Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 nov 2020

‘La trinchera infinita’, de Arregi, Garaño y Goenaga, candidata española al Oscar a mejor película internacional

El drama sobre los topos de la Guerra Civil, que se estrenó con premios en el festival de San Sebastián de 2019, inicia su carrera hacia la ceremonia de la Academia de Hollywood, el 25 de abril.

Antonio de la Torre, en 'La trinchera infinita'. En el vídeo, tráiler de la película
 
 
 
 

La trinchera infinita, de Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga y Jon Garaño, será la candidata española al Oscar a mejor película internacional. Esta mañana, la actriz Susi Sánchez, acompañada de la productora María Luisa Gutiérrez como representante de la Academia, ha leído el título del drama elegido de un trío en el que también figuraban O que arde, de Óliver Laxe, y El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia. La 93ª ceremonia de los premios Oscar se celebrará en Los Ángeles el 25 de abril de 2021. Los académicos españoles han seleccionado La trinchera infinita de entre 58 largometrajes, 22 más que en la pasada convocatoria, debido a que el periodo temporal de estreno ha aumentado: del 1 de octubre de 2019 al 31 de diciembre de 2020. Aunque ha dado igual: el trío finalista se estrenó en 2019. No es la primera vez que Arregi, Goenaga y Garaño entran en esta carrera: ya la hicieron hace cuatro años con su Loreak (2014) para los Oscar de 2016.


La trinchera infinita concursó en la edición del festival de San Sebastián de 2019 -donde se llegó el premio especial del Jurado, la Concha de Oro a la mejor dirección y el Fipresci de la crítica internacional-, antes de ganar dos Goyas (actriz para Belén Cuesta y sonido), de 15 candidaturas. La película relata el drama de un topo de un pueblo malagueño (encarnado por Antonio de la Torre), un perseguido por el franquismo que se encierra durante 33 años en su casa: desde el golpe de Estado en 1936 hasta la amnistía de 1969 –que se otorgó al cumplirse tres décadas del final de la guerra–. Escondido en un zulo, sin ver la luz, creando una vida familiar sui generis. Cuesta da vida a la esposa del topo, una mujer que debe reconvertirse en pilar sentimental y económico del hogar. 
 
El trío de directores, Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga y Jon Garaño, había dirigido en parejas. Así llegaron el documental Lucio (2007), y las películas de ficción 80 egunean (2010), Loreak (2014) y Handia (2017). Han ido escalando posiciones en el cine español, creciendo en reconocimientos -Handia obtuvo 10 Goyas-.

Su inclusión en octubre en el trío preseleccionado pilló a los directores guipuzcoanos de gira de promoción en Francia, donde la película se iba a estrenar el pasado 28 de octubre, después de tener que posponer la fecha prevista en abril. Tampoco pudo ser, porque ese día se confinó el país -ironías de la vida, de eso va La trinchera infinita-. Sin embargo, su distribuidor avisó que volvería a lanzarla en cuanto abran las salas. En el resto del mundo, en 190 territorios, el drama se ha visto a través de Netflix, que la estrenó en su plataforma en febrero. Sin embargo, en EE UU habrá -si el coronavirus lo permite- un estreno en salas este viernes 6. Según Netflix, lo realizan “animados por los grandes resultados de visionados en streaming, y conscientes del potencial de la película", tanto comercialmente como en “una apuesta estratégica" de cara a la carrera a los premios.

En la Academia, tras conocerse la noticia, Belén Cuesta y Vicente Vergara (que encarna a Gonzalo) aseguraban que la película aporta algo muy especial: “Es nuestra, habla de nuestra historia”.

 Y decidieron no mirar más allá: “Celebremos esto hoy y ya veremos más adelante”. Para la ganadora del Goya, “La trinchera infinita habla del miedo, de cómo marca las vidas y puede paralizar a la gente.

 Ese miedo condiciona la existencia de todos los personajes”. Sobre el actual paralelismo con los confinamientos, explicaron: “Mucha gente nos contaba cuando se estrenó en las plataformas casi a la vez que el Estado de Alarma cómo veían el paralelismo, y cómo hay encierros peores”.

 Arregi, Goenaga y Garaño funcionan como una cooperativa muy eficaz. “Escuchan, colaboran, se decide en grupo, aunque de manera rápida y precisa”, cuentan sus actores. Los aludidos confirman así es el método de trabajo de su productora, Moriarty. “Es una estrategia, pensamos que hubiera uno fijo”, dice Goenaga, que fue el elegido, “al que pudieran tener como interlocutor los actores”. Aunque después vuelve la mesa redonda: “En pre y posproducción estamos los tres, en el rodaje somos dos porque uno se encarga de los actores y otro del equipo técnico. Todos en todo sería ingobernable”, dicen.

 


Por la pandemia, la ceremonia de los Oscar 2021, la 93ª edición, se celebrará en Los Ángeles el próximo 25 de abril, cuando inicialmente estaba prevista para el 28 de febrero. Ese día de febrero acaba ahora el periodo de presentación de candidaturas. Las shortlists, las cribas previas de algunas categorías, se harán públicas el 9 de febrero, y las candidaturas definitivas se anunciarán el 15 de marzo. El año pasado, la candidata española, Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, llegó hasta la ceremonia final, aunque finalmente ganó Parásitos, del surcoreano Bong Joon-ho.

Entre los países que ya han elegido representante están Alemania (And Tomorrow the Entire World, de Julia von Heinz), Austria (What We Wanted, de Ulrike Kofler), Bosnia (Quo Vadis, Aïda?, de Jasmina Zbanic), Croacia (Extracurricular, de Ivan-Goran Vitez), República Checa (Charlatan, de la polaca Agnieszka Holland), Georgia (Beginning, de Dea Kulumbegashvili, última Concha de Oro), Polonia (Never Gonna Snow Again, de Małgorzata Szumowska y Michał Englert), Rumania (Collective, de Alexander Nanau), Costa de Marfil (Night of the Kings, de Philippe Lacôte), Japón (True Mothers, de Naomi Kawase), Corea del Sur (The Man Standing Next, de Woo Min-ho), Canadá (Funny Boy, de Deepa Mehta) o Palestina (Gaza mon amour, de Arab Nasser y Tarzan Nasser).

 
 
 

 

2 nov 2020

El Bolso de Carla Bruni

 

Madame Carla Bruni-Sarkozy

Madame Carla Bruni Sarkozy saluda

Al superviviente Manuel Longares

Al superviviente

 

Hemos intercambiado dolores, abatimiento, euforia y el desasosiego de desenvolvernos a ciegas en un horizonte hermético,

Mi querido amigo: confío en que al recibo de la presente os encontréis bien de salud tú y los tuyos, nosotros también, a Dios gracias". Así iniciaban las cartas nuestros mayores, y con el mismo ceremonial —que me figuro inseparable del sombrerazo o la reverencia galante— me comunico contigo a través de la mujer que recoge nuestros papeles.

Desde que iniciamos esta costumbre —¿hay otra mejor en estas circunstancias?—, nuestra correspondencia se ha sostenido mal que bien. Hemos intercambiado dolores, abatimiento, euforia y el desasosiego de desenvolvernos a ciegas en un horizonte hermético, que solo se nos despejará cuando la hora fatal que no registra el reglamento nos saque de este mundo.

Cuando supe que compartíamos hospital inicié este epistolario, irritante a veces, pero útil para convencernos de que la enfermedad no nos ha cambiado tanto. Tu complicidad como corresponsal nos permite este engaño de parecer vivos, de ahí mi interés en escribirte por las mañanas y esperar tu respuesta a lo largo de la tarde. Cada uno en su planta reglamentaria y entre las cuatro paredes de su habitación, pero sin descartar que, un día loco, el acicate de sacudirnos la parálisis nos proyecte más allá de nuestros respectivos confinamientos y escapando por un instante del campo de concentración, nos abracemos en el pasillo con júbilo de resistentes.

 

 

Algo de enfermizo sí que hay Javier Marías

 

Hoy hay un regodeo en el victimismo, el propio o el de los ancestros; cualquier pretexto es bueno para protestar.

Con su benevolente permiso, voy a traer hoy a colación (me niego a emplear el omnipresente y ridículo “compartir”) dos citas que me han llegado por casualidad. Una es larga y otra corta. La primera es de 1856 y se debe a la novelista inglesa George Eliot —pseudónimo de Mary Ann Evans—, que vivió entre 1819 y 1880, es decir, nació el mismo año que la Reina Victoria, pero ésta la sobrevivió veintiuno. Procede de un ensayo, de los cuales escribió unos cuantos excelentes antes de dedicarse a la ficción con enorme inseguridad, pese a que sus obras Middlemarch y Daniel Deronda son hoy consideradas clásicos indiscutibles. El término con que comienza la cita, “Philister”, es de difícil traducción.  

  El término con que comienza la cita, “Philister”, es de difícil traducción. Se parece a nuestro “filisteo”, pero no es un equivalente exacto. Como además pocos saben ya lo que esto significa, o se confunde con “fariseo”, será mejor optar por otro. La propia forma es infrecuente en inglés, más a menudo leemos “Philistine”. Es de origen alemán, y al parecer fue acuñado en 1693 en Jena, para luego adquirir acepciones figuradas y más amplias. El Webster Dictionary propone como sinónimo “Barbarian”, de modo que traduciré recurriendo a “Bárbaro” o “Bruto”:

“El Bárbaro o Bruto”, dice Eliot, “es aquel a quien resultan indiferentes todos los asuntos sociales, toda la vida pública en tanto que opuesta a los intereses egoístas y particulares; carece de apego hacia los acontecimientos políticos y sociales salvo si afectan a sus propias comodidad y prosperidad, le brindan materia de diversión o una oportunidad para satisfacer su vanidad. 

 

“El Bárbaro o Bruto”, dice Eliot, “es aquel a quien resultan indiferentes todos los asuntos sociales, toda la vida pública en tanto que opuesta a los intereses egoístas y particulares; carece de apego hacia los acontecimientos políticos y sociales salvo si afectan a sus propias comodidad y prosperidad, le brindan materia de diversión o una oportunidad para satisfacer su vanidad. Carece de credo social o político, pero es siempre de la opinión que en el momento sea más conveniente. Siempre está con la mayoría, y es el principal elemento de irracionalidad y estupidez cuando al público le toca ‘discernir’… El Bruto es la personificación del espíritu que lo juzga todo desde una perspectiva más baja de la exigida por cualquier cuestión, que juzga los asuntos de la comunidad desde una perspectiva egotista o puramente personal, y juzga los de la nación desde el punto de vista de su campanario, y no duda en medir los méritos del universo desde su humana subjetividad”.

Olvidé mencionar que tanto el Webster como el Oxford English Dictionary destacan, al definir “Philister”  o “Philistine”, que se trata de un individuo o individua desentendidos del saber y que buscan riqueza y rédito material por encima de todo lo demás. 

La pertinencia de esta cita no requiere explicación, a mi parecer. Podría poner nombres propios a los incontables “Bárbaros” o “Brutos” que hoy pululan por España y por doquier, en el sentido de Eliot, claro está. Pero sería tarea interminable y que nos deprimiría más de lo que lo estamos ya, porque entre esos nombres figurarían los de la mayoría de Presidentes, Vicepresidentes, ministros, políticos de todo signo, empresarios, banqueros y hasta no pocos intelectuales y opinadores. Lo peor, con todo, es que, si uno mira a su alrededor (no digamos a las redes sociales), comprobará que demasiada gente sin responsabilidad ni poder responde también a la descripción, sobre todo en lo referente a: “… es siempre de la opinión que en el momento sea más conveniente, siempre está con la mayoría…” Lo desolador de nuestro tiempo es que lo que denunciaba George Eliot hace 164 años se ha multiplicado por cien mil. El oportunismo gregario y acrítico, la tiranía de “lo que se lleva” o “queda bien”, la adulación de los vociferantes audaces, el acobardamiento ante cualquier acusación de disensión, la renuncia a pensar sin intimidarse, no tienen comparación con los de otras épocas, sólo sea por la universalidad que han alcanzado las consignas de los vociferantes.

Sólo así, por barbarie, se malentiende que la Universidad de Edimburgo haya privado de sus honores póstumos al filósofo escocés David Hume, como contó José Luis Pardo en este diario. Hombre inteligente, gran escritor, ateo en 1740 y figura libre donde las haya habido. Ahora ofende su libertad. Aquí encaja la cita breve, que no sé de quién es, pero reza así: “Algo enfermizo hay en una sociedad en la que la mayoría de las personas sólo se sienten bien cuando se sienten mal”. 

Es innegable que un considerable porcentaje de la población procura con ahínco estar descontento y ser “víctima de algo o de alguien”. Obviamente no hablo de quienes tienen motivos de sobra no ya para el descontento, sino para la desesperación (los hay a millones). Más bien de tantos que simplemente arrostran las dificultades, estrecheces y frustraciones que son inherentes a la existencia, pero con las que la humanidad se ha bandeado siempre con mayor o menor fortuna y esfuerzo.

 Hoy hay un regodeo en el victimismo, el propio o el de los ancestros; cualquier pretexto es bueno para sentirse desdichado, maltratado, para protestar y culpar, aunque sea a Roma o a la Edad Media. Cuando las personas eran creyentes, 
maldecían sin más a Dios, causante último de cuanto ocurría. Una vez perdido ese chivo expiatorio por antonomasia, que nunca pagaba sus deudas ni recibía castigo, queda abierta la veda y nadie se salvará. Algo de enfermizo sí que hay.