El Primavera Sound de Barcelona amplía su cartel más allá del tópico independiente.
Un planteamiento sencillo y arriesgado: si hay un público que
articula parte de su ocio con música ¿cómo no existe un festival que
responda a sus necesidades sin obligar a ducharse en los servicios
comunitarios de un camping? El Primavera Sound,
festival nacido en clubs que migró luego al Pueblo Español de
Barcelona, celebra su decimocuarta edición dando respuestas a esta
pregunta, enseñoreándose de 180.000 metros cuadrados del Fórum con 12
escenarios en los que tendrán lugar hasta la madrugada del domingo 228
actuaciones.
Son cifras de festival enorme, como prueba que la organización se ha dejado 9,7 millones de euros de presupuesto en el montaje —un 15% más que el año pasado— y que espere unas 200.000 visitas. Según la propia organización, y siguiendo la tendencia de convertir en números las actividades culturales para demostrar su importancia en un mundo que parece no entender de intangibles, todo ello tendrá en Barcelona un impacto económico similar a un gran premio de Fórmula 1.
La programación es una mezcla que parte del pop-rock de carácter anglosajón, con fecha totémica en los noventa, cuando el indie comenzó a expandirse ante la indiferencia de la gran industria.
A este grueso de propuestas estéticas que marcaría el ADN musical de una audiencia que tiene como futuro la cuarentena (Rubicón cuyo vadeo ya prepara el propio festival), se han ido añadiendo estéticas musicales que antes no formaban parte de la propuesta del Primavera
. Con ello se da respuesta a la natural inquietud de un aficionado a la música que, como el amante de la literatura, el teatro o la pintura, ve cómo sus gustos se amplían con la llegada de los años.
El Primavera Sound ya sabe que o madura con su público o quedará como reducto de aquellos que se niegan a aceptar que se hacen mayores.
. Pixies sería el caso paradigmático, con una primera carrera corta y un legado alargado por el grunge. Otra leyenda, esta sin interrupciones, es la de Dr. John, un artista que propone el vadeo feliz de la cuarentena por parte de los espectadores
. Su presencia garantiza música que ya existía antes que nadie, un paseo no por la Luisiana de True detectives sino por la de Tremé. Más leyenda: Television, la banda que en 1977 fascinó con Marquee Moon, un disco de rock nervioso y filigrana con guitarra que ahora recuperarán como si el tiempo fuese una convención, que igual lo es.
La función divulgativa y educativa del Primavera, un festival que con pleno sentido busca verdades incontestables en el pasado, tiene este año en Neutral Milk Hotel su gema.
Se ajusta al perfil de grupo paradigmático del festival en su plano enteradillo: casi desconocido, carrera corta a la que no hizo caso casi nadie, dos discos impecables y abanderados de algo que hoy sigue siendo moda, el folk.
Por cerrar el apartado de leyendas, aunque sea de bolsillo, sólo citar dos apóstoles del indie
. Por un lado, Slint, en buena medida precursores del post rock gracias a su slowcore, música que se desplaza con lentitud e intensidad emocional.
La otra referencia son Slowdive, adalides del shoegaze (literalmente, mirarse los pies), conducta genuina del primer e ingenuo indie.
Es por ello de valorar que bandas como Queens Of Stone Age, a la vez muy hombretones y muy revivalistas, estén en el festival para que éste no muera mirándose los pies. Nine Inch Nails son igual de machotes, pero con estudios. Trent Reznor, su líder, sería incapaz de propinar un puñetazo sin visualizar previamente la curva que describirá su puño.
Algo así como ocurre con su rock industrial, denso como el puré de garbanzos, música que tiene algo de testosterona angustiada
. Por el lado más juerguista destacan los incontestables cabezas de cartel, esa infalible charanga postmoderna llamada The Arcade Fire.
Nadie puede decir que detesta un festival de masas sin haberse expuesto al efecto de una multitud enfervorecida disfrutando con el grupo canadiense.
Más contenidos es The National, un grupo en alza para los seguidores del festival.
Un detalle nada insustancial les avala más allá de su propio rock tintado de lirismo y épica: pocas bandas son capaces de exponerse con la inteligencia de The National en un documental tan bien pensado como Mistaken for strangers
. No cabe olvidar a Justin Vernon, conocido como Bon Iver, bajo cuyo nombre su audiencia ha levitado en muchas ocasiones.
Al festival acude bajo otro nombre y actuará como parte de The Volcano Choir
. Y entre los populares, no cabe olvidar el pop electrónico, muy representado este año (Future Islands, Glasser, Holy Ghost, Metronomy, Cut Copy, Conan Mockasin, Cvurches), y la tradicional electrónica.
No cabe olvidar los sonidos mal llamados étnicos de Antibalas o de Seun Kuti, uno de los hijos del prolífico músico y padre que se llamó Fela Kuti.
Y hasta hace no mucho, la música negra estaba también en territorio salvaje, tema bien solucionado por el Primavera con la incorporación del hip hop, este año de la mano del excelente Kendrick Lamar —coros satinados de personas en celo, voz que ametralla y/o acaricia— y del oscuro y turbulento Earl Sweatshirt. La mezcla retro de Blood Orange es otra apuesta sugestiva, con ese recuerdo a Prince tan presente en muchos de sus temas.
Y con el paso del tiempo, la escena nacional también ha saltado el Muro, este año con la última incorporación de un Nacho Vegas que se suma a una lista formada por Silvia Pérez Cruz, Grupo de Expertos Sol y Nieve, Pional, Refree, Mishima, Standstill, Joan Colomo, Joana Serrat, Flamaradas, etc.
Ah, e incluso famosos venidos a menos se apuntan al Primavera, por ejemplo un Macaulay Culkin que actuará con The Pizza Underground. ¿Quién da más?
Son cifras de festival enorme, como prueba que la organización se ha dejado 9,7 millones de euros de presupuesto en el montaje —un 15% más que el año pasado— y que espere unas 200.000 visitas. Según la propia organización, y siguiendo la tendencia de convertir en números las actividades culturales para demostrar su importancia en un mundo que parece no entender de intangibles, todo ello tendrá en Barcelona un impacto económico similar a un gran premio de Fórmula 1.
La programación es una mezcla que parte del pop-rock de carácter anglosajón, con fecha totémica en los noventa, cuando el indie comenzó a expandirse ante la indiferencia de la gran industria.
A este grueso de propuestas estéticas que marcaría el ADN musical de una audiencia que tiene como futuro la cuarentena (Rubicón cuyo vadeo ya prepara el propio festival), se han ido añadiendo estéticas musicales que antes no formaban parte de la propuesta del Primavera
. Con ello se da respuesta a la natural inquietud de un aficionado a la música que, como el amante de la literatura, el teatro o la pintura, ve cómo sus gustos se amplían con la llegada de los años.
El Primavera Sound ya sabe que o madura con su público o quedará como reducto de aquellos que se niegan a aceptar que se hacen mayores.
Leyendas en mayúscula y de bolsillo
Para dar respuesta a todo ello, el festival tira de nombres míticos que desean mantener su vigencia a pesar de los años. Pixies sería el caso paradigmático, con una primera carrera corta y un legado alargado por el grunge. Otra leyenda, esta sin interrupciones, es la de Dr. John, un artista que propone el vadeo feliz de la cuarentena por parte de los espectadores
. Su presencia garantiza música que ya existía antes que nadie, un paseo no por la Luisiana de True detectives sino por la de Tremé. Más leyenda: Television, la banda que en 1977 fascinó con Marquee Moon, un disco de rock nervioso y filigrana con guitarra que ahora recuperarán como si el tiempo fuese una convención, que igual lo es.
La función divulgativa y educativa del Primavera, un festival que con pleno sentido busca verdades incontestables en el pasado, tiene este año en Neutral Milk Hotel su gema.
Se ajusta al perfil de grupo paradigmático del festival en su plano enteradillo: casi desconocido, carrera corta a la que no hizo caso casi nadie, dos discos impecables y abanderados de algo que hoy sigue siendo moda, el folk.
Por cerrar el apartado de leyendas, aunque sea de bolsillo, sólo citar dos apóstoles del indie
. Por un lado, Slint, en buena medida precursores del post rock gracias a su slowcore, música que se desplaza con lentitud e intensidad emocional.
La otra referencia son Slowdive, adalides del shoegaze (literalmente, mirarse los pies), conducta genuina del primer e ingenuo indie.
Populares y machorros
Pese a su acentuada masculinidad, en alguna ocasión disimulada, la escena independiente no es precisamente machorra.Es por ello de valorar que bandas como Queens Of Stone Age, a la vez muy hombretones y muy revivalistas, estén en el festival para que éste no muera mirándose los pies. Nine Inch Nails son igual de machotes, pero con estudios. Trent Reznor, su líder, sería incapaz de propinar un puñetazo sin visualizar previamente la curva que describirá su puño.
Algo así como ocurre con su rock industrial, denso como el puré de garbanzos, música que tiene algo de testosterona angustiada
. Por el lado más juerguista destacan los incontestables cabezas de cartel, esa infalible charanga postmoderna llamada The Arcade Fire.
Nadie puede decir que detesta un festival de masas sin haberse expuesto al efecto de una multitud enfervorecida disfrutando con el grupo canadiense.
Más contenidos es The National, un grupo en alza para los seguidores del festival.
Un detalle nada insustancial les avala más allá de su propio rock tintado de lirismo y épica: pocas bandas son capaces de exponerse con la inteligencia de The National en un documental tan bien pensado como Mistaken for strangers
. No cabe olvidar a Justin Vernon, conocido como Bon Iver, bajo cuyo nombre su audiencia ha levitado en muchas ocasiones.
Al festival acude bajo otro nombre y actuará como parte de The Volcano Choir
. Y entre los populares, no cabe olvidar el pop electrónico, muy representado este año (Future Islands, Glasser, Holy Ghost, Metronomy, Cut Copy, Conan Mockasin, Cvurches), y la tradicional electrónica.
Más allá del Muro
O eso que en principio nada tiene que ver con el catecismo fundacional del festival. Véase Caetano Veloso y su tropicalismo, The Sun Ra Arkestra y su jazz descalabrado, espacial y africanista, o The Kronos Quartet, formación que toca el mundo de la música contemporánea.No cabe olvidar los sonidos mal llamados étnicos de Antibalas o de Seun Kuti, uno de los hijos del prolífico músico y padre que se llamó Fela Kuti.
Y hasta hace no mucho, la música negra estaba también en territorio salvaje, tema bien solucionado por el Primavera con la incorporación del hip hop, este año de la mano del excelente Kendrick Lamar —coros satinados de personas en celo, voz que ametralla y/o acaricia— y del oscuro y turbulento Earl Sweatshirt. La mezcla retro de Blood Orange es otra apuesta sugestiva, con ese recuerdo a Prince tan presente en muchos de sus temas.
Y con el paso del tiempo, la escena nacional también ha saltado el Muro, este año con la última incorporación de un Nacho Vegas que se suma a una lista formada por Silvia Pérez Cruz, Grupo de Expertos Sol y Nieve, Pional, Refree, Mishima, Standstill, Joan Colomo, Joana Serrat, Flamaradas, etc.
Ah, e incluso famosos venidos a menos se apuntan al Primavera, por ejemplo un Macaulay Culkin que actuará con The Pizza Underground. ¿Quién da más?