Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 abr 2020

Ana de Inglaterra, la hija más discreta de Isabel II, rompe su silencio

La princesa habla sobre sus pocas ganas de retirarse a los 70, que cumplirá en agosto, y echa un rapapolvo a los jóvenes de la familia real británica:

 “Se creen que pueden cuadrar el círculo”

La princesa Ana, en Ascot en junio de 2019.
La princesa Ana, en Ascot en junio de 2019.Patrick van Katwijk / GTRES

 María Porcel

No ha visto The Crown ni tiene interés en hacerlo.
 Pero la llegada de su personaje a la serie, su mayor visibilidad en la familia real –tras las salidas de Enrique y Meghan y los traspiés de su hermano Andrés– y su 70º cumpleaños le han dado a la princesa Ana una visibilidad inédita en estos días de caos real. 
Por ello, la edición estadounidense de la revista Vanity Fair le dedica su portada y un amplio reportaje en el que, de forma excepcional, la sigue durante un par de días y la entrevista.
La charla, además de en varios actos oficiales, tiene lugar en la residencia de Ana. 
Vive en el londinense palacio de Saint James, en un apartamento junto a la Capilla Real, al lado de su hermano Carlos, heredero al trono, y a pocos metros del palacio de Buckingham, donde residen sus nonagerios padres, Isabel II y Felipe de Edimburgo.
Cálida, cariñosa y divertida, la define Katie Nicholls, la periodista que la sigue durante horas. 
Ana es relajada con el protocolo, se acerca, saluda, da la mano y suelta un “encantada de conocerle”. 
Salpica los saludos y las charlas de anécdotas personales y familiares, de viajes, curiosidades.
 “Es una joya. Es la más agradable y trabajadora de todos”, afirma un alto ejecutivo que está en contacto frecuente desde hace años con la familia real británica. 
“Hace muchas cosas que están fuera de lo que la gente ve”, afirman otros.
 Si está interesada en algo, le dedica su tiempo y energías y no duda en alargar sus compromisos por ello. 
 Cumple con su agenda de un tirón y no para, más que a tomar una taza de té.
 Es ágil y poco dada a cuestiones superfluas: se arregla ella misma, escoge su ropa, se maquilla y, si la ocasión lo manda, se coloca su tiara.
Su vida es muy distinta de la de los jóvenes de la familia real que ahora están en el foco.
 De ahí que le preocupe que no terminen de entender bien el concepto y el funcionamiento de los Windsor. 
Se describe como “la vieja aburrida pesada que está detrás diciendo: 'No olvidéis lo básico”.
 Y, en la entrevista, no duda en soltar una pequeña pullita a sus sobrinos, ahora al frente de la casa. “No creo que esta generación más joven entienda lo que yo hacía en el pasado, la verdad. 
No sueles mirar a la generación anterior y decir: ‘¡Vaya! ¿Eso hiciste? ¿Estuviste ahí?’. 
Ahora es mucho más como: ‘Busquemos un modo nuevo de hacerlo’. Pero yo estoy en otra etapa: 
'Por favor, no intentemos cuadrar el círculo. Ya hemos estado ahí, ya hemos hecho eso. Algunas cosas no funcionan. Tenéis que volver a los básicos".
La entrevista tuvo lugar el mismo día que se anunció el divorcio de su hijo mayor, Peter Phillips, de la que es su esposa desde hace 12 años, Autumn Kelly.
 Lejos de crear incomodidad en el ambiente, la princesa obvia el tema y sigue con su día y sus compromisos.
 Sabe lo que es sufrir el escrutinio en lo personal, como le ocurre a buena parte de su familia.
 Sus cartas íntimas con Timothy Laurence, que después se convertiría en su segundo marido, fueron aireadas por la prensa.
Él, junto a los viajes y el mar, son una de sus pasiones. 
Y los caballos. Siempre, siempre, los caballos. 
“Pensé que si iba a hacer algo fuera de la familia real, los caballos eran probablemente la mejor opción", explica sobre su etapa como amazona, que la llevó a ganar medallas en tres campeonatos europeos y a participar en los Juegos Olímpicos de Montreal. Aunque, de haber tenido realmente otra vida, le habría gustado ser ingeniera; de hecho, es patrona de la asociación de Mujeres Ingenieras y en Ciencia. 
“He disfrutado mucho animando a ver la ingeniería como una carrera realista para las chicas”, afirma.
La equina es una pasión heredada de su madre, gran aficionada a los caballos, y que ella ha pasado a sus dos hijos, Peter y, sobre todo, Zara, que también fue a los Juegos Olímpicos, pero de 2012. La princesa tiene sus propias cuadras en su casa de Gatcombe, en la campiña británica, a los que le gusta cuidar y alimentar.
 Sus cuatro nietos, dos de cada uno de sus hijos, también montan a caballo, algo que le encanta.

 

Son precisamente sus nietos con quienes, según cuenta su entrevistadora,
 “se le iluminan los ojos” al hablar de ellos y con quienes le encanta pasar tiempo al aire libre.
 “Me resulta muy difícil de entender por qué alguien está pegado a pantallas y dispositivos. 
La vida es demasiado corta, la verdad. Hay más cosas entretenidas que hacer”, reflexiona, para añadir con humor: 
“Supongo que eso me sitúa en el rango de edad de un dinosaurio”.
La entrevista se realizó a mediados de febrero, un mes después de que su sobrino Enrique y la esposa de este, Meghan Markle, decidieran dar el paso de abandonar la familia real británica y dejar atrás sus títulos de Altezas Reales.
 Pero ella ya tomó esa decisión a finales de los años setenta, cuando nacieron sus propios hijos. “Pensé que probablemente sería lo mejor para ellos, y creo que mucha gente podrá debatir sobre que el hecho de tener títulos tiene sus inconvenientes.
 Así que creo que fue lo correcto”, explica.

La princesa Ana, junto a Boris Johnson en una cumbre celebrada el 20 de enero en Londres.
La princesa Ana, junto a Boris Johnson en una cumbre celebrada el 20 de enero en Londres.POOL / Reuters
En lo que sí siguió la tradición fue en mandar a sus hijos a internados, como al que ella acudió (igual que lo hizo el príncipe Carlos que no vivió allí una buena experiencia) y al que tiene mucho que agradecer. 
 “Mi caso fue ligeramente diferente del de mi hermano mayor. Yo estaba lista para ir al colegio, tenía una institutriz y un par de amigas y eso no iba a ser suficiente, así que estaba encantada de ir. Creo que los internados han sido demonizados en ocasiones, cuando son instrumentos para que muchos niños prosperen".
Así, relata que es patrona de una asociación de infancia e internados que “cuida a niños de casas en situación de caos y los manda a internados”: “Solo hay que escucharles para ver cómo transforman por completo sus vidas”.
Una de las cuestiones que más se ha comentado sobre la princesa a lo largo de las décadas es su capacidad de reciclar su ropa. 
Mientras que el director de Vogue en Reino Unido, Edward Enninful, la califica de “icono de estilo” y de ser capaz de llevarlo todo, ella es más crítica y asegura que recicla ropa porque es “bastante mala” en el asunto del vestir. 
“Lo intento, compro material y me lo hacen porque es más divertido. 
Además, ayuda a las manufacturas del país. No debemos olvidar a quienes tienen esas habilidades y hacen un trabajo fantástico", afirma, haciendo constar su papel de presidenta de la Asociación británica de moda y textil.
Un patronato de los que, como tantos otros, no pretende retirarse. Esas tareas para ella no son “marcar una casilla y ya”, como dice, sino implicarse a fondo. 
 “Me llevó unos 10 años sentirme con la suficiente confianza para participar en debates públicos de Save the Children”, pone como ejemplo. 
En agosto cumplirá 70 años.
 “Jubilarse no es igual para mí”, ríe irónica, reconociendo que algunos lo pueden reconocer como una suerte y otros como un castigo, pero que ella ha decidido seguir el ejemplo de sus padres y dedicar tiempo a hacer cosas que le gustan y donde es necesaria, y delegar en otras. 
“Tengo que admitir que ellos han seguido ahí durante mucho más tiempo de lo que yo tenía en mente, pero ya veremos”.


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Confinamiento coronavirus España

16 abr 2020

Brad Pitt sorprende a su maquilladora reformando y decorando su casa

El actor, que trabajó personalmente en la obra, ha sido el primer famoso en participar en la versión vip del programa de reformas de los gemelos Scott.

El actor Brad Pitt en Los Ángeles a finales del pasado mes de febrero.
El actor Brad Pitt en Los Ángeles a finales del pasado mes de febrero.TheImageDirect.com / GTRES

 

La imagen para un actor lo es todo. 
Y de eso es consciente Brad Pitt, que mantiene una estrecha amistad con Jean Black, su maquilladora desde hace más de un cuarto de siglo.
 “Ella es mi familia, somos como hermanos. Es una persona que valoro mucho en mi vida”, ha asegurado el actor, de 56 años, que ha querido mostrarle su gratitud reformándole el garaje para convertirlo en un estudio.
Este es el caso de Jean Black, que ha trabajado con Pitt en más de cuarenta producciones de Hollywood, como Fight Club, Sr. y Sra. Smith o en el último trabajo del director Quentin Tarantino
Se conocieron en 1994 durante el rodaje de Leyendas de pasión, donde vivieron una situación realmente incómoda.
 “Hubo un momento en el que ella tuvo que maquillarme el trasero porque tenía marcas de bronceado. 
Todavía seguimos siendo incapaces de mirarnos a los ojos”, ha recordado el actor.
Tres semanas estuvo Pitt con los gemelos Scott para llevar a cabo la reforma en la vivienda que tiene Jean Black en Santa Mónica (California, EE UU), mientras Black disfrutaba de unas vacaciones. Y quien piense que la estrella de cine no se ensució las manos se equivoca.
 Con gafas de protección, martillos y otras herramientas participó en las labores de demolición y construcción. 
“Si no estoy construyendo, me muero”, declaró el intérprete, que es un apasionado de la arquitectura. 
“Amo que la arquitectura sea esta pieza de arte donde puedes estar dentro”, reveló a Oprah Winfrey hace unos años e incluso lanzó un proyecto, Make it Right, para la reconstrucción de Nueva Orleans tras el huracán Katrina junto al diseñador William McDonough y el arquitecto Frank Gehry, artífice del museo Guggenheim de Bilbao. Aunque finalmente la idea no salió como esperaba
 Las viviendas presentaron al cabo de los años una construcción descuidada con materiales deficientes, por lo que la fundación se enfrenta actualmente a una demanda.

Pero no lo ha hecho solo. 
Ha contado con la ayuda de Drew y Jonathan Scott, los famosos gemelos que presentan el programa La casa de mis sueños, que han iniciado una edición vip —Celebrity IOU— con el ganador del Oscar por Érase una vez en... Hollywood como primer invitado. Tras grabar el programa, Jonathan Scott ha destacado del intérprete su humildad:
 “Además de dirigirse a los miembros del equipo por su nombre, también se encargó de agradecer a cada uno el haber hecho realidad esta sorpresa.
 Fue un auténtico caballero”.
 Por su parte, su hermano ha señalado que “es asombroso ver a gente extremadamente exitosa estar lo suficientemente enraizada como para recordar siempre a las personas que le ayudaron a llegar allí”.
Sorprendida por el detalle del actor, la maquilladora ha dicho: "Estoy atónita. Realmente es conmovedor, lo aprecio mucho. 
Soy consciente de lo bondadoso que ha sido siempre Brad.
 Su generosidad no tiene límites, pero que haya hecho algo así... es más de lo que podría haberme imaginado jamás. 
Estoy muy emocionada.
 No puedo agradecérselo lo suficiente. Te quiero, Brad”. 
Pero no ha sido la única que ha soltado alguna lágrima.
 El intérprete también se ha conmovido en varios momentos del programa, incluso cuando se percató de que los hermanos Scott habían colgado en un armario un retrato de los padres de Black, los cuales fallecieron cuando ella era muy joven: 
“Esto le va a llegar al corazón”.
Los televisivos gemelos han expresado en redes sociales y en diversas entrevistas lo satisfechos que han quedado con este primer episodio con celebridades, después de casi diez años centrados en la versión original. 
“Ella me ha emocionado en este proyecto.
 Gracias, Brad, por hacernos formar parte de esto”, ha escrito Drew Scott en Instagram. Próximamente colaborarán con otras estrellas como Jeremy Renner, Melissa McCarthy, Rebel Wilson y Michael Bublé.

La otra familia del excéntrico rey de Tailandia: su madre reina de la belleza y su padre amante del jazz

El anterior monarca, Bhumibol, y su esposa Sirikit, fueron respetados por sus ciudadanos porque consiguieron un período de apertura al turismo y modernización para el país.

 

El rey Bhumibol y la reina Sirikit, llegan a la abadía de Westminsterel el 19 de julio de 1960 durante una visita a Gran Bretaña.
El rey Bhumibol y la reina Sirikit, llegan a la abadía de Westminsterel el 19 de julio de 1960 durante una visita a Gran Bretaña.Royalty / ©2000 Credit:Topham Picturepoint
 
 
Maite Nieto
 
El polémico y excéntrico rey Vajiralongkorn de Tailandia se aisla de la pandemia mundial lejos de su país y refugiado en el Grand Hotel Sonnenbichl, en la ciudad bávara de Garmisch-Partenkirche, que ha reservado entero para él y su séquito, entre el que se encuentran 20 concubinas, a quienes algunos medios aseguran tiene organizadas como si se tratara de un ejército: con uniformes, galones, jerarquías... 
Algunos hablan de fetichismo sexual, otros de otra más de las salidas de tono de este monarca al que acompaña la controversia desde antes incluso de acceder oficialmente al trono en mayo de 2019, después de un exótico ritual por el que fue erigido semidiós pasados tres años de la muerte de su padre.
También podía haber decidido quedarse en la mansión que tiene junto al lago de Starnberg, a menos de 30 kilómetros de Múnich. 
Pero él va improvisando y saltándose el confinamiento a su antojo para realizar, por ejemplo, un viaje de ida y vuelta a su país para estar presente en las celebraciones del día de Chakri, festividad que conmemora en Bangkok la llegada al trono de la dinastía de la que él es ahora máximo representante. 
Le acompañó su discreta esposa, la reina Suthida, a quien recogió haciendo escala en Zúrich, donde vive gran parte del tiempo alojada en otro hotel, el Waldegg situado en la localidad de Engelberg, a unos 87 kilómetros de la capital financiera de Suiza.
Que estos dispendios sean pagados por las arcas tailandesas no parece preocupar mucho a su rey, acostumbrado a que su idoneidad sea cuestionada desde que fue proclamado heredero en 1971 pero protegido por una ley de lesa majestad que castiga con cuantiosas multas y hasta 35 años de cárcel cualquier comentario negativo sobre la familia real, sus mascotas incluidas. 
Sin embargo, el aprecio por los monarcas tailandeses no ha sido siempre como ahora. 
Los padres del actual rey, el difunto rey Bhumibo, que lideró el país durante 70 años, y su esposa Sirikit de Tailandia, consiguieron la veneración de la gran mayoría de sus súbditos.
Bhumibol, aficionado al jazz y a la vela, sí contaba con el respeto de los ciudadanos de su país. Junto a su esposa consiguió dar a Tailandia una imagen de modernidad y paz que lo abrió al comercio internacional y, sobre todo, al turismo.
 Él consiguió representar el timón certero que conducía a una nación políticamente muy dividida y donde los militares dieron un golpe de Estado en 2014.
 Pero tras su historia política hubo otra personal que también tuvo que ver mucho con su éxito tanto dentro como fuera de sus fronteras, y esta tuvo nombre de mujer. Se trató de quien se convirtió en su esposa en 1950 y que hoy recibe el trato de reina madre: Sikirit de Tailandia.

Hija del coronel Mom Chao, se educó en los países en los que su padre fue ejerciendo funciones diplomáticas para su país: Francia, Dinamarca, Reino Unido y, después en Suiza.
 La pareja se conoció precisamente en este país, donde Bhumibol Adulyadej también estudiaba, porque aunque ya era rey por entonces, era menor de edad. 
Ella manifestó años más tarde que “le odió” en su primer encuentro –algo en lo que puede que influyera que llegó tres horas tarde–, pero que su impresión cambió radicalmente cuando volvieron a verse mientras él se recuperaba de las secuelas de un accidente de tráfico. Sirikit era apenas una adolescente y quería ser pianista profesional, pero se enamoraron, se comprometieron y ella volvió con él a Tailandia para convertirse en su esposa y en la bella reina que representó a su país por todo el mundo.
Su belleza y estilo al vestir fueron una de sus cartas de presentación en Occidente.
 En 1965, por ejemplo, la edición estadounidense de la revista Vogue publicó un gran reportaje sobre los monarcas tailandeses y la legendaria Diana Vreeland, entonces directora de la publicación, describió a la reina Sirikit así: 
“Creo que es la cosa más bonita del mundo, como una florecilla, vestida con las ropas más exquisitas, y Alexandre [un conocido peluquero francés] le hace todos sus peinados y ornamentos”.
 Esta era la imagen de cuento de las mil y una noches que transmitía el reino de Siam entonces.
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Entre 1959 y 1967, la pareja real realizó numerosos viajes para promocionar su país, y en sus apariciones oficiales Sirikit de Tailandia se fue ganando fama de ser una de las mujeres más bellas y elegantes del planeta, un podio que compartía con otros nombres de la escena política y social como Jacqueline Kennedy, esposa del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, o Grace de Mónaco, casada con el príncipe Rainiero.
Las firmas francesas, y en concreto Pierre Balmain, fueron las que forjaron su imagen de símbolo de moda en todo el mundo.
 Fue fiel a Balmain hasta principios de los noventa y después combinó las creaciones de Dior, Givenchy y Valentino con otras marcas locales. 
También se hizo muy famosa por las fabulosas joyas que lucía en público, muchas de ellas encargos especiales a la famosa joyería Van Cleef&Arperls.
Pero no solo hubo alabanzas a su estilo y belleza, también se descubrió como una excelente relaciones públicas y a partir de principios de los años ochenta como una reina preocupada y volcada en su faceta solidaria.
 En el primer aspecto se la ha terminado por considerar como un personaje que ejerció una gran influencia en la Corte, especialmente entre la crisis que vivió su país en 2008 y la muerte de su esposo en 2016. 
 También demostró su buen hacer en 1956 cuando su marido decidió cumplir la tradición y, como budista que era, ingresó durante un tiempo como monje en un monasterio. 
En ese periodo Sirikit asumió las riendas de la corona y su buena labor hizo que fuera nombrada Comdej Phra Boromarajninat (un título que viene a significar algo así como reina consorte).
 En su país se la llama “la madre de todos los tailandeses”, y el día de su cumpleaños es también oficialmente el día de la madre en Tailandia.
En el segundo aspecto, como anfitriona de actos solidarios, tuvo una presencia constante, promovió numerosas galas benéficas, cenas conciertos..., que reunían a personajes de la alta sociedad tanto en su propio país como fuera de él. En todos ellos lucía su estilo impecable y su característica sonrisa y derrochaba esa clase que no todo el mundo tiene. Esa afición a la moda, también hizo que en 2012 creara el Museo del textil de reina Sirikit, que expone algunos de los vestidos de Balmain, las maletas de Louis Vuitton con las que la pareja viajó por todo el mundo y otros efectos personales. 
Un museo que ha sido calificado como “una pequeña joya” en medio de Bangkok por algunos medios internacionales.
Todas estas características no han convertido en ciega a Sirikit, que ahora es reina madre, y siempre ha sido consciente de las debilidades de su primogénito, el actual rey de Tailandia, especialmente por su excesiva afición por las mujeres. 
Sirikit y Bhumibol tuvieron otras tres hijas, pero la ley del país prohíbe que una mujer pueda llegar al trono aunque, según han comentado distintos observadores, si que hay una de ellas, la princesa Maha Chakri Siringhorn, que parece haber heredado las aptitudes políticas de sus padres.