Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 mar 2012

Una pantera enjaulada

Sonja Kinski, hija de Nastassja Kinski, a su llegada al desfile de Dior en París, el 2 de marzo
Sadomaso, mutilación, tortura.
Si alguno de ustedes pasó hace un año y medio por La Conservera, el centro de arte contemporáneo de Murcia, posiblemente se topara con Sonja Kinski sometida a todas estas perrerías.
Por fortuna, no era más que una videocreación de la artista Aïda Ruilova. Nuestra reportera Ángeles García cubrió el evento y se fumó un cigarrito de extranjis con la víctima, la hija de Nastassja Kinski, que, algo aburrida, le comentó que había aceptado participar en esa filmación porque la propuesta le había sonado “interesante”.
 En un momento dado de la proyección, la mirada desafiante de Sonja fulminaba al espectador.
Resulta imposible no contemplar la herencia animal de su madre en esos ojos.
 Nas­tassja cultivó una erótica del victimismo que la elevó a los altares del deseo a finales de los setenta, cuando Hollywood aún concedía un espacio para las bellezas polivalentes.
 Ella misma tuvo que aprender a domar su gesto, capaz de transformarla en martirizada gacela (Tess) o en felina salvaje (El beso de la mujer pantera).
 Tras un romance adolescente con Polanski, con tan solo 18 años se enfrentó a su primer desnudo, junto a Mastroianni, en Así como eres.
 Una película que ahora aborrece.
 Sonja, su hija, que acaba de cumplir 26, se pasó buena parte de su debut como actriz –la adaptación de un relato de Murakami, All God’s children can danceretozando como vino al mundo. Pero se la veía bastante más desenvuelta que a su progenitora.
A Sonja la descubrimos en cuanto dio el estirón. Tommy Hilfiger se marcó el tanto de destetarla ofreciéndole una paga extra como embajadora de su marca.
 Desde entonces, adoptó para sí el patrón de hija de exmodelo adolescente convertida en actriz.
Solo que el papel que ha de darle el éxito nunca llega.
Ha adoptado el patrón de su madre, pero el papel que le dé el éxito nunca llega
Quizá por eso, esta semana ha proclamado desde las páginas de Paris Match que sí, que ella lo que quiere es ser actriz.
 Y ha aprovechado la coyuntura para dejar claro que apenas tiene relación con su padre, el productor egipcio Ibrahim Moussa (del que Nastassja se divorció cuando Sonja tenía seis años), que quien le da mejores consejos es su expadrastro, el músico Quincy Jones, y que la simple mención de su abuelo, el enloquecido Klaus, que abandonó a su madre de cría, ha estado siempre prohibida en su casa.
Todo en el tono naíf de quien se ha criado en una casa con piscina en Bel Air rodeada de perros y gatos. Pero al contemplar el fuego que bulle tras esas pupilas, algo nos dice que estamos ante una fiera esperando a que un productor avispado le abra pronto la jaula.

Camps, ‘chico Telva’

"Mira a Camps, a su bolita: a la vejez, 'chico Telva'. Que no es ningún cadáver político y que está como nunca para presidir la Generalitat, o el Gobierno si se tercia, dice en el despliegue que le dedica la revista pija".

Francisco Camps, durante un acto del Partido Popular en la plaza de toros de Valencia
Me han matado.
 Vale que a partir de los 40 una se vuelva invisible para los tíos, pero es que ahora resulta que además soy una fantasma, una zombi, una muerta en vida en el trabajo.
Y no lo digo yo, que para eso doctores tiene la Iglesia de los Santos de los Últimos Días del Oficio.
 Yo es que soy muy de sectas, aunque tengan mala prensa.
La verdad es lo que tiene: no hay peor sordo que el que no quiere oírla. Mira a Camps, a su bolita: a la vejez, chico Telva. Que no es ningún cadáver político y que está como nunca para presidir la Generalitat, o el Gobierno si se tercia, dice en el despliegue que le dedica la revista pija.
Un publirreportaje con unos fotones del ex molt honorable en plan arrocero de La Albufera que ríete tú del Tonet de Cañas y barro de Blasco Ibáñez.
 Que Paco se cree la muerte no es noticia, pero no percatarse de que se le ha socarrado la paella y de que ni Fabra ni Rajoy quieren verlo ni en pintura es de estar autista severo.
 El culpable no es él, ya lo dijo el jurado: apuesto a que en La Moncloa están pensando en qué darle para quitárselo de en medio y callarle la boca.
El que huele a fiambre que tira de espaldas es Matas.
 Ya lo dijo Bécquer: Dios mío, qué solos se quedan los muertos. El expresidente balear vive, colea, y de momento no ha entrado en la trena, pero como si lo estuviera.
 Creo que Cospedal tiene a varios becarios a jornada completa en Génova recortando al figura de todas las fotos de bodas, bautizos y demás eventos populares, como hizo mi suegra con esta servidora cuando me divorcié de su niño bonito. Es tan corto el amor y tan largo el olvido, que escribió Neruda.
Lo bueno es que nunca es tarde para volver al mercado. Solo tienes que ver a Palomo Linares y Marina Danko en ¡Hola!, más vivos que nunca a los 60, retozando por el mundo cada uno por su lado con sus nuevas parejas.
Para mí que quien resiste, gana.
Puede que, a mis años, este sea un oficio de difuntos, que diría Uslar Pietri, pero con mi autoestima no puede ningún gurú del tercer milenio.
Otras cosas de más abajo no, pero la cabeza la llevo más alta que la jueza Alaya
. No tengo Twitter ni Facebook, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo la reina de mi casa, aunque mi reino ya no sea de este mundo.
Y hablando de imperios, me voy a dar una batida por Zara a ver si revivo.
No me extraña que hayan adelantado a los suecos de H&M, que hayan subido dos dígitos el beneficio y que Pablo Isla sea el ejecutivo mejor pagado.
 En Inditex saben lo que quieres, lo copian y te lo venden donde menos te lo esperas. Hasta Zapatero, otro expresidente, sale en las revistas paseando por París con Sonsoles de una mano y una bolsa del emporio de Amancio en la otra, ¿dónde va a encontrar mejor apaño para debutar como conferenciante en Maracaibo? Pensándolo bien, mejor me piro a Bershka.
No quepo ni en la XXL de la tienda, pero es el único sitio donde me llaman cielo y me tutean las niñatas.
 Y eso, a mi edad, resucita a una muerta.

 

Saudade Fallece Antonio Tabucchi en Lisboa a los 68 años

Imagen de archivo del escritor italiano Antonio Tabucchi.
Se había ido a una aldea portuguesa para encerrarse en una casa de campo y escribir con tranquilidad, es decir, como un loco.
 Esa ilusión de una paz volcánica.
Como Melville, que mojaba la pluma en un cráter. Encontrar una silla de paja como la de la habitación de Arlés y que la esfera planetaria entre por la ventana y se te pose en la cabeza.
 Bueno, de estas cosas hablamos por teléfono, hasta que se echó a reír
. Contó que los vecinos estaban intrigados. Había un hombre encerrado, que no salía ni a saludar el sol. Qué pena, con el buen tiempo que hace.
 Si te concentras, te podría salir un cerezo por la oreja.
Y empezaron a interesarse por él, sobre todo las ancianas del pueblo. ¡Ese hombre no come!
 Y le llevaban pan. Pobre escritor. Y Antonio Tabucchi se reía por teléfono, y les daba la razón: "¡Pobre escritor! Me ven y dicen lo que Píndaro
: 'Parece usted el sueño de una sombra'. ¡El pueblo es un clásico!".
Y Antonio, claro, acabó saliendo de la casa. Porque la boca de la literatura estaba fuera, una mujer que contaba la historia de su hijo en Francia, en una fábrica de acordeones. Y la dichosa esfera hizo una elipsis en la plaza y se posó sobre el viejo del sombrero negro que abrió los brazos y abarco el aire con la saudade de un acordeón.
 Si, eso debió ser el último verano.
Antes lo había visto en Ferrol y me habló indignado de los progroms contra gitanos en Italia.
Una indignación siempre inteligente, que apuntaba la injusticia.
Y luego, la descerrajaba, a la injusticia, con un humor libertario, hasta extirpar el núcleo de la estupidez, como hizo en el inolvidable opúsculo La gastritis de Platón.
 Un alegato contra la vacanza morale, que diría Primo Levi, de escritores e intelectuales, contra aquellos cínicos que combinan la locuacidad conformista y el "silencio selectivo".
Una vez lo convencimos para ir a un programa de televisión. En medio del debate, se levantó y dijo: "Voy a mear".
Fue un gesto elegante, tal como iban las cosas.
Su forma de hablar, de estar, hasta el más leve gesto, tenía mucho que ver con su forma de escribir. Su mirada atraía a las cosas y a las palabras
. Si, en la visión sartriana, la prosa se sirve de las palabras y la poesía sirve a las palabras, en la literatura de Antonio Tabucchi hay una superación de ese dilema: se sirve de las palabras, al tiempo que las sirve. En el arte de la sutileza, el más humilde y leve gesto puede ser sublime.
Y así era el oficio de escribir del autor de Réquiem. Si, decía, Tabuchi en Ferrol.
 Como un buen situacionista, amaba los terceros lugares y se reía del cosmopaletismo.
Era un hombre rebelde, escritor piel roja, y por eso amaba el mundo, la gente de las "voces bajas", y entendía muy bien la saudade como una nostalgia afectuosa
. Ahora, hasta el tranvía 28 de Lisboa tiene saudade de Tabucchi.

Mikel López Iturriaga

Sobre el autor

Mikel López Iturriaga
Mikel López Iturriaga es relativamente conocido como autor del blog gastronómico Ondakín. 
Ha trabajado como periodista musical y de otras cosas en Canal +, El País, Ya.com o ADN, y aprendió algo de cocina en la Escuela Hofmann. 
Hoy se considera más un advenedizo que un experto.