Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 ene 2021

Las otras secuelas de la covid El impacto de la pandemia en la vida cotidiana convierte las rutinas previas en lujos, privilegios y objetos de deseo. La infección genera miedos y altera modelos sociales, laborales y hasta de relaciones sexuales

 

Un vecino de Sevilla hace la compra en un supermercado la pasada semana.
Un vecino de Sevilla hace la compra en un supermercado la pasada semana.PACO PUENTES / EL PAÍS

“La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Eso no puede ser. Esa vida no es humana”, afirmaba, antes de la pandemia, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, en una muy difundida entrevista. En el libro La vida cotidiana en tiempos de la covid (Catarata, 2021), el doctor en Antropología Social Alberto del Campo, profesor en la Universidad Pablo de Olavide, ha reunido una docena de estudios que permiten cuestionar esa afirmación al evidenciar cómo esas rutinas formaban parte de la vida y cómo sus limitaciones por la covid han generado inesperadas consecuencias, hasta el punto de que esa cotidianeidad se ha convertido en algo anhelado, en privilegios o en objeto de deseo. Empleados que sueñan con volver a sus puestos, madres trabajadoras desbordadas por la desarticulación de sus redes de apoyo, jóvenes que cambian sus formas de gestionar las relaciones sexuales y afectivas o personas que desean levantarse sin temor cada mañana son solo ejemplos de las otras secuelas de la pandemia.

“Más allá de las cifras de enfermos, fallecidos o parados, la pandemia implica también una crisis en la vida cotidiana, en nuestras formas de relacionarnos, comunicarnos, divertirnos, viajar, estudiar, dividirnos las tareas domésticas; en definitiva, en cómo estamos, pensamos, nos sentimos y actuamos en el día a día”, afirma Del Campo.

El antropólogo social percibió esta realidad y pidió colaboraciones de expertos en su campo y otros relacionados para dar luz a circunstancias que quedan enterradas por la emergencia del día a día, pero que son relevantes y, en su opinión, harán que la sociedad que surja tras esta crisis sea diferente.

Estas son algunas de las principales secuelas de la pandemia, según los estudios reunidos por el antropólogo, quien concluye: “El coronavirus no solo es solo un agente de impacto sino también un activador, un revulsivo para el cambio”.

Añoranza de la rutina

Tras una encuesta sobre efectos y cambios sociales generados por la covid y en la que participaron 3.000 personas, los sociólogos de la Universidad de Granada Ángela Mesa-Pedrazas, Ricardo Duque-Calvache y José Manuel Torrado han observado algo singular. Las palabras más repetidas en los comentarios sobre necesidades, anhelos y esperanzas son: salir, amigos, familia, pasear, hacer o poder. “Nos resultan muy interesantes dos categorías que expresan una cierta nostalgia por una cotidianidad prepandémica, como son la rutina y la tranquilidad. La rutina, que en otros contextos tiene connotaciones negativas, cercanas al aburrimiento y la monotonía, es añorada. La ciudadanía está cansada de vivir tiempos extraordinarios e interesantes”, destacan los autores. También resulta curioso que las limitaciones de movilidad, de acuerdo con el estudio, se han percibido como “más soportables” durante la fase de encierro absoluto que durante las fases menos limitadas.

 “Es como si esta movilidad mínima despertase el apetito reprimido durante semanas por realizar desplazamientos mayores”, explican.

Los sociólogos resaltan la importancia de esa, antes, denostada rutina. “Nuestra realidad se desenvuelve día a día marcada por los pequeños acontecimientos que configuran los tiempos individuales y sociales. El grueso del tiempo lo ocupamos en prácticas que, aunque no siempre tienen un horario establecido, nos permiten seguir funcionando en sociedad, como las tareas domésticas, los desplazamientos, la jornada laboral o las reuniones con nuestras familias y amistades. Asumimos tales tiempos y actividades como parte rutinaria de la vida, de una cotidianidad que no es sino el conjunto de acciones que realizamos de manera más o menos periódica. Muchas de estas acciones implican, además, la relación con otras personas, y todas las realidades individuales tienen esto en común: el contacto social”.

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12 ene 2021

El Gobierno no tiene noticia de que el rey emérito vaya a venir a España en Navidad

 

  • "Absolutamente ninguna noticia, por lo menos yo no la tengo", ha dicho la titular de Exteriores, Arancha González Laya.
El rey Juan Carlos presenta una declaración para regularizar su situación fiscal
El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo.
Europa Press

La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, ha asegurado este martes que el Gobierno no tiene ninguna noticia de que el rey emérito Juan Carlos I se esté planteando viajar a España para pasar la Navidad. 

  • "Absolutamente ninguna noticia, por lo menos yo no la tengo", ha dicho la titular de Exteriores, Arancha González Laya.
El rey Juan Carlos presenta una declaración para regularizar su situación fiscal
El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo.
Europa Press

La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, ha asegurado este martes que el Gobierno no tiene ninguna noticia de que el rey emérito Juan Carlos I se esté planteando viajar a España para pasar la Navidad.

 

"Absolutamente ninguna noticia, por lo menos yo no la tengo", ha dicho la titular de Exteriores en una entrevista en la Cadena Ser a la pregunta de si el Ejecutivo tenía constancia de que Juan Carlos I planeara regresar a España por navidades.

La ministra ha respondido así sobre un posible regreso de Juan Carlos I después de las informaciones que en los últimos días han avanzado la decisión del rey emérito de presentar una declaración voluntaria para regularizar su situación fiscal ante la Agencia Tributaria. 

Según el diario El País, el rey Juan Carlos quiere regularizar más de 500.000 euros procedentes de fondos opacos supuestamente gastados en tres ejercicios diferentes, entre 2016 y 2018, cuando ya no estaba protegido por la inviolabilidad. 

Al parecer, y según este periódico, el equipo jurídico de don Juan Carlos se reunió con responsables de Hacienda para trasladarles una propuesta de regularización fiscal de los fondos ajenos, procedentes del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause, amigo del emérito. 

El mismo diario apunta este martes que el banco donde Corinna Larsen recibió 65 millones de euros de Juan Carlos I cuestionó el origen del dinero. Sobre un posible regreso a España del rey emérito, el alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez-Almeida, ha afirmado que le corresponde a él "decidir si quiere volver o si no quiere volver" o si "quiere hacer algún tipo de regularización", y ha apuntado que "conviene no olvidar" su papel "esencial" para "traer" la democracia a España. 

Gastos de los nietos Froilán y Victoria Federica

"Al margen de las actuaciones que están siendo investigadas, al margen de que en su caso se pueda producir una regularización, desde luego lo que yo no voy a dejar de apreciar y valorar el extraordinario trabajo que en circunstancias muy difíciles para España hizo el rey emérito, una de las piezas clave de nuestro sistema constitucional", ha dicho Martínez-Almeida en una entrevista en Onda Cero

También este martes, El Confidencial publica una información en la que asegura que los nietos del rey usaron las tarjetas 'black' para abonar desplazamientos en Uber, compras en el Corte Inglés y clases de piano. 

"Nadie se cree que la práctica de Juan Carlos I de regar de dinero turbio a la familia real para que disfrutasen de una vida de viajes, fiestas y lujos empezó en 2016. Recordemos la luna de miel de medio millón de dólares de los actuales reyes en 2004", ha afirmado.

El rey emérito, que salió de España el pasado agosto y reside desde entonces en Emiratos Árabes Unidos como huésped del jeque Mohamed Bin Zayed, está pendiente de que el fiscal Juan Ignacio Campos, que dirige las tres investigaciones abiertas por el Ministerio Público sobre sus actividades financieras, archive las investigaciones o presente una querella.

 

Según este digital, "Froilán y Victoria Federica fueron quienes más recurrieron a esta línea de financiación". A esta información se ha referido el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, en Twitter.

 

Las mariposas de mi estómago aún no se han extinguido por el calentamiento global. Lo sé porque el otro día vi a Scarlett Johansson en Lost in translation y me subió una corriente bioquímica por el esófago que a punto estuvo de machacarme el corazón, si acaso me queda ya algo de eso. ¡Qué manera de mirar Tokio por una ventana! No creía que se podía mirar nada así en este mundo. ¡Con gente como Scarlett no sé cómo todavía no se han derretido los polos! Ahora que sé que no tengo disecado todavía mi mariposario podré afrontar el próximo invierno con un poco más de calor interior sin tener que astillarme las manos encendiendo la chimenea. «Las mariposas de invierno acompañan a los forestales, en los meses de enero y febrero, cuando suben a cortar un bosque o aclararlo, o a desbrozar una vertiente en la que las zarzas han formado un colchón tan cubierto y espeso que solo pueden penetrar en él los jabalíes. Con las sierras Stihl allanan pinares, cortan ramas de encina sobrantes y cercenan brezos. A media mañana encienden un fuego de leña delgada, con algún tronco, y es cuando las mariposas de invierno, que han seguido a los forestales desde el pueblo, se acercan al fuego para absorber el calor», escribe Julià Guillamon en Mariposas de invierno y otras historias de la naturaleza. A Nabokov le preguntaron una vez qué cosas le disgustaban y cuáles le conmovían. «Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas», explicó. En lo de la estupidez estoy con Nabokov: andamos sobrecargados. En lo de cazar mariposas no tanto. Cuando iba de pequeño con el abuelo a sacar a las cabrillas, intentaba coger una. No hubo manera. Ahí, con el abuelito, por los campos desde los que se ve el mar y donde está el algarrobo donde quiero que echen mis cenizas, comprendí la libertad persiguiendo mariposas. Era en aquella época en el que mundo olía a nuevo, a otra cosa. «¿Por qué los alienígenas no dan un paso al frente y nos ayudan? ¿Los azares darwinianos pueden explicar por qué hemos domesticado a perros y gatos, pero no, por ejemplo, a monos y pósums? ¿Te das cuentas de que las ostras tienen, entre sus demás órganos, un corazón? ¿Cuándo fue la última vez que viste una mariposa?»,.

Las mariposas de mi estómago aún no se han extinguido por el calentamiento global. Lo sé porque el otro día vi a Scarlett Johansson en Lost in translation y me subió una corriente bioquímica por el esófago que a punto estuvo de machacarme el corazón, si acaso me queda ya algo de eso. ¡Qué manera de mirar Tokio por una ventana! No creía que se podía mirar nada así en este mundo. ¡Con gente como Scarlett no sé cómo todavía no se han derretido los polos! Ahora que sé que no tengo disecado todavía mi mariposario podré afrontar el próximo invierno con un poco más de calor interior sin tener que astillarme las manos encendiendo la chimenea.

«Las mariposas de invierno acompañan a los forestales, en los meses de enero y febrero, cuando suben a cortar un bosque o aclararlo, o a desbrozar una vertiente en la que las zarzas han formado un colchón tan cubierto y espeso que solo pueden penetrar en él los jabalíes. Con las sierras Stihl allanan pinares, cortan ramas de encina sobrantes y cercenan brezos. 

A media mañana encienden un fuego de leña delgada, con algún tronco, y es cuando las mariposas de invierno, que han seguido a los forestales desde el pueblo, se acercan al fuego para absorber el calor», escribe Julià Guillamon en Mariposas de invierno y otras historias de la naturaleza.

A Nabokov le preguntaron una vez qué cosas le disgustaban y cuáles le conmovían. 

«Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas», explicó. En lo de la estupidez estoy con Nabokov: andamos sobrecargados.

 En lo de cazar mariposas no tanto. Cuando iba de pequeño con el abuelo a sacar a las cabrillas, intentaba coger una. No hubo manera. Ahí, con el abuelito, por los campos desde los que se ve el mar y donde está el algarrobo donde quiero que echen mis cenizas, comprendí la libertad persiguiendo mariposas.

 Era en aquella época en el que mundo olía a nuevo, a otra cosa. «¿Por qué los alienígenas no dan un paso al frente y nos ayudan? ¿Los azares darwinianos pueden explicar por qué hemos domesticado a perros y gatos, pero no, por ejemplo, a monos y pósums? ¿Te das cuentas de que las ostras tienen, entre sus demás órganos, un corazón? ¿Cuándo fue la última vez que viste una mariposa?», se pregunta Padgett Powell en El sentido interrogativo.

«Limpiando el carrete del móvil me he encontrado una foto de la comida de julio en la que aparece un rincón del corral de casa de mis abuelos. 

 Es el de la ventana que da a la cocinilla, una habitación en la que solo hay una chimenea, una lavadora, tres o cuatro peroles colgados al lado de una hilera de guindillas secándose, dos estanterías llenas de tomate y pisto al baño María y a veces sarmientos para hacer lumbre. 

Si alguna vez alguien me pregunta a qué huele España responderé que a esa habitación, a la cocinilla, que cuando estaba mi abuela también olía a veces al jabón que hacía ella», dice Ana Iris Simón en Feria.

2 ene 2021

La Pantoja no se acaba nunca

Isabel Pantoja durante el concierto del 6 de marzo de 2020 en el Palacio de los Deportes, en Madrid.
Isabel Pantoja durante el concierto del 6 de marzo de 2020 en el Palacio de los Deportes, en Madrid.JUANJO MARTIN / EFE

 

La Pantoja no se acaba nunca

La última encarnación de la cantante es la de malvada absoluta. Estuvo dos años en la cárcel pero ahora es acusada de mala madre por su hijo Kiko, en la tele, claro.

Uno cree que la vida de la Pantoja no va con él, pero siempre te acabas cruzando con ella, como un relato, íntimo y nacional a la vez, que nos incumbe de alguna manera, porque dice algo de nosotros mismos aunque creamos que habla de otros, y a muchos no nos interese lo más mínimo. 

Acabas siempre sabiendo, como de las cosas de la familia. Te queda la duda: ¿y si es un mensaje de Dios que, en su silencio, quiere decirnos algo de forma coloquial?

 A través de estos dramas de algunos elegidos nos acercamos al misterio de la naturaleza humana, como en un Shakespeare para torpes. 

El logro épico es que haya durante 40 años un personaje del que se cree saber todo y cada vez descubramos que no lo conocíamos, para volver a destriparlo en busca del secreto.

 La última encarnación de Isabel Pantoja es la de malvada absoluta. Con todos ustedes, la mala de España.

Desde hace un mes te cuentan lo mala que ha resultado ser y piensas que, bueno, es una señora que ya estuvo dos años en la cárcel, pero te dicen que no, que ahora es en serio: es una mala madre. Acusada por su propio hijo Kiko.

 En la tele, claro, no en el salón de casa o en la cocina, donde la gente se dice esas cosas. 

Sigue perfeccionando una biografía tan perfecta en sus detalles narrativos que parece creada en un laboratorio del Nodo: la copla, los toros, la política, las revistas, las uvas de Nochevieja, el blanqueo de capitales, todo lo que un español de bien debe ser y hacer.

 Si le saliera un nieto independentista yo creo que ya lo tendríamos todo.

 Hay titulares que, vistos con perspectiva, resumen una época. Mayo de 2007: “Zaplana asegura que el Gobierno busca ‘despistar la atención’ con el arresto de Isabel Pantoja”.

De fondo siempre el dinero, la necesidad de liquidez, del tren de vida, de la felicidad imposible.

 La exclusiva, vender lo vendible, el pastón, el caché. Y entonces el secreto desvelado, la mentira descubierta, la verdad verdadera que nunca se acaba de saber, se sospecha, se cotillea. En torno a un chalé, un casoplón, la finca. 

 Hablan asistentas, primos, suegros, examigas del alma, extodo. Sobre la boda, el bautizo, el funeral.

 Para estar en lo más alto, caer en lo más bajo, como la vida misma. Una santa, una arpía, una interesada, una artista, qué arte. Y el pueblo llano que se siente llamado en causa y la quiere y la odia como es.

 Un señor de una venta de Cádiz, indignado por los ataques a la tonadillera, vende flores de Pascua para darle parte de la recaudación.

 Con un cartel: “Paquirrín traidor”.

 Hay que tomar partido, y uno debe saber todo, no puede perderse entre dinastías que degeneran, árboles genealógicos que se cruzan y se traicionan. Cantora, la herencia envenenada, este es el último capítulo.

Desde hace un mes te cuentan lo mala que ha resultado ser y piensas que, bueno, es una señora que ya estuvo dos años en la cárcel, pero te dicen que no, que ahora es en serio: es una mala madre. Acusada por su propio hijo Kiko

 En la tele, claro, no en el salón de casa o en la cocina, donde la gente se dice esas cosas.

 Sigue perfeccionando una biografía tan perfecta en sus detalles narrativos que parece creada en un laboratorio del Nodo: la copla, los toros, la política, las revistas, las uvas de Nochevieja, el blanqueo de capitales, todo lo que un español de bien debe ser y hacer. 

Si le saliera un nieto independentista yo creo que ya lo tendríamos todo.

 Hay titulares que, vistos con perspectiva, resumen una época. Mayo de 2007: “Zaplana asegura que el Gobierno busca ‘despistar la atención’ con el arresto de Isabel Pantoja”.

De fondo siempre el dinero, la necesidad de liquidez, del tren de vida, de la felicidad imposible.

 La exclusiva, vender lo vendible, el pastón, el caché. 

Y entonces el secreto desvelado, la mentira descubierta, la verdad verdadera que nunca se acaba de saber, se sospecha, se cotillea. En torno a un chalé, un casoplón, la finca. 

 Hablan asistentas, primos, suegros, examigas del alma, extodo. Sobre la boda, el bautizo, el funeral. Para estar en lo más alto, caer en lo más bajo, como la vida misma. 


Hay que tomar partido, y uno debe saber todo, no puede perderse entre dinastías que degeneran, árboles genealógicos que se cruzan y se traicionan. Cantora, la herencia envenenada, este es el último capítulo.

 El 9 de febrero de 1984 nació Francisco José Rivera Pantoja, Kiko Rivera, Paquirrín para todo el mundo. En la imagen, Francisco Rivera Paquirri e Isabel Pantoja, junto a los dos hijos de su marido, Cayetano y Fran, y sus padres, Ana, con el recién nacido en brazos, y Juan.El 9 de febrero de 1984 nació Francisco José Rivera Pantoja, Kiko Rivera, Paquirrín para todo el mundo.

Su propio hijo dice ahora: “Mi madre no tiene corazón”; “Es una persona cegada por el dinero”;

 “La vida de mi madre es una gran mentira”. Aún no hemos visto lo mejor, ni lo peor. Pero qué audiencias da la vivisección en directo de una desestructuración familiar famosa.

 La Pantoja es casi un subgénero periodístico en sí mismo. Ese talento en explotar las posibilidades dramáticas de una vida es un talento suyo, de sus parientes, de los tertulianos del ramo, de media España. 

Alimenta una trituradora ancestral perfectamente engrasada, ávida de miserias, que solo se consuela con la destrucción y a veces una noticia alegre, una foto de comunión.

 Pantoja nunca deja de ser protagonista, le sobrevuela en todo momento la desgracia, el destino fatal, la muerte, la mala suerte, la ruina.

 Es una parábola religiosa, un auto sacramental, un continuo sacrificio público. 

No sé si recuerdan cómo se murmuró, con qué morbo y ojos luciferinos, su relación con Encarna Sánchez, con María del Monte. Noticia bomba, lo impensable nunca era suficiente.

Porque ella no se rinde, vuelve a sacar un disco, siempre regresando. Parecía que en 2019 había tocado fondo en una isla perdida de Honduras, en Supervivientes. 

 Sobrevivió, pero tuvo que ofrecerse a la plebe sin maquillaje, al fin como es, en carne y hueso, según se levanta, en bañador, sin vestido de volantes.

 Humillada, insultada, hambrienta, peleando por un pollo, y que le dijeran verdades como puños.

 Un regocijo nacional, la inquisición diaria. Tiene que ser muy raro que todos sepan más de tu vida que tú mismo, y ser en el fondo una desconocida. Yo soy esa dice así: 

 “Yo era muchas cosas que ya se han perdido/ en los arenales de mi voluntad”.

 La Pantoja no se acaba nunca, y solo cuando esté acabada e inspire la piedad más pura por fin podrán perdonarla.

 Cómo lloraremos.