Cyrus, por supuesto,
tomó buena nota como nuevo símbolo de inconformismo, aunque sea a título
menos social y más individual.
A sus 25 años, volvió a sacar la lengua
esta vez por una buena causa: los derechos reproductivos y la
planificación familiar contra la que atenta su flamante presidente.
Se
codeó no solo con la protagonista de Danzad, danzad, malditos
sino con otra voz femenina histórica de Hollywood: Barbra Streisand, la
misma que descubrió que sí podía ser contestataria como actriz en Tal como éramos, pero que se lo pondrían más difícil como directora con Yentl.
En su discurso fue clara: “La elección de Donald Trump refleja
abiertamente lo que ha estado en la sombra por un tiempo: que, de muchas
maneras, las mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda en pleno siglo
XXI”.
Sabía de lo que hablaba.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca también ha despertado
discursos enardecidos en celebridades veteranas tradicionalmente más
moderadas, como el ya célebre discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro
—aunque ya con George Bush preguntó en San Sebastián que cuánto costaba
comprar una casa allí, por si se exiliaba— o ha generado, pese a su
homofobia, un momento de júbilo en el colectivo gay al unir en una misma
foto a sus dos megadivas (Cher y Madonna) durante la marcha en
Washington. La primera dispara desde su Twitter su postura contraria a
la construcción del muro con México, con emoticonos y abreviaturas. La segunda, que con George Bush tiró la piedra y escondió la mano al retirar el vídeo satírico de American Life, esta vez va con todo el arsenal: ya había denunciado en su Instagram la pasión por la caza de los hijos de Trump, ya hizo un concierto callejero en apoyo a Hillary Clinton y en la marcha dijo que había pensado “volar la Casa Blanca”.
Frente a esas voces más expertas y provocadoras, estos días
se han visto los gérmenes de las que quizá, con el tiempo y el devenir
de los acontecimientos, acaben siendo la Susan Sarandon de su
generación. El mismo día de las elecciones, Jennifer Lawrence escribió en Vice y sin
pelos en la lengua una carta abierta al nuevo presidente, y en las
recientes manifestaciones, descubrimos a la hasta ahora políticamente
inexistente Scarlett Johansson, con un hermosos discurso autobiográfico
sobre lo importante que habían sido para su descubrimiento como mujer la
discreción y la eficiencia de los centros de planificación familiar que
ahora corren peligro. También se reafirma en esta coyuntura Emma Watson
como la nueva superdotada política del cine, quien ya puso en pie a la
audiencia de Naciones Unidas el año pasado con su discurso feminista. Y,
por su condición de doble afectada —mujer y latina— no se puede dejar
fuera a America Ferrara de ese grupo de mujeres guerreras. Eso sí,
muchos se preguntaron dónde estaba la comprometida Angelina Jolie o la feminista Beyoncé.
La
institución encargada de salvaguardar el patrimonio fílmico español,
acosada por recortes, externalizaciones y conflictos laborales, acaba de
renovar su directiva
El 96% del cine mudo nacional ya ha desaparecido y el futuro del único laboratorio analógico del país está en juego.
Las grietas aún adornan la fachada del cine Doré, pero en el interior de la Filmoteca Española se ansía más que nunca una calma a prueba de fisuras.
Con los recientes nombramientos de Ana Gallego como directora de la institución y Carlos Reviriego
como director adjunto y programador, al menos parecen resueltos dos de
los muchos problemas que han venido acosando en los últimos años al
organismo encargado a salvaguardar el patrimonio fílmico español.
Una
tarea para la que no siempre ha contado con la suficiente sensibilidad
por parte de las administraciones y de la opinión pública: como
acostumbraba a decir el exdirector de la Filmoteca, José María Prado, en
el cargo durante 27 años, una película de Buñuel es más frágil que un
cuadro de Velázquez y así es como se ha perdido irremediablemente el 96%
del cine mudo español.
El cometido adquiere mayor relevancia si se
tiene en cuenta que en España no quedan depósitos vinculados a
laboratorios de película analógica –triunfó el digital-; solo en la
Filmoteca se pueden conservar las obras audiovisuales almacenadas en
celuloide.
Un tesoro artístico, una parte de la Historia.
“Es primordial recuperar ese patrimonio y ponerlo en valor, que dialogue
con el cine contemporáneo”, explica Reviriego, que fue elegido por
concurso y hasta ahora era conocido por su labor como periodista
cinematográfico.
De ahí que la institución vaya a abrirse a "formatos
más experimentales".
“Queremos vincular a la industria y a la gente del
cine con el devenir de esta institución”, añade.
Su incorporación y la
de Gallego llegan tras la tormenta que estalló en noviembre.
Tras el anuncio por sorpresa de que Prado se prejubilaría en marzo de
2016 —justo después de que se reabriera la sala principal de
proyecciones tras casi cinco meses cerrada por una plaga de chinches—,
la precariedad se asentó en la Filmoteca.
Y no solo por la desaparición
de su rostro más visible.
Por “falta de personal”, se negaron copias a
festivales internacionales, se renunció a colaborar con instituciones
homólogas, como la Anthology Film Archives y se rompieron acuerdos de
ciclos con embajadas e institutos culturales. Aunque las peores noticias
llegaron desde la razón de ser de la Filmoteca, la preservación del
material.“Ahora mismo hay unos 30.000 títulos catalogados. Quedan otras 15.000 películas pendientes de ordenarse”,
según contaba en diciembre Ramón Rubio, responsable del departamento de
recuperación, desde el Centro de Conservación y Restauración de
Filmoteca Española.
A eso se añadió un cruce de mensajes entre trabajadores de contratas
externas —que no fueron renovados y atacaron en la prensa la situación
de la institución— y los empleados fijos, que en un comunicado firmado
por 42 de ellos se mostraban indignados “por opiniones falsas y
malintencionadas”. En algo se mostraron de acuerdo las dos partes. “El
equipo de expertos y profesionales no ha sido sustituido, sino que se ha
visto reducido debido a las jubilaciones cuyas plazas no han sido
cubiertas. Debido a esta falta de medios y recursos, el personal de este
organismo ha visto incrementado su trabajo asumiendo nuevas tareas y
responsabilidades”, admitía el comunicado de los empleados fijos. Tantos años de Prado al frente de la Filmoteca también parecían
pesar, y le granjearon sus enemigos, que aseguraban que gobernaba la
institución como si fuese “su chiringuito”. Notorios fueron los
encontronazos con el exdirector de ICAA Ignasi Guardans,
una de las razones por la que este fue cesado de su cargo. Nunca hubo
una comunicación fluida entre el ICAA y los responsables de la
Filmoteca, según fuentes del sector.
Sin interés por el patrimonio
No existe un presupuesto desgajado de la Filmoteca al ser una subdirección del ICAA. Pero como forma parte desde 1956 de la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos)
se puede deducir que en 2015 contó con 3,5 millones de los euros,
raquíticos comparados con los más de seis millones de 2010. El sueldo de
los trabajadores —65 de ellos fijos— no entra en este cálculo. La
Cinemateca Francesa cuenta con un presupuesto de 24 millones de euros
anuales. “Todavía no tenemos presupuestos de 2017… No puedo decir nada
más”, cuenta la nueva directora, Ana Gallego, cuyo nombramiento inquietó
a algunos sectores del cine por venir de fuera de ese mundo (su
anterior desempeño fue como subdirectora adjunta en la Subdirección
General de Coordinación Interinstitucional en Violencia Género).
Lo cierto es que el cargo debe de ser ocupado por un funcionario y no
se elige por concurso público, al ser una subdirección general.
“Trabajaremos codo con codo el ICAA, desde la dirección adjunta,
responsable de la programación y de la parte artística [Carlos
Reviriego], y desde mi parte, la gerencial y de organización. Por eso
hemos creado un tándem, y ahora estamos perfilando medidas”, asegura la
nueva directora. La Filmoteca -que actualmente cuenta con su sede en la calle
Magdalena, el cine Doré para sus proyecciones en la cercana calle de
Santa Isabel (ambos en Madrid) y el Centro de Conservación en Pozuelo de
Alarcón- se convirtió en organismo autónomo en 1982. En aquel momento
no se aprovecharon los seis meses para elaborar un reglamento para el
organismo, y el proyecto fracasó, por lo que cuando Pilar Miró creó el
ICAA y la Filmoteca quedó bajo su mandato. La realidad, con ese
arrinconamiento, ha confirmado durante décadas algo que contaba Chema
Prado a este diario en junio: “Aquí no interesa el patrimonio”. Creada en 1953, la institución llevaba comandada por el mismo equipo
desde los años setenta. Eran expertos en su área, aunque no
funcionarios. Después de lustros en sus puestos, acabaron dentro de la
Administración automáticamente. Cuando llegaron las jubilaciones, no
hubo sustituciones. Los actuales responsables insisten, efectivamente,
en que el personal es insuficiente. “El trabajo del Centro es
espléndido, pero por supuesto hay que reforzarlo e impulsar su
actuación. Tienen fondos ingentes y toda ayuda es poca”, confirma
Gallego. Entre las carencias presupuestarias destaca el hecho de que el
centro, que se inauguró en 2014, no puede tener un laboratorio de
restauración y está externalizado. El detalle es fundamental teniendo en
cuenta que la Filmoteca custodia allí parte del patrimonio artístico
español: el cinematográfico.
La primera bailarina cubana Marta García ha muerto en la mañana de
hoy domingo 29 en un hospital madrileño a los 68 años víctima de un
cáncer de pulmón, contra el que luchó valerosamente en los últimos
tiempos. Había nacido el 7 de febrero de 1949 en Guanabacoa y su larga
trayectoria la convirtió en uno de los pilares del Ballet Nacional de Cuba, perteneciendo a la segunda generación de grandes y admiradas figuras de la escuela cubana de ballet.
Fue directora (junto a su marido y partenaire Orlando Salgado) del Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires
de 2001 a 2004 y profesora en la cátedra de danza de la Universidad
Juan Carlos I. Comenzó a estudiar danza española en La Habana en la
escuela de la maestra Ana María y a bailar de muy niña. Ya en 1954 actúa
en el Teatro Infante de Holguín y aparece en programas de la televisión
cubana, siendo proclamada como la mejor artista infantil de su tiempo. Es en 1965 que debuta en las filas de la compañía titular cubana en el cuerpo de baile de Coppélia; un año después hace la danza española en El lago de los cisnes y se estrena en el ballet Majísimo, coreografiado por Jorge García. También baila el Vals de Lás sílfides
y en ballets de Alberto Alonso, José Parés, Alberto Méndez y Alicia
Alonso. En 1968 gana el premio juvenil en el prestigioso Concurso de
Ballet de Varna (Bulgaria), certamen al que vuelve en 1970 y gana la
medalla de plata. En 1968 actúa como invitada en el Ballet de Camagüey. En 1971 le llega uno de sus hitos con el ballet Mascarada
(Jachaturian) coreografiado por Anna Leontieva. Con el ballet cubano
recorre el mundo y asume todos los papeles protagónicos del gran
repertorio clásico, de La fille mar gardée y Giselle a El lago de los cisnes, Don Quijote y La bayadera. En 1975 estrena La casa de Bernarda Alba en la versión de Tenorio y en 1978 Bodas de sangre de Antonio Gades encarnando el papel de La Novia en el debut habanero. En Madrid Marta García, donde se establece con Salgado desde 2005,
desplegó una intensa y fructífera labor pedagógica y coréutica en los
últimos años de su vida. Además del trabajo en el instituto
universitario Alicia Alonso fue maestra y coreografió en el Centro
Scanea que dirige Carmen Roche e impartió cursos en el Conservatorio
Superior de Danza María de Ávila, ambos en Madrid. En 2014 García
publicó en España sus memorias. Fue precisamente en 1978 durante una gira por los Estados Unidos en que la crítico de The New York Times Anna Kisselgoff escribía que Marta García en Coppélia
no era solamente la técnica más sólida y famosa entre las primeras
bailarinas cubanas de su momento, sino que destacaba por su fluida
ejecución sin aparente esfuerzo. Marta García es la responsable
coreográfica de parte de los bailes de la versión cubana del clásico Don Quijote y en Buenos Aires coreografió su versión de El lago de los cisnes.
En 1956 debuta en una presentación de la Academia de Ballet Alicia
Alonso en el Teatro Radiocentro; un año después repite con éxito esta
experiencia en el Teatro América y participa en el Festival de Bailes
Españoles del Teatro Fausto. Entre 1962 y 1965 completa su formación de
bailarina clásica en la Escuela provincial de Ballet de La Habana.