Georgieva dibuja un panorama aún más lúgubre que el que proyectó hace dos semanas.
La
directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en una imagen de
archivo. En vídeo, las declaraciones de Georgieva este jueves. FOTO | VIDEO: REUTERS
El mundo se enfrenta a “una crisis como ninguna otra”.
La
pandemia del coronavirus “ha alterado el orden económico y social a la
velocidad de un rayo”, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), y
provocará un impacto en la economía global
que será el mayor desde la Gran Depresión de los años treinta.
La “previsión lúgubre”, ha asegurado la economista, se
aplica tanto a las economías en desarrollo como a las avanzadas.
“Pero
igual que la crisis sanitaria golpea más duro a los más vulnerables, la
crisis económica golpeará también más fuerte a los países vulnerables”,
ha señalado.
“Los mercados emergentes y las naciones de rentas bajas, por toda África, América Latina
y buena parte de Asia, están en alto riesgo”, ha advertido Georgieva.
“Estimamos que las necesidades brutas de financiación externa para
mercados emergentes y países en desarrollo estará en los billones de
dólares, y solo pueden cubrir una porción de eso por sí mismos.
Necesitan ayuda urgentemente”.
La
directora del Fondo califica de “alentador” que los Gobiernos hayan
pasado a la acción, inyectando estímulos fiscales por un valor
aproximado de ocho billones de dólares, y considera que ha habido una
“coordinación significativa”.
Georgieva ha resumido las prioridades a
partir de ahora en cuatro puntos: primero, continuar con las medidas de
contención y el apoyo a los sistemas de sanidad; segundo, proteger a las
personas y compañías afectadas con medidas fiscales y financieras;
tercero, reducir el estrés en el sistema financiero y evitar el
contagio; y cuarto, mientras se avanza en la fase de contención, planear
para la recuperación.
Así, ha explicado la economista, si la pandemia se disipa en
la segunda mitad del año, el “supuesto de referencia” del Fondo es de
“una recuperación parcial en 2021”.
Pero ha subrayado que sigue habiendo
“una tremenda incertidumbre” y hay muchos factores, incluida la
duración de la pandemia, que podrían hacer que empeoren las
proyecciones.
“Estos
son los tiempos para los que el FMI fue creado”, ha recordado
Georgieva.
El Fondo, ha asegurado, coloca al servicio de sus miembros el
billón de dólares de que dispone en capacidad de préstamos.
Además, ha duplicado sus fondos de financiación de emergencia hasta los
100.000 millones de dólares para atender las solicitudes que han
formulado más de 90 países.
La semana que viene el Fondo y el Banco
Mundial celebrarán, de manera virtual debido a la pandemia, sus
reuniones de primavera, en las que se tratarán las acciones a llevar a
cabo de inmediato. Estas determinarán, ha concluido Georgieva, “la
velocidad y la fortaleza de la recuperación”.
Hace
solo unos meses, ha recordado Georgieva en un mensaje difundido por
Internet, el FMI esperaba para este año un crecimiento positivo en la
renta per cápita en 160 de los 189 países miembros. “Hoy, ese número se
ha dado la vuelta: ahora proyectamos que más de 170 países
experimentarán crecimiento negativo este año”, asegura. Sigue habiendo
“una extraordinaria incertidumbre” sobre la profundidad y duración de la
crisis, ha advertido Georgieva, pero ya hay algo claro: “El crecimiento
global se volverá bruscamente negativo en 2020 y anticipamos las peores
consecuencias económicas desde la Gran Depresión”.
Muchos hemos crecido con la estúpida ilusión de que algún día viviríamos nuestro propio Studio 54,
ese club lleno de música y gente fabulosa capaz de revolucionar con su
energía la escena nocturna de una ciudad y del resto del mundo.
El club
neoyorquino quedó fijado como un icono del glamur de los años 70, una
suerte de milagro del que solo disfrutaron unos pocos y que de alguna
forma dejó fijado la postal perfecta de la diversión.
Son
tantas las fotografías que han alimentado ese Xanuadú, tantos famosos
como los de antes desmelenados, tantos modelazos irrepetibles, que una
película documental con todo ese material ya conocido y bastante más que
permanecía inédito solo puede saborearse como un festín de nostalgia
para estos días de confinamiento.
No se trata de ningún gran documental, aunque aporta
testimonios de personas que hasta la fecha se han negado a contar su
versión de los hechos.
Da un poco igual.
Con revivir cómo aquel negocio
se convirtió en meca del hedonismo, en aquel milagro de esplendor y
placer, merece la pena contemplarlo.
La historia se centra en los dos hombres que levantaron la empresa, Steve Rubell
e Ian Schrager, dos amigos de la infancia que se repartieron los
papeles de la discoteca. Rubell era el relaciones públicas y Schrager el
cerebro.
Los entresijos y bambalinas de cómo se puso en pie aquel
proyecto es lo más interesante de una historia que no acaba de
aprovechar su material.
Studio 54 se inventó una forma de
jugar con la carta de las celebridades que aún perdura.
Una estrategia
que Rubell y Schrager supieron aprovechar con picardía: contrataron a un
par de buenos fotógrafos y les dieron carta blanca para disparar sus flashes.
De Robert de Niro a Diana Vreeland, Capote, Warhol, Liza Minnelli y, cómo no, Bianca Jagger y su caballo blanco.
El
material además no es tan obvio y hay momentos sorprendentes: como una
entrevista a un Michael Jackson de pelo afro y un terrible acné en la
cara, o los travestis que bailaban semidesnudos liberando de prejuicios
una pista de baile que ya no volvió a ser la misma.
Se podría resumir
todo en sexo, drogas, fama y dinero, pero sería injusto no admitir que
para lograr que todo eso junto no descarrilase (como finalmente ocurrió)
hizo falta al menos un segundo de innegable talento.
El
batería ejercía el papel de correveidile perfecto, el mensajero de las
noticias malas para Paul McCartney, un tipo simpático y bondadoso que
podía suavizar el mensaje.
Los que lo enviaban eran, claro, John Lennon y
George Harrison. Así que una vez más el bueno de Ringo Starr se
presentó en casa de McCartney.
“Eee, hmmm, que hemos decidido John, George y yo que no puedes sacar tu
disco en solitario en abril.
Aquí tienes el escrito”. McCartney
vociferó, insultó, señaló a Ringo con el dedo erguido, le lanzó su
abrigo y lo empujó hacían la salida.
Era marzo de 1970. Un mes después
el grupo más grande de la historia del rock se había separado.
Fue un
final chusco. ¿Final? No se celebró una rueda de prensa para anunciarlo.
Solo mensajes entrelíneas, una manipulación periodística y el
ventilador de los odios esparciendo munición.
Un episodio enmarañado que
echó un cierre amargo a diez años que hicieron felices al mundo.
Ocurrió hace justo medio siglo.
“Ellos
oficialmente nunca se disolvieron. No hubo ningún comunicado.
Es por
eso que mucha gente durante los setenta estaba esperando a que volviesen
a grabar”, cuenta por teléfono desde su encierro en su casa londinense
el escritor Philip Norman (Londres, 76 años), una de las personas que
más sabe de los de Liverpool, con media docena de libros publicados:
El conflicto aquel marzo de 1970 era el siguiente.
Paul McCartney se proponía editar su primer disco en solitario, McCartney, en abril, con el sello del cuarteto, Apple Records.
El escollo: Let It Be estaba
programado para salir a la calle en mayo, también con Apple Records.
Alguien reparó, no sin razón, que aquella competencia era absurda.
Solución: que Paul posponga su álbum.
“Había
algo de mezquino en la relación entre Paul y John. Pero esa
competitividad era parte de lo que les hizo ser tan brillantes juntos:
retándose para conseguir logros artísticos mayores.
El amor les mantuvo
unidos, pero la presión les hizo comportarse de manera lamentable, sobre
todo al final”, dice el escritor Peter Ames Carlin, autor de ‘Paul
McCartney. La biografía’
La relación entre los cuatro era demasiado tóxica en aquellos tiempos.
La elaboración de Abbey Road (último grabado por la banda; aunque Let It Be
se publicó después, se registró con anterioridad) puso al límite la
capacidad psicológica de los cuatro. Todos se desahogaron en las
canciones.
Harrison aprovechó la guerra entre Lennon y McCartney para
colocar en Abbey Road dos de sus mejores obras, Something y Here Comes the Sun;
Ringo Starr coló Octopus’s Garden,
una metáfora acuática que revelaba lo que sentía con los Beatles:
“Me
gustaría estar debajo del agua”, y Paul McCartney dedicaba You Never Gime Me Your Money (Nunca me das tu dinero) a su bestia negra, Allen Klein.
Hay que dedicar un espacio en esta historia a Klein, un tipo
turbio que saneaba empresas cortando las cabezas necesarias.
Fue
recomendado a los Beatles por Mick Jagger (otro cerebro de la
contabilidad) cuando los agujeros de la tesorería de Apple eran
profundos.
McCartney se negó a aceptarle: sabía de su falta de
escrúpulos y de su exigencia para trabajar con los de Liverpool, el 20%
de las ganancias.
McCartney prefería que se ocupase del papeleo de la
banda su suegro, el abogado Lee Eastman, padre de su pareja, Linda
.
Lennon fue el máximo defensor de Klein y Harrison y Starr también dieron
el “sí, vale”.
La película se podía llamar Todos contra Paul.
La
furia de McCartney lo llenó todo.
Llamó a los principales despachos de
Apple, a mánagers, a periodistas, a gente influyente… Hasta que Ringo,
otra vez el bonachón batería, convenció al resto para que le dejaran
publicar su primer disco en solitario antes que Let It Be.
Y llegó la venganza de Paul. Los primeros ejemplares de McCartney
adjuntaban una extraña entrevista (o autoentrevista) donde el artista
explicaba las motivaciones para grabar fuera de la banda.
Escudriñada
entrelíneas y conociendo el ecosistema contaminado estaba claro, pero no
existía un mensaje concreto sobre el gran tema.
La entrevista consta de
una veintena de preguntas, pero las claves son estas tres:
Pregunta. ¿Este álbum es una separación de los Beatles o el inicio de una carrera en solitario?
Respuesta.
El tiempo lo dirá. Que sea un disco en solitario significa que es el
inicio de una carrera en solitario y que no lo haya hecho con los
Beatles significa que es un descanso.
Pregunta. ¿Esta separación de los Beatles es temporal o permanente, y se debe a diferencias personales o musicales?
Respuesta.
A diferencias personales, empresariales y musicales, pero más que nada a
que me lo paso mejor con mi familia [Linda Eastman, pareja de Paul, era
la única persona que participaba en el disco: lo tocó todo McCartney].
¿Temporal o permanente? En realidad, no lo sé.
Pregunta. ¿Prevés en algún momento en el futuro que Lennon y McCartney compongan juntos?
Respuesta. No.
No parecen opiniones que diesen esperanzas a los seguidores del
cuarteto, pero ¿se dice en algún momento que los Beatles se han
disuelto? No claramente.
“En realidad, no lo sé”, desliza McCartney. Los
primeros ejemplares del disco, con la parodia de entrevista, se
distribuirían a los medios el 10 de abril.
Y aquí entra el tabloide Daily Mirror.
Un periodista de ese diario se hizo con un ejemplar de la entrevista el
día anterior, 9 de abril.
La mañana del 10 de abril una tirada
espectacular de ejemplares inundaba los kioscos con un titular a página
entera: “Paul McCartney abandona los Beatles”.
¿Se deduce eso de la
famosa entrevista? Sí, pero no.
Dio igual. El silencio del resto del
grupo, de Allen Klein y de los demás implicados daba oficialidad a ese
titular.
Al final, un periódico sensacionalista anunció el adiós del
grupo.
La artillería más dañina estaba aún por aparecer. John Lennon
encolerizó.
Él fue el que el 20 de septiembre de 1969, en una reunión en
las oficinas de Apple, había expresado su deseo de dejar los Beatles.
Pero decidieron que no se hiciera público, ya que había proyectos en
marcha, como Let It Be.
“John fue el que antes se cansó de ser un beatle.
Y buscó una salida.
Pero no encontró el camino hasta que conoció a Yoko
Ono. Ella fue la persona que le dijo:
‘No tienes que estar en la banda
si no te apetece’. Eso ocurrió en 1967. Así que fue una despedida muy
lenta”, cuenta Philip Norman.
Lennon era ya el tercer beatle que había amagado con
marcharse. El primero fue Ringo Starr (que de hecho se marchó), luego
Harrison y en el ocaso del grupo, Lennon.
Paul no había abierto la boca.
“Al final de su carrera los Beatles se sentían como en una prisión.
Decidieron no hacer conciertos en directo porque no se escuchaban los
instrumentos, apagados por los gritos de la gente.
Se apartaron del foco
público ya que no soportaban la presión.
Y crearon su propio mundo.
Siempre estaban los cuatro juntos. Cuando se llevaban bien no había
problema, pero cuando arreciaron las tensiones era una tragedia.
El que
intentó mantener al grupo con vida siempre fue Paul. Él era consciente
de que si no tiraba del carro era el final”, cuenta Norman.
Aquella
autoentrevista de McCartney provocó la ira de su compañero.
Lennon
llamó a su periodista de cabecera, Ray Connelly, para ofrecerle unas
declaraciones:
“Está adjudicándose el mérito de romper el grupo cuando
yo lo dije en septiembre”, espetó.
“Había algo de mezquino en la
relación entre Paul y John.
Pero esa competitividad era parte de lo que
les hizo ser tan brillantes juntos: retándose para conseguir logros
artísticos mayores.
El amor les mantuvo unidos mucho tiempo, pero la
presión de la fama llegó a un punto que les hizo comportarse de manera
lamentable, sobre todo al final”, dice desde su confinamiento en Nueva
York el escritor Peter Ames Carlin (Nueva York, 56 años), autor de Paul McCartney. La biografía (Viceversa, 2010).
En
la guerra Paul/John, la prensa y la mayoría de los seguidores se
posicionaron por el segundo.
Mientras McCartney se deprimía por las
malas críticas a su disco de debut, Lennon quedaba con periodistas
influyentes, los trataba con inusitada amabilidad para ser una estrella
arrogante y les contaba que el judas se llamaba Paul.
Le creyeron. Los
dos amigos ponían fin a su relación.
John se enamoró de Yoko y Paul de
Linda, ambos usaron a sus parejas como reemplazo del otro.
El siguiente movimiento de McCartney deterioró aún más su imagen.
McCartney no podía admitir que el 20% de sus ganancias fueran a los
bolsillos de Allen Klein.
Y puso una demanda contra los Beatles. Paul se
defendió, aunque removiera porquería íntima.
“Paul llegó a decir que
Klein había intentado congraciarse con él poniendo a parir a John, y
sobre todo a Yoko, cuando la pareja no estaba delante”, dice Ames
Carlin.
Años más tarde la justicia dio la razón a McCartney y los
Beatles (los cuatro, no solo Paul) recuperaron el porcentaje de Klein.
Durante los meses siguientes se recrudeció la guerra.
Paul dedicó a John algunos mensajes nada elogiosos en su siguiente disco, Ram (1971). Lo hizo de forma sutil.
Lennon, sin embargo, escribió temas como How Do You Sleep (de Imagine, 1971) desde el odio y sin careta, con frases como estas: “Lo único que hiciste fue Yerterday”
o “el error que cometiste está en tu cabeza”.
“Es triste que una banda
tan alegre tuviese un final tan doloroso. Proyectaron tanta luz en el
mundo que se pasa por alto la oscuridad que les rodeaba al final.
La ola
de amor que dieron tuvo una resaca: las presiones de la fama y el lado
oscuro de la adoración que sentían por ellos sus admiradores”,
reflexiona Ames Carlin.
El año 1970 vio seis discos de miembros de los Beatles: los mencionados Let It Be y McCartney, dos en solitario de Ringo Starr (Sentimental Journey y Beaucoups of Blues), uno de John Lennon (John Lennon/Plastic Ono Band) y uno (triple) de George Harrison (All Things Must Pass).
En ellos hay material suficientemente bueno como para tumbar la discografía entera de bandas ahora muy consideradas.
Mientras
el mundo lloraba el final de la banda más grande de la historia del
rock, en España, ese mismo 1970, nacía una estrella. Julio Iglesias, un
joven de 26 años, representaba a España en Eurovisión con Gwendolyne.
Quedó el cuarto, pero no hay nadie como él para sacar provecho de la
derrota.
Iglesias comenzó la conquista del mundo también justo hace 50
años.