Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 mar 2020

El resbalón de Carla Bruni por un comentario sobre el coronavirus y el feminismo

La cantante y esposa del expresidente Nicolas Sarkozy se ve obligada a pedir disculpas por lo que califica de una “broma de mal gusto” sobre la pandemia.

La cantante y ex primera dama francesa Carla Bruni durante la reciente Semana de la Moda en París
La cantante y ex primera dama francesa Carla Bruni durante la reciente Semana de la Moda en ParísGONZALO FUENTES / REUTERS (Reuters)

 

Las bromas sobre el coronavirus tienen un límite, incluso si se es Carla Bruni
La popular cantante, exmodelo y antigua primera dama de Francia ha tenido que pedir disculpas después de que se viralizaran en las redes sociales unas imágenes suyas durante la semana de la moda de París, a finales de febrero, en las que bromeaba sobre el coronavirus, saludaba dando dos besos en vez de guardar la distancia de seguridad y hasta hacía como que tosía a su alrededor, riéndose.
Poco después, en otro momento del mismo evento, se puede ver cómo la que fuera primera dama de Francia (2007-2012) hace como que tose sin protegerse hacia la gente que le rodea, contraviniendo todas las reglas de prevención repetidas hasta la saciedad por las autoridades francesas e internacionales, y se ríe.
Tras la indignación en las redes sociales causada por estas imágenes los últimos días, Bruni emitió un comunicado en su cuenta de Instagram pidiendo disculpas por una “broma de mal gusto” y un “humor fuera de lugar” y aseguró que “para nada” reflejan sus sentimientos ante la pandemia.
 “En el momento, en un cierto contexto, dicha a una determinada persona, la broma no significa nada. 
Sacada de contexto, esa broma puede convertirse en una ignominia”, agregó.

Al mismo tiempo, denunció la cantante, las imágenes, que asegura se tomaron sin que ella supiera que se le estaba grabando, han sido sacadas de contexto y montadas “deliberadamente” para darle un tono “repugnante” a una “muestra desafortunada de humor”.

Y tiene su parte de razón, al menos en lo que los tiempos se refiere. Porque cuando sucedió esa “desafortunada broma”, el 28 de febrero según el diario Le Figaro, que también se ha hecho eco de la polémica, la alarma por el coronavirus estaba muy lejos de ser tan grande en Francia como cuando se ha conocido esa escena, en momentos en que ya se superaban los 5.000 casos y se había franqueado la barrera del centenar de muertos.
 De hecho, una semana más tarde, el 6 de marzo —y cuando ya sí empezaba a aumentar la inquietud nacional— el actual presidente francés, Emmanuel Macron, seguía intentando dar una imagen de normalidad.
 Ese día, tras visitar una residencia de ancianos en relación con el coronavirus, acudió con su esposa, Brigitte Macron, al teatro para demostrar, dijo, “que la vida continúa”.
Tampoco ha escandalizado tanto como la salida de tono de Bruni el paseo de su sucesora en el Elíseo por las orillas del Sena, como reveló el diario Le Parisien.
 Y eso que decidió salir a la calle este domingo, cuando a pesar de que se mantuvieron las elecciones municipales, la alarma era ya muy alta —un día después su marido y presidente anunciaría el confinamiento de todo el país— y los casos de coronavirus aumentaban desbocados.
 Pese a ello, al igual que miles de parisinos que ignoraron las consignas del Gobierno de reducir al máximo las salidas de casa y mantener la distancia social, la primera dama mantuvo su hábito de salir a caminar y se dio un paseo con su escolta por las zonas peatonales en la orilla del río Sena por el centro de la capital, según el rotativo parisino. 
La regañina que un día más tarde echó el presidente en su discurso a la nación a todos los que “desafiaron las consignas” debió tener su eco entre las propias paredes del Elíseo.
 “Incluso si no presentáis ningún síntoma, arriesgáis contaminar a vuestros amigos, a vuestros padres, abuelos, ponéis en peligro la salud de los que queréis”, recriminó Macron a los desobedientes. Eso sí que no es ninguna broma.

En la grabación se puede ver cómo Bruni saluda con la bise, los clásicos dos besos franceses, al director general del grupo de lujo LVMH Sydney Toledano y bromea al respecto. “Nos hacemos la bise, ¡qué gracia!”, comenta y agrega: “Porque somos de la vieja generación. 
 No tenemos miedo de nada.
 No somos feministas, no tenemos miedo del coronavirus. ¡Nada!”, agrega con la última palabra en español, en un comentario que, si no hubiera sido por la alarma generalizada por la pandemia que acaba de confinar también a todos los franceses y que tapa casi cualquier otro tema, quizás hubieran provocado las iras de las feministas, que protestaban justo en esos momentos por los premios que la Academia de los César concedió al director Roman Polanski.

Picasso y el terror de las víctimas....................... Peio H. Riaño

Los museos cierran sus puertas, pero la contemplación del arte sigue abierta.

 Cada día, destacamos una obra visitable en la red y surgida del diálogo entre dos creadores.

 Hoy: el 'Guernica', que el malagueño pintó bajo el poderoso influjo de Rubens

'Guernica' (1937), de Pablo Picasso. 
'Guernica' (1937), de Pablo Picasso.
“En Roma está el Papa, pero en Nápoles está Dios”. 
Y así Jean Cocteau sacó a Pablo Picasso de la capital italiana.
 En febrero de 1917, el escritor y el pintor montaron un viaje relámpago en el que el malagueño conoció a su futura mujer, la bailarina de los Ballets Rusos Olga Khokhlova, y también el impresionante Los horrores de la guerra (1640), de Rubens, en el Palazzo Pitti (Florencia). 
El devorador de imágenes, que convirtió a la tradición en su mejor colaborador, partió de ese inmenso lienzo donde la destrucción, la barbarie y el dolor habían quedado tan bien fijadas que se bebió al maestro barroco y levantó Guernica veinte años después. 
El cuadro se conserva y exhibe en el Reina Sofía de Madrid y puede visitarse virtualmente y en alta definición en la web del museo durante el cierre provocado por la cuarentena.
El Gran Duque Fernando II de Toscana quería una alegoría de la Guerra de los Treinta Años, el conflicto bélico más grande del siglo XVII, que involucró desde Suecia hasta España, entre 1618 y 1648. Un encargo similar llega a Picasso del Gobierno de la República Española para dar a conocer al mundo la miseria de la Guerra Civil española en la Exposición Internacional de París, en 1937.
 Picasso decide invertir la composición –como si fuera un espejo– y desplaza el movimiento de derecha a izquierda, con el mismo número de personajes (sin los cuatro amorcillos), la misma tensión dramática, las mismas expresiones de terror y con la culminación de dos mujeres que, desgarradas ante la subversión del orden social, levantan los brazos al cielo.
 A este evidente reflejo, la historiografía ha preferido denominarlo calco topológico, en lugar de fotocopia apocalíptica –demasiado peyorativo, dada la variedad monocromática con la que actuó Picasso– o incluso apropiación cultural, porque hace propia la idea de Rubens para tomar posición en el mundo. 
El otro día, un buen amigo me preguntó si imaginaba la violencia de la pintura flamenca en la tradición española. 
Y la pregunta quedó sin resolver hasta hoy.
Picasso también incluye el espanto de la madre con su hijo, pero prefiere dar un paso más allá en el drama y representarlo fallecido. Alecto, el personaje mitológico que porta la antorcha (vive en el mundo tenebroso), tiene su acto reflejo en la lámpara que aparece en la parte alta de Guernica.
 Ahí está igualmente la figura del arquitecto muerto, que Rubens presenta con un compás en una mano y un escoplo en la otra. Y, por supuesto, la paz: el pintor barroco la muestra convertida en una rama de olivo.
 En la versión picassiana es una flor que resiste a la guerra.
A este evidente reflejo, la historiografía ha preferido denominarlo calco topológico, en lugar de fotocopia apocalíptica –demasiado peyorativo, dada la variedad monocromática con la que actuó Picasso– o incluso apropiación cultural, porque hace propia la idea de Rubens para tomar posición en el mundo.

 

18 mar 2020

Sánchez considera “necesaria y coherente” la decisión de Felipe VI de desmarcarse de su padre

El presidente del Gobierno reconoce la gravedad de una medida que “ha sobresaltado al conjunto de la opinión pública”.

Don Juan Carlos de Borbón sale del Hospital Universitario Quirón, en Madrid, en agosto pasado. En vídeo, las declaraciones de Pedro Sánchez este martes. VICTOR SAINZ | EPV

 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha calificado hoy de “necesaria y coherente” la decisión del Rey de renunciar a cualquier herencia económica que pudiera corresponderle de su padre y retirar la asignación que recibía Juan Carlos I de los presupuestos del Estado (194.232 euros al año).
En la rueda de prensa telemática que ha ofrecido tras el Consejo de Ministros, Sánchez ha reconocido la gravedad de “un asunto que ha sobresaltado al conjunto de la opinión pública”, pero ha mostrado su apoyo a la decisión de Felipe VI, no solo como presidente sino también a título personal, y ha calificado la medida de “necesaria y coherente con el compormiso de transparencia y ejemplaridad" que ha impulsado durante su reinado Felipe VI.
Esta es la primera vez que Sánchez se refiere en público al comunicado difundido el pasado domingo por la Casa Real, con el que Felipe VI ha querido romper cualquier vínculo con las supuestas cuentas de su padre en paraisos fiscales y evitar que el escándalo y la investigación judicial abierta en Suiza y España acaben salpicando a la Corona.
 La renuncia a la herencia tiene carácter simbólico, pues legalmente solo puede aplicarse cuando se ejecute el testamento, pero la retira de la asignación tienen efectos inmediatos.
El jefe del Estado, según fuentes de la Casa del Rey, se mantiene en contacto permanente con el presidente del Gobierno, quien le informa sobre el desarrollo de la crisis de la Covid-19, pero no ha vuelto a aparecer en público desde que el pasado día 11 viajó con la Reina a París para participar en un homenaje a las víctimas del terrorismo.

Muere Eduard Limónov, polémico político y escritor, a los 77 años

Muere Eduard Limónov, polémico político y escritor, a los 77 años.

El líder del partido La otra Rusia, cuya fama se disparó por el libro que le dedicó Carrère, ha fallecido en un hospital de Moscú.

Eduard Limónov.
Eduard Limónov.

 

 
 
Político, novelista incendiario, punk, guerrillero, extremista, poeta maldito.
 Eduard Limónov ha muerto este martes en Moscú a los 77 años. 
El líder del partido de extrema izquierda y complicada definición La otra Rusia y ferviente opositor a Vladímir Putin ha fallecido en un hospital de Moscú, según un breve comunicado de su formación política. 
El escritor, autor de más de 70 novelas y ensayos, cobró fama en Occidente sobre todo gracias al libro de Emmanuel Carrère, Limonov, traducido a 23 idiomas, que recorría su vida.
 Pero también por las imágenes que le mostraban disparando una ametralladora en el asediado Sarajevo junto al líder serbobosnio Radovan Karadzic.

“El día de mi muerte será luto nacional”, dijo hace dos años en una entrevista.
 Aunque con el paso del tiempo, la presencia del hombre que se autodefinió como “inconformista por naturaleza” se había ido diluyendo del panorama político y artístico ruso.
 El partido no ha informado de la causa de la muerte del artista, pero medios rusos aseguran, citando a fuentes cercanas, que se ha debido a las complicaciones después de varias cirugías y que padecía cáncer.
 En los últimos meses, el político y escritor había pasado varias veces por el hospital por problemas de salud.
 Limónov, casi como un personaje de novela épica, ha fallecido en plena pandemia de coronavirus y con medio mundo en crisis.

Nacido en Dzerzhinsk con el nombre de Eduard Veniaminovich Savenko, adoptó el apellido Limónov como nom de plume casi en la adolescencia. 
El poeta de vanguardia se exilió de la Unión Soviética en 1974. Alguna vez relató que aquella salida fue forzada y que se debió a su negativa a convertirse en un soplón para el KGB.
 Así, Limónov terminó por llegar a Nueva York, donde se hizo un habitual del legendario club punk CBGB, en el que conoció a los Ramones.
 De aquella época, que le marcó profundamente, es su novela más conocida de las cuatro traducidas al castellano, Soy yo, Édichka (Marbot Ediciones).
En Rusia, aunque es famoso entre los jóvenes inconformistas rusos por su literatura y su papel más punk, la ciudadanía en general le conoce por su parte política y disidente.
 En los turbulentos años noventa, recién llegado a Moscú de su última etapa en el exilio, en Francia, fundó el Partido Bolchevique Nacional, un movimiento que buscaba fusionar la ultraizquierda y la ultraderecha –siempre se dijo que era una mezcla explosiva de nazis y comunistas- para oponerse a Borís Yeltsin.
 En 2001, ya con Vladímir Putin en el poder, fue acusado de terrorismo, de tratar de derrocar el orden constitucional y de compra ilegal de armas. 
 Cumplió dos años, la mayor parte de ellos, en libertad condicional. En 2007, la formación fue ilegalizada. 
Fundó entonces La otra Rusia.
 En 2012 trató de presentarse a las presidenciales contra Putin. La Comisión Electoral no se lo permitió. Pese a eso, siempre había mantenido una voz disidente firme y activa contra el putinismo. Aunque defendió fervientemente la anexión rusa de la península ucrania de Crimea y algunos informes han sostenido que mantenía vínculos con los militares apoyados por el Kremlin que luchan en el conflicto del Este de Ucrania.
 Limónov se encogía de hombros cuando se le llamaba nazi o comunista. “Estoy en un nivel inalcanzable", dijo en una entrevista con el conocido youtuber ruso Yuri Dudd. 
“Europa es muy demodé, muy conservadora”, comentó el año pasado también sobre esa contrariedad en una entrevista con este diario.
 Durante años, ha sido un visitante no deseado en muchos círculos intelectuales occidentales sobre todo debido a su relación con la guerra de los Balcanes, en especial con el serbobosnio Radovan Karadzic, responsable, entre otras cosas, del genocidio de Srebrenica. 
Sobre todo, desde que aquellas tremendas imágenes de Limónov con su ametralladora en el cerco de Sarajevo, en el galardonado documental Serbian Epics, dieron la vuelta al mundo. 
Incluso Carrère, que en ese momento preparaba su libro Limónov (Anagrama), se llegó a plantear seguir adelante con él.
 El novelista, guerrillero, político y polemista siempre trató de minimizar aquel incidente, que le costó contratos de publicación en EE UU y Europa, asegurando que disparaba en realidad en un campo de tiro.