que el sentido común, la sensatez de mercaderes, recortara su gratuidad, su soberanía, su brindis al sol.





Yo creo que cuando a la noche se lo conté a JMB palideció al otro lado virtual.
Él claro que tenía esa edición, de las más bellas, me dijo, de Édicions de la Sirène. Qué es lo que no tiene nuestro amigo JMB, por otra parte también tan generoso.
 Quiero creer que no fue el precio (o el no precio) del libro, una ridiculez a la que el amigo soberano podía convertir en ganancia más que sustanciosa para un librero como él.
Quiero creer que JMB palideció por ese dispendio que hacía a X el hombre más rico en el momento.



Quien celebra la pérdida, será el capaz de comprender el soberano gesto del porque sí.

La memoria rescatada por Trapero

La memoria rescatada por Trapero





Treinta años de trabajo

son el blasón de su escuela,

y aunque a más de uno duela,

quiero dejar esta cita:

ha dejado pequeñita

La Flor de la Marañuela

***



Hace nueve años, Maximiano Trapero me concedió el privilegio de acompañarle en la presentación del libro Romancero general de Cuba, que hizo en colaboración con Marta Esquenazi. Si hablábamos de poesía popular, pensé que lo más adecuado era hacer mi parte de la presentación en versos de ese estilo, bien en décimas espinelas, en romance o en pretenciosas sextinas del Martín Fierro, como la que encabeza este post. En estos nueve años mucho es el trabajo de Trapero que ha visto la luz, y el último de ellos es la magna obra -más propia de un equipo multidisciplinar que de un solo hombre- Religiosidad popular en verso. Últimas manifestaciones o manifestaciones perdidas en España e Hispanoamérica. Como su figura intelectual se agiganta en cada trabajo, poco puedo decir de Trapero que ya no haya dicho, y simplemente como curiosidad acompaño algunos pasajes salteados de aquella presentación verseada de 2002, que sigue sirviendo para mostrar en perspectiva a uno de nuestros grandes intelectuales:







...Pero entre todos los vivos,

desde el Paraná hasta el Duero,

desde la isla de Cuba

hasta la isla de El Hierro,

me permito mencionar

a Maximiano Trapero

como vara de medir

la voz popular del verso,

el cantar improvisado,

el peso del romancero...



...Es porque si hablo de romances,

tengo que hablar de Trapero.

Maximiano es un canario

que más que nadie es herreño,

aunque viera luz primera

en la Ribera del Duero,

denominación de origen

de un catador muy experto

de vino, amistad y cepas,

de palabras y consejos.

Trapero lo es por su padre,

y por su madre Trapero,

no es una casualidad

que rime con romancero.

Trapero tiene figura

de jefe de un regimiento,

firme, cabal y elegante,

un escuchador honesto

que cuando habla define

porque acumula argumentos.

No lo nombro general

porque no tiene el aspecto:

los generales son calvos

y tienen brillo grasiento

y en los bailes de salón

no se mueven de su asiento;

el general literario,

el que imagino en mis cuentos,

conspira con las marquesas

gordas, con poco resuello

por las perlas del collar

con tres vueltas en el cuello.

En cambio los coroneles

son bailarines apuestos,

que no conspiran con nadie,

y cuando tienen resuelto

el protocolo del vals

vuelven a su regimiento.

Maximiano es coronel

y yo le niego el ascenso

a general gordo y calvo,

político y marrullero...





...Cuando hablo de Trapero

No me encadila el afecto.

Es verdad que soy su amigo,

somos cómplices añejos,

aliados en la palabra

que no se ocultan defectos,

porque es gran deslealtad

engañar al compañero...



...Si lo proclamo, repito,

es eso lo que yo pienso,

aunque a nadie ha de extrañar

si ya conoce a Trapero,

su trabajo y su rigor,

su eterno vagabundeo

por legajos y caminos,

rastreando vericuetos,

romances y romancillos,

décimas o cualquier verso

que naciera en culta pluma

y ya pertenezca el pueblo...

***



Y Remacho con cuatro versos de ahora, que son la constatación de lo que él mismo dijo en la presentación del libro el pasado día 20 de octubre en el salón de actos de la Casa de Colón:



Y aunque Maxi nació lejos,

es isleño y de los buenos;

no es canario por la cuna,

lo es por conocimiento.







Publicado por Emilio González Déniz

Embestir DAVID TRUEBA

Hace años, mi admiración por el periodista Miguel Ángel Aguilar creció al verle salir del siguiente trance frente al moderador de una tertulia.
 Puede que el asunto fuera una muerte violenta o un suceso macabro, el caso es que el presentador, crecido en la indignación y la euforia linchadora, inquirió al tertuliano con algo del tipo: "Y usted, ¿qué opina de que este hombre le haya dado siete hachazos a su víctima y le haya descuartizado y luego haya intentado deshacerse del cadáver?; ¿eh?, ¿a usted todo esto qué le parece?". Con una calma asombrosa, Aguilar contestó: "Pues me parece mal".
Y ahí terminó su valoración del suceso.





De los tertulianos se espera que incendien la hoguera, que lancen sal a las heridas, que embistan más que templen.
Que sean las fieras que el domador excita ante un público entregado al circo.
 Con el comunicado de ETA estamos asistiendo a un espectáculo similar.
Se trata no ya de moderar los entusiasmos o hacer ver las dificultades escondidas tras el optimismo, sino de directamente transformar el cese de actividad en un disgusto tremendo.
 El tono ya nos resulta familiar, asimilado.
En el programa mañanero de Carlos Herrera pude oír a un abogado asegurar a los oyentes que en otros tiempos habría sido sencillísimo sacarle a los asesinos la información sobre el paradero del cadáver de la joven Marta del Castillo, habrían bastado un par de bofetones y no tanto Estado de derecho.



Sobrevaloramos el bofetón.
Si recurren a él padres desorientados al educar a sus hijos, cómo no lo van a promover algunas tertulias, que son termómetros empeñados en subirle la fiebre al paciente.
 El sentido común no cotiza. Un día escuché a uno de los tertulianos del corazón más áspero e irascible contar que antes de salir al programa siempre se tomaba un par de Red Bull... Lo entendí, se les pide ser toros.



Uno de los más precisos comentaristas televisivos ha sido Antoñete.
Vertía en sus transmisiones taurinas junto a Manolo Molés la dosis exacta de sabiduría, economía expresiva y tino. Lástima que no cunda el ejemplo. Nunca hablaba del torero, sino del toro.
 Trataba de desentrañarlo por las hechuras y la actitud, sin pretender desde su tribuna y altavoz convertirse en el centro del espectáculo.